Familiares de un hombre muerto debieron cavar la tumba porque no había nadie en el cementerio

Tenía 50 años y pertenecía a una comunidad mapuche. Murió por las heridas en la cabeza tras caerse de su caballo. Cuando fueron a enterrarlo nadie los esperaba. La familia y amigos consiguieron dos palas, hicieron el pozo y lo enterraron. Indignación y dolor.

Los propios familiares cavaron la tumba de Miguel Limonao.
22 FEB 2015 - 21:43 | Actualizado

Miguel Limonao tenía 50 años y vivía en la localidad santacruceña de Las Heras. Era integrante de una comunidad indígena que desde hace décadas habita la Patagonia. El viernes 13 de febrero sufrió un accidente: cayó de su caballo y golpeó fuertemente su cabeza contra el suelo. El golpe le produjo heridas irreversibles. Miguel murió al otro día internado en Caleta Olivia, dónde había sido trasladado debido a la gravedad de su estado.

Sus familiares realizaron las tradicionales ceremonias ante la pérdida de un ser querido y se dispusieron a enterrarlo en el cementerio municipal de Las Heras. Pero cuando llegaron con el féretro, no había nadie. Y tampoco estaba la tumba cavada para enterrarlo. Familiares y amigos debieron salir a conseguir palas y cavar ellos el lugar donde Miguel iba a descansar eternamente.

Fue algo así como el dolor del dolor. Nadie ni del cementerio ni del municipio se apiadó ante esta muerte. Pero lo que es peor, nadie cumplió con un deber sagrado: hacer posible que Miguel Limonao descanse en paz en su última morada. La última morada que debió ser construida por sus propios familiares y amigos, ya abatidos por la pérdida de un ser querido.

Nadie quiso decir nada en Las Heras, una localidad petrolera de la zona norte de Santa Cruz. Ninguna autoridad salió a dar la cara ante semejante afrenta a una familia dueña de la tierra. La noticia fue publicada por el sitio elciudadano.com pero quedó ahí también sepultada como una noticia cualquiera.

“Lo que nos hicieron es más que un desprecio. Es una afrenta. Nosotros sufrimos muchos por la muerte de Miguel, un hombre joven que dio su vida por estas tierras. Y sin embargo, en el cementerio sentimos que se nos reían en nuestras propias caras. Tuvimos que hacer la tumba nosotros y después enterrarlo. Una vergüenza que no debiera quedar asi”, expresó Rosa integrante de la comunidad Mapuche Limonao tras el terrible momento que les tocó pasar.

La historia comenzó el viernes 13 de febrero a las 16 horas cuando Miguel se encontraba arriando algunos animales montado en su caballo. Un mal movimiento lo hizo caer. Tuvo un severo traumatismo de cráneo lo que obligó a su inmediata internación en el hospital de Las Heras.

Pero dado su cuadro los médicos decidieron trasladarlo a uno de mayor complejidad. Fue así que llegó a Caleta Olivia. Fue internado en terapia intensiva y tras los primeros análisis, los médicos le comunicaron a la familia que el cuadro era irreversible. Y que sólo había que esperar lo peor.

Y lo peor no ocurrió el sábado cuando Miguel Limonao dejó de existir. La muerte es siempre un golpe duro para cualquier familia pero quizá horas después, en el cementerio de Las Heras la familia recibió otro golpe más fuerte. Nadie estaba esperando el cuerpo de Miguel el sábado 14 a las 11 horas, cuando se dispuso su inhumación.

Algunos testigos dijeron que fue “patético” lo que se vivió en el cementerio y que pese a que mucha gente ofreció colaboración “fueron los mismos familiares los que cavaron la tumba de Miguel”. Mucha importencia, bronca y sobre todo dolor ante un hecho que muy difícilmente tenga antecedentes. ¿Podrá descansar en paz Miguel?. Una pregunta que no tendrá respuesta aunque tal vez encuentra alguna en la conciencia de quienes no cumplieron con su deber y dejaron a una familia sola, con un doble dolor a cuestas.

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Los propios familiares cavaron la tumba de Miguel Limonao.
22 FEB 2015 - 21:43

Miguel Limonao tenía 50 años y vivía en la localidad santacruceña de Las Heras. Era integrante de una comunidad indígena que desde hace décadas habita la Patagonia. El viernes 13 de febrero sufrió un accidente: cayó de su caballo y golpeó fuertemente su cabeza contra el suelo. El golpe le produjo heridas irreversibles. Miguel murió al otro día internado en Caleta Olivia, dónde había sido trasladado debido a la gravedad de su estado.

Sus familiares realizaron las tradicionales ceremonias ante la pérdida de un ser querido y se dispusieron a enterrarlo en el cementerio municipal de Las Heras. Pero cuando llegaron con el féretro, no había nadie. Y tampoco estaba la tumba cavada para enterrarlo. Familiares y amigos debieron salir a conseguir palas y cavar ellos el lugar donde Miguel iba a descansar eternamente.

Fue algo así como el dolor del dolor. Nadie ni del cementerio ni del municipio se apiadó ante esta muerte. Pero lo que es peor, nadie cumplió con un deber sagrado: hacer posible que Miguel Limonao descanse en paz en su última morada. La última morada que debió ser construida por sus propios familiares y amigos, ya abatidos por la pérdida de un ser querido.

Nadie quiso decir nada en Las Heras, una localidad petrolera de la zona norte de Santa Cruz. Ninguna autoridad salió a dar la cara ante semejante afrenta a una familia dueña de la tierra. La noticia fue publicada por el sitio elciudadano.com pero quedó ahí también sepultada como una noticia cualquiera.

“Lo que nos hicieron es más que un desprecio. Es una afrenta. Nosotros sufrimos muchos por la muerte de Miguel, un hombre joven que dio su vida por estas tierras. Y sin embargo, en el cementerio sentimos que se nos reían en nuestras propias caras. Tuvimos que hacer la tumba nosotros y después enterrarlo. Una vergüenza que no debiera quedar asi”, expresó Rosa integrante de la comunidad Mapuche Limonao tras el terrible momento que les tocó pasar.

La historia comenzó el viernes 13 de febrero a las 16 horas cuando Miguel se encontraba arriando algunos animales montado en su caballo. Un mal movimiento lo hizo caer. Tuvo un severo traumatismo de cráneo lo que obligó a su inmediata internación en el hospital de Las Heras.

Pero dado su cuadro los médicos decidieron trasladarlo a uno de mayor complejidad. Fue así que llegó a Caleta Olivia. Fue internado en terapia intensiva y tras los primeros análisis, los médicos le comunicaron a la familia que el cuadro era irreversible. Y que sólo había que esperar lo peor.

Y lo peor no ocurrió el sábado cuando Miguel Limonao dejó de existir. La muerte es siempre un golpe duro para cualquier familia pero quizá horas después, en el cementerio de Las Heras la familia recibió otro golpe más fuerte. Nadie estaba esperando el cuerpo de Miguel el sábado 14 a las 11 horas, cuando se dispuso su inhumación.

Algunos testigos dijeron que fue “patético” lo que se vivió en el cementerio y que pese a que mucha gente ofreció colaboración “fueron los mismos familiares los que cavaron la tumba de Miguel”. Mucha importencia, bronca y sobre todo dolor ante un hecho que muy difícilmente tenga antecedentes. ¿Podrá descansar en paz Miguel?. Una pregunta que no tendrá respuesta aunque tal vez encuentra alguna en la conciencia de quienes no cumplieron con su deber y dejaron a una familia sola, con un doble dolor a cuestas.


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