Lo presentían en las vísperas de la final ante Chile los dirigidos por Gerardo Martino, un hombre que tampoco puede sacarse de encima el “síndrome Barcelona” y lo trasladó al seleccionado argentino con la secuencia de Lionel Messi y Javier Mascherano como recuerdos vívidos de una historia que no logra enterrar en el pasado.
Se lo dijo Mariano Andújar a Télam en el aeropuerto de Santiago, cuando regresaba desde Buenos Aires luego de operarse la mano derecha tras una fractura de escafoide sufrida durante el calentamiento previo al partido con Jamaica en Viña del Mar: “todos en este grupo estamos cansados de comer mierda. Y no solamente es por el Mundial de Brasil. Hace rato que venimos con esta historia, desde Sudáfrica en 2010, la Copa América de 2011. Es demasiado. Hay que ganar algo de una buena vez para que dejen de decirnos fracasados”.
La decisión del arquero de Nápoli de regresar a Chile pese a que ya había sido reemplazado por Agustín Marchesín en la nómina de 23, fue el ejemplo más claro de lo que significaba para este grupo “muy unido”, según sus palabras, luego cotejadas con el propio Martino, levantar esta copa.
“Quiero verme en una foto levantando la copa”, casi que rogó Messi antes de partir hacia Chile, y cuando todavía le quedaba por ganar la Champions League con el ‘Barsa’. “Todos necesitamos ser campeones de una buena vez con la camiseta argentina, porque de lo contrario, esta generación de jugadores ya madura se va a pudrir en el árbol sin ganar nada”, redobló la apuesta su doble compañero de equipo Mascherano.
Por eso hoy la impotencia que alberga en este plantel que se dispersó de madrugada, después de estar conviviendo y soñando durante casi 40 días en distintas ciudades de Chile, puede ser detonante de un futuro vacío para un seleccionado calificado por su técnico como “el mejor del mundo en la actualidad”.
Que varios componentes de este grupo hablaran en pasado de esta selección de estrellas no es algo muy edificante para el “proyecto Martino”, que en su primer desafío grande se quedó en la puerta del éxito y se sumó a la misma lista de frustraciones de quienes lo precedieron.
Lo presentían en las vísperas de la final ante Chile los dirigidos por Gerardo Martino, un hombre que tampoco puede sacarse de encima el “síndrome Barcelona” y lo trasladó al seleccionado argentino con la secuencia de Lionel Messi y Javier Mascherano como recuerdos vívidos de una historia que no logra enterrar en el pasado.
Se lo dijo Mariano Andújar a Télam en el aeropuerto de Santiago, cuando regresaba desde Buenos Aires luego de operarse la mano derecha tras una fractura de escafoide sufrida durante el calentamiento previo al partido con Jamaica en Viña del Mar: “todos en este grupo estamos cansados de comer mierda. Y no solamente es por el Mundial de Brasil. Hace rato que venimos con esta historia, desde Sudáfrica en 2010, la Copa América de 2011. Es demasiado. Hay que ganar algo de una buena vez para que dejen de decirnos fracasados”.
La decisión del arquero de Nápoli de regresar a Chile pese a que ya había sido reemplazado por Agustín Marchesín en la nómina de 23, fue el ejemplo más claro de lo que significaba para este grupo “muy unido”, según sus palabras, luego cotejadas con el propio Martino, levantar esta copa.
“Quiero verme en una foto levantando la copa”, casi que rogó Messi antes de partir hacia Chile, y cuando todavía le quedaba por ganar la Champions League con el ‘Barsa’. “Todos necesitamos ser campeones de una buena vez con la camiseta argentina, porque de lo contrario, esta generación de jugadores ya madura se va a pudrir en el árbol sin ganar nada”, redobló la apuesta su doble compañero de equipo Mascherano.
Por eso hoy la impotencia que alberga en este plantel que se dispersó de madrugada, después de estar conviviendo y soñando durante casi 40 días en distintas ciudades de Chile, puede ser detonante de un futuro vacío para un seleccionado calificado por su técnico como “el mejor del mundo en la actualidad”.
Que varios componentes de este grupo hablaran en pasado de esta selección de estrellas no es algo muy edificante para el “proyecto Martino”, que en su primer desafío grande se quedó en la puerta del éxito y se sumó a la misma lista de frustraciones de quienes lo precedieron.