No es ficción: en Facundo, la comisaría queda en manos de un preso por violación

Una mujer quiso hacer una exposición. El comisario no estaba pero el preso le abrió la puerta. Y se quejó porque no le habían dejado la llave para habilitar el teléfono. En Río Mayo, un homicida hizo un boquete y se escapó.

25 ABR 2015 - 21:20 | Actualizado

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

En Facundo, si alguien va a la comisaría no atiende el comisario: atiende el preso. Así de sencillo y de increíble. Ocurrió hace pocos días en esa localidad del sudoeste de nuestra provincia. Aunque parezca mentira la comisaría queda en manos de los detenidos. No se sabe si por falta de personal o por negligencia.

Lo cierto es que hace unas semanas, la expresidente de la comuna Vilma Pinilla se acercó hasta el destacamento policial de la localidad. Como debía dejar la presidencia quería dejar constancia de la cantidad de dinero que se hallaba en la comuna rural para no tener problemas en el futuro. Algo así como 900 mil pesos producto de la recaudación de los casi 200 vecinos de la pequeña aldea entre impuestos y otras contribuciones.

La mujer vio que la comisaría estaba cerrada. Entonces golpeó la puerta. Lo hizo una vez. Dos. Tres. Hasta que alguien contestó: ¿Quién llama?. Vilma Pinilla se identificó pero debió ir hacia una de las ventanas de la comisaría. Y le dijeron: “Mire, el comisario (en realidad un sargento) no se encuentra pero dígame que necesita”. La expresidenta le dijo que quería hacer una exposición policial ya que en poco tiempo debía dejar su cargo.

El hombre desde el interior respondió: “Espere que ahora le abro la puerta”. Y así fue. En pocos minutos, Pinilla y el hombre que estaba adentro de la comisaría estuvieron frente a frente. El hombre tenía las llaves del destacamento.

Pinilla le comentó el motivo de su visita y el hombre le dijo que no podía tomarle la exposición pero que si esperaba un poco podía llamar al jefe de la comisaría. Fue entonces cuando la mujer hizo la pregunta del millón: ¿Y usted quién es?. La respuesta la dejó casi sin habla: “Yo soy el preso. Ocurre que cuando el jefe (de la comisaría) se va me deja las llaves a mí”.

El preso quiso llamar al jefe de la comisaría. Pero no pudo. “Pucha, me dejó sin las llaves que habilitan al teléfono”, dijo. “Siempre me las deja”, agregó con una sonrisa. Pinilla ofreció llamar a su marido que es quien maneja la ambulancia del pueblo. Y así fue. Desde el celular del marido de Pinilla llamaron a Sarmiento. Pero el jefe de la comisaría en ese momento no se encontraba. “Llame en diez minutos que lo consultamos”, le contestaron.

Y así fue. A los diez minutos, el preso jefe de la comisaría de Facundo volvió a llamar. “Dijo el jefe que le tome a la señora la declaración que él después va para allá”, le contestaron. Por supuesto que la mujer optó por no hacer ninguna exposición y como pudo con la ayuda de su marido le dijo al “preso-jefe” que volvería al otro día.

Lo cierto es que en el interior profundo de Chubut pasan estas cosas. Por un problema en las comunicaciones, Jornada logró hablar brevemente con Vilma Pinilla quien confirmó la información. “Fue así, en realidad no sabía qué hacer pero lo cierto es que a cargo de la comisaría del pueblo había un preso”, dijo. No es un relato del realismo mágico creado por el genial Gabriel García Márquez. Tampoco pasó en Macondo, ese pueblo colombiano que supo hacer fortuna por la plantación de los bananos y al que después sólo le quedaron las cáscaras. Tampoco ha sufrido cien años de soledad porque fue fundado el 15 de junio de 1955.

Todavía falta mucho para eso. Esto pasó en Facundo, un pueblo de Chubut. En marzo de 2015. Y una más: el preso que atendió a la mujer estaba detenido por una violación.

Un homicida suelto

Lo que pasó en Facundo es casi moneda corriente. Las cárceles de Chubut están colapsadas. Entonces, se envían a los presos donde se puede. Otro ejemplo es Río Mayo. Allí enviaron a un homicida, condenado a 20 años de prisión. Fue a la comisaría de la localidad. Compartió la celda con otro preso. Ambos, hicieron un boquete y escaparon. El escaso personal con que cuenta la localidad logró atrapar a uno. No era el homicida. Era un detenido por delitos de abigeato. El homicida, con condena firme y enviado desde Comodoro Rivadavia, sigue prófugo.

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25 ABR 2015 - 21:20

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

En Facundo, si alguien va a la comisaría no atiende el comisario: atiende el preso. Así de sencillo y de increíble. Ocurrió hace pocos días en esa localidad del sudoeste de nuestra provincia. Aunque parezca mentira la comisaría queda en manos de los detenidos. No se sabe si por falta de personal o por negligencia.

Lo cierto es que hace unas semanas, la expresidente de la comuna Vilma Pinilla se acercó hasta el destacamento policial de la localidad. Como debía dejar la presidencia quería dejar constancia de la cantidad de dinero que se hallaba en la comuna rural para no tener problemas en el futuro. Algo así como 900 mil pesos producto de la recaudación de los casi 200 vecinos de la pequeña aldea entre impuestos y otras contribuciones.

La mujer vio que la comisaría estaba cerrada. Entonces golpeó la puerta. Lo hizo una vez. Dos. Tres. Hasta que alguien contestó: ¿Quién llama?. Vilma Pinilla se identificó pero debió ir hacia una de las ventanas de la comisaría. Y le dijeron: “Mire, el comisario (en realidad un sargento) no se encuentra pero dígame que necesita”. La expresidenta le dijo que quería hacer una exposición policial ya que en poco tiempo debía dejar su cargo.

El hombre desde el interior respondió: “Espere que ahora le abro la puerta”. Y así fue. En pocos minutos, Pinilla y el hombre que estaba adentro de la comisaría estuvieron frente a frente. El hombre tenía las llaves del destacamento.

Pinilla le comentó el motivo de su visita y el hombre le dijo que no podía tomarle la exposición pero que si esperaba un poco podía llamar al jefe de la comisaría. Fue entonces cuando la mujer hizo la pregunta del millón: ¿Y usted quién es?. La respuesta la dejó casi sin habla: “Yo soy el preso. Ocurre que cuando el jefe (de la comisaría) se va me deja las llaves a mí”.

El preso quiso llamar al jefe de la comisaría. Pero no pudo. “Pucha, me dejó sin las llaves que habilitan al teléfono”, dijo. “Siempre me las deja”, agregó con una sonrisa. Pinilla ofreció llamar a su marido que es quien maneja la ambulancia del pueblo. Y así fue. Desde el celular del marido de Pinilla llamaron a Sarmiento. Pero el jefe de la comisaría en ese momento no se encontraba. “Llame en diez minutos que lo consultamos”, le contestaron.

Y así fue. A los diez minutos, el preso jefe de la comisaría de Facundo volvió a llamar. “Dijo el jefe que le tome a la señora la declaración que él después va para allá”, le contestaron. Por supuesto que la mujer optó por no hacer ninguna exposición y como pudo con la ayuda de su marido le dijo al “preso-jefe” que volvería al otro día.

Lo cierto es que en el interior profundo de Chubut pasan estas cosas. Por un problema en las comunicaciones, Jornada logró hablar brevemente con Vilma Pinilla quien confirmó la información. “Fue así, en realidad no sabía qué hacer pero lo cierto es que a cargo de la comisaría del pueblo había un preso”, dijo. No es un relato del realismo mágico creado por el genial Gabriel García Márquez. Tampoco pasó en Macondo, ese pueblo colombiano que supo hacer fortuna por la plantación de los bananos y al que después sólo le quedaron las cáscaras. Tampoco ha sufrido cien años de soledad porque fue fundado el 15 de junio de 1955.

Todavía falta mucho para eso. Esto pasó en Facundo, un pueblo de Chubut. En marzo de 2015. Y una más: el preso que atendió a la mujer estaba detenido por una violación.

Un homicida suelto

Lo que pasó en Facundo es casi moneda corriente. Las cárceles de Chubut están colapsadas. Entonces, se envían a los presos donde se puede. Otro ejemplo es Río Mayo. Allí enviaron a un homicida, condenado a 20 años de prisión. Fue a la comisaría de la localidad. Compartió la celda con otro preso. Ambos, hicieron un boquete y escaparon. El escaso personal con que cuenta la localidad logró atrapar a uno. No era el homicida. Era un detenido por delitos de abigeato. El homicida, con condena firme y enviado desde Comodoro Rivadavia, sigue prófugo.


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