El Salvador: una multitud asistirá a la beatificación de monseñor Romero

El asesinado monseñor Oscar Arnulfo Romero será beatificado mañana en una ceremonia que será presenciada por unas 500.000 personas, en San Salvador, en un acto respaldado por el gobierno de los ex guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que la Iglesia espera sirva para la unidad del país, ya que los escuadrones de la muerte que lo asesinaron están emparentados con el ultraderechista y opositor partido Arena.

22 MAY 2015 - 17:20 | Actualizado

Al acto acudirán los presidentes de Ecuador, Rafael Correa y de Panamá, Juan Carlos Varela, también los vicepresidentes de Costa Rica, Ana Helena Chacón, y Cuba, Migue Mario Diaz-Canel, así como el viceprimer ministro de Belice, Gaspar Vega, informó el canciller salvadoreño Hugo Martínez.

Asimismo, se espera la presencia de 12 delegaciones internacionales, entre ellas la de México, Brasil, Colombia, Chile, Estados Unidos, Italia, Nicaragua y Uruguay, quienes ya confirmaron su asistencia, y 100 obispos latinoamericanos, "la mayoría de Centroamérica, y los demás de Ecuador, Colombia, España, Puerto Rico, Argentina, Alemania, Italia y Australia".

La guerra civil salvadoreña, con un inicio no muy preciso a fines de los 70, y que se masificó con el asesinato de Romero, concluyó con un acuerdo de paz en enero de 1992, tuvo profundas raíces sociales y políticas internas, además de influencias regionales, en especial el triunfo de la guerrilla sandinista en Nicaragua, pero también de la Guerra Fría que atravesaba la geopolítica mundial.

Un mes y medio antes de morir asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia de San Salvador, la Universidad Católica de Lovaina, distinguió con el doctorado honoris causa al obispo Romero quien afirmó en su discurso que "las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país".

"Existen entre nosotros los que venden al justo por dinero y al pobre por un para de sandalias; los que amontonan violencia y despojos en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia acostados en camas de marfil", agregó en su discurso de agradecimiento de la distinción.

Sobre todo, dijo, "los que anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país" en clara alusión al grado de concentración de la tierra que se padecía desde fines del siglo XIX cuando se decretó la abolición de la propiedad comunal y ejidal típica de las comunidades campesinas e indígenas.

Ese decreto no sólo produjo una enorme concentración de la tierra sino que, según historiadores salvadoreños, fue una de las causas de la guerra civil del siglo XX y del previo levantamiento campesino de 1932 que fue reprimido con el asesinato de 30.000 personas.

Romero también señaló en ese discurso, casi premonitoriamente de su final, que "nuestra Iglesia ha sido perseguida en los últimos años. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto al lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa".

"El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalizacion que termina siempre en connivencia con los poderosos. El mundo de los pobres nos enseña como ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad", dijo.

Monseñor Romero conocía bien la historia de dictaduras y gobiernos militares elegidos fraudulentamente que caracterizaron a todos los gobiernos salvadoreños desde 1931 hasta 1979, por eso agregaba que "el amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada".

"El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación, desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales", concluía ante la universidad de Lovaina.

La guerra civil salvadoreña, que dejó un trágico saldo de 75.000 muertos, también atravesó el sepelio del "obispo mártir", en el que participaron alrededor de 100.000 personas frente a la Catedral metropolitana, hasta que una primera bomba, luego disparos y finalmente nuevas explosiones desataron el pánico entre la multitud y dejaron cientos de muertos.

Santos Gaspar, hermano menor de Romero, religioso y su asistente durante años que participará de su beatificación, contó que "lo habían estado difamando, calumniando, ofendiendo. Decían que era un cura guerrillero y comunista y que estaba destruyendo el país. Sólo recuerdo que me dijo: a quienes me difaman ya los perdoné".

"Mirá, sé que me van a matar", le dijo el prelado. "Ha venido el nuncio de Costa Rica, de parte del Vaticano, a decirme que conocen de un plan para matarme y me ofrecen un traslado o un permiso para irme de El Salvador. Yo les contesté: ¡Venga lo que venga, me quedo con mi gente!".

Tres días después era asesinado mientras daba misa por un comando armado de una ultraderecha que gobernó durante 20 años en El Salvador a través del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena).

22 MAY 2015 - 17:20

Al acto acudirán los presidentes de Ecuador, Rafael Correa y de Panamá, Juan Carlos Varela, también los vicepresidentes de Costa Rica, Ana Helena Chacón, y Cuba, Migue Mario Diaz-Canel, así como el viceprimer ministro de Belice, Gaspar Vega, informó el canciller salvadoreño Hugo Martínez.

Asimismo, se espera la presencia de 12 delegaciones internacionales, entre ellas la de México, Brasil, Colombia, Chile, Estados Unidos, Italia, Nicaragua y Uruguay, quienes ya confirmaron su asistencia, y 100 obispos latinoamericanos, "la mayoría de Centroamérica, y los demás de Ecuador, Colombia, España, Puerto Rico, Argentina, Alemania, Italia y Australia".

La guerra civil salvadoreña, con un inicio no muy preciso a fines de los 70, y que se masificó con el asesinato de Romero, concluyó con un acuerdo de paz en enero de 1992, tuvo profundas raíces sociales y políticas internas, además de influencias regionales, en especial el triunfo de la guerrilla sandinista en Nicaragua, pero también de la Guerra Fría que atravesaba la geopolítica mundial.

Un mes y medio antes de morir asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia de San Salvador, la Universidad Católica de Lovaina, distinguió con el doctorado honoris causa al obispo Romero quien afirmó en su discurso que "las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país".

"Existen entre nosotros los que venden al justo por dinero y al pobre por un para de sandalias; los que amontonan violencia y despojos en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia acostados en camas de marfil", agregó en su discurso de agradecimiento de la distinción.

Sobre todo, dijo, "los que anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país" en clara alusión al grado de concentración de la tierra que se padecía desde fines del siglo XIX cuando se decretó la abolición de la propiedad comunal y ejidal típica de las comunidades campesinas e indígenas.

Ese decreto no sólo produjo una enorme concentración de la tierra sino que, según historiadores salvadoreños, fue una de las causas de la guerra civil del siglo XX y del previo levantamiento campesino de 1932 que fue reprimido con el asesinato de 30.000 personas.

Romero también señaló en ese discurso, casi premonitoriamente de su final, que "nuestra Iglesia ha sido perseguida en los últimos años. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto al lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa".

"El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalizacion que termina siempre en connivencia con los poderosos. El mundo de los pobres nos enseña como ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad", dijo.

Monseñor Romero conocía bien la historia de dictaduras y gobiernos militares elegidos fraudulentamente que caracterizaron a todos los gobiernos salvadoreños desde 1931 hasta 1979, por eso agregaba que "el amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada".

"El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación, desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales", concluía ante la universidad de Lovaina.

La guerra civil salvadoreña, que dejó un trágico saldo de 75.000 muertos, también atravesó el sepelio del "obispo mártir", en el que participaron alrededor de 100.000 personas frente a la Catedral metropolitana, hasta que una primera bomba, luego disparos y finalmente nuevas explosiones desataron el pánico entre la multitud y dejaron cientos de muertos.

Santos Gaspar, hermano menor de Romero, religioso y su asistente durante años que participará de su beatificación, contó que "lo habían estado difamando, calumniando, ofendiendo. Decían que era un cura guerrillero y comunista y que estaba destruyendo el país. Sólo recuerdo que me dijo: a quienes me difaman ya los perdoné".

"Mirá, sé que me van a matar", le dijo el prelado. "Ha venido el nuncio de Costa Rica, de parte del Vaticano, a decirme que conocen de un plan para matarme y me ofrecen un traslado o un permiso para irme de El Salvador. Yo les contesté: ¡Venga lo que venga, me quedo con mi gente!".

Tres días después era asesinado mientras daba misa por un comando armado de una ultraderecha que gobernó durante 20 años en El Salvador a través del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena).


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