Amigo y donante: son Claudio Manrique y Christian Barrutti

Manrique es un conocido hotelero de Trelew que recibirá un riñón de Barrutti, empleado del Casino Club. La operación será el 23 de setiembre y la autorizó una jueza.

Amistad. Christian (izquierda) y Claudio, en una postal patagónica.
03 SEP 2015 - 22:14 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez

El 23 de setiembre, Claudio Manrique, un conocido empresario hotelero de Trelew, recibirá el riñón de su amigo Christian Matías Barrutti, gracias a la autorización de la jueza civil Adela Juárez Aldazabal, que habilitó la ablación y el trasplante. El paciente debió acudir a tribunales porque la ley original no permite la recepción de órganos de donantes que no sean familiares.

Manrique vive en un barrio residencial. Había agotado las posibilidades en su familia. Nadie era compatible, ni su mujer Mercedes Alfaro ni su hermano. Hasta que una pareja conocida –que vive en Playa Unión- se ofreció a la intervención. Se trata de Barrutti y de Hilda Candia. Las mujeres son muy amigas hace años. Por razones médicas, Hilda no pudo. Pero su esposo sí. Trabaja en el Casino Club.

Al paciente lo patrocinaron los abogados Juan José Servici y Jorge Enrique Ferrera. La práctica será en un centro especializado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Nephrology SA.

Manrique padece una insuficiencia renal crónica y terminal. Se inició a sus catorce años y desde marzo necesita hemodiálisis. Sufrió un deterioro progresivo con patologías asociadas, como diabetes e hipertensión arterial. “El reemplazo del órgano es una necesidad”, dijo el fallo.

El 31 de julio hubo audiencia con el paciente, su donante, Fiscalía, un perito del Cuerpo Médico Forense y un asistente del Servicio Social de Tribunales. El perito debía elevar un informe sobre la conveniencia del trasplante, riesgos y secuelas, las alternativas terapéuticas y los resultados de los estudios inmunológicos.

Hubo compatibilidad de dador y receptor. Barrutti se informó sobre los riesgos quirúrgicos. Los donantes deben hacer una vida sedentaria las dos primeras semanas y luego pueden incorporarse a su rutina. Se entrevistó con médicos, psicólogos y trabajadores sociales, quienes le hablaron sobre cómo comunicar su decisión en familia. Le recomendaron datos fidedignos y oportunos, para impedir temores injustificados.

Las parejas tuvieron varios festejos juntas. Esto probó que “comparten varios espacios, y existen sentimientos de afecto, proximidad y disponibilidad”, dice la sentencia. La larga amistad de Hilda y Mercedes generó un “vínculo de familiaridad” entre los hombres. El donante y su pareja tienen empleo estable, sueldo suficiente, y calidad de vida acorde. Esto descartó cualquier posible pago por el órgano.

Según la jueza Aldazabal, “no encuentro motivos para sospechar la existencia de un ánimo de lucro en la donación acordada”. Del informe social “el afecto que se tienen las esposasy la ausencia de necesidades económicas por parte del futuro donante y su familia. Tal decisión obedece exclusivamente a razones extra patrimoniales”.

“La donación de un órgano o tejido es un gesto de altruismo y solidaridad. El donante conoce las posibles consecuencias físicas de la ablación. Enterado de los riesgos de realizarse una operación de esta magnitud, decide voluntariamente someterse, lo que configura, a todas luces, un acto de generosidad inconmensurable”.#

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Amistad. Christian (izquierda) y Claudio, en una postal patagónica.
03 SEP 2015 - 22:14

Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez

El 23 de setiembre, Claudio Manrique, un conocido empresario hotelero de Trelew, recibirá el riñón de su amigo Christian Matías Barrutti, gracias a la autorización de la jueza civil Adela Juárez Aldazabal, que habilitó la ablación y el trasplante. El paciente debió acudir a tribunales porque la ley original no permite la recepción de órganos de donantes que no sean familiares.

Manrique vive en un barrio residencial. Había agotado las posibilidades en su familia. Nadie era compatible, ni su mujer Mercedes Alfaro ni su hermano. Hasta que una pareja conocida –que vive en Playa Unión- se ofreció a la intervención. Se trata de Barrutti y de Hilda Candia. Las mujeres son muy amigas hace años. Por razones médicas, Hilda no pudo. Pero su esposo sí. Trabaja en el Casino Club.

Al paciente lo patrocinaron los abogados Juan José Servici y Jorge Enrique Ferrera. La práctica será en un centro especializado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Nephrology SA.

Manrique padece una insuficiencia renal crónica y terminal. Se inició a sus catorce años y desde marzo necesita hemodiálisis. Sufrió un deterioro progresivo con patologías asociadas, como diabetes e hipertensión arterial. “El reemplazo del órgano es una necesidad”, dijo el fallo.

El 31 de julio hubo audiencia con el paciente, su donante, Fiscalía, un perito del Cuerpo Médico Forense y un asistente del Servicio Social de Tribunales. El perito debía elevar un informe sobre la conveniencia del trasplante, riesgos y secuelas, las alternativas terapéuticas y los resultados de los estudios inmunológicos.

Hubo compatibilidad de dador y receptor. Barrutti se informó sobre los riesgos quirúrgicos. Los donantes deben hacer una vida sedentaria las dos primeras semanas y luego pueden incorporarse a su rutina. Se entrevistó con médicos, psicólogos y trabajadores sociales, quienes le hablaron sobre cómo comunicar su decisión en familia. Le recomendaron datos fidedignos y oportunos, para impedir temores injustificados.

Las parejas tuvieron varios festejos juntas. Esto probó que “comparten varios espacios, y existen sentimientos de afecto, proximidad y disponibilidad”, dice la sentencia. La larga amistad de Hilda y Mercedes generó un “vínculo de familiaridad” entre los hombres. El donante y su pareja tienen empleo estable, sueldo suficiente, y calidad de vida acorde. Esto descartó cualquier posible pago por el órgano.

Según la jueza Aldazabal, “no encuentro motivos para sospechar la existencia de un ánimo de lucro en la donación acordada”. Del informe social “el afecto que se tienen las esposasy la ausencia de necesidades económicas por parte del futuro donante y su familia. Tal decisión obedece exclusivamente a razones extra patrimoniales”.

“La donación de un órgano o tejido es un gesto de altruismo y solidaridad. El donante conoce las posibles consecuencias físicas de la ablación. Enterado de los riesgos de realizarse una operación de esta magnitud, decide voluntariamente someterse, lo que configura, a todas luces, un acto de generosidad inconmensurable”.#


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