Un "pato" de 70 millones de años

Investigadores del Conicet documentaron por primera vez la estructura anatómica emisora de sonido en un ave de 70 millones de años, a través del hallazgo del aparato fonador, publicado en la revista internacional Nature. “Se puede discutir ahora con evidencia fósil cómo fue la evolución, hace 70 millones de años atrás, de aves en el territorio antártico que emitían sonidos similares a los patos vivientes”, reivindicó el paleontólogo Fernando Novas.

12 OCT 2016 - 20:58 | Actualizado

Investigadores del Conicet documentaron por primera vez la estructura anatómica emisora de sonido en un ave de 70 millones de años, a través del hallazgo de un geólogo antártico del aparato fonador fósil recuperado y descrito por paleontólogos, que publicó este lunes como novedad científica la revista internacional Nature.
“Se puede discutir ahora con evidencia fósil cómo fue la evolución, hace 70 millones de años atrás, de aves en el territorio antártico que emitían sonidos similares a los patos vivientes”, reivindicó el paleontólogo Fernando Novas en una conferencia de prensa en el Centro Cultural de la Ciencia.
El investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) enfatizó que “está demostrado que estos grupos de aves modernas estaban presentes en ambientes dominados por grandes dinosaurios que años después se extinguían, donde quedaron las aves”.
Así, queda documentado por primera vez la estructura anatómica emisora de sonido, gracias a la preservación en un ave tan antigua “de la siringe (una bifurcación de la tráquea que forma el aparato fonador), por ser mineralizada” como si fuese un hueso.
¿Qué tipo de mirada consigue ver un resto tan pequeño en el suelo antártico?, preguntó Télam respecto al hallazgo hecho en la Isla Vega, al noroeste de la de James Ross. “Fue un descubrimiento fortuito debido al trabajo de un equipo que en 40 años pudo llegar a conocer detalles exquisitos de cómo funciona el proceso sedimentario”, respondió el geólogo antártico Daniel Martinioni. 
El geólogo relató que desde 1988 existe un análisis progresivo de los sedimentos en la cuenca de la isla James Ross, que consideró continuidad de las expediciones noruegas del siglo anterior.
“El trabajo del geólogo ayuda a encontrar petróleo y también a la investigación de base, y el hallazgo de importancia paleobiogeográfica está hecho en un sitio único en el mundo por la preservación estratigráfica de Gondwana” (bloque continental que unificaba las actuales Sudamérica, África y Australia).
El artículo sobre el “Vegavis iaai” resultó de la cooperación de nueve investigadores: los argentinos Fernando Novas, Marcelo Isasi y Federico Agnolín del Museo Argentino de Ciencias Naturales; Daniel Martinioni, del Centro Austral de Investigaciones Científicas; y Francisco Mussel de la Universidad de Buenos Aires.
El trabajo titulado “Primera evidencia fósil sobre el aparato de vocalización en un ave de la Era Mesozoica” lleva la firma demás de los estadounidenses Julia Clarke y Zhiheng Li-Universidad de Texas-; Sankar Chartterjee -Museo de Texas-; y Tobías Riede -Universidad del Centro Oeste-.
“El fósil es el que nos está contando estas características de sedimentación, y calibra las relaciones de parentesco” entre los grandes dinosaurios y las aves que desciendes de ellos, que tienen esqueletos y comportamientos reproductivos similares, definió Novas.
“Vegavis iaai” era un ave que vivió durante el Cretácico Superior (entre 70 y 65 millones de años atrás) en la península antártica, encontrada en sedimentos marinos de la región que por entonces presentaba bosques, tenía hielo estacional y no tenía paso interoceánico.
El ave era de tamaño pequeño, pesaba 1,5 kilos y fue descubierta en 1992 durante una exploración del Instituto Antártico Argentino.
Isasi, investigador adjunto del Conicet, logró eliminar la roca para descubrir los pequeños huesos y llevó el fósil a la Universidad de Texas, donde Clarke escaneó las piezas en un tomógrafo, permitiendo reconocer los anillos que forman la siringe, formada por la bifurcación de la tráquea antes de los pulmones, cuyos músculos, en acortamiento y alargamiento, forman el aparato sonoro.
La relevante participación científica argentina en temas neurálgicos como el origen de las aves y la evolución provocó una reflexión acerca de la necesidad de sostener en el tiempo los equipos de investigación, a los que por estos días moviliza el reclamo de mayor presupuesto para 2017.
“Hay gran cantidad de científicos argentinos que aportan en el primer nivel de publicaciones, y son de las buenas noticias, aunque me preocupa que coexistan con las falencias en la educación básica”, reflexionó Novas, las cosas que “pueden estar en riesgo” ante una baja presupuestaria.
El investigador reivindicó que hubo “cuatro artículos científicos en un año en Nature, y seguramente vamos a tener, espero, más descubrimientos impactantes a través de jóvenes becarios del Conicet que están indagando”.
“Vamos a continuar dando ‘puntada con hilo’: la política científica trasciende gobiernos”, apostó.
 

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12 OCT 2016 - 20:58

Investigadores del Conicet documentaron por primera vez la estructura anatómica emisora de sonido en un ave de 70 millones de años, a través del hallazgo de un geólogo antártico del aparato fonador fósil recuperado y descrito por paleontólogos, que publicó este lunes como novedad científica la revista internacional Nature.
“Se puede discutir ahora con evidencia fósil cómo fue la evolución, hace 70 millones de años atrás, de aves en el territorio antártico que emitían sonidos similares a los patos vivientes”, reivindicó el paleontólogo Fernando Novas en una conferencia de prensa en el Centro Cultural de la Ciencia.
El investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) enfatizó que “está demostrado que estos grupos de aves modernas estaban presentes en ambientes dominados por grandes dinosaurios que años después se extinguían, donde quedaron las aves”.
Así, queda documentado por primera vez la estructura anatómica emisora de sonido, gracias a la preservación en un ave tan antigua “de la siringe (una bifurcación de la tráquea que forma el aparato fonador), por ser mineralizada” como si fuese un hueso.
¿Qué tipo de mirada consigue ver un resto tan pequeño en el suelo antártico?, preguntó Télam respecto al hallazgo hecho en la Isla Vega, al noroeste de la de James Ross. “Fue un descubrimiento fortuito debido al trabajo de un equipo que en 40 años pudo llegar a conocer detalles exquisitos de cómo funciona el proceso sedimentario”, respondió el geólogo antártico Daniel Martinioni. 
El geólogo relató que desde 1988 existe un análisis progresivo de los sedimentos en la cuenca de la isla James Ross, que consideró continuidad de las expediciones noruegas del siglo anterior.
“El trabajo del geólogo ayuda a encontrar petróleo y también a la investigación de base, y el hallazgo de importancia paleobiogeográfica está hecho en un sitio único en el mundo por la preservación estratigráfica de Gondwana” (bloque continental que unificaba las actuales Sudamérica, África y Australia).
El artículo sobre el “Vegavis iaai” resultó de la cooperación de nueve investigadores: los argentinos Fernando Novas, Marcelo Isasi y Federico Agnolín del Museo Argentino de Ciencias Naturales; Daniel Martinioni, del Centro Austral de Investigaciones Científicas; y Francisco Mussel de la Universidad de Buenos Aires.
El trabajo titulado “Primera evidencia fósil sobre el aparato de vocalización en un ave de la Era Mesozoica” lleva la firma demás de los estadounidenses Julia Clarke y Zhiheng Li-Universidad de Texas-; Sankar Chartterjee -Museo de Texas-; y Tobías Riede -Universidad del Centro Oeste-.
“El fósil es el que nos está contando estas características de sedimentación, y calibra las relaciones de parentesco” entre los grandes dinosaurios y las aves que desciendes de ellos, que tienen esqueletos y comportamientos reproductivos similares, definió Novas.
“Vegavis iaai” era un ave que vivió durante el Cretácico Superior (entre 70 y 65 millones de años atrás) en la península antártica, encontrada en sedimentos marinos de la región que por entonces presentaba bosques, tenía hielo estacional y no tenía paso interoceánico.
El ave era de tamaño pequeño, pesaba 1,5 kilos y fue descubierta en 1992 durante una exploración del Instituto Antártico Argentino.
Isasi, investigador adjunto del Conicet, logró eliminar la roca para descubrir los pequeños huesos y llevó el fósil a la Universidad de Texas, donde Clarke escaneó las piezas en un tomógrafo, permitiendo reconocer los anillos que forman la siringe, formada por la bifurcación de la tráquea antes de los pulmones, cuyos músculos, en acortamiento y alargamiento, forman el aparato sonoro.
La relevante participación científica argentina en temas neurálgicos como el origen de las aves y la evolución provocó una reflexión acerca de la necesidad de sostener en el tiempo los equipos de investigación, a los que por estos días moviliza el reclamo de mayor presupuesto para 2017.
“Hay gran cantidad de científicos argentinos que aportan en el primer nivel de publicaciones, y son de las buenas noticias, aunque me preocupa que coexistan con las falencias en la educación básica”, reflexionó Novas, las cosas que “pueden estar en riesgo” ante una baja presupuestaria.
El investigador reivindicó que hubo “cuatro artículos científicos en un año en Nature, y seguramente vamos a tener, espero, más descubrimientos impactantes a través de jóvenes becarios del Conicet que están indagando”.
“Vamos a continuar dando ‘puntada con hilo’: la política científica trasciende gobiernos”, apostó.
 


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