El proyecto que comenzó con un rechazo

A 149 años de la llegada de los colonos a Chubut.

27 JUL 2014 - 21:08 | Actualizado

Por Meirion Griffiths

Corría con vértigo el año 1863. La unión nacional comenzaba a tomar forma y el debate de la nación comenzaba a adentrarse en cuestiones específicas como el afincamiento nacional en los extremos de la Argentina.

Ese mismo año, en el Congreso de la Nación se debatían leyes vinculadas a los territorios del sur y la organización social en el noreste del país. En ese contexto llegó a la casa de las leyes el ministro del Interior, Guillermo Rawson.

El político, nacido en San Juan, tomó contacto con dirigentes de un proyecto de colonización formado en el país de Gales para afincar una colonia “al sur del Río Negro”, tal como se puede leer en las primeras notas tomadas por Rawson ante las gestiones con el gobierno nacional.

Pero en el Congreso de la Nación, donde convivían legisladores con aires de caudillos, no fue nada fácil aprobar el proyecto de colonia. El senador Félix Farías dejó constancia en el acta de sesiones de su total reparo con el proyecto. No faltaron las quejas que sustentadas en base a las sospechas contra los galeses por la presencia kelper en las Malvinas arribados en 1833.

Pero en realidad nada de eso había.

Pero Rawson no se desesperó. Por el contrario, con tono conciliador insistió en que lo que los galeses planeaban era un proyecto noble surgido de una necesidad de oxigenar su estilo de vida oprimido a sangre y fuego por el imperio británico de los ingleses.

Rawson intentaba que el gobierno firmara un acta acuerdo mediante el cual se comprometiera a cederles a los inmigrantes galeses una extensión de tierra para que pudieran cultivarla y vivir de ella.

El ministro no estaba solo. Los galeses estaban muy bien representados por Sir John Love Parry y por Lewis Jones, quienes fueron los que en principio iniciaron las tratativas para poblar un lugar alejado de todo. Y así surgió la posibilidad de poblar lo que los antiguos llamaban la “Antigua Terae Incognitae”.

En relación a las negociaciones políticas que se desarrollaban en Buenos Aires en los años previos a 1865, algunos legisladores que se oponían al proceso migratorio en la Patagonia, utilizaban como argumento las cuestiones religiosas. Sabían que los galeses no eran católicos y que eso no favorecía a los intereses de la Iglesia que en todo el país, sobre todo en el norte, era predominante. Decían que no era conveniente el arribo de los celtas ya que su credo protestante podía tener demasiada expansión en un territorio disputado con los británicos. Creían que llegarían 20 mil galeses en tierras alejadas al gobierno central.

En los registros de esa época se puede deducir un pensamiento aún más absurdo. Como sabían que en este sector del sur argentino vivían familias ancestrales de tehuelches y mapuches creyeron que aquellos negociarían tierra a cambio de alcohol.

Rawson intentaba convencer a los opositores que los galeses nunca estarían en favor de los mismos que los oprimieron y empujaban a ser despojados de su cultura, religión y convicciones morales.

Quien también apoyaba la negativa de los unitarios fue Valentín Alsina, miembro de la mayoría en la cámara y que además fue gobernador de Buenos Aires dos veces en la década del 50.

Alsina se opuso a la inmigración galesa con dureza. “¿En qué margen del río se van a asentar los galeses?” preguntó. “Sobre la margen izquierda del río Chubut”, contestó Rawson. “’¡Tanto peor!”, respondió abruptamente Alsina. “Todos los campos que median entre el Río Negro y el Chubut no sirven para nada; son salitrales inmensos o no tiene destino en lo humano”, sentenció el unitario.

Luego prosiguieron otros diputados que condenaban la instalación de la colonia aunque tal vez con menos vehemencia que los mencionados.

Pese a la lucha del ministro Rawson, el rechazo de la cámara fue abrumador. Cuando se invitó a votar por la colonia galesa el resultado fue de 21 votos en contra y tan sólo 5 a favor.

Con Lewis Jones a la cabeza, las negociaciones por parte de los galeses siguieron incansables y con justicia y diplomacia lograron a su sueño, el de levantar con orgullo su rostro de galeses “bajo el sol de un nuevo mundo”, como definió Richard John Berwyn en uno de sus poemas.

Los galeses llegaron a Puerto Madryn el 28 de julio de 1865 bajo la presidencia de Mitre. En 1870, cuando se encontraba cumpliendo el rol de senador de la Nación, recordó con satisfacción personal haber confiado en la colonia galesa. “Los galeses eran no sólo una avanzada de la civilización contra las irrupciones de los bárbaros, sino también el núcleo de una gran población futura que podría pacíficamente una cuestión de límites pendiente”.

En nada se equivocaba Mitre respecto de la colonia galesa. No se equivocó al defender el proyecto en la cámara de senadores y tampoco en presuponer que los galeses actuarían en favor de los nobles intereses territoriales del país. Eso quedó demostrado en 1902 en el plebiscito de Trevelin, cuando gracias a los pobladores asentados al pie de las montañas decidieron ser por siempre argentinos y resguardar más de 14 mil hectáreas pretendidas por Chile. En esa victoria argentina no hubo ni un solo disparo.

Las más leídas

27 JUL 2014 - 21:08

Por Meirion Griffiths

Corría con vértigo el año 1863. La unión nacional comenzaba a tomar forma y el debate de la nación comenzaba a adentrarse en cuestiones específicas como el afincamiento nacional en los extremos de la Argentina.

Ese mismo año, en el Congreso de la Nación se debatían leyes vinculadas a los territorios del sur y la organización social en el noreste del país. En ese contexto llegó a la casa de las leyes el ministro del Interior, Guillermo Rawson.

El político, nacido en San Juan, tomó contacto con dirigentes de un proyecto de colonización formado en el país de Gales para afincar una colonia “al sur del Río Negro”, tal como se puede leer en las primeras notas tomadas por Rawson ante las gestiones con el gobierno nacional.

Pero en el Congreso de la Nación, donde convivían legisladores con aires de caudillos, no fue nada fácil aprobar el proyecto de colonia. El senador Félix Farías dejó constancia en el acta de sesiones de su total reparo con el proyecto. No faltaron las quejas que sustentadas en base a las sospechas contra los galeses por la presencia kelper en las Malvinas arribados en 1833.

Pero en realidad nada de eso había.

Pero Rawson no se desesperó. Por el contrario, con tono conciliador insistió en que lo que los galeses planeaban era un proyecto noble surgido de una necesidad de oxigenar su estilo de vida oprimido a sangre y fuego por el imperio británico de los ingleses.

Rawson intentaba que el gobierno firmara un acta acuerdo mediante el cual se comprometiera a cederles a los inmigrantes galeses una extensión de tierra para que pudieran cultivarla y vivir de ella.

El ministro no estaba solo. Los galeses estaban muy bien representados por Sir John Love Parry y por Lewis Jones, quienes fueron los que en principio iniciaron las tratativas para poblar un lugar alejado de todo. Y así surgió la posibilidad de poblar lo que los antiguos llamaban la “Antigua Terae Incognitae”.

En relación a las negociaciones políticas que se desarrollaban en Buenos Aires en los años previos a 1865, algunos legisladores que se oponían al proceso migratorio en la Patagonia, utilizaban como argumento las cuestiones religiosas. Sabían que los galeses no eran católicos y que eso no favorecía a los intereses de la Iglesia que en todo el país, sobre todo en el norte, era predominante. Decían que no era conveniente el arribo de los celtas ya que su credo protestante podía tener demasiada expansión en un territorio disputado con los británicos. Creían que llegarían 20 mil galeses en tierras alejadas al gobierno central.

En los registros de esa época se puede deducir un pensamiento aún más absurdo. Como sabían que en este sector del sur argentino vivían familias ancestrales de tehuelches y mapuches creyeron que aquellos negociarían tierra a cambio de alcohol.

Rawson intentaba convencer a los opositores que los galeses nunca estarían en favor de los mismos que los oprimieron y empujaban a ser despojados de su cultura, religión y convicciones morales.

Quien también apoyaba la negativa de los unitarios fue Valentín Alsina, miembro de la mayoría en la cámara y que además fue gobernador de Buenos Aires dos veces en la década del 50.

Alsina se opuso a la inmigración galesa con dureza. “¿En qué margen del río se van a asentar los galeses?” preguntó. “Sobre la margen izquierda del río Chubut”, contestó Rawson. “’¡Tanto peor!”, respondió abruptamente Alsina. “Todos los campos que median entre el Río Negro y el Chubut no sirven para nada; son salitrales inmensos o no tiene destino en lo humano”, sentenció el unitario.

Luego prosiguieron otros diputados que condenaban la instalación de la colonia aunque tal vez con menos vehemencia que los mencionados.

Pese a la lucha del ministro Rawson, el rechazo de la cámara fue abrumador. Cuando se invitó a votar por la colonia galesa el resultado fue de 21 votos en contra y tan sólo 5 a favor.

Con Lewis Jones a la cabeza, las negociaciones por parte de los galeses siguieron incansables y con justicia y diplomacia lograron a su sueño, el de levantar con orgullo su rostro de galeses “bajo el sol de un nuevo mundo”, como definió Richard John Berwyn en uno de sus poemas.

Los galeses llegaron a Puerto Madryn el 28 de julio de 1865 bajo la presidencia de Mitre. En 1870, cuando se encontraba cumpliendo el rol de senador de la Nación, recordó con satisfacción personal haber confiado en la colonia galesa. “Los galeses eran no sólo una avanzada de la civilización contra las irrupciones de los bárbaros, sino también el núcleo de una gran población futura que podría pacíficamente una cuestión de límites pendiente”.

En nada se equivocaba Mitre respecto de la colonia galesa. No se equivocó al defender el proyecto en la cámara de senadores y tampoco en presuponer que los galeses actuarían en favor de los nobles intereses territoriales del país. Eso quedó demostrado en 1902 en el plebiscito de Trevelin, cuando gracias a los pobladores asentados al pie de las montañas decidieron ser por siempre argentinos y resguardar más de 14 mil hectáreas pretendidas por Chile. En esa victoria argentina no hubo ni un solo disparo.


NOTICIAS RELACIONADAS