Una familia pide que se respete el nombre del paraje Cajón de Ginebra Grande

Mauricio Fernández construyó la vieja escuela y el almacén de ramos generales de Cajón de Ginebra Grande hace un siglo. Sus nietos contaron la historia y pidieron respetar la denominación del lugar.

22 AGO 2015 - 22:53 | Actualizado

La República Argentina basa su porvenir en la educación de sus hijos. Octubre 25 de 1922”. El texto está escrito en tiza sobre un pizarrón que aparece en el fondo de la imagen, apoyado contra una construcción de techo a un agua y un poco más allá el relieve de un paisaje agreste.

Delante del pizarrón y en sus bancos un grupo de poco menos de 20 chicos miran a la cámara, lo mismo que el profesor, sentado de piernas cruzadas y de espaldas a un alambrado sobre el cual se ha improvisado un cerco con ramas y arbustos del lugar. Un sobreimpreso en la imagen le da identidad al momento: “Cajón de Ginebra. Escuela Nacional Nº 64. Chubut”.

El lugar es conocido para todos aquellos que alguna vez transitaron la ruta nacional 25 ya que los carteles dan cuenta de “Cajón de Ginebra Grande”. Según cuenta la historia, la denominación de tales lugares está asociada a la que durante los primeros años de la travesía en carro entre el valle y la cordillera, un cajón de esa bebida cayó o fue dejado en el lugar y a partir de allí quienes viajaban por esa zona se ubicaban más allá o más acá del cajón de ginebra.

Tiempo después y a pocos kilómetros del lugar se habría repetido el episodio, pero con la salvedad de que los envases serían de menor tamaño y eso habría dado lugar a la denominación “Cajón de Ginebra Chico”. Pero más allá de la polémica suscitada en las redes sociales por la traducción del nombre del paraje en la cartelería vial, el lugar tiene su historia y es la que hoy pueden contar los descendientes de quienes habitaron el lugar hace más de un siglo.

“Mi abuelo construyó ese galpón que usaban como aula. Él hizo el galpón y los bancos y pidió al ministerio que mandaran un maestro para Cajón de Ginebra Grande, y así empezó a funcionar esa primera escuela”, cuenta Sara Criado, nieta de Mauricio Fernández, propietario de la estancia ubicada en ese paraje lindante a la ruta 25.

Sara, Isabel y Miguel son tres los ocho hijos de Ricardo Criado y Matilde Fernández, una de las hijas de Mauricio y Pauline. Al igual que sus hermanos Santiago, Américo, Florentino, Marina y Matilde crecieron y se criaron en el campo, hasta que por motivos de estudio vinieron al valle. Los hermanos atesoran recuerdos de sus primeros años entre Cajón de Ginebra Grande y Piedra Parada, donde estaba el otro campo que su abuelo Manuel había comprado tras llegar de España.

“El abuelo vino de España, llegó acá y empezó a trabajar, pero cuando fue a visitar a unos parientes que tenía en Neuquén o Cipolleti conoció a mi abuela y se la robó a la familia. La trajo a caballo y se casaron acá”, cuenta Sara, y agrega que su abuela “se llamaba Pauline Cretton y tuvieron seis hijos. Después ella murió en la estancia de Cajón de Ginebra y mi abuelo se volvió a casar con otra mujer que trajo 8 hijos más, y entre esos chicos y de las familias vecinas, como los Pichiñan y otras, se formó la matrícula de la escuela que empezaría a funcionar en 1922”.

Mauricio Fernández tenía ya por aquel entonces el almacén de ramos generales “Los Mellizos”, que funcionaba desde 1908 tanto en la venta de productos para los pobladores rurales de la meseta central como también como lugar de acopio de lana, cueros y otros frutos que desde los campos llegaban para su posterior envío hacia el valle.

En el campo de Piedra Parada se repitió la historia, y don Mauricio volvió a construir una escuela, a la que en este caso le agregó una casa para el maestro, además de los bancos. Ese establecimiento –Escuela Nº 86- sigue funcionando hasta el día de hoy en aquel paraje ubicado sobre la vieja ruta que los galeses tenían para llegar a la cordillera, bordeando el río Chubut y allí, muy cerca del edificio escolar aún se encuentra la tumba donde descansan los restos de Fernández.

Hoy, un siglo después, sus nietos piden que se respete la denominación del lugar, tras el cambio de la cartelería ubicada sobre la ruta 25. “No sabemos por qué una persona o un organismo le cambia el nombre al paraje y, si quieren hacer una traducción, que la hagan como corresponde, no ‘Gin Box’ como le pusieron. Así como nuestro abuelo respetó el nombre, queremos que nuestros nietos sigan conociendo el lugar por su nombre”, reclaman los hermanos.

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22 AGO 2015 - 22:53

La República Argentina basa su porvenir en la educación de sus hijos. Octubre 25 de 1922”. El texto está escrito en tiza sobre un pizarrón que aparece en el fondo de la imagen, apoyado contra una construcción de techo a un agua y un poco más allá el relieve de un paisaje agreste.

Delante del pizarrón y en sus bancos un grupo de poco menos de 20 chicos miran a la cámara, lo mismo que el profesor, sentado de piernas cruzadas y de espaldas a un alambrado sobre el cual se ha improvisado un cerco con ramas y arbustos del lugar. Un sobreimpreso en la imagen le da identidad al momento: “Cajón de Ginebra. Escuela Nacional Nº 64. Chubut”.

El lugar es conocido para todos aquellos que alguna vez transitaron la ruta nacional 25 ya que los carteles dan cuenta de “Cajón de Ginebra Grande”. Según cuenta la historia, la denominación de tales lugares está asociada a la que durante los primeros años de la travesía en carro entre el valle y la cordillera, un cajón de esa bebida cayó o fue dejado en el lugar y a partir de allí quienes viajaban por esa zona se ubicaban más allá o más acá del cajón de ginebra.

Tiempo después y a pocos kilómetros del lugar se habría repetido el episodio, pero con la salvedad de que los envases serían de menor tamaño y eso habría dado lugar a la denominación “Cajón de Ginebra Chico”. Pero más allá de la polémica suscitada en las redes sociales por la traducción del nombre del paraje en la cartelería vial, el lugar tiene su historia y es la que hoy pueden contar los descendientes de quienes habitaron el lugar hace más de un siglo.

“Mi abuelo construyó ese galpón que usaban como aula. Él hizo el galpón y los bancos y pidió al ministerio que mandaran un maestro para Cajón de Ginebra Grande, y así empezó a funcionar esa primera escuela”, cuenta Sara Criado, nieta de Mauricio Fernández, propietario de la estancia ubicada en ese paraje lindante a la ruta 25.

Sara, Isabel y Miguel son tres los ocho hijos de Ricardo Criado y Matilde Fernández, una de las hijas de Mauricio y Pauline. Al igual que sus hermanos Santiago, Américo, Florentino, Marina y Matilde crecieron y se criaron en el campo, hasta que por motivos de estudio vinieron al valle. Los hermanos atesoran recuerdos de sus primeros años entre Cajón de Ginebra Grande y Piedra Parada, donde estaba el otro campo que su abuelo Manuel había comprado tras llegar de España.

“El abuelo vino de España, llegó acá y empezó a trabajar, pero cuando fue a visitar a unos parientes que tenía en Neuquén o Cipolleti conoció a mi abuela y se la robó a la familia. La trajo a caballo y se casaron acá”, cuenta Sara, y agrega que su abuela “se llamaba Pauline Cretton y tuvieron seis hijos. Después ella murió en la estancia de Cajón de Ginebra y mi abuelo se volvió a casar con otra mujer que trajo 8 hijos más, y entre esos chicos y de las familias vecinas, como los Pichiñan y otras, se formó la matrícula de la escuela que empezaría a funcionar en 1922”.

Mauricio Fernández tenía ya por aquel entonces el almacén de ramos generales “Los Mellizos”, que funcionaba desde 1908 tanto en la venta de productos para los pobladores rurales de la meseta central como también como lugar de acopio de lana, cueros y otros frutos que desde los campos llegaban para su posterior envío hacia el valle.

En el campo de Piedra Parada se repitió la historia, y don Mauricio volvió a construir una escuela, a la que en este caso le agregó una casa para el maestro, además de los bancos. Ese establecimiento –Escuela Nº 86- sigue funcionando hasta el día de hoy en aquel paraje ubicado sobre la vieja ruta que los galeses tenían para llegar a la cordillera, bordeando el río Chubut y allí, muy cerca del edificio escolar aún se encuentra la tumba donde descansan los restos de Fernández.

Hoy, un siglo después, sus nietos piden que se respete la denominación del lugar, tras el cambio de la cartelería ubicada sobre la ruta 25. “No sabemos por qué una persona o un organismo le cambia el nombre al paraje y, si quieren hacer una traducción, que la hagan como corresponde, no ‘Gin Box’ como le pusieron. Así como nuestro abuelo respetó el nombre, queremos que nuestros nietos sigan conociendo el lugar por su nombre”, reclaman los hermanos.


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