Del Correo Central al Centro Cultural más importante de Latinoamérica

El emblemático e imponente edificio cuya construcción se inició en el siglo XIX se transforma al promediar la segunda década del XXI en el cuatro más importante del mundo, pero el primero en cuanto a sus actividades: públicas y gratuitas.

21 MAY 2015 - 10:09 | Actualizado

Cuando en 1928 finalmente el Palacio de Correos se inauguraba, una larga historia llena de marchas y contramarchas llegaba a su fin, y Buenos Aires podía disfrutar de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad y del estilo academicista francés.

La historia se remonta a 1896, en pleno proceso de expansión de Estado Nacional, y además, en plena expansión de ese Estado sobre su todavía reciente nueva Capital Federal.

La consolidación territorial, es decir, la soberanía estatal en todos los puntos de enorme territorio argentino, era una tarea central por esos años. El correo, entonces, era una herramienta fundamental de ese proceso.

Francesco Tamburini, un arquitecto italiano que, como tantos otros, había venido a trabajar al Río de la Plata y que se había convertido en "el" arquitecto de la obra pública nacional hasta ese momento es el primer tentado para la obra por el gobierno de Juárez Celman, sin embargo, tal era la cantidad de trabajo que tenía que declina la oferta y entonces el proyecto cae en las manos de Nolbert Maillart, un arquitecto francés.

La diferencia entre Tamburini y Maillart es la que va entre el estilo neorenacentista italiano (clave en la obra pública nacional en las décadas de 1870 y 1880 -la Casa Rosada, del propio Tamburini, es una muestra de ello) y el estilo academicista francés, muy en boga hacia fin de siglo XIX y que marcará buena parte de la arquitectura porteña durante más de cinco décadas. De hecho, el "Palacio del Correo" es una de las grandes obras académicas de Buenos Aires y será uno de los modelos más observados a la hora de construir de ahí en adelante.

La crisis de 1890 y la salida de Juárez Celman del gobierno, las revoluciones radicales y el clima de inestabilidad política de la primera década del siglo XX, las reformulaciones al propio proyecto hechas por el propio Maillart e inclusive la decisión del Estado de dar de baja los contratos que tenía con el francés van retrasando la obra que finalmente termina la Dirección de Arquitectura nacional.

De ahí en más, el Palacio será una de las grandes vistas de la ciudad y un emblema del centro porteño.

Del presente y para las generaciones futuras.
Cuando hoy a la tarde la Presidenta inaugure formalmente la obra de restauración e intervención hecha sobre el viejo edificio para convertirlo en el Centro Cultural Néstor Kirchner, un diálogo profundo se habrá establecido entre la mejor tradición de la arquitectura pública argentina a más de un siglo de distancia. Una obra monumental en su construcción que pedía una refacción de una monumentalidad similar.

No hay otra sensación cuando se camina por las entrañas del edificio refuncionalizado, restaurado en su patrimonio, intervenido con la mejor técnica, puesto al servicio de la cultura para todos los argentinos, que la de pensar en aquellos días de fin del siglo XIX y sentir que lo que se ha hecho dialoga con los mejores momentos del Estado argentino moderno.

Las más leídas

21 MAY 2015 - 10:09

Cuando en 1928 finalmente el Palacio de Correos se inauguraba, una larga historia llena de marchas y contramarchas llegaba a su fin, y Buenos Aires podía disfrutar de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad y del estilo academicista francés.

La historia se remonta a 1896, en pleno proceso de expansión de Estado Nacional, y además, en plena expansión de ese Estado sobre su todavía reciente nueva Capital Federal.

La consolidación territorial, es decir, la soberanía estatal en todos los puntos de enorme territorio argentino, era una tarea central por esos años. El correo, entonces, era una herramienta fundamental de ese proceso.

Francesco Tamburini, un arquitecto italiano que, como tantos otros, había venido a trabajar al Río de la Plata y que se había convertido en "el" arquitecto de la obra pública nacional hasta ese momento es el primer tentado para la obra por el gobierno de Juárez Celman, sin embargo, tal era la cantidad de trabajo que tenía que declina la oferta y entonces el proyecto cae en las manos de Nolbert Maillart, un arquitecto francés.

La diferencia entre Tamburini y Maillart es la que va entre el estilo neorenacentista italiano (clave en la obra pública nacional en las décadas de 1870 y 1880 -la Casa Rosada, del propio Tamburini, es una muestra de ello) y el estilo academicista francés, muy en boga hacia fin de siglo XIX y que marcará buena parte de la arquitectura porteña durante más de cinco décadas. De hecho, el "Palacio del Correo" es una de las grandes obras académicas de Buenos Aires y será uno de los modelos más observados a la hora de construir de ahí en adelante.

La crisis de 1890 y la salida de Juárez Celman del gobierno, las revoluciones radicales y el clima de inestabilidad política de la primera década del siglo XX, las reformulaciones al propio proyecto hechas por el propio Maillart e inclusive la decisión del Estado de dar de baja los contratos que tenía con el francés van retrasando la obra que finalmente termina la Dirección de Arquitectura nacional.

De ahí en más, el Palacio será una de las grandes vistas de la ciudad y un emblema del centro porteño.

Del presente y para las generaciones futuras.
Cuando hoy a la tarde la Presidenta inaugure formalmente la obra de restauración e intervención hecha sobre el viejo edificio para convertirlo en el Centro Cultural Néstor Kirchner, un diálogo profundo se habrá establecido entre la mejor tradición de la arquitectura pública argentina a más de un siglo de distancia. Una obra monumental en su construcción que pedía una refacción de una monumentalidad similar.

No hay otra sensación cuando se camina por las entrañas del edificio refuncionalizado, restaurado en su patrimonio, intervenido con la mejor técnica, puesto al servicio de la cultura para todos los argentinos, que la de pensar en aquellos días de fin del siglo XIX y sentir que lo que se ha hecho dialoga con los mejores momentos del Estado argentino moderno.


NOTICIAS RELACIONADAS