Por la estigmatización, el barrio Paraguayo ahora quiere llamarse “De las Américas”

Se hizo tristemente conocido a partir del caso Yasmín, pero sus primeras construcciones tienen más de diez años. Ahora el sector avanza en su ordenamiento. El cambio de su nombre pretende terminar con la estigmatización que sufren sus habitantes. Ya tienen luz, cuadrículas y una biblioteca.

Identidad. El barrio busca cambiar su perfil y su pasado violento.
09 MAY 2015 - 22:22 | Actualizado

En la particular conformación que tiene la ciudad, la extensión del barrio Treinta de Octubre siempre pareció tener un sello distintivo. Las primeras construcciones se levantaron hace más de una década y en todos los casos, con manos extranjeras dispuestas a un nuevo comienzo.

Se hablaba de una construcción por hora y utilizando los materiales que estuvieran al alcance: cartones, nylon y piezas de madera sirvieron para que las primeras familias se instalen en cercanías del predio de Radio Nacional. Los ciudadanos paraguayos y argentinos llegados del norte del país conformaban el espacio que, debido a sus características, carecía de servicios y hasta de la oportunidad de tramitarlos.

Sin embargo esa “ilegalidad” dio paso a un nuevo proceso. Hoy el asentamiento se consolidó de tal manera que hasta cuenta con una vecinal propia, dispone de iluminación en sus calles principales y hasta accede al servicio de cuadrículas de la Policía del Chubut a través de la Seccional Quinta, finalizando una antigua cuestión jurisdiccional preexistente.

El triste caso de la pequeña Yasmín Chacoma, cuyo desenlace se produjo a escasos metros de estas viviendas en donde en principio, se hablaba de un presunto autor refugiado en el lugar, generó una ola de violencia que parece superada y también, cambió la perspectiva de los nuevos vecinos en cuanto a la solidaridad, el “cuidado” territorial y el progreso a través de la organización.

“Ese hecho nos marcó. Se dijeron muchas cosas que no fueron ciertas y que en ese momento generaron que no pudiéramos dormir durante días ante los robos y amenazas que recibíamos. Después todo se aclaró, la Policía hizo un buen trabajo pero en general, a nadie del barrio le gustó lo que pasó”, cuenta Roberto García, el dirigente que coordina actividades desde la vecinal que por ahora no tiene sede. El barrio, estigmatizado, ahora apunta a cerrar otro capítulo para tener un nombre oficial que le quite el costado xenófobo que pudiera existir. “Hay muchos chicos que ya dicen, cuando les preguntan en la escuela, que viven en el barrio de las Américas. Y ese es un proyecto que ya presentamos en el Concejo para que se reemplace el que se usa hasta ahora, en algún caso despectivamente”.

“Es cierto –reconoce García- que hay paraguayos en el barrio pero también hay bolivianos, peruanos, brasileros y sobre todo muchos argentinos. La mayoría es gente de trabajo que se dedica a mantener a su familia sin robar ni delinquir. Los hombres mayoritariamente trabajan en la construcción o en alguna empresa y las mujeres en la mayoría de los casos, realizan trabajo doméstico”.

Hoy el asentamiento parece tener vida propia. Las construcciones se han mejorado ostensiblemente a partir de la mejor calidad de los materiales que se utilizan. Las casas son de material en muchos casos, con terminaciones artesanales y detalles propios de quienes trabajan en el rubro y ponen en su propio espacio una dedicación extra.

En el lugar funciona una biblioteca popular que lleva el nombre de “Jorge Taiana”, quien la inauguró personalmente durante una visita y donde se dictan talleres destinados a los niños de ajedrez y folclore, apoyo escolar y de computación. “Las peleas con la gente de las 1.008 ya quedaron atrás. Eso no tenía que ver con la gente que vive ahí, sino con un grupo de delincuentes que pretendía intimidar a los vecinos para apropiarse de sus casas y de sus cosas. Ahora la relación ha mejorado e inclusive, nos reunimos una vez al mes junto a distintas organizaciones del sector para aportar ideas y diagramar actividades”.

García destaca la tarea de Alberto Parada, actual secretario de Tierras, quien contribuyó al ordenamiento del lugar y a la realización del primer relevamiento poblacional. “A partir de esto pudimos gestionar la luz en la Sociedad Cooperativa que en ese momento había comenzado a cortar el servicio en los asentamientos”. Actualmente hay 300 medidores y una parte del barrio ya tiene iluminación e inclusive se avanza en el proceso de mensura de tierras para derivarlo a Catastro“.

La otra cara

García reconoce los antecedentes violentos del barrio pero lo diferencia de la realidad. “Hubo un primer caso, el de un paraguayo que vivía acá y participó en un hecho de homicidio. Pero el de Yasmín fue muy particular. La gente “normal” del Treinta de Octubre no vino a quemarnos autos o a robarnos sino que se trataba de otra cosa. Esto sirvió para que los vecinos nos uniéramos, comprendiendo que a veces uno debe resguardar sus cosas sin lastimar a los demás. Ahora sabemos quién vive al lado y nos vigilamos las casas solidariamente. Es imposible parar los robos pero la estigmatización se terminará a partir del cambio de nombre”.

“Vivimos –agregó- en la ciudad y tenemos los mismos problemas que tiene cualquier vecino. Necesitamos recreación, cultura y educación. Seguimos avanzando en los procesos de modernización”. El futuro barrio de las Américas apuesta a la integración del barrio a la ciudad mientras continúa poblándose a partir de la situación económica y en algunos casos de la falta de recursos para costear un alquiler. “Hay un 20 por ciento de habitantes argentinos; pocos peruanos; dos o tres familias chilenas, una brasilera y el resto se divide entre bolivianos y paraguayos. Una de las cuestiones en las que hacemos hincapié es evitar los alquileres sin ser dueños de la tierra. Cualquier pieza de 3x3 vale 1.500 pesos. No es legal un asentamiento pero mucho menos hacer negocio de la necesidad. O que alguien usurpe una manzana para después subalquilarla. No se puede usurpar para hacer negocio”.

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Identidad. El barrio busca cambiar su perfil y su pasado violento.
09 MAY 2015 - 22:22

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Se hablaba de una construcción por hora y utilizando los materiales que estuvieran al alcance: cartones, nylon y piezas de madera sirvieron para que las primeras familias se instalen en cercanías del predio de Radio Nacional. Los ciudadanos paraguayos y argentinos llegados del norte del país conformaban el espacio que, debido a sus características, carecía de servicios y hasta de la oportunidad de tramitarlos.

Sin embargo esa “ilegalidad” dio paso a un nuevo proceso. Hoy el asentamiento se consolidó de tal manera que hasta cuenta con una vecinal propia, dispone de iluminación en sus calles principales y hasta accede al servicio de cuadrículas de la Policía del Chubut a través de la Seccional Quinta, finalizando una antigua cuestión jurisdiccional preexistente.

El triste caso de la pequeña Yasmín Chacoma, cuyo desenlace se produjo a escasos metros de estas viviendas en donde en principio, se hablaba de un presunto autor refugiado en el lugar, generó una ola de violencia que parece superada y también, cambió la perspectiva de los nuevos vecinos en cuanto a la solidaridad, el “cuidado” territorial y el progreso a través de la organización.

“Ese hecho nos marcó. Se dijeron muchas cosas que no fueron ciertas y que en ese momento generaron que no pudiéramos dormir durante días ante los robos y amenazas que recibíamos. Después todo se aclaró, la Policía hizo un buen trabajo pero en general, a nadie del barrio le gustó lo que pasó”, cuenta Roberto García, el dirigente que coordina actividades desde la vecinal que por ahora no tiene sede. El barrio, estigmatizado, ahora apunta a cerrar otro capítulo para tener un nombre oficial que le quite el costado xenófobo que pudiera existir. “Hay muchos chicos que ya dicen, cuando les preguntan en la escuela, que viven en el barrio de las Américas. Y ese es un proyecto que ya presentamos en el Concejo para que se reemplace el que se usa hasta ahora, en algún caso despectivamente”.

“Es cierto –reconoce García- que hay paraguayos en el barrio pero también hay bolivianos, peruanos, brasileros y sobre todo muchos argentinos. La mayoría es gente de trabajo que se dedica a mantener a su familia sin robar ni delinquir. Los hombres mayoritariamente trabajan en la construcción o en alguna empresa y las mujeres en la mayoría de los casos, realizan trabajo doméstico”.

Hoy el asentamiento parece tener vida propia. Las construcciones se han mejorado ostensiblemente a partir de la mejor calidad de los materiales que se utilizan. Las casas son de material en muchos casos, con terminaciones artesanales y detalles propios de quienes trabajan en el rubro y ponen en su propio espacio una dedicación extra.

En el lugar funciona una biblioteca popular que lleva el nombre de “Jorge Taiana”, quien la inauguró personalmente durante una visita y donde se dictan talleres destinados a los niños de ajedrez y folclore, apoyo escolar y de computación. “Las peleas con la gente de las 1.008 ya quedaron atrás. Eso no tenía que ver con la gente que vive ahí, sino con un grupo de delincuentes que pretendía intimidar a los vecinos para apropiarse de sus casas y de sus cosas. Ahora la relación ha mejorado e inclusive, nos reunimos una vez al mes junto a distintas organizaciones del sector para aportar ideas y diagramar actividades”.

García destaca la tarea de Alberto Parada, actual secretario de Tierras, quien contribuyó al ordenamiento del lugar y a la realización del primer relevamiento poblacional. “A partir de esto pudimos gestionar la luz en la Sociedad Cooperativa que en ese momento había comenzado a cortar el servicio en los asentamientos”. Actualmente hay 300 medidores y una parte del barrio ya tiene iluminación e inclusive se avanza en el proceso de mensura de tierras para derivarlo a Catastro“.

La otra cara

García reconoce los antecedentes violentos del barrio pero lo diferencia de la realidad. “Hubo un primer caso, el de un paraguayo que vivía acá y participó en un hecho de homicidio. Pero el de Yasmín fue muy particular. La gente “normal” del Treinta de Octubre no vino a quemarnos autos o a robarnos sino que se trataba de otra cosa. Esto sirvió para que los vecinos nos uniéramos, comprendiendo que a veces uno debe resguardar sus cosas sin lastimar a los demás. Ahora sabemos quién vive al lado y nos vigilamos las casas solidariamente. Es imposible parar los robos pero la estigmatización se terminará a partir del cambio de nombre”.

“Vivimos –agregó- en la ciudad y tenemos los mismos problemas que tiene cualquier vecino. Necesitamos recreación, cultura y educación. Seguimos avanzando en los procesos de modernización”. El futuro barrio de las Américas apuesta a la integración del barrio a la ciudad mientras continúa poblándose a partir de la situación económica y en algunos casos de la falta de recursos para costear un alquiler. “Hay un 20 por ciento de habitantes argentinos; pocos peruanos; dos o tres familias chilenas, una brasilera y el resto se divide entre bolivianos y paraguayos. Una de las cuestiones en las que hacemos hincapié es evitar los alquileres sin ser dueños de la tierra. Cualquier pieza de 3x3 vale 1.500 pesos. No es legal un asentamiento pero mucho menos hacer negocio de la necesidad. O que alguien usurpe una manzana para después subalquilarla. No se puede usurpar para hacer negocio”.


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