Cocaína en Poseidón: un español será el quinto acusado en el juicio oral

Se trata de Alfredo Aranda Barberá, preso en la U-6 de Rawson. Terminaron de investigarlo. Para Fiscalía, su rol fue clave en el caso de narcotráfico.

19 JUN 2016 - 21:41 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez

El fiscal federal Fernando Gélvez pidió el juicio oral y público para Alfredo Aranda Barberá y lo acusó por comercio y transporte de drogas, en el caso de los 110 kilos de cocaína hallados en la planta de Poseidón, en Puerto Madryn, el 10 de junio de junio de 2013.

Desde su captura internacional y extradición, Barberá –que tiene 54 años y nació en Valencia- está preso en la Unidad 6 de Rawson. La investigación de este acusado terminó y ya puede ser juzgado. El juez Hugo Sastre coincidió con el requerimiento y la defensa pública no se opuso.

El juicio por este resonante caso aún no tiene fecha. Pero si el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia acepta el pedido, Barberá compartirá banquillo con Juan Eduardo Burgos, Nicolás Seoane, Salvador Alejandro Pennisi y Héctor Omar Segundo.

Gélvez consideró al español “una de las piezas fundamentales en el entramado humano” que intentó exportar droga a España en una operación que se tramó en noviembre de 2012 en Mar del Plata. Junto con el otro europeo, Salvador Parra Gómez, aún prófugo, “son sospechosos fundamentales”.

Barberá “aduce una participación inocente” pero según Fiscalía, su versión “no tiene basamento y es mendaz”. Un dato central es que se conocía desde hace mucho con Parra Gómez. Lo prueba documentación del Juzgado de Instrucción N° 4 de Pamplona, en la que Gómez reconoce su vínculo con Barberá y que estuvieron juntos en Argentina.

La cocaína llegó a Madryn por intermedio de la empresa “Mar Pesca Azul”. Gómez era el dueño. Barberá dijo que ignoraba lo que su connacional hacía. Su participación sólo era verificar la calidad del pescado y asesorar en la compra de productos de mar. “Tampoco compartía mucho con dicha persona, pese a que convivía en la misma casa de la calle San Lorenzo de Mar del Plata”, declaró Barberá.

Pero en su segunda declaración y luego de varias preguntas, reconoció que habían tenido reuniones. Además había ayudado a formar la empresa.

Rubén Lev es el dueño de “Letter Alimentos”, el lugar donde la carga se congeló antes de viajar a Madryn. Declaró haber tenido contacto asiduo con Barberá desde un encuentro de empresarios en España en 2003. Cuando el español llegó a Argentina se visitaron con frecuencia. Luego ayudó a ambos españoles con contactos en el ambiente de la pesca de Mar del Plata, como proveedores, comercios y trabajadores. Los asesoró para que consiguieran insumos para envasar sus productos y en especial los langostinos que pretendían enviar a España. Les presentó a Seoane, el bróker que ayudaría con la exportación a España.

Varios testigos vieron juntos a Barberá y Gómez comprando las cajas para envasar la cocaína y las cintas para el embalaje. No eran clientes habituales.

“Barberá participó activamente en la logística desplegada para lograr la preparación de la carga con el estupefaciente oculto”, escribió Gélvez en su acusación. Barberá admitió que confeccionó de puño y letra el remito de recepción de la carga de langostinos.

La acusación afirma que la droga la compraron Barberá, Burgos y Gómnez, aunque no se sabe a quién. “Está probado que los tres acondicionaron la droga en las cajas y la prepararon para su traslado”. Seoane también reconoció contactos con los ciudadanos españoles al intervenir en la compra de langostinos que se usarían para simular la carga de estupefacientes.

Como se conocían, Barberá contactó a Lev para acondicionar y enfriar la carga antes de su transporte. Y habría aportado la plata para pagarle a Diego Naddeo, el camionero del viaje.

Barberá declaró que esa compra de langostinos de mala calidad generó una discusión con Gómez y que por eso se fue del país, desinteresado con la carga. Sin embargo, la compra de langostinos de baja calidad era redituable para ambos: “El verdadero negocio estaba oculto y era el comercio y transporte de la cocaína”.

“Barberá conocía muy bien todos los movimientos de Gómez, ya que por la reconstrucción se prueba que estaban juntos en todo momento, situación apreciada por Lev y sus empleados, que los veían como socios, y siempre actuaron juntos en todas las operaciones, desde la compra de esos langostinos, hasta la de los insumos para empaquetarlos”.

La excusa de Barberá de haberse ido de Argentina por diferencias laborales con Gómez “no tiene sentido ya que la evidencia muestra que la partida el 8 de mayo de 2013 hacia España, al igual que la de Gómez, fue para recibir la carga de estupefacientes, que nunca salió de Argentina”.

Barberá participó de la compra del estupefaciente y lo preparó para ocultarlo en las cajas de langostinos.

La droga llegó a Poseidón el 13 de mayo de 2013. El escándalo estalló el 10 de junio.

La carga debía entregarse a “Royal Peche S. L.”. Francisco Javier Bañón Delgado y Mario Bañón Delgado, socios de esta firma europea, le advirtieron a la justicia española que Gómez decidía todo: era agente de ventas y relaciones públicas. “Se encargaba de todo y el que decía lo que había que hacer”. Dijeron que Barberá trabajaba con él. Con esta secuencia, Gélvez cree que participó de todas las operaciones ilícitas.

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19 JUN 2016 - 21:41

Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez

El fiscal federal Fernando Gélvez pidió el juicio oral y público para Alfredo Aranda Barberá y lo acusó por comercio y transporte de drogas, en el caso de los 110 kilos de cocaína hallados en la planta de Poseidón, en Puerto Madryn, el 10 de junio de junio de 2013.

Desde su captura internacional y extradición, Barberá –que tiene 54 años y nació en Valencia- está preso en la Unidad 6 de Rawson. La investigación de este acusado terminó y ya puede ser juzgado. El juez Hugo Sastre coincidió con el requerimiento y la defensa pública no se opuso.

El juicio por este resonante caso aún no tiene fecha. Pero si el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia acepta el pedido, Barberá compartirá banquillo con Juan Eduardo Burgos, Nicolás Seoane, Salvador Alejandro Pennisi y Héctor Omar Segundo.

Gélvez consideró al español “una de las piezas fundamentales en el entramado humano” que intentó exportar droga a España en una operación que se tramó en noviembre de 2012 en Mar del Plata. Junto con el otro europeo, Salvador Parra Gómez, aún prófugo, “son sospechosos fundamentales”.

Barberá “aduce una participación inocente” pero según Fiscalía, su versión “no tiene basamento y es mendaz”. Un dato central es que se conocía desde hace mucho con Parra Gómez. Lo prueba documentación del Juzgado de Instrucción N° 4 de Pamplona, en la que Gómez reconoce su vínculo con Barberá y que estuvieron juntos en Argentina.

La cocaína llegó a Madryn por intermedio de la empresa “Mar Pesca Azul”. Gómez era el dueño. Barberá dijo que ignoraba lo que su connacional hacía. Su participación sólo era verificar la calidad del pescado y asesorar en la compra de productos de mar. “Tampoco compartía mucho con dicha persona, pese a que convivía en la misma casa de la calle San Lorenzo de Mar del Plata”, declaró Barberá.

Pero en su segunda declaración y luego de varias preguntas, reconoció que habían tenido reuniones. Además había ayudado a formar la empresa.

Rubén Lev es el dueño de “Letter Alimentos”, el lugar donde la carga se congeló antes de viajar a Madryn. Declaró haber tenido contacto asiduo con Barberá desde un encuentro de empresarios en España en 2003. Cuando el español llegó a Argentina se visitaron con frecuencia. Luego ayudó a ambos españoles con contactos en el ambiente de la pesca de Mar del Plata, como proveedores, comercios y trabajadores. Los asesoró para que consiguieran insumos para envasar sus productos y en especial los langostinos que pretendían enviar a España. Les presentó a Seoane, el bróker que ayudaría con la exportación a España.

Varios testigos vieron juntos a Barberá y Gómez comprando las cajas para envasar la cocaína y las cintas para el embalaje. No eran clientes habituales.

“Barberá participó activamente en la logística desplegada para lograr la preparación de la carga con el estupefaciente oculto”, escribió Gélvez en su acusación. Barberá admitió que confeccionó de puño y letra el remito de recepción de la carga de langostinos.

La acusación afirma que la droga la compraron Barberá, Burgos y Gómnez, aunque no se sabe a quién. “Está probado que los tres acondicionaron la droga en las cajas y la prepararon para su traslado”. Seoane también reconoció contactos con los ciudadanos españoles al intervenir en la compra de langostinos que se usarían para simular la carga de estupefacientes.

Como se conocían, Barberá contactó a Lev para acondicionar y enfriar la carga antes de su transporte. Y habría aportado la plata para pagarle a Diego Naddeo, el camionero del viaje.

Barberá declaró que esa compra de langostinos de mala calidad generó una discusión con Gómez y que por eso se fue del país, desinteresado con la carga. Sin embargo, la compra de langostinos de baja calidad era redituable para ambos: “El verdadero negocio estaba oculto y era el comercio y transporte de la cocaína”.

“Barberá conocía muy bien todos los movimientos de Gómez, ya que por la reconstrucción se prueba que estaban juntos en todo momento, situación apreciada por Lev y sus empleados, que los veían como socios, y siempre actuaron juntos en todas las operaciones, desde la compra de esos langostinos, hasta la de los insumos para empaquetarlos”.

La excusa de Barberá de haberse ido de Argentina por diferencias laborales con Gómez “no tiene sentido ya que la evidencia muestra que la partida el 8 de mayo de 2013 hacia España, al igual que la de Gómez, fue para recibir la carga de estupefacientes, que nunca salió de Argentina”.

Barberá participó de la compra del estupefaciente y lo preparó para ocultarlo en las cajas de langostinos.

La droga llegó a Poseidón el 13 de mayo de 2013. El escándalo estalló el 10 de junio.

La carga debía entregarse a “Royal Peche S. L.”. Francisco Javier Bañón Delgado y Mario Bañón Delgado, socios de esta firma europea, le advirtieron a la justicia española que Gómez decidía todo: era agente de ventas y relaciones públicas. “Se encargaba de todo y el que decía lo que había que hacer”. Dijeron que Barberá trabajaba con él. Con esta secuencia, Gélvez cree que participó de todas las operaciones ilícitas.


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