El poder de una línea

Opinión/Los supuestos básicos.

16 OCT 2016 - 20:37 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón

Una preciosa trenza enmarca su bello rostro, parece una tiara. Le pido que me enseñe a hacerla. Ella se la hace a sí misma, sin mirarse en un espejo, por la habilidad que ya adquirió. Comienza por un extremo, separa en tres, como una trenza habitual, y va enlazando con una mecha más y así hasta que la trenza le contornea su cara, y se ve a sí misma, según dice, prolija.

Creo que a mí me llevará un tiempo de aprendizaje y práctica el poder concretarla.

Miro sus manos entrelazando, e inevitable me aparece una imagen. Soy una niña en mi pueblo en la casa alta de adobe, están mi madre y mis tías. Las cuatro estamos alrededor de un brazero. Ellas tejen y yo también. Quiero saber cómo se hace y estar como ellas tejiendo a dos agujas. Es un cuadro cálido. Acogedor. Alegre. Lejos de renegar de esos aprendizajes, que a la vista de algunos pueden ser muy “femeninos” u “ortodoxos”, me brindaron placidez y la posibilidad de desarrollar mi creatividad, como antesala de otras creatividades. Así lo hacían mi madre y mis tías ahí en ronda, calentándose y conversando de las cosas de la vida, comparando sus tejidos y yo haciendo pullovercitos para mis muñecas.

En esas charlas se tejían anécdotas, opiniones, toma de decisiones.

Hace no mucho por un documental conocí acerca de las randeras tucumanas. Me quedé conmovida con ese arte que se transmite de una mujer a otra y la fineza, delicadeza y precisión de ese tejido tan particular.

Tienen un bastidor redondo como los de bordar. Hacen un tejido inicial con sus manos que luego se va estirando, con los hilos tensados en círculo alrededor del bastidor, queda ese centro y después se va completando con una aguja. Así quedan delicadísimas mantillas, puntillas, caminos de mesa.

Veo a Ariadna y el mito de Minotauro, cómo ella para salvar a su amor del monstruo le daría ese ovillo para que el hilo le indicara cómo salir del laberinto. Sería una línea que lo llevaría a la salida. A la liberación.

Hilos líneas.

Me encontró un libro titulado “La línea”, de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes. Una genialidad. Un libro editado por primera vez en el año 1974, y al año siguiente recibió el premio “Casa de las Américas”. Luego estuvo prohibido y se ha reeditado en los últimos años.

El libro plantea esta primera idea “Historia: sucesión de hechos. Los puntos hacen la línea. Los hombres hacen la historia.”

Plantea al hombre con una línea, y todas las infinitas posibilidades que se le presentan. El uso individual, creativo y positivo y el uso dañino contra sí mismo. El uso de esa línea con otros, para destruir. Y finalmente el hombre con esa línea usándola con otros para construir. Entonces en esa preciosa sucesión de imágenes y palabras, tal como está diseñado el libro, dice “¿Qué puede hacer un hombre con una línea? Puede dividir o unir, destruir o construir, atacar o defenderse. Un hombre puede abandonar una línea o puede seguirla y marchar sobre ella mancomunadamente junto a otras personas haciendo una historia en común y para todos.”

Creo que en la vida de cada persona, tenemos hilos líneas para tejer, las historias de uno, de uno con otros y de todos. Se pueden aprender muchas formas de usar esos hilos y luego decidir cómo usarlos, qué tejido contenedor, abrigado y a la vez liviano, se fabrique y se ofrezca.

Los hilos líneas elegidos agarrados, acariciados, entrelazados y ofrecidos, son nuestra responsabilidad. Para la vida íntima y la vida en comunidad. Mi deseo es, elegir, aprehender, entrelazar genuinamente, con las capacidades propias, junto a la de otros, y así producir un tejido pacífico y responsable, para los que estamos y los que vienen.

“Entre las manos ligeras/pasaba, sutil, la malla…/La aguja, en ella, al antojo/bordaba cosas soñadas…/y luego, piadosa y triste,/con randa altares ornaba/-para que el novio volviera-/la randera tucumana…”. La Randera Tucumana de Amalia Prebisch de Piossek

Daniela Patricia Almirón es Abogada- Mediadora

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16 OCT 2016 - 20:37

Por Daniela Patricia Almirón

Una preciosa trenza enmarca su bello rostro, parece una tiara. Le pido que me enseñe a hacerla. Ella se la hace a sí misma, sin mirarse en un espejo, por la habilidad que ya adquirió. Comienza por un extremo, separa en tres, como una trenza habitual, y va enlazando con una mecha más y así hasta que la trenza le contornea su cara, y se ve a sí misma, según dice, prolija.

Creo que a mí me llevará un tiempo de aprendizaje y práctica el poder concretarla.

Miro sus manos entrelazando, e inevitable me aparece una imagen. Soy una niña en mi pueblo en la casa alta de adobe, están mi madre y mis tías. Las cuatro estamos alrededor de un brazero. Ellas tejen y yo también. Quiero saber cómo se hace y estar como ellas tejiendo a dos agujas. Es un cuadro cálido. Acogedor. Alegre. Lejos de renegar de esos aprendizajes, que a la vista de algunos pueden ser muy “femeninos” u “ortodoxos”, me brindaron placidez y la posibilidad de desarrollar mi creatividad, como antesala de otras creatividades. Así lo hacían mi madre y mis tías ahí en ronda, calentándose y conversando de las cosas de la vida, comparando sus tejidos y yo haciendo pullovercitos para mis muñecas.

En esas charlas se tejían anécdotas, opiniones, toma de decisiones.

Hace no mucho por un documental conocí acerca de las randeras tucumanas. Me quedé conmovida con ese arte que se transmite de una mujer a otra y la fineza, delicadeza y precisión de ese tejido tan particular.

Tienen un bastidor redondo como los de bordar. Hacen un tejido inicial con sus manos que luego se va estirando, con los hilos tensados en círculo alrededor del bastidor, queda ese centro y después se va completando con una aguja. Así quedan delicadísimas mantillas, puntillas, caminos de mesa.

Veo a Ariadna y el mito de Minotauro, cómo ella para salvar a su amor del monstruo le daría ese ovillo para que el hilo le indicara cómo salir del laberinto. Sería una línea que lo llevaría a la salida. A la liberación.

Hilos líneas.

Me encontró un libro titulado “La línea”, de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes. Una genialidad. Un libro editado por primera vez en el año 1974, y al año siguiente recibió el premio “Casa de las Américas”. Luego estuvo prohibido y se ha reeditado en los últimos años.

El libro plantea esta primera idea “Historia: sucesión de hechos. Los puntos hacen la línea. Los hombres hacen la historia.”

Plantea al hombre con una línea, y todas las infinitas posibilidades que se le presentan. El uso individual, creativo y positivo y el uso dañino contra sí mismo. El uso de esa línea con otros, para destruir. Y finalmente el hombre con esa línea usándola con otros para construir. Entonces en esa preciosa sucesión de imágenes y palabras, tal como está diseñado el libro, dice “¿Qué puede hacer un hombre con una línea? Puede dividir o unir, destruir o construir, atacar o defenderse. Un hombre puede abandonar una línea o puede seguirla y marchar sobre ella mancomunadamente junto a otras personas haciendo una historia en común y para todos.”

Creo que en la vida de cada persona, tenemos hilos líneas para tejer, las historias de uno, de uno con otros y de todos. Se pueden aprender muchas formas de usar esos hilos y luego decidir cómo usarlos, qué tejido contenedor, abrigado y a la vez liviano, se fabrique y se ofrezca.

Los hilos líneas elegidos agarrados, acariciados, entrelazados y ofrecidos, son nuestra responsabilidad. Para la vida íntima y la vida en comunidad. Mi deseo es, elegir, aprehender, entrelazar genuinamente, con las capacidades propias, junto a la de otros, y así producir un tejido pacífico y responsable, para los que estamos y los que vienen.

“Entre las manos ligeras/pasaba, sutil, la malla…/La aguja, en ella, al antojo/bordaba cosas soñadas…/y luego, piadosa y triste,/con randa altares ornaba/-para que el novio volviera-/la randera tucumana…”. La Randera Tucumana de Amalia Prebisch de Piossek

Daniela Patricia Almirón es Abogada- Mediadora


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