700 africanos mueren en el peor naufragio del Mediterráneo

A menos de una semana de que unos 400 inmigrantes africanos fallecieran en el mar Mediterráneo intentando llegar a Europa, otra vez un barco abarrotado de familias y personas desesperadas por encontrar una mejor vida se hundió hoy camino a las costas italianas y las autoridades creen que cerca de 700 de ellos murieron.

19 ABR 2015 - 15:48 | Actualizado

Como ya se volvió una costumbre en las costas del sur de Europa, los Guardacostas italianos recibieron bien temprano a la madrugada una llamada de socorro de un barco que llevaba unos 750 inmigrantes que había zarpado de Libia, según contó la vocera del ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, en Italia, Carlotta Sami,

Como no había ningún barco de la Guardia Costera italiana en la zona, el Centro Nacional de Socorro pidió al barco mercante portugués King Jacob, que navegaba cerca del Canal de Sicilia, que se desviara hasta el lugar para ayudar.

Cuando el buque se aproximaba a la embarcación, los inmigrantes, desesperados, "se colocaron todos en el mismo lado de la nave y provocaron su hundimiento", según relató Sami, citada por la agencia de noticias EFE.

El buque portugués intentó salvar a los inmigrantes que habían caído al agua, pero sólo logró sacar a 28 personas. Más tarde la Guardia Costera italiana, la Guardia de Finanza y la Marina Militar y de la Armada de Malta alcanzaron a recuperar 24 cuerpos ya inertes.

"Si se confirman estas cifras, en los últimos días habrían muerto más de 1.000 inmigrantes", sentenció Sami, dejando en claro el dramatismo de la situación que viven las personas que se escapan de África y la inacción de las autoridades europeas, que siguen sin asumir la responsabilidad sobre la gente que llega a sus costas en situaciones muy precarias.

Ante el nuevo y fatal naufragio de hoy, el papa Francisco hizo "un apremiante llamamiento a la comunidad internacional para que actúe con decisión y prontitud, con el objetivo de evitar que este tipo de tragedias vuelvan a ocurrir".

Tras el rezo del Angelus, el Pontífice se dirigió a miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano y destacó que los inmigrantes que mueren intentando llegar a Europa "son hombres y mujeres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, que buscan una vida mejor". "Buscaban la felicidad," concluyó.

Sin embargo, la respuesta de la Unión Europea (UE), como viene sucediendo, es lenta y moderada.

La Comisión Europea, el Poder Ejecutivo del bloque, emitió un comunicado en el que expresó su "tristeza" por lo sucedido y prometió una de los ministros europeos de Interior y de Asuntos Exteriores de la UE para abordar el drama migratorio.

Más tarde, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, informó que va a incluir el tema migratorio como uno de los puntos formales de la agenda del Consejo de los ministros europeos de Exteriores, que se celebrará mañana en Luxemburgo.

Varios líderes europeos, entre ellos el presidente francés, Francois Hollande, y el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, también sumaron sus palabras de indignación; sin embargo, la débil respuesta de las máximas autoridades europeas y la falta de un compromiso concreto de los países miembros chocaron con los duros reclamos del gobierno y la dirigencia política en Roma.

El primer ministro italiano, Matteo Renzi, convocó a una reunión de emergencia en Roma, prometió tomar decisiones concretas y reclamó a Bruselas que "actúe con decisión y prontitud".

Por su parte, el presidente de la Comisión Política Europa de la Cámara de los Diputados italiana, Michele Bordo, respondió con mucha dureza en la red social Twitter.

"Hecatombe en el Canal de Sicilia, al menos 700 muertos. El Mediterráneo es un cementerio e Italia está abandonada. ¿Qué espera Europa para intervenir?", se quejó el legislador.

El año pasado, unas 220.000 personas cruzaron el Mediterráneo desde las costas del norte de África y se estima que al menos 3.500 de ellas fallecieron en el intento, la mayoría ahogadas.

Después del gran naufragio en la isla italiana de Lampedusa, en octubre de 2013, cuando cientos de personas murieron ahogadas en el Mediterráneo, la UE reconoció que este era un problema comunitario y no de los países costeros del sur del continente.

A finales de 2013 se creó la operación europea de rescate Mare Nostrum, pero le pusieron fecha de vencimiento, diciembre de 2014. Desde entonces, la operación comunitaria no fue renovada ni reemplazada por otra.

Sin ninguna red de contención europea, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) advirtió esta semana, después de otro naufragio que dejó unos 400 muertos, que sólo este año podrían morir unos 30.000 inmigrantes tratando de llegar al Viejo Continente.

En otros palabras, el número personas que morirán ahogadas en el Mediterráneo en un intento desesperado por conseguir una mejor vida en Europa se multiplicará por diez en un sólo año.

Mientras la mayoría de los dirigentes europeos señalan como responsables a las mafias que trafican gente a través del Mediterráneo en embarcaciones muy precarias y sin ningún tipo de medidas de seguridad, lo cierto es que el inédito flujo de personas desde las costas del norte de África al Viejo Continente no es un problema meramente migratorio.

La mayoría de los llamados inmigrantes que intentan cruzar el mar Mediterráneo son en realidad refugiados de los conflictos armados en Medio Oriente y África, conflictos en los que Europa suele cumplir algún rol.

El caso más evidente es Libia. Muchos de los barcos que trafican personas a Europa salen de Libia, aprovechando el vacío de poder y el caos político y militar que se vive en ese país desde que la OTAN, el brazo armado de la alianza Estados Unidos-Europa, apoyó a la insurgencia libia y la ayudó a derrocar a Muammar Kaddafi.

Las potencias occidentales y sus aliados permitieron el ingreso masivo -se estima que fueron alrededor de un millón- de armas para la insurgencia y, una vez que cayó Kaddafi, esas nuevas milicias se negaron a reconocer al nuevo gobierno y desataron una guerra interna por el control del Estado.

Ahora, casi cuatro años después, el Estado libio no controla su propio territorio y Europa no tiene con quien coordinar el control de los barcos que zarpan para atravesar el Mediterráneo.

19 ABR 2015 - 15:48

Como ya se volvió una costumbre en las costas del sur de Europa, los Guardacostas italianos recibieron bien temprano a la madrugada una llamada de socorro de un barco que llevaba unos 750 inmigrantes que había zarpado de Libia, según contó la vocera del ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, en Italia, Carlotta Sami,

Como no había ningún barco de la Guardia Costera italiana en la zona, el Centro Nacional de Socorro pidió al barco mercante portugués King Jacob, que navegaba cerca del Canal de Sicilia, que se desviara hasta el lugar para ayudar.

Cuando el buque se aproximaba a la embarcación, los inmigrantes, desesperados, "se colocaron todos en el mismo lado de la nave y provocaron su hundimiento", según relató Sami, citada por la agencia de noticias EFE.

El buque portugués intentó salvar a los inmigrantes que habían caído al agua, pero sólo logró sacar a 28 personas. Más tarde la Guardia Costera italiana, la Guardia de Finanza y la Marina Militar y de la Armada de Malta alcanzaron a recuperar 24 cuerpos ya inertes.

"Si se confirman estas cifras, en los últimos días habrían muerto más de 1.000 inmigrantes", sentenció Sami, dejando en claro el dramatismo de la situación que viven las personas que se escapan de África y la inacción de las autoridades europeas, que siguen sin asumir la responsabilidad sobre la gente que llega a sus costas en situaciones muy precarias.

Ante el nuevo y fatal naufragio de hoy, el papa Francisco hizo "un apremiante llamamiento a la comunidad internacional para que actúe con decisión y prontitud, con el objetivo de evitar que este tipo de tragedias vuelvan a ocurrir".

Tras el rezo del Angelus, el Pontífice se dirigió a miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano y destacó que los inmigrantes que mueren intentando llegar a Europa "son hombres y mujeres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, que buscan una vida mejor". "Buscaban la felicidad," concluyó.

Sin embargo, la respuesta de la Unión Europea (UE), como viene sucediendo, es lenta y moderada.

La Comisión Europea, el Poder Ejecutivo del bloque, emitió un comunicado en el que expresó su "tristeza" por lo sucedido y prometió una de los ministros europeos de Interior y de Asuntos Exteriores de la UE para abordar el drama migratorio.

Más tarde, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, informó que va a incluir el tema migratorio como uno de los puntos formales de la agenda del Consejo de los ministros europeos de Exteriores, que se celebrará mañana en Luxemburgo.

Varios líderes europeos, entre ellos el presidente francés, Francois Hollande, y el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, también sumaron sus palabras de indignación; sin embargo, la débil respuesta de las máximas autoridades europeas y la falta de un compromiso concreto de los países miembros chocaron con los duros reclamos del gobierno y la dirigencia política en Roma.

El primer ministro italiano, Matteo Renzi, convocó a una reunión de emergencia en Roma, prometió tomar decisiones concretas y reclamó a Bruselas que "actúe con decisión y prontitud".

Por su parte, el presidente de la Comisión Política Europa de la Cámara de los Diputados italiana, Michele Bordo, respondió con mucha dureza en la red social Twitter.

"Hecatombe en el Canal de Sicilia, al menos 700 muertos. El Mediterráneo es un cementerio e Italia está abandonada. ¿Qué espera Europa para intervenir?", se quejó el legislador.

El año pasado, unas 220.000 personas cruzaron el Mediterráneo desde las costas del norte de África y se estima que al menos 3.500 de ellas fallecieron en el intento, la mayoría ahogadas.

Después del gran naufragio en la isla italiana de Lampedusa, en octubre de 2013, cuando cientos de personas murieron ahogadas en el Mediterráneo, la UE reconoció que este era un problema comunitario y no de los países costeros del sur del continente.

A finales de 2013 se creó la operación europea de rescate Mare Nostrum, pero le pusieron fecha de vencimiento, diciembre de 2014. Desde entonces, la operación comunitaria no fue renovada ni reemplazada por otra.

Sin ninguna red de contención europea, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) advirtió esta semana, después de otro naufragio que dejó unos 400 muertos, que sólo este año podrían morir unos 30.000 inmigrantes tratando de llegar al Viejo Continente.

En otros palabras, el número personas que morirán ahogadas en el Mediterráneo en un intento desesperado por conseguir una mejor vida en Europa se multiplicará por diez en un sólo año.

Mientras la mayoría de los dirigentes europeos señalan como responsables a las mafias que trafican gente a través del Mediterráneo en embarcaciones muy precarias y sin ningún tipo de medidas de seguridad, lo cierto es que el inédito flujo de personas desde las costas del norte de África al Viejo Continente no es un problema meramente migratorio.

La mayoría de los llamados inmigrantes que intentan cruzar el mar Mediterráneo son en realidad refugiados de los conflictos armados en Medio Oriente y África, conflictos en los que Europa suele cumplir algún rol.

El caso más evidente es Libia. Muchos de los barcos que trafican personas a Europa salen de Libia, aprovechando el vacío de poder y el caos político y militar que se vive en ese país desde que la OTAN, el brazo armado de la alianza Estados Unidos-Europa, apoyó a la insurgencia libia y la ayudó a derrocar a Muammar Kaddafi.

Las potencias occidentales y sus aliados permitieron el ingreso masivo -se estima que fueron alrededor de un millón- de armas para la insurgencia y, una vez que cayó Kaddafi, esas nuevas milicias se negaron a reconocer al nuevo gobierno y desataron una guerra interna por el control del Estado.

Ahora, casi cuatro años después, el Estado libio no controla su propio territorio y Europa no tiene con quien coordinar el control de los barcos que zarpan para atravesar el Mediterráneo.


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