Elecciones en EEUU: ¿se viene otro Bush vs. Clinton?

Aún falta un año y medio para la elección que pondrá fin al gobierno de Barack Obama, pero esta semana la campaña se instaló definitivamente en el centro de la escena política y mediática de Estados Unidos, y la gran expectativa es si otra vez los norteamericanos tendrán que elegir entre un Bush y un Clinton.

19 ABR 2015 - 12:15 | Actualizado

En apenas tres semanas, tres senadores republicanos, dos con raíces cubanas, y la ex secretaria de Estado, ex primera dama y ex senadora demócrata, Hillary Clinton, anunciaron sus candidaturas presidenciales y dieron el puntapié inicial a una campaña que promete estar plagada de ataques personales y una feroz lucha intestina dentro del Partido Republicano.

El tercer hijo y hermano, respectivamente, de los dos ex presidentes Bush, el republicano Jeb Bush, por su parte, sigue jugando al indeciso y promete tomar una decisión "muy pronto", al mismo tiempo que un PAC -un grupo de donantes electorales- recauda decenas de millones de dólares para su eventual campaña presidencial.

Clinton por ahora es la única precandidata presidencial del Partido Demócrata y eso no es casual.

Todas las encuestas publicadas hasta ahora consagran a la veterana dirigente como la favorita en 2016, no sólo entre sus propios correligionarios, sino también frente a todos los presidenciables de la oposición.

La esposa del ex presidente Bill Clinton -quien derrotó al también ex mandatario George H. W. Bush en las elecciones de 1992- tiene todo para ganar: décadas de experiencia política, un buen equipo de campaña, apoyo popular y, lo más importante, el respaldo político y financiero de algunos de los sectores más poderosos de la superpotencia.

Pese a que el tono y el discurso de la campaña de Clinton estará dirigido casi exclusivamente a la clase media trabajadora -"No dejen que nadie les diga que las corporaciones y las compañías crean trabajos", sentenció el año pasado durante un acto-0, la candidata genera simpatía en Wall Street y en el masivo complejo industrial militar, por nombrar algunos sectores estratégicos en Washington.

Una ventana a los buenos contactos de Hillary se puede encontrar en las finanzas de la Fundación Clinton.

Allí se mezclan Estados nacionales, como las monarquías petroleras que profesan una de las versiones más extremas del islam, Arabia Saudita y Kuwait, con bancos de inversión, empresas petroleras y de energía, algunas de las mayores transnacionales de telecomunicaciones y tecnología y varias de las farmacéuticas más poderosas del mundo.

Pero la ventaja más importante que tiene Clinton a un año y medio de las elecciones es que en la vereda de enfrente la oposición republicana se encuentra sumida en una crisis interna, muy fragmentada y sin un liderazgo claro.

Pese a que sólo tres senadores se lanzaron oficialmente a la carrera presidencial, hay hasta nueve nombres de posibles presidenciables republicanos que circulan por los medios estadounidenses desde hace meses.

Los que mejor miden frente a Hillary Clinton, según los últimos sondeos publicados en la página web Real Clear Politics, son el senador por Florida y candidato declarado, Marco Rubio, y después, empatados, otro senador que ya se lanzó a la carrera presidencial, Rand Paul de Kentucky, y el gobernador de Wiscosin, el aún indeciso Scott Walker.

Mientras Rubio está tres puntos porcentuales debajo de Clinton, los senadores Paul y Walker perderían por cuatro puntos si la elección fuera hoy.

Dos puntos porcentuales más abajo los siguen Jeb Bush, ex gobernador de Florida, y el texano Ted Cruz, el tercer senador que lanzó oficialmente su campaña.

En los últimos años, la fragmentación del electorado republicano se dio entre aquellos que siguen apoyando al tradicional establishment conservador y liberal del partido, y los que, desde el movimiento de base xenófobo y libertario Tea Party, reclaman un giro radical, en el que no hay espacio para hacer acuerdos con los demócratas ni para la más mínima intervención del Estado federal.

Según esta división, Bush y Walker pertenecen al primer grupo, mientras que los tres senadores que ya se lanzaron a la carrera presidencial -Cruz, Paul y Rubio- están más cercanos al segundo sector, el mismo que forzó el cierre del gobierno federal durante 17 días y dejó al país al borde del default en 2013.

Sin embargo, un reciente artículo de la revista The Atlantic advirtió que con el inicio de esta nueva campaña presidencial, la dicotomía entre el establishment partidario y los detractores radicales que marcó las tensiones republicanas en los últimos años se volvió aún más compleja.

"La nueva dicotomía es entre retros y reformistas", propuso la revista, una de las más antiguas y respetadas del país.

Según este nuevo análisis, Rand Paul, Jeb Bush y Marco Rubio son reformistas porque sus propuestas rompen con la agenda conservadora y estricta del principal referente moderno de los republicanos, el ex presidente Ronald Reagan, y con muchos de los postulados del propio Tea Party.

En otras palabras, parte del establishment partidario y del sector radical contestatario ya salieron a buscar a votantes de centro, dejando aún más expuesta la crisis de identidad que vive la oposición norteamericana.

Paul, por ejemplo, fue una de las voces que cuestionó la excesiva militarización de las policías locales después de la ola de protestas del año pasado en Ferguson, Missouri, por el asesinato de un joven negro desarmado a manos de un policía blanco.

Más aún, el año pasado, en un discurso en la Universidad de Berkeley, uno de los bastiones de la élite de izquierda estadounidense, el senador lanzó un feroz ataque contra el aparato de seguridad nacional del país.

Bush, en tanto, rompió con el molde reaganiano al apoyar abiertamente la reforma migratoria que Obama intentó impulsar sin éxito en los últimos años, al dar discursos completamente en español -su esposa es mexicana y él habla el idioma con fluidez- y al contratar a asesores homosexuales.

Rubio, al igual que Bush, apoyó la reforma migratoria y pidió que el gobierno federal ayude a los más pobres a ascender socialmente y convertirse en parte de la clase media.

Pese a que en Estados Unidos alrededor de 50 millones de personas viven bajo la línea de pobreza, según el último censo de 2012, para la mentalidad reaganiana el ascenso social es una aspiración y un logro individual y privado, no un producto de la intervención del Estado.

Cruz y Walker, en cambio, son dos verdaderos retros, que reproducen con total fidelidad el molde reaganiano neoliberal, religioso conservador y apologético en la seguridad nacional.

Con tantos candidatos en juego y con posiciones políticas tan cruzadas, el Partido Republicano se encamina a unas primarias que sin duda consumirán cientos de millones de dólares y que podrían terminar profundizando aún su crisis interna y garantizando la llegada de un nuevo Clinton a la Casa Blanca.

19 ABR 2015 - 12:15

En apenas tres semanas, tres senadores republicanos, dos con raíces cubanas, y la ex secretaria de Estado, ex primera dama y ex senadora demócrata, Hillary Clinton, anunciaron sus candidaturas presidenciales y dieron el puntapié inicial a una campaña que promete estar plagada de ataques personales y una feroz lucha intestina dentro del Partido Republicano.

El tercer hijo y hermano, respectivamente, de los dos ex presidentes Bush, el republicano Jeb Bush, por su parte, sigue jugando al indeciso y promete tomar una decisión "muy pronto", al mismo tiempo que un PAC -un grupo de donantes electorales- recauda decenas de millones de dólares para su eventual campaña presidencial.

Clinton por ahora es la única precandidata presidencial del Partido Demócrata y eso no es casual.

Todas las encuestas publicadas hasta ahora consagran a la veterana dirigente como la favorita en 2016, no sólo entre sus propios correligionarios, sino también frente a todos los presidenciables de la oposición.

La esposa del ex presidente Bill Clinton -quien derrotó al también ex mandatario George H. W. Bush en las elecciones de 1992- tiene todo para ganar: décadas de experiencia política, un buen equipo de campaña, apoyo popular y, lo más importante, el respaldo político y financiero de algunos de los sectores más poderosos de la superpotencia.

Pese a que el tono y el discurso de la campaña de Clinton estará dirigido casi exclusivamente a la clase media trabajadora -"No dejen que nadie les diga que las corporaciones y las compañías crean trabajos", sentenció el año pasado durante un acto-0, la candidata genera simpatía en Wall Street y en el masivo complejo industrial militar, por nombrar algunos sectores estratégicos en Washington.

Una ventana a los buenos contactos de Hillary se puede encontrar en las finanzas de la Fundación Clinton.

Allí se mezclan Estados nacionales, como las monarquías petroleras que profesan una de las versiones más extremas del islam, Arabia Saudita y Kuwait, con bancos de inversión, empresas petroleras y de energía, algunas de las mayores transnacionales de telecomunicaciones y tecnología y varias de las farmacéuticas más poderosas del mundo.

Pero la ventaja más importante que tiene Clinton a un año y medio de las elecciones es que en la vereda de enfrente la oposición republicana se encuentra sumida en una crisis interna, muy fragmentada y sin un liderazgo claro.

Pese a que sólo tres senadores se lanzaron oficialmente a la carrera presidencial, hay hasta nueve nombres de posibles presidenciables republicanos que circulan por los medios estadounidenses desde hace meses.

Los que mejor miden frente a Hillary Clinton, según los últimos sondeos publicados en la página web Real Clear Politics, son el senador por Florida y candidato declarado, Marco Rubio, y después, empatados, otro senador que ya se lanzó a la carrera presidencial, Rand Paul de Kentucky, y el gobernador de Wiscosin, el aún indeciso Scott Walker.

Mientras Rubio está tres puntos porcentuales debajo de Clinton, los senadores Paul y Walker perderían por cuatro puntos si la elección fuera hoy.

Dos puntos porcentuales más abajo los siguen Jeb Bush, ex gobernador de Florida, y el texano Ted Cruz, el tercer senador que lanzó oficialmente su campaña.

En los últimos años, la fragmentación del electorado republicano se dio entre aquellos que siguen apoyando al tradicional establishment conservador y liberal del partido, y los que, desde el movimiento de base xenófobo y libertario Tea Party, reclaman un giro radical, en el que no hay espacio para hacer acuerdos con los demócratas ni para la más mínima intervención del Estado federal.

Según esta división, Bush y Walker pertenecen al primer grupo, mientras que los tres senadores que ya se lanzaron a la carrera presidencial -Cruz, Paul y Rubio- están más cercanos al segundo sector, el mismo que forzó el cierre del gobierno federal durante 17 días y dejó al país al borde del default en 2013.

Sin embargo, un reciente artículo de la revista The Atlantic advirtió que con el inicio de esta nueva campaña presidencial, la dicotomía entre el establishment partidario y los detractores radicales que marcó las tensiones republicanas en los últimos años se volvió aún más compleja.

"La nueva dicotomía es entre retros y reformistas", propuso la revista, una de las más antiguas y respetadas del país.

Según este nuevo análisis, Rand Paul, Jeb Bush y Marco Rubio son reformistas porque sus propuestas rompen con la agenda conservadora y estricta del principal referente moderno de los republicanos, el ex presidente Ronald Reagan, y con muchos de los postulados del propio Tea Party.

En otras palabras, parte del establishment partidario y del sector radical contestatario ya salieron a buscar a votantes de centro, dejando aún más expuesta la crisis de identidad que vive la oposición norteamericana.

Paul, por ejemplo, fue una de las voces que cuestionó la excesiva militarización de las policías locales después de la ola de protestas del año pasado en Ferguson, Missouri, por el asesinato de un joven negro desarmado a manos de un policía blanco.

Más aún, el año pasado, en un discurso en la Universidad de Berkeley, uno de los bastiones de la élite de izquierda estadounidense, el senador lanzó un feroz ataque contra el aparato de seguridad nacional del país.

Bush, en tanto, rompió con el molde reaganiano al apoyar abiertamente la reforma migratoria que Obama intentó impulsar sin éxito en los últimos años, al dar discursos completamente en español -su esposa es mexicana y él habla el idioma con fluidez- y al contratar a asesores homosexuales.

Rubio, al igual que Bush, apoyó la reforma migratoria y pidió que el gobierno federal ayude a los más pobres a ascender socialmente y convertirse en parte de la clase media.

Pese a que en Estados Unidos alrededor de 50 millones de personas viven bajo la línea de pobreza, según el último censo de 2012, para la mentalidad reaganiana el ascenso social es una aspiración y un logro individual y privado, no un producto de la intervención del Estado.

Cruz y Walker, en cambio, son dos verdaderos retros, que reproducen con total fidelidad el molde reaganiano neoliberal, religioso conservador y apologético en la seguridad nacional.

Con tantos candidatos en juego y con posiciones políticas tan cruzadas, el Partido Republicano se encamina a unas primarias que sin duda consumirán cientos de millones de dólares y que podrían terminar profundizando aún su crisis interna y garantizando la llegada de un nuevo Clinton a la Casa Blanca.


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