Desesperada búsqueda de una mujer para reencontrarse con su hija luego de 23 años

La vio por última vez en un Juzgado, hace 23 años. “Quiero saber cómo es su vida, si tiene nietos. Explicarle que jamás quise separarme de ella”. Pide dar con el paradero de la joven. Ya agotó todos los medios.

Celia relató su dramática historia a Jornada.
30 DIC 2016 - 20:10 | Actualizado

Celia Caucamán tiene 54 años. Inició una desesperada búsqueda de su hija María del Carmen Jaramillo. La joven, hoy de 38 años, nació en el hospital Zonal de Trelew. Cuando tenía 5 años y por circunstancias de la vida fue entregada a una mujer que residía en Buenos Aires. Celia se arrepiente cada día de su decisión e intenta reencontrarse con ella. “Todo fue por hacer un bien y sin pensarlo lo hice mal. Si algún día me toca vivir la vida que viví, estaría con ella, no la dejaría”.

Celia, en una entrevista con Jornada, relató que dio a luz a su hija el 7 de julio de 1978. “La tuve a los 15 años. A los 16 me quedé viuda. Formé otra pareja. Tuve otra nena. No teníamos una buena vida. Anteriormente viajé con María a Buenos Aires”.

Explicó que cuando la niña cumplía sus 5 años y tenía que ir al jardín, no podía mandarla. “No tenía dinero, recursos. En la familia del muchacho con quien estaba me maltrataban”, recordó.

En forma paralela, tenía un contacto con una mujer en Buenos Aires de quien no recuerda el nombre. “Me había ofrecido que si necesitaba algo para ella la llamara. Con mi desesperación, la llamé. Me dijo: “Celia, si vos querés yo la traigo conmigo y la mando a la escuela. Vivo sola y es una compañía. Cuando quieras verla vas a poder hacerlo, no te la voy a negar”.

No obstante, según relata Celia, las cosas no fueron tan así. A la semana de haber accedido a darle la niña, ya no pudo comunicarse más. “Desde que se la llevó ya no me contestó más el teléfono. No me pude comunicar nunca más con nadie”, aseveró.

Inició años atrás la búsqueda por diversos medios de comunicación nacionales y también a través de un canal en Puerto Madryn, ciudad donde residió. “Cuando la niña cumplió la mayoría de edad, me llegó una citación a Puerto Madryn diciendo que me tenía que presentar en el Juzgado de San Isidro. Yo creí que sería la oportunidad para volver a tenerla. Pero me encontré con algo distinto. No pude hacerle entender qué era lo que pasó paso. Que no era que la había dado. Que confié en una persona que se portó mal”, sostuvo.

La imagen de su hija quedó en su retina. “Yo la vi ahí. Por última vez ese día. Me dijeron que tenía que firmar la adopción. No quise hacerlo. En ese momento entraron otras personas con ella. No me dejaron hablarle. Le pedí al juez si me dejaba hablar. Ella solo me dijo que quería la adopción. Si quería verla, tenía que dársela. No me quiso escuchar lo que quería decir. Me tuve que conformar y esperar”, indicó.

Las esperanzas no las pierde. “Confío en Dios. Algún día ella querrá saber qué pasó. Yo me quiero comunicar con ella. Mi familia actual me dice que no tiene sentido seguir con la búsqueda pero siento que quiero estar con ella. Saber cuál es su vida, si tengo nietos. Siempre me importó desde que se la llevaron”.

La mujer siente la necesidad de reiterar una y otra vez que “No la di. Nunca lo haría. Todo fue por hacer un bien y sin pensarlo lo hice mal. Si algún día me toca vivir la vida que viví, estaría con ella, no la dejaría. La busco ansiosamente. Es mi hija mayor. Es mi hija. Si ella ve la nota, que se contacte conmigo por favor”.

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Celia relató su dramática historia a Jornada.
30 DIC 2016 - 20:10

Celia Caucamán tiene 54 años. Inició una desesperada búsqueda de su hija María del Carmen Jaramillo. La joven, hoy de 38 años, nació en el hospital Zonal de Trelew. Cuando tenía 5 años y por circunstancias de la vida fue entregada a una mujer que residía en Buenos Aires. Celia se arrepiente cada día de su decisión e intenta reencontrarse con ella. “Todo fue por hacer un bien y sin pensarlo lo hice mal. Si algún día me toca vivir la vida que viví, estaría con ella, no la dejaría”.

Celia, en una entrevista con Jornada, relató que dio a luz a su hija el 7 de julio de 1978. “La tuve a los 15 años. A los 16 me quedé viuda. Formé otra pareja. Tuve otra nena. No teníamos una buena vida. Anteriormente viajé con María a Buenos Aires”.

Explicó que cuando la niña cumplía sus 5 años y tenía que ir al jardín, no podía mandarla. “No tenía dinero, recursos. En la familia del muchacho con quien estaba me maltrataban”, recordó.

En forma paralela, tenía un contacto con una mujer en Buenos Aires de quien no recuerda el nombre. “Me había ofrecido que si necesitaba algo para ella la llamara. Con mi desesperación, la llamé. Me dijo: “Celia, si vos querés yo la traigo conmigo y la mando a la escuela. Vivo sola y es una compañía. Cuando quieras verla vas a poder hacerlo, no te la voy a negar”.

No obstante, según relata Celia, las cosas no fueron tan así. A la semana de haber accedido a darle la niña, ya no pudo comunicarse más. “Desde que se la llevó ya no me contestó más el teléfono. No me pude comunicar nunca más con nadie”, aseveró.

Inició años atrás la búsqueda por diversos medios de comunicación nacionales y también a través de un canal en Puerto Madryn, ciudad donde residió. “Cuando la niña cumplió la mayoría de edad, me llegó una citación a Puerto Madryn diciendo que me tenía que presentar en el Juzgado de San Isidro. Yo creí que sería la oportunidad para volver a tenerla. Pero me encontré con algo distinto. No pude hacerle entender qué era lo que pasó paso. Que no era que la había dado. Que confié en una persona que se portó mal”, sostuvo.

La imagen de su hija quedó en su retina. “Yo la vi ahí. Por última vez ese día. Me dijeron que tenía que firmar la adopción. No quise hacerlo. En ese momento entraron otras personas con ella. No me dejaron hablarle. Le pedí al juez si me dejaba hablar. Ella solo me dijo que quería la adopción. Si quería verla, tenía que dársela. No me quiso escuchar lo que quería decir. Me tuve que conformar y esperar”, indicó.

Las esperanzas no las pierde. “Confío en Dios. Algún día ella querrá saber qué pasó. Yo me quiero comunicar con ella. Mi familia actual me dice que no tiene sentido seguir con la búsqueda pero siento que quiero estar con ella. Saber cuál es su vida, si tengo nietos. Siempre me importó desde que se la llevaron”.

La mujer siente la necesidad de reiterar una y otra vez que “No la di. Nunca lo haría. Todo fue por hacer un bien y sin pensarlo lo hice mal. Si algún día me toca vivir la vida que viví, estaría con ella, no la dejaría. La busco ansiosamente. Es mi hija mayor. Es mi hija. Si ella ve la nota, que se contacte conmigo por favor”.


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