Bala(nce) de fin de año

Historias del crimen, por Daniel Schulman.

30 DIC 2016 - 20:07 | Actualizado

Sí, por fin. Fin de año. Por fin”. Eso lo escuchaba decir a dos personas la vez pasada por la calle. De lo poco que involuntariamente oí de su conversación, ambas personas comentaban acerca de lo rápido que se pasó este año que termina y de la necesidad imperiosa que sentían de que efectivamente el año se terminara. Casi como si fuera un acción de asfixia que pedían a gritos sordos que cesara.

Está claro que son muchos los que esperan que el año termine, más por una necesidad psicológica que otra cosa. Si nos ponemos a hacer un análisis frío de la cuestión, fin de año no es más que pasar de un día a otro. Y nada más. Es un día que termina y otro que empieza. Algo que sucede todos los días, porque, claro está, los días terminan y empiezan sucesivamente. Y fin de año es eso: se termina un día y empieza otro.

Pero existe una necesidad en muchos de tener que cerrar un ciclo, que está representado por un año y comenzar otro ciclo nuevo. Algo así como “borrón y cuenta nueva”. El impacto de un ciclo “in eternun”, sin terminar, es algo que el humano no soporta, y por eso nos vimos como especie en la necesidad de inventar los años. Años que terminan y años que empiezan. Y así se nos ordena un poco la vida.

Entonces esta época del año es especial: ya estamos viviendo el año que viene. Al momento en que escribo todo esto, el año que viene ya se impuso. Hay muchas cosas que quedarán en el tintero del 2017. Y es por demás frecuente hacer un balance de todo lo que sucedió y no sucedió durante el año que adolece.

Aunque, a veces sucede que muchos con esta época del año se ponen pelotudos, y esa pelotudez asciende aún más si tienen armas en la mano. Da la impresión de que el viejo adagio “a las armas las carga el Diablo pero las descargan los tontos” cobra mucha mayor vigencia durante las fiestas del año nuevo. Era frecuente (y sigue siendo) tirar tiros al aire en ánimo de festejo del cambio de día (y de año también).

Y a veces, por supuesto, esos tiros no están únicamente destinados al festejo del año nuevo, sino también a eliminar al otro.

Es sabido que la ciudad de Rosario ha tenido un aumento alarmante de criminalidad compleja en los últimos años. Algunos lo atribuyen a que la ciudad se ha visto invadida de manera muy exacerbada por el narcotráfico, y en esa invasión, las armas y las balas acompañan. Y claro, las balas no son exclusivamente para el festejo de tirar tiros al aire, sino para matar.

Así sucedió al inicio del año 2015 en esa ciudad. Las balas se hicieron notar en ese cambio de año que de feliz no tuvo nada para tres personas. En tres hechos totalmente distintos, en diferentes lugares de la ciudad, tres personas fueron acribilladas a balazos.

En el primer caso, lo que inició el conflicto que terminó en muerte fue una discusión entre vecinos. Uno supuestamente tenía la música muy alta, y el otro cuando fue a quejarse no sólo recibió una catarata de insultos y puteadas sino también seis disparos en el pecho, que lo dejaron tumbado en la vereda que lentamente fue oficiando como continente de toda la sangre que se vertía desde el cuerpo sin vida.

Los otros dos hechos no tuvieron conexión entre sí pero sus circunstancias fueron similares y hasta esperables.

Había dos fiestas independientes, en la que muchos de los asistentes se encontraban en pedo, y alguno de esos se acordó de que alguna vez se había peleado con alguno de esos que se encontraban ahí en la joda. Y las piñas no se hicieron esperar.

El tema en estos casos, es que si se redujera a una trifulca entre dos, que se sacan la bronca con un par de buñuelos, la cuestión no termina siendo tan complicada. Pero las armas y las balas complican todo.

En esas dos fiestas, las piñas se fueron contagiando como se contagió alguna vez la fiebre amarilla, y lo que empezó con un espécimen infectado se transformó en una epidemia en menos de un minuto.

Ambas fiestas terminaron en batallas campales de “todos contra todos”, donde más de uno tal vez ni sabía por qué se estaba peleando ni a quién le estaba pegando (ni mucho menos quién o quiénes le pegaban). Pero así fueron ambas fiestas de fin de año, que de fiestas no terminaron teniendo nada.

Y no faltó el pelotudo en ambas fiestas que tuvo que sacar una pistola y entrar a los tiros. Y claro, entre tanta gente, era más fácil embocar alguna bala en la humanidad de otro que errarle.

Lo curioso fue que en los dos casos, los lesionados con armas de fuego fueron trasladados al hospital en vehículos particulares, depositados en la vereda a la espera de que personal del nosocomio se acercara a atender al futuro difunto, y los que oficiaron como mensajeros del paquete moribundo, regresaron en los dos casos, raudamente, al lugar de la pelea, para seguir avivando la hoguera de la conflictividad.

Toda una hermosa manera de terminar el año y arrancar el siguiente, bien PUM para arriba.

Una vez Moisés Naím, un gran “observador” de la realidad, dijo que lo único que existe como denominador común en todos los países del mundo, desde el más desarrollado hasta el más destruido, son las armas. Las armas y las balas. El país se puede estar muriendo de hambre, pero balas va a haber siempre.

Así lo dice también el grupo musical Calle 13 en su canción “La Bala”: “Hay poco dinero pero hay muchas balas. Hay poca comida pero hay muchas balas”. Y Argentina se está pareciendo mucho a eso.

Entonces, ojalá que este fin de año sea lo más pacífico posible. Y en los balances de fin de año que hagamos de acá en adelante, que cada vez contabilicemos menos esas cuatro letras de esa palabra.

Por un Fin de Año en Paz.

Salud.

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30 DIC 2016 - 20:07

Sí, por fin. Fin de año. Por fin”. Eso lo escuchaba decir a dos personas la vez pasada por la calle. De lo poco que involuntariamente oí de su conversación, ambas personas comentaban acerca de lo rápido que se pasó este año que termina y de la necesidad imperiosa que sentían de que efectivamente el año se terminara. Casi como si fuera un acción de asfixia que pedían a gritos sordos que cesara.

Está claro que son muchos los que esperan que el año termine, más por una necesidad psicológica que otra cosa. Si nos ponemos a hacer un análisis frío de la cuestión, fin de año no es más que pasar de un día a otro. Y nada más. Es un día que termina y otro que empieza. Algo que sucede todos los días, porque, claro está, los días terminan y empiezan sucesivamente. Y fin de año es eso: se termina un día y empieza otro.

Pero existe una necesidad en muchos de tener que cerrar un ciclo, que está representado por un año y comenzar otro ciclo nuevo. Algo así como “borrón y cuenta nueva”. El impacto de un ciclo “in eternun”, sin terminar, es algo que el humano no soporta, y por eso nos vimos como especie en la necesidad de inventar los años. Años que terminan y años que empiezan. Y así se nos ordena un poco la vida.

Entonces esta época del año es especial: ya estamos viviendo el año que viene. Al momento en que escribo todo esto, el año que viene ya se impuso. Hay muchas cosas que quedarán en el tintero del 2017. Y es por demás frecuente hacer un balance de todo lo que sucedió y no sucedió durante el año que adolece.

Aunque, a veces sucede que muchos con esta época del año se ponen pelotudos, y esa pelotudez asciende aún más si tienen armas en la mano. Da la impresión de que el viejo adagio “a las armas las carga el Diablo pero las descargan los tontos” cobra mucha mayor vigencia durante las fiestas del año nuevo. Era frecuente (y sigue siendo) tirar tiros al aire en ánimo de festejo del cambio de día (y de año también).

Y a veces, por supuesto, esos tiros no están únicamente destinados al festejo del año nuevo, sino también a eliminar al otro.

Es sabido que la ciudad de Rosario ha tenido un aumento alarmante de criminalidad compleja en los últimos años. Algunos lo atribuyen a que la ciudad se ha visto invadida de manera muy exacerbada por el narcotráfico, y en esa invasión, las armas y las balas acompañan. Y claro, las balas no son exclusivamente para el festejo de tirar tiros al aire, sino para matar.

Así sucedió al inicio del año 2015 en esa ciudad. Las balas se hicieron notar en ese cambio de año que de feliz no tuvo nada para tres personas. En tres hechos totalmente distintos, en diferentes lugares de la ciudad, tres personas fueron acribilladas a balazos.

En el primer caso, lo que inició el conflicto que terminó en muerte fue una discusión entre vecinos. Uno supuestamente tenía la música muy alta, y el otro cuando fue a quejarse no sólo recibió una catarata de insultos y puteadas sino también seis disparos en el pecho, que lo dejaron tumbado en la vereda que lentamente fue oficiando como continente de toda la sangre que se vertía desde el cuerpo sin vida.

Los otros dos hechos no tuvieron conexión entre sí pero sus circunstancias fueron similares y hasta esperables.

Había dos fiestas independientes, en la que muchos de los asistentes se encontraban en pedo, y alguno de esos se acordó de que alguna vez se había peleado con alguno de esos que se encontraban ahí en la joda. Y las piñas no se hicieron esperar.

El tema en estos casos, es que si se redujera a una trifulca entre dos, que se sacan la bronca con un par de buñuelos, la cuestión no termina siendo tan complicada. Pero las armas y las balas complican todo.

En esas dos fiestas, las piñas se fueron contagiando como se contagió alguna vez la fiebre amarilla, y lo que empezó con un espécimen infectado se transformó en una epidemia en menos de un minuto.

Ambas fiestas terminaron en batallas campales de “todos contra todos”, donde más de uno tal vez ni sabía por qué se estaba peleando ni a quién le estaba pegando (ni mucho menos quién o quiénes le pegaban). Pero así fueron ambas fiestas de fin de año, que de fiestas no terminaron teniendo nada.

Y no faltó el pelotudo en ambas fiestas que tuvo que sacar una pistola y entrar a los tiros. Y claro, entre tanta gente, era más fácil embocar alguna bala en la humanidad de otro que errarle.

Lo curioso fue que en los dos casos, los lesionados con armas de fuego fueron trasladados al hospital en vehículos particulares, depositados en la vereda a la espera de que personal del nosocomio se acercara a atender al futuro difunto, y los que oficiaron como mensajeros del paquete moribundo, regresaron en los dos casos, raudamente, al lugar de la pelea, para seguir avivando la hoguera de la conflictividad.

Toda una hermosa manera de terminar el año y arrancar el siguiente, bien PUM para arriba.

Una vez Moisés Naím, un gran “observador” de la realidad, dijo que lo único que existe como denominador común en todos los países del mundo, desde el más desarrollado hasta el más destruido, son las armas. Las armas y las balas. El país se puede estar muriendo de hambre, pero balas va a haber siempre.

Así lo dice también el grupo musical Calle 13 en su canción “La Bala”: “Hay poco dinero pero hay muchas balas. Hay poca comida pero hay muchas balas”. Y Argentina se está pareciendo mucho a eso.

Entonces, ojalá que este fin de año sea lo más pacífico posible. Y en los balances de fin de año que hagamos de acá en adelante, que cada vez contabilicemos menos esas cuatro letras de esa palabra.

Por un Fin de Año en Paz.

Salud.


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