Sergio Pravaz es un escritor de frondosa producción. En estos días presentará, en lugares diversos, su décimo libro. No es un hecho común. No lo es por tratarse de un intelectual que lleva esta actividad desde la pasión y no desde la supervivencia; y por referenciarse como un auténtico escritor patagónico, más allá de sus orígenes en la lejana Córdoba de su niñez.
Poeta, sobre todo, pero gran hacedor de crónicas, acumula varios años aportando su singular –y talentosa- pluma a este diario. Sus estiletazos suelen prestigiar la contratapa de Jornada en la edición dominguera, que es además nuestro trabajo más apreciado según lo marcan las mismas ventas.
El Tumbador de Árboles, que el público conocerá en estos días, nos tiene de hecho como protagonistas tangentes: se trata de crónicas de personajes universales y locales vinculados a Rawson, crónicas que aparecieron en ese espacio y de las cuales el autor ha seleccionado un total de 36 para incluir en esta producción.
Tiene, este cordobés con estampa de bohemio y generosidad infinita, un estilo singular que atrapan al lector desde la primera palabra, como el músico que cautiva a sus oyentes a partir del primer acorde. Sus textos poseen la capacidad notable de trasladarnos en el tiempo, y también en el espacio, algo que no impide un juego siempre arriesgado, pero también siempre certero, con las palabras; pues a Pravaz le gusta jugar con los vocablos, a los que no siempre respeta en sus significado literal sin que esto fuerce en absoluto la idea que se plasma. Es, en definitiva, un albañil de metáforas que siempre generan empatías con quien las disfruta desde la lectura.
El Tumbador de Árboles verá la luz en Gaiman, el viernes 30, pero después seguramente recorrerá cuanto reducto literario le abra sus puertas, en nuestra provincia o allende sus fronteras, pues goza además de un reconocimiento que excede los límites chubutenses.
Sospechan, quienes ya han ojeado privilegiadamente esta producción, que el éxito lo acompañará desde el primer instante.
Seguro que sí.
Sergio Pravaz es un escritor de frondosa producción. En estos días presentará, en lugares diversos, su décimo libro. No es un hecho común. No lo es por tratarse de un intelectual que lleva esta actividad desde la pasión y no desde la supervivencia; y por referenciarse como un auténtico escritor patagónico, más allá de sus orígenes en la lejana Córdoba de su niñez.
Poeta, sobre todo, pero gran hacedor de crónicas, acumula varios años aportando su singular –y talentosa- pluma a este diario. Sus estiletazos suelen prestigiar la contratapa de Jornada en la edición dominguera, que es además nuestro trabajo más apreciado según lo marcan las mismas ventas.
El Tumbador de Árboles, que el público conocerá en estos días, nos tiene de hecho como protagonistas tangentes: se trata de crónicas de personajes universales y locales vinculados a Rawson, crónicas que aparecieron en ese espacio y de las cuales el autor ha seleccionado un total de 36 para incluir en esta producción.
Tiene, este cordobés con estampa de bohemio y generosidad infinita, un estilo singular que atrapan al lector desde la primera palabra, como el músico que cautiva a sus oyentes a partir del primer acorde. Sus textos poseen la capacidad notable de trasladarnos en el tiempo, y también en el espacio, algo que no impide un juego siempre arriesgado, pero también siempre certero, con las palabras; pues a Pravaz le gusta jugar con los vocablos, a los que no siempre respeta en sus significado literal sin que esto fuerce en absoluto la idea que se plasma. Es, en definitiva, un albañil de metáforas que siempre generan empatías con quien las disfruta desde la lectura.
El Tumbador de Árboles verá la luz en Gaiman, el viernes 30, pero después seguramente recorrerá cuanto reducto literario le abra sus puertas, en nuestra provincia o allende sus fronteras, pues goza además de un reconocimiento que excede los límites chubutenses.
Sospechan, quienes ya han ojeado privilegiadamente esta producción, que el éxito lo acompañará desde el primer instante.
Seguro que sí.