Hace cinco años EEUU liquidaba a Bin Laden y auguraba un mundo "más seguro"

El próximo 2 de mayo se cumplen cinco años del día en que Estados Unidos anunció que un equipo antiterrorista de élite (el Navy Seal Team 6) había lanzado un asalto contra un complejo habitacional en la localidad paquistaní de Abbottabad en el que dio muerte al yihadista de origen saudita, fundador de la red Al Qaeda y el hombre más buscado del mundo, Osama Ben Laden.

29 ABR 2016 - 15:44 | Actualizado

El hecho, caracterizado por Washington como una milimétrica operación que trajo "un mundo más seguro", según palabras del presidente, Barack Obama, borró del mapa a quien había encarnado el epítome del mal y cuya existencia desvelaba a los estadounidenses desde los ataques del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono, en 2001.

La precisión aparentemente quirúrgica del ataque llamado "Operación Gerónimo", así como el descomunal despliegue comunicacional desarrollado a su alrededor, no evitaron sin embargo que alrededor de la fuerte carga simbólica del personaje y su muerte se tejieran una catarata de dudas y versiones.

No sólo sobre la veracidad del hecho, sino también sobre sus características y su legitimidad-legalidad.

La versión oficial indica que la localización de Ben Laden fue facilitada por un prisionero en Guantánamo, que Washington no comunicó nada a los pakistaníes y decidió una acción encubierta con 25 miembros del Navy Seal Team 6 en dos helicópteros y que en el asalto fueron ultimadas cinco personas: Ben Laden, su hijo Khalid, su hombre-correo Abu Ahmed al-Kuwaiti, el hermano del mismo, Aabrar y su mujer.

También indica que el cuerpo de Osama fue retirado y llevado al aeropuerto afgano de Bagram, desde donde fue reenviado en un avión V-22 Osprey al portaviones Carl Vinson, donde se hizo una sepultura marítima de la que no se proporcionó ninguna información grafica, pese a la insistencia de asociaciones pro derechos civiles que bajo el "Freedom of Information Act" (Ley de Libertad de Información), exigieron que el gobierno diera alguna prueba.

El Departamento de Defensa, auspiciado por el dictamen del juez James E. Boasberg, se negó a proporcionar ninguna evidencia.

Un par de años después, el prestigioso periodista estadounidense Seymour Hersh (Pulitzer 2004) calificó varios puntos de esta versión como "una gran mentira" en el artículo "The Killing of Osama Ben Laden", escrito para la revista London Review Books.

Allí, Hersh asegura que el operativo ya era conocido, tanto por el ejército como por el servicio de inteligencia -ISI (Inter-Services Intelligence Agency)- pakistaníes.

Asimismo, sostiene que la ubicación del saudita no se debió a la recolección de información de la CIA, sino que fue proporcionada por Usman Khalid, un alto exmiembro del ISI que develó esta información crucial en la embajada de EEUU en Islamabad a cambio de una recompensa de 25 millones de dólares.

Según el periodista, cuya versión se difundió profusamente en EE.UU, el cuerpo de Osama nunca llegó al portaviones Carl Vinson y, tras quedar deteriorado por el fuego a quemarropa de las ametralladoras, fue recogido en partes lanzadas en el Hindu Kush, el macizo montañoso asiático, cuando el comando regresaba a Jalalabad, Afganistán.

Sin embargo, el hecho que más multiplicó el mito alrededor de la muerte del yihadista fue que, apenas tres meses después del asalto al complejo, un helicóptero CH-47D Chinook que transportaba a 38 pasajeros (22 de ellos integrantes del Navy Seals) fue abatido por los talibanes, con una granada propulsada por cohete (RPG).

Si bien el Gobierno estadounidense nunca confirmó ni desmintió que en el helicóptero viajara el equipo que acabó con Ben Laden, la muerte de decenas de soldados en ese ataque alimentó las dudas y misterios que ya habían envuelto la muerte del saudita.

La prensa local señaló que el incidente revela o bien una enorme incompetencia o un masivo encubrimiento.

El 1 de abril de 2014, un mes antes de cumplirse el tercer aniversario del asalto, el popular periódico The Huffington post titulaba en letras rojas que "Solo dos de los 25 soldados que mataron a Ben Laden siguen vivos", tras informar sobre el fallecimiento del marine Brett D. Shadle, otro de los participantes del asalto, quien pereció mientras saltaba en paracaidismo en Arizona.

Ese mismo día, el diario estadounidense aludía a otro escándalo relacionado con la misión y narraba que uno de los marines que participó en la operación -y había dejado el Ejército en septiembre de 2012- reclamaba que el Pentágono no le cubría ningún seguro médico ni se hacía cargo de su pensión.

En septiembre de 2015, una nueva versión trajo aún más confusión al ya intrincado tema cuando el ex contratista de la CIA, Edward Snowden, aseguró tener documentos que demuestran que Ben Laden está vivo y recibe "más de 100 mil dólares mensuales de la CIA, que le son trasferidos a su cuenta bancaria personal en Nassau (capital de las Bahamas)".

Snowden -refugiado en Rusia tras dar a conocer archivos clasificados sobre programas de vigilancia masiva estadounidense- aseguró, en una entrevista con el semanario Moscow Tribune, que la CIA divulgó la falsa noticia de la muerte de Ben Laden para que las agencias de seguridad y antiterrorismo del mundo "dejen de buscarlo y de este modo pueda tener una vida tranquila."

Del amplio arco de críticas al asalto, no obstante, aquellas que apuntan a que el hecho violó numerosas normas elementales del derecho internacional, empezando por la invasión misma, son las que más persisten y sobre las que las autoridades mantienen silencio, cinco años después.

La organización defensora de los derechos civiles Amnistía Internacional pidió a las autoridades pakistaníes y estadounidenses, pocos días después del asalto, que aclaren la situación y el paradero de las 18 personas que se encontraban con el saudita y las circunstancias en que se produjo su muerte.

"Amnistía Internacional considera que, si Osama Ben Laden iba desarmado y no representaba una amenaza inmediata, las fuerzas estadounidenses debían haber tratado de capturarlo vivo para someterlo a juicio", para que rinda cuenta sobre los crímenes de lesa humanidad y actos terroristas que reivindicó.

Para el filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky, "no hubo intento alguno, por parte de Estados Unidos, de aprehender a la víctima desarmada", pues esa modalidad "le habría traído al gobierno una serie de desafíos legales y políticos irritantes".

Según Chomsky, por otra parte, esta decisión de Obama puso de manifiesto un contraste entre la política anti-terrorista de Obama y la de su antecesor, el ex presidente George W. Bush.

"El gobierno Bush capturó a miles de presuntos combatientes y los mandó a campos de concentración en Afganistán, Irak y la Bahía de Guantánamo", mientras Obama "se centró en eliminar terroristas de manera individual más que intentar capturarlos vivos", explica el activista.

Es en el marco de esta diferencia crucial que se explican las palabras del entonces Fiscal General de EEUU Eric Holder, quien -subraya Chomsky- "defendió la decisión de matar a Ben Laden aunque no representara una amenaza inmediata para el grupo comando" y defendió el ataque ante el Comité de la Cámara de Representantes, argumentando que había sido 'legal, legítimo y apropiado en todos los sentidos'".

En consecuencia, una de las herencias políticas del histórico asalto es un abismal hiato en la interpretación de su legitimidad-legalidad, y una grieta entre quienes -como el presidente Obama- consideran que con el hecho "se hizo justicia", y quienes recuerdan que la ley internacional en materia de derechos humanos insiste en que el "derecho a la vida" exige una investigación que satisfaga al mundo en cuanto a las verdaderas circunstancias de cualquier muerte de estas características.

29 ABR 2016 - 15:44

El hecho, caracterizado por Washington como una milimétrica operación que trajo "un mundo más seguro", según palabras del presidente, Barack Obama, borró del mapa a quien había encarnado el epítome del mal y cuya existencia desvelaba a los estadounidenses desde los ataques del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono, en 2001.

La precisión aparentemente quirúrgica del ataque llamado "Operación Gerónimo", así como el descomunal despliegue comunicacional desarrollado a su alrededor, no evitaron sin embargo que alrededor de la fuerte carga simbólica del personaje y su muerte se tejieran una catarata de dudas y versiones.

No sólo sobre la veracidad del hecho, sino también sobre sus características y su legitimidad-legalidad.

La versión oficial indica que la localización de Ben Laden fue facilitada por un prisionero en Guantánamo, que Washington no comunicó nada a los pakistaníes y decidió una acción encubierta con 25 miembros del Navy Seal Team 6 en dos helicópteros y que en el asalto fueron ultimadas cinco personas: Ben Laden, su hijo Khalid, su hombre-correo Abu Ahmed al-Kuwaiti, el hermano del mismo, Aabrar y su mujer.

También indica que el cuerpo de Osama fue retirado y llevado al aeropuerto afgano de Bagram, desde donde fue reenviado en un avión V-22 Osprey al portaviones Carl Vinson, donde se hizo una sepultura marítima de la que no se proporcionó ninguna información grafica, pese a la insistencia de asociaciones pro derechos civiles que bajo el "Freedom of Information Act" (Ley de Libertad de Información), exigieron que el gobierno diera alguna prueba.

El Departamento de Defensa, auspiciado por el dictamen del juez James E. Boasberg, se negó a proporcionar ninguna evidencia.

Un par de años después, el prestigioso periodista estadounidense Seymour Hersh (Pulitzer 2004) calificó varios puntos de esta versión como "una gran mentira" en el artículo "The Killing of Osama Ben Laden", escrito para la revista London Review Books.

Allí, Hersh asegura que el operativo ya era conocido, tanto por el ejército como por el servicio de inteligencia -ISI (Inter-Services Intelligence Agency)- pakistaníes.

Asimismo, sostiene que la ubicación del saudita no se debió a la recolección de información de la CIA, sino que fue proporcionada por Usman Khalid, un alto exmiembro del ISI que develó esta información crucial en la embajada de EEUU en Islamabad a cambio de una recompensa de 25 millones de dólares.

Según el periodista, cuya versión se difundió profusamente en EE.UU, el cuerpo de Osama nunca llegó al portaviones Carl Vinson y, tras quedar deteriorado por el fuego a quemarropa de las ametralladoras, fue recogido en partes lanzadas en el Hindu Kush, el macizo montañoso asiático, cuando el comando regresaba a Jalalabad, Afganistán.

Sin embargo, el hecho que más multiplicó el mito alrededor de la muerte del yihadista fue que, apenas tres meses después del asalto al complejo, un helicóptero CH-47D Chinook que transportaba a 38 pasajeros (22 de ellos integrantes del Navy Seals) fue abatido por los talibanes, con una granada propulsada por cohete (RPG).

Si bien el Gobierno estadounidense nunca confirmó ni desmintió que en el helicóptero viajara el equipo que acabó con Ben Laden, la muerte de decenas de soldados en ese ataque alimentó las dudas y misterios que ya habían envuelto la muerte del saudita.

La prensa local señaló que el incidente revela o bien una enorme incompetencia o un masivo encubrimiento.

El 1 de abril de 2014, un mes antes de cumplirse el tercer aniversario del asalto, el popular periódico The Huffington post titulaba en letras rojas que "Solo dos de los 25 soldados que mataron a Ben Laden siguen vivos", tras informar sobre el fallecimiento del marine Brett D. Shadle, otro de los participantes del asalto, quien pereció mientras saltaba en paracaidismo en Arizona.

Ese mismo día, el diario estadounidense aludía a otro escándalo relacionado con la misión y narraba que uno de los marines que participó en la operación -y había dejado el Ejército en septiembre de 2012- reclamaba que el Pentágono no le cubría ningún seguro médico ni se hacía cargo de su pensión.

En septiembre de 2015, una nueva versión trajo aún más confusión al ya intrincado tema cuando el ex contratista de la CIA, Edward Snowden, aseguró tener documentos que demuestran que Ben Laden está vivo y recibe "más de 100 mil dólares mensuales de la CIA, que le son trasferidos a su cuenta bancaria personal en Nassau (capital de las Bahamas)".

Snowden -refugiado en Rusia tras dar a conocer archivos clasificados sobre programas de vigilancia masiva estadounidense- aseguró, en una entrevista con el semanario Moscow Tribune, que la CIA divulgó la falsa noticia de la muerte de Ben Laden para que las agencias de seguridad y antiterrorismo del mundo "dejen de buscarlo y de este modo pueda tener una vida tranquila."

Del amplio arco de críticas al asalto, no obstante, aquellas que apuntan a que el hecho violó numerosas normas elementales del derecho internacional, empezando por la invasión misma, son las que más persisten y sobre las que las autoridades mantienen silencio, cinco años después.

La organización defensora de los derechos civiles Amnistía Internacional pidió a las autoridades pakistaníes y estadounidenses, pocos días después del asalto, que aclaren la situación y el paradero de las 18 personas que se encontraban con el saudita y las circunstancias en que se produjo su muerte.

"Amnistía Internacional considera que, si Osama Ben Laden iba desarmado y no representaba una amenaza inmediata, las fuerzas estadounidenses debían haber tratado de capturarlo vivo para someterlo a juicio", para que rinda cuenta sobre los crímenes de lesa humanidad y actos terroristas que reivindicó.

Para el filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky, "no hubo intento alguno, por parte de Estados Unidos, de aprehender a la víctima desarmada", pues esa modalidad "le habría traído al gobierno una serie de desafíos legales y políticos irritantes".

Según Chomsky, por otra parte, esta decisión de Obama puso de manifiesto un contraste entre la política anti-terrorista de Obama y la de su antecesor, el ex presidente George W. Bush.

"El gobierno Bush capturó a miles de presuntos combatientes y los mandó a campos de concentración en Afganistán, Irak y la Bahía de Guantánamo", mientras Obama "se centró en eliminar terroristas de manera individual más que intentar capturarlos vivos", explica el activista.

Es en el marco de esta diferencia crucial que se explican las palabras del entonces Fiscal General de EEUU Eric Holder, quien -subraya Chomsky- "defendió la decisión de matar a Ben Laden aunque no representara una amenaza inmediata para el grupo comando" y defendió el ataque ante el Comité de la Cámara de Representantes, argumentando que había sido 'legal, legítimo y apropiado en todos los sentidos'".

En consecuencia, una de las herencias políticas del histórico asalto es un abismal hiato en la interpretación de su legitimidad-legalidad, y una grieta entre quienes -como el presidente Obama- consideran que con el hecho "se hizo justicia", y quienes recuerdan que la ley internacional en materia de derechos humanos insiste en que el "derecho a la vida" exige una investigación que satisfaga al mundo en cuanto a las verdaderas circunstancias de cualquier muerte de estas características.


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