Salvajes emociones, salvajes consecuencias, salvajes humanos

Columna de opinión.

31 AGO 2014 - 22:00 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón (*) / En Twitter: @almirond

Así es, debo ser una de los no sé cuántos millones de espectadores que a una semana del estreno de “Relatos Salvajes” acudimos a los cines.

Ver a Damián Zsifrón en la alfombra roja del Festival de Cannes acompañado y junto a Pedro Almódovar (yoooo quierooo serrr una chica Almódovar … Sabina nos canta –y me encantaría!-), uno de los productores de la película es, al menos para mí, un orgullo nacional.

Ya con la primera temporada de Los Simuladores, este muchacho de sonrisa tímida y voz pausada se ganó mi respeto, a su tremenda inventiva y creatividad, que en cada capítulo me hacía disfrutar y sentirme sorprendida.

Si bien la película es justamente una serie de relatos que les permiten a todos los geniales actores seleccionados que se luzcan uno a uno, con estrellato propio, el eje de lo “salvaje” atraviesa toda la película, cada relato y cada personaje.

La filmografía acudió al término salvaje en varios títulos, uno reconocidamente premiado y protagonizado por el siempre vigente Robert de Niro en “Toro Salvaje”, como se la tradujo y que contaba la historia del boxeador Jake La Motta, es apenas un ejemplo.

Convengamos que la palabra salvaje, para bien o para mal, con connotación negativa o positiva, puede resultar atractiva, seductora, ¿tentadora? Tanto como girar la cabeza al caminar para observar con detenimiento algo que nos resulta bello o nos llama la atención. Eso se me representa… Y mucho más.

Si buscamos su significado, refiere a diferentes acepciones de la palabra, desde lo que podemos evocar naturalmente en relación a los animales “salvajes”, silvestres, hasta actos llevados a cabo con salvajismo (crueldad, no sujeto a normas sociales).

Alguna vez, alguien en reunión de premediación, me ha dicho “doctora, ese hombre es un salvaje, no se puede hablar con él...”

Pero les confieso que no es un término que escuche habitualmente. Es más, lo que refiero antes ocurrió hace pocos días.

Creo que asociamos salvaje, en nuestra cabeza, a los animales, a esa imagen de selva africana de leones, elefantes, elegantes jirafas (difícilmente imaginarlas crueles), tigres, leopardos, ese que es el animal más veloz, “la chita”, por nombrar solo algunos.

Eso sí, les cuento al día siguiente, en Cine Club de debate del domingo madrynense, ver “La fuente de la doncella” de Ingmar Bergman, a “Relatos Salvajes” lo sentí como una caricia.

Mi biblioteca tiene ahí acomodado “El Salvaje artificial” de Roger Bartra, adquirido hace once años atrás, en una de las librerías, esas súper encantadoras “Gandhi” en el Distrito Federal en Ciudad de México.

Creo que todos tenemos dentro un “salvaje”, cruel quizás, atormentado y ansioso, que está atado, domesticado, por la cultura, la educación, las buenas formas, el lenguaje, la comunicación digital, ésta que nos distingue de los animales irracionales. Y ese salvaje es posible que a veces se desate, o… Lo desaten, y las emociones serán salvajes, al igual las consecuencias, con grandes probabilidades de que también sean salvajes, y esa persona puede convertirse en un salvaje humano.

Bien, antes de que esto suceda, por ahí sería útil, justamente para evitar salvajes consecuencias, buscar alguien que me ayude a hablar, como me diría alguien en mediación: “¿Es difícil decir lo que uno quiere decir, hay mucha gente que le cuesta?”, y yo le respondí: “así es, todo el tiempo, ud. no tiene el monopolio del “no poder decir”.

¿Sabía que un abogado también ayuda a decir?, a decirle justamente al juez lo que su cliente quiere y reclama, y ¿sabía que este 29 de agosto se celebra el día de los profesionales de la abogacía?, ya que esta fecha recuerda el natalicio de Juan Bautista Alberdi, mentor de nuestra Constitución Nacional de 1853, de nuestra Carta Magna, sí nuestra Ley Suprema Ciudadana, resultado de mucha sangre y mucha lucha.

¡Qué fuerte agosto!, pensar que el 26 se cumplieron 100 años del nacimiento de Julio Cortázar, ídolo literario si los hay, solo pensar en la Maga caminando sin rumbo por París, me emociona, “La Maga” salvaje, silvestre, libre y natural.

Vivimos una época en la que el salvaje interno pareciera estar todo el tiempo desbordado, y como diría mi amigo, el profesor Alfredo Chirino, académico penalista, Decano de Derecho en la Universidad de Costa Rica, “la era de la inmediatez”.

Si esa emoción lo atraviesa, y antes del desborde y la imposibilidad de la marcha atrás, piense en alguien con quien hablar, que lo escuche y que lo ayude a escucharse a sí mismo, con sus palabras y sus emociones.

Puede buscar un mediador, que con preguntas lo ayude a responderse y a mirarse, porque mirarnos a nosotros mismos, nos propone mirar con más tolerancia a los que nos rodean. Respire, tómese un minuto y piénselo. ¡Quizás evite salvajes consecuencias irreversibles!

“… Mantel para una patria

desnuda de placeres/

indifirencia y flagelo …

el pozo donde los sicarios

amurallan de rosas negras

tus derrotas

hembra guerra

de una tierra como pan multiplicado

¡golpes de sudor sobre tu boca!” (Juana Azurduy por Sergio Pravaz “el guitarrista no sabía música”).#

(*) Daniela Patricia Almirón es Abogada-Mediadora

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31 AGO 2014 - 22:00

Por Daniela Patricia Almirón (*) / En Twitter: @almirond

Así es, debo ser una de los no sé cuántos millones de espectadores que a una semana del estreno de “Relatos Salvajes” acudimos a los cines.

Ver a Damián Zsifrón en la alfombra roja del Festival de Cannes acompañado y junto a Pedro Almódovar (yoooo quierooo serrr una chica Almódovar … Sabina nos canta –y me encantaría!-), uno de los productores de la película es, al menos para mí, un orgullo nacional.

Ya con la primera temporada de Los Simuladores, este muchacho de sonrisa tímida y voz pausada se ganó mi respeto, a su tremenda inventiva y creatividad, que en cada capítulo me hacía disfrutar y sentirme sorprendida.

Si bien la película es justamente una serie de relatos que les permiten a todos los geniales actores seleccionados que se luzcan uno a uno, con estrellato propio, el eje de lo “salvaje” atraviesa toda la película, cada relato y cada personaje.

La filmografía acudió al término salvaje en varios títulos, uno reconocidamente premiado y protagonizado por el siempre vigente Robert de Niro en “Toro Salvaje”, como se la tradujo y que contaba la historia del boxeador Jake La Motta, es apenas un ejemplo.

Convengamos que la palabra salvaje, para bien o para mal, con connotación negativa o positiva, puede resultar atractiva, seductora, ¿tentadora? Tanto como girar la cabeza al caminar para observar con detenimiento algo que nos resulta bello o nos llama la atención. Eso se me representa… Y mucho más.

Si buscamos su significado, refiere a diferentes acepciones de la palabra, desde lo que podemos evocar naturalmente en relación a los animales “salvajes”, silvestres, hasta actos llevados a cabo con salvajismo (crueldad, no sujeto a normas sociales).

Alguna vez, alguien en reunión de premediación, me ha dicho “doctora, ese hombre es un salvaje, no se puede hablar con él...”

Pero les confieso que no es un término que escuche habitualmente. Es más, lo que refiero antes ocurrió hace pocos días.

Creo que asociamos salvaje, en nuestra cabeza, a los animales, a esa imagen de selva africana de leones, elefantes, elegantes jirafas (difícilmente imaginarlas crueles), tigres, leopardos, ese que es el animal más veloz, “la chita”, por nombrar solo algunos.

Eso sí, les cuento al día siguiente, en Cine Club de debate del domingo madrynense, ver “La fuente de la doncella” de Ingmar Bergman, a “Relatos Salvajes” lo sentí como una caricia.

Mi biblioteca tiene ahí acomodado “El Salvaje artificial” de Roger Bartra, adquirido hace once años atrás, en una de las librerías, esas súper encantadoras “Gandhi” en el Distrito Federal en Ciudad de México.

Creo que todos tenemos dentro un “salvaje”, cruel quizás, atormentado y ansioso, que está atado, domesticado, por la cultura, la educación, las buenas formas, el lenguaje, la comunicación digital, ésta que nos distingue de los animales irracionales. Y ese salvaje es posible que a veces se desate, o… Lo desaten, y las emociones serán salvajes, al igual las consecuencias, con grandes probabilidades de que también sean salvajes, y esa persona puede convertirse en un salvaje humano.

Bien, antes de que esto suceda, por ahí sería útil, justamente para evitar salvajes consecuencias, buscar alguien que me ayude a hablar, como me diría alguien en mediación: “¿Es difícil decir lo que uno quiere decir, hay mucha gente que le cuesta?”, y yo le respondí: “así es, todo el tiempo, ud. no tiene el monopolio del “no poder decir”.

¿Sabía que un abogado también ayuda a decir?, a decirle justamente al juez lo que su cliente quiere y reclama, y ¿sabía que este 29 de agosto se celebra el día de los profesionales de la abogacía?, ya que esta fecha recuerda el natalicio de Juan Bautista Alberdi, mentor de nuestra Constitución Nacional de 1853, de nuestra Carta Magna, sí nuestra Ley Suprema Ciudadana, resultado de mucha sangre y mucha lucha.

¡Qué fuerte agosto!, pensar que el 26 se cumplieron 100 años del nacimiento de Julio Cortázar, ídolo literario si los hay, solo pensar en la Maga caminando sin rumbo por París, me emociona, “La Maga” salvaje, silvestre, libre y natural.

Vivimos una época en la que el salvaje interno pareciera estar todo el tiempo desbordado, y como diría mi amigo, el profesor Alfredo Chirino, académico penalista, Decano de Derecho en la Universidad de Costa Rica, “la era de la inmediatez”.

Si esa emoción lo atraviesa, y antes del desborde y la imposibilidad de la marcha atrás, piense en alguien con quien hablar, que lo escuche y que lo ayude a escucharse a sí mismo, con sus palabras y sus emociones.

Puede buscar un mediador, que con preguntas lo ayude a responderse y a mirarse, porque mirarnos a nosotros mismos, nos propone mirar con más tolerancia a los que nos rodean. Respire, tómese un minuto y piénselo. ¡Quizás evite salvajes consecuencias irreversibles!

“… Mantel para una patria

desnuda de placeres/

indifirencia y flagelo …

el pozo donde los sicarios

amurallan de rosas negras

tus derrotas

hembra guerra

de una tierra como pan multiplicado

¡golpes de sudor sobre tu boca!” (Juana Azurduy por Sergio Pravaz “el guitarrista no sabía música”).#

(*) Daniela Patricia Almirón es Abogada-Mediadora


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