Matthysse si, Matthysse no

La pelea que perdió en Carson no tuvo para el trelewense ni un solo aspecto positivo, en la medida que se lo vio falto de distancia, de ritmo, de rincón, de recursos, de fortaleza mental y de jerarquía, pero sellado ese diagnóstico queda por poner en su lugar esa derrota en particular y qué rango ocupa entre los mejores boxeadores argentinos de este tiempo y de la historia.

Muchas interrogantes se plantearon a partir de la derrota de Lucas ante Postol.
10 OCT 2015 - 14:58 | Actualizado

A esos efectos es imposible decir una sola palabra sin establecer dos verdades incontrastables.

Una, si se quiere la más antipática, que Matthysse perdió las dos peleas más trascendentes de su carrera, antes con Danny García y luego ante Viktor Postol, los dos a priori inferiores a él.

La otra, que sólo el, nadie más que él, puede discernir cuáles son sus límites: sus límites de resistencia física y sus límites de resistencia emocional.

¿Quién será tan osado y se sentirá tan legitimado como para laudar sobre el pellejo de otro?

¿Quién será tan perfecto como para sentirse autorizado a exhibir las credenciales de una presunta superioridad moral?

¿Bajo el paraguas de cuál argumento podría haberse exigido que Matthysse se levantara pese a temer una lesión en el ojo y pese a sentirse vencido, sin fuerzas, resignado?

Entonces, digámoslo de una vez: desde el punto de vista estrictamente humano, la decisión del chubutense es comprensible y soberana: punto y aparte.

Claro que después del punto y aparte no es menos posible y genuino establecer el punto y seguido.

Y el punto y seguido consiente reponer que el desenlace de su combate versus Postol fue desdichado, penoso y susceptible de poner entre paréntesis lo que vaya a saberse si algún día será y a la vez fijar lo que todavía no es: un campeón con todas las letras, un guerrero, un gladiador.

Luis Angel Firpo se levantó de la lona una y otra vez y sólo fue noqueado después de consumar una corajeada que trascenderá por los siglos de los siglos: hacer volar del ring al mismísimo Jack Dempsey.

Eduardo Lausse regó el ring de sangre hasta doblegar a Tiger Jones.

Abrumado por una noticia brutal, y su consabida tristeza (la muerte de su hermano), Carlos Monzón entregó lo poco que tenía para dar y remontó lo que parecía perdido ante Emile Griffith en Montecarlo.

En el tercer round Víctor Galíndez recibió un cabezazo brutal que le partió una ceja, sangró hasta lo inaudito y ante el miedo de perder por nocaut técnico se llevó por delante a Richie Kates y lo noqueó diez segundos de que llegara el momento de las tarjetas.

Oscar Bonavena podía haber jugado a la mancha en el round 15 y poner a plazo fijo una digna derrota por decisión, pero no se contentó, prefirió salir a buscar el glorioso nocaut a Muhamad Alí y lo pagó con su propio nocaut.

Lastimado, con la gasolina justa, en la agobiante noche de Cartagena y frente a un adversario muy superior, Sergio Víctor Palma acorraló a Ricardo Cardona, lo dejó sentado en las cuerdas, nocaut de pie, y aunque la campana lo privó de esa victoria allanó su camino a la posterior conquista de la corona mundial supergallo.

Camino a un fallo desfavorable, Marcelo Domínguez se sobrepuso a sus tosquedades y clavó de cabeza a Akim Tafer.

Aun favorecido por un árbitro inmoral, Juan Martín Coggi peleó dos minutos por puro instinto, nocaut, dormido, para defender su título de los puños de Eder González.

Locomotora Castro recibía una paliza descomunal, tenía la cara desfigurada, pero pidió un round más, le tendió una desesperada trampa a John David Jackson consumó una de los triunfos épicos en la historia del boxeo argentino.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Matthysse es un espléndido boxeador, de lo mejor nacido en estas tierras, por lo menos en lo que va del siglo XXI y uno de los más respetados en la meca, en los Estados Unidos, pero hasta tanto no demuestre lo contrario he allí su techo (nada despreciable por cierto) y he allí que pueda ser considerado un talento desperdiciado, un talento a medio gas, una especie de Gastón Gaudio, pero sin levantar la copa en Roland Garros.

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Muchas interrogantes se plantearon a partir de la derrota de Lucas ante Postol.
10 OCT 2015 - 14:58

A esos efectos es imposible decir una sola palabra sin establecer dos verdades incontrastables.

Una, si se quiere la más antipática, que Matthysse perdió las dos peleas más trascendentes de su carrera, antes con Danny García y luego ante Viktor Postol, los dos a priori inferiores a él.

La otra, que sólo el, nadie más que él, puede discernir cuáles son sus límites: sus límites de resistencia física y sus límites de resistencia emocional.

¿Quién será tan osado y se sentirá tan legitimado como para laudar sobre el pellejo de otro?

¿Quién será tan perfecto como para sentirse autorizado a exhibir las credenciales de una presunta superioridad moral?

¿Bajo el paraguas de cuál argumento podría haberse exigido que Matthysse se levantara pese a temer una lesión en el ojo y pese a sentirse vencido, sin fuerzas, resignado?

Entonces, digámoslo de una vez: desde el punto de vista estrictamente humano, la decisión del chubutense es comprensible y soberana: punto y aparte.

Claro que después del punto y aparte no es menos posible y genuino establecer el punto y seguido.

Y el punto y seguido consiente reponer que el desenlace de su combate versus Postol fue desdichado, penoso y susceptible de poner entre paréntesis lo que vaya a saberse si algún día será y a la vez fijar lo que todavía no es: un campeón con todas las letras, un guerrero, un gladiador.

Luis Angel Firpo se levantó de la lona una y otra vez y sólo fue noqueado después de consumar una corajeada que trascenderá por los siglos de los siglos: hacer volar del ring al mismísimo Jack Dempsey.

Eduardo Lausse regó el ring de sangre hasta doblegar a Tiger Jones.

Abrumado por una noticia brutal, y su consabida tristeza (la muerte de su hermano), Carlos Monzón entregó lo poco que tenía para dar y remontó lo que parecía perdido ante Emile Griffith en Montecarlo.

En el tercer round Víctor Galíndez recibió un cabezazo brutal que le partió una ceja, sangró hasta lo inaudito y ante el miedo de perder por nocaut técnico se llevó por delante a Richie Kates y lo noqueó diez segundos de que llegara el momento de las tarjetas.

Oscar Bonavena podía haber jugado a la mancha en el round 15 y poner a plazo fijo una digna derrota por decisión, pero no se contentó, prefirió salir a buscar el glorioso nocaut a Muhamad Alí y lo pagó con su propio nocaut.

Lastimado, con la gasolina justa, en la agobiante noche de Cartagena y frente a un adversario muy superior, Sergio Víctor Palma acorraló a Ricardo Cardona, lo dejó sentado en las cuerdas, nocaut de pie, y aunque la campana lo privó de esa victoria allanó su camino a la posterior conquista de la corona mundial supergallo.

Camino a un fallo desfavorable, Marcelo Domínguez se sobrepuso a sus tosquedades y clavó de cabeza a Akim Tafer.

Aun favorecido por un árbitro inmoral, Juan Martín Coggi peleó dos minutos por puro instinto, nocaut, dormido, para defender su título de los puños de Eder González.

Locomotora Castro recibía una paliza descomunal, tenía la cara desfigurada, pero pidió un round más, le tendió una desesperada trampa a John David Jackson consumó una de los triunfos épicos en la historia del boxeo argentino.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Matthysse es un espléndido boxeador, de lo mejor nacido en estas tierras, por lo menos en lo que va del siglo XXI y uno de los más respetados en la meca, en los Estados Unidos, pero hasta tanto no demuestre lo contrario he allí su techo (nada despreciable por cierto) y he allí que pueda ser considerado un talento desperdiciado, un talento a medio gas, una especie de Gastón Gaudio, pero sin levantar la copa en Roland Garros.


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