Puma Patagónico

24 OCT 2015 - 9:22 | Actualizado

Ramiro Herrera se peló bastante las rodillas. De físico portentoso, fue un rival de temer ya en sus épocas de infantil, allá en el Chenque Rugby Club; pero ese físico áspero y privilegiado para este deporte no le allanó más caminos que su sacrificio, que fue tanto como sus músculos. Tomó por las astas lo que le dio la naturaleza y lo entrenó para meterse entre los mejores.

Vivió una infancia de piernas raspadas y de heridas ardientes. Es que Ramiro Herrera no conoció una cancha de césped hasta que su etapa de juveniles lo premió con viajes a latitudes más cálidas, sea en con la camiseta de sus amores o con alguna selección. Aprendió los fundamentos del rugby rayándose entre las piedras y la costra de la tierra reseca de El Trébol, la sede de su club en ese pedazo de Patagonia tan generoso en gas y petróleo como en vientos helados, de esos que cortan –como cuchillas- la cara en los inviernos.

Cada fin de semana repitió la ceremonia de preparación: bolso, botines, protector, camiseta, medias y pantalón corto, a lo que debió sumar los algo más de 20 kilómetros que separan la cancha de su casa, en el corazón del barrio Pueyrredón.

Patricio Noriega, ex pilar de Los Pumas y Sudáfrica, lo vio jugar en un Juvenil en mar del Plata, con la camiseta de la Unión Austral, y movió los hilos para llevárselo al Hindú Club, en Buenos Aires. Le cambió la vida ya que ahí aprendió mucho de lo que hoy demuestra sobre el césped. Lo que siguió es más conocidos: a los pocos años desembarcó en el Castrés de Francia, a donde se fue a prueba por dos meses, y un puñado de partidos después firmó contrato por dos temporadas.

Ramiro Herrera pasó por Los Jaguares, los seleccionados de la Unión de Buenos Aires en juveniles y mayores, la primera de Hindú, Los Pampas XV en su primera incursión internacional y llegó a jugar la final del Top 14, en la Liga de Francia. Chocará sus hombros mañana con jugadores de la tallar de Sekope Kepu y Stephen Moore, dos estrellas de la poderosa formación australiana, porque el comodorense será titular en Los Pumas cuando busquen su primera final en una copa del mundo del rugby.

Diez años atrás se pelaba la rodilla, con el rostro congelado, en la profundidad de la Patagonia argentina.

Siempre se puede.
 

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24 OCT 2015 - 9:22

Ramiro Herrera se peló bastante las rodillas. De físico portentoso, fue un rival de temer ya en sus épocas de infantil, allá en el Chenque Rugby Club; pero ese físico áspero y privilegiado para este deporte no le allanó más caminos que su sacrificio, que fue tanto como sus músculos. Tomó por las astas lo que le dio la naturaleza y lo entrenó para meterse entre los mejores.

Vivió una infancia de piernas raspadas y de heridas ardientes. Es que Ramiro Herrera no conoció una cancha de césped hasta que su etapa de juveniles lo premió con viajes a latitudes más cálidas, sea en con la camiseta de sus amores o con alguna selección. Aprendió los fundamentos del rugby rayándose entre las piedras y la costra de la tierra reseca de El Trébol, la sede de su club en ese pedazo de Patagonia tan generoso en gas y petróleo como en vientos helados, de esos que cortan –como cuchillas- la cara en los inviernos.

Cada fin de semana repitió la ceremonia de preparación: bolso, botines, protector, camiseta, medias y pantalón corto, a lo que debió sumar los algo más de 20 kilómetros que separan la cancha de su casa, en el corazón del barrio Pueyrredón.

Patricio Noriega, ex pilar de Los Pumas y Sudáfrica, lo vio jugar en un Juvenil en mar del Plata, con la camiseta de la Unión Austral, y movió los hilos para llevárselo al Hindú Club, en Buenos Aires. Le cambió la vida ya que ahí aprendió mucho de lo que hoy demuestra sobre el césped. Lo que siguió es más conocidos: a los pocos años desembarcó en el Castrés de Francia, a donde se fue a prueba por dos meses, y un puñado de partidos después firmó contrato por dos temporadas.

Ramiro Herrera pasó por Los Jaguares, los seleccionados de la Unión de Buenos Aires en juveniles y mayores, la primera de Hindú, Los Pampas XV en su primera incursión internacional y llegó a jugar la final del Top 14, en la Liga de Francia. Chocará sus hombros mañana con jugadores de la tallar de Sekope Kepu y Stephen Moore, dos estrellas de la poderosa formación australiana, porque el comodorense será titular en Los Pumas cuando busquen su primera final en una copa del mundo del rugby.

Diez años atrás se pelaba la rodilla, con el rostro congelado, en la profundidad de la Patagonia argentina.

Siempre se puede.
 


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