Investigarán a policías por presunta complicidad con la trata de personas

Una joven rescatada denunció que colaboraban con un sujeto que la explotó. Y que hasta usaban servicios sexuales.

24 AGO 2014 - 22:43 | Actualizado

Por Rolando Tobarez

La Justicia Federal pidió investigar a policías de la Comisaría 2ª de Comodoro Rivadavia por su presunta complicidad en un caso de trata de personas, que terminó con dos condenas. La víctima fue Mayra, una salteña de 20 años que viajó desde su provincia engañada con un buen trabajo de niñera. Terminó como cautiva sexual en “Las Brujas”, un prostíbulo de la ciudad petrolera.

La chica es de San Ramón Orán. Tenía dos hijos que no podía mantener. Por eso aceptó la oferta de su prima Ramona A., que ya vivía en el sur. La mamá no quería: prefería que Mayra aprendiera a leer y escribir y no a 2 mil kilómetros. La prima insistió y la joven aceptó porque la falta de trabajo no le permitió criar a sus nenes.

Ramona la esperó en la terminal y la llevó en taxi a la casa. Esperaba un auto gris oscuro con vidrios polarizados. El que esperaba era Ramón Díaz Soto, que pagó los gastos. Al entrar la prima le dijo: “Vos te vas a ir con él, a un prostíbulo a trabajar y estás vendida”. Mayra no quería hasta que el hombre la sujetó y notó un arma en su cintura. Se asustó y no se resistió.

La alojaron enfrente a “Las Brujas”. Una habitación muy chica que compartió con otras cinco mujeres, de entre 14 y 15 años, captadas y vendidas a Ramón.

Bienvenida

Quemaron muchas de sus pertenencias. Rompieron su DNI y le cortaron el pelo por encima del hombro, teñido de negro, para cambiar su aspecto. Las custodiaban dos personas armadas. Por su forma de hablar y el corte de pelo, pensó que eran policías retirados. No tenían colchón y dormían en el piso sólo con sábanas. La comida era escasa. Tenían una cocina y una heladera viejas, una mesada y un baño. Sin muebles.

Según su denuncia, les daban pastillas para dormir y droga en el horario de trabajo. Las ponía eufóricas y charlatanas para soportar a los hombres y estimularse. Cobraban 150 pesos por media hora y 300, hora completa. El local era un pool, una consola para pasar música, la barra, los baños y una habitación para los pases.

Ayuda policial

Entre amenazas y golpes, ni hablaban entre sí. No les daban profilácticos. Había chicas mayores que estaban porque querían; sólo maltrataban a las cautivas. “Las Brujas” tenía hasta cámaras de control para supervisar que las chicas cumplieran. Trabajaba de lunes a lunes de 1 a 6 y luego desde las 17.

Una madrugada Mayra y otras escaparon por la puerta principal y subieron a un patrullero que pararon en la calle. Los dos policías las devolvieron. Las conocían: habían tenido sexo con ellas. Ramón les pagó el favor con dinero a los efectivos y las golpeó de muy mala manera. Los agentes se reían.

En enero de 2012, Mayra insistió hasta que logró que Guillermina Adorno, pareja de Ramón, le girara 700 pesos a su madre, para sus hijos en Salta.

La plata se la prestó Ramón pero debería devolverle el doble. Habló con su mamá para avisarle pero vigilada, no pudo decirle la verdad. El hombre las llevaba a los domicilios de los pases, cobraba y no les daba su parte.

Una noche de febrero de 2012, uno de aquellos policías que la devolvió llegó al boliche y avisó que se venía un operativo. La mamá de Mayra había denunciado su desaparición en Salta y la buscaban. El agente habló con Ramón largo rato y se fue. La víctima no recuerda el nombre del policía, sí su rostro, inolvidable. “Las nuevas pasan primero por todos los policías”, fue una frase que se le pegó.

El tribunal puso a disposición de Fiscalía copias del libro de guardia de esa noche en la Seccional Segunda. Con reconocimiento de fotos, quieren identificar al agente que permitió que Díaz escapara con las chicas.

Ramón cerró rápido el local. Subió a las chicas a una Traffic gris, deteriorada, de vidrios polarizados. Las obligó a tomar pastillas y consumir cocaína para que dormidas, no vieran el camino. Mayra no tragó las píldoras. El policía los acompañó hasta la salida de Comodoro.

Eran Ramón, su mujer, dos guardias, Mayra y otras cinco menores, muy flacas y morochas. Pasaron por un control policial que eludieron con documentos falsos, de fotos cambiadas. Todos reían.

El escape

Al parar en Los Antiguos a comprar comida, la joven aprovechó un descuido y se escapó tras simular que dormía. La persiguieron, corrió sin rumbo en el pueblo desconocido. Pasaron horas hasta que vio en la calle un chico acomodando su auto. Le pidió por favor que la sacara del lugar. No quiso llevarla a Comodoro porque no tenía DNI, sólo partida de nacimiento, y no pasarían el control.

La dejó en el hotel Los Antiguos Cerezos y le dio 210 pesos para pagar la noche. En la habitación 103 se cambió, preguntó por la comisaría y fue a denunciar su caso.Llevaba un bolso de mano blanco y verde y una valija chica con ruedas.#

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24 AGO 2014 - 22:43

Por Rolando Tobarez

La Justicia Federal pidió investigar a policías de la Comisaría 2ª de Comodoro Rivadavia por su presunta complicidad en un caso de trata de personas, que terminó con dos condenas. La víctima fue Mayra, una salteña de 20 años que viajó desde su provincia engañada con un buen trabajo de niñera. Terminó como cautiva sexual en “Las Brujas”, un prostíbulo de la ciudad petrolera.

La chica es de San Ramón Orán. Tenía dos hijos que no podía mantener. Por eso aceptó la oferta de su prima Ramona A., que ya vivía en el sur. La mamá no quería: prefería que Mayra aprendiera a leer y escribir y no a 2 mil kilómetros. La prima insistió y la joven aceptó porque la falta de trabajo no le permitió criar a sus nenes.

Ramona la esperó en la terminal y la llevó en taxi a la casa. Esperaba un auto gris oscuro con vidrios polarizados. El que esperaba era Ramón Díaz Soto, que pagó los gastos. Al entrar la prima le dijo: “Vos te vas a ir con él, a un prostíbulo a trabajar y estás vendida”. Mayra no quería hasta que el hombre la sujetó y notó un arma en su cintura. Se asustó y no se resistió.

La alojaron enfrente a “Las Brujas”. Una habitación muy chica que compartió con otras cinco mujeres, de entre 14 y 15 años, captadas y vendidas a Ramón.

Bienvenida

Quemaron muchas de sus pertenencias. Rompieron su DNI y le cortaron el pelo por encima del hombro, teñido de negro, para cambiar su aspecto. Las custodiaban dos personas armadas. Por su forma de hablar y el corte de pelo, pensó que eran policías retirados. No tenían colchón y dormían en el piso sólo con sábanas. La comida era escasa. Tenían una cocina y una heladera viejas, una mesada y un baño. Sin muebles.

Según su denuncia, les daban pastillas para dormir y droga en el horario de trabajo. Las ponía eufóricas y charlatanas para soportar a los hombres y estimularse. Cobraban 150 pesos por media hora y 300, hora completa. El local era un pool, una consola para pasar música, la barra, los baños y una habitación para los pases.

Ayuda policial

Entre amenazas y golpes, ni hablaban entre sí. No les daban profilácticos. Había chicas mayores que estaban porque querían; sólo maltrataban a las cautivas. “Las Brujas” tenía hasta cámaras de control para supervisar que las chicas cumplieran. Trabajaba de lunes a lunes de 1 a 6 y luego desde las 17.

Una madrugada Mayra y otras escaparon por la puerta principal y subieron a un patrullero que pararon en la calle. Los dos policías las devolvieron. Las conocían: habían tenido sexo con ellas. Ramón les pagó el favor con dinero a los efectivos y las golpeó de muy mala manera. Los agentes se reían.

En enero de 2012, Mayra insistió hasta que logró que Guillermina Adorno, pareja de Ramón, le girara 700 pesos a su madre, para sus hijos en Salta.

La plata se la prestó Ramón pero debería devolverle el doble. Habló con su mamá para avisarle pero vigilada, no pudo decirle la verdad. El hombre las llevaba a los domicilios de los pases, cobraba y no les daba su parte.

Una noche de febrero de 2012, uno de aquellos policías que la devolvió llegó al boliche y avisó que se venía un operativo. La mamá de Mayra había denunciado su desaparición en Salta y la buscaban. El agente habló con Ramón largo rato y se fue. La víctima no recuerda el nombre del policía, sí su rostro, inolvidable. “Las nuevas pasan primero por todos los policías”, fue una frase que se le pegó.

El tribunal puso a disposición de Fiscalía copias del libro de guardia de esa noche en la Seccional Segunda. Con reconocimiento de fotos, quieren identificar al agente que permitió que Díaz escapara con las chicas.

Ramón cerró rápido el local. Subió a las chicas a una Traffic gris, deteriorada, de vidrios polarizados. Las obligó a tomar pastillas y consumir cocaína para que dormidas, no vieran el camino. Mayra no tragó las píldoras. El policía los acompañó hasta la salida de Comodoro.

Eran Ramón, su mujer, dos guardias, Mayra y otras cinco menores, muy flacas y morochas. Pasaron por un control policial que eludieron con documentos falsos, de fotos cambiadas. Todos reían.

El escape

Al parar en Los Antiguos a comprar comida, la joven aprovechó un descuido y se escapó tras simular que dormía. La persiguieron, corrió sin rumbo en el pueblo desconocido. Pasaron horas hasta que vio en la calle un chico acomodando su auto. Le pidió por favor que la sacara del lugar. No quiso llevarla a Comodoro porque no tenía DNI, sólo partida de nacimiento, y no pasarían el control.

La dejó en el hotel Los Antiguos Cerezos y le dio 210 pesos para pagar la noche. En la habitación 103 se cambió, preguntó por la comisaría y fue a denunciar su caso.Llevaba un bolso de mano blanco y verde y una valija chica con ruedas.#


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