Yo tengo mi foto

Opinión / Los supuestos básicos.

26 AGO 2017 - 20:31 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón

Mi madre siempre contaba que lo peor fue el ruido. Ese ruido tremendo que se escuchó antes de que viniese el cimbronazo que parecía no acabar nunca. Porque fue largo, muy largo el terremoto de San Juan en el año 1944. Un 15 de enero a la nochecita, del calor abrasador sanjuanino. Y cuando digo largo, es porque imaginen la significación de un minuto de la tierra temblado. Es considerado el “evento natural más destructivo en la historia del país”. Mi mamá tenía en ese momento diez años, próximos a cumplir los once. Y no todo terminó ahí, en familias arrasadas y destruidas por las muertes bajo los adobes. Día tras día continuaban los remesones. Porque además el epicentro fue ahí en La Laja, en Albardón, en la tierra de mis raíces. Será por eso que la recuerdo desesperada ante el primer movimiento que se percibía y salía disparada al medio del patio de tierra, arrastrándonos a todos entre ademanes y gritos. Y sí, temía que se repitiera la historia. Una ciudad destruida. Innegable es que a partir de este evento se produjeron avances de naturaleza edilicia y tecnológica notable. No obstante, irreparables fueron muchas cosas. Espacios vacíos que antes tenían construcciones, ahora otras. Vidas perdidas. Historias infinitas para contar en la memoria colectiva transmitidas de generación en generación. Me tocó a mí, y así lo recuerdo, que mi padrino me sacara de la cama en brazos para salir fuera de la casa a finales de la primavera de 1977, con los primeros calorcitos intensos sanjuaninos. Esta vez la cordillera, reacomodándose, le cobró desastres a la ciudad de Caucete. Cerca tenemos lo que ha sucedido en la ciudad de Comodoro Rivadavia. El agua arrasando. La naturaleza es incontenible. Lo que el hombre puede hacer es sin duda ir previniendo y previendo. Aunque es como un caballo indomable y embravecido.
Esto es la naturaleza, sus movimientos, sus efectos. El hombre está ahí para hacer algo con ello.
En el lugar donde se encontraba la Embajada de Israel en Buenos Aires, hoy a 25 años del atentado, se ha preservado como un sitio para la memoria. El edificio de la AMIA se reconstruyó.
Conocí la Rambla hace años con Rubén y Juanita, ellos me la mostraron junto con el mercado de la Boquería. No había regresado ni había vuelto a caminarla.
La Rambla de Barcelona ya no será la misma. Estoy a diez minutos caminando, por Sant Pau que desemboca exactamente donde culminó su frenético recorrido el vehículo embistente y arrollador.
Ahí está, llena de flores, velas, objetos de lo más variados dejados por las personas que visitan y caminan hoy por allí. En diversos lugares de la Rambla se han montado espontáneamente espacios de memoria. Hay una caja contenedora de besos para los que quieran dejarlos. En otro punto se ofrecen abrazos multiculturales. Es impactante o me impacta. Conmueve. La Rambla siempre atestada de turistas. La Rambla esquivada por los barceloneses, hoy se mezclan.
Ya no será la misma. Innumerables imágenes han invadido las redes y los medios. Sólo sé que yo tengo mi propia foto. Se quedará ahí, en mis retinas.#

Daniela Patricia Almirón es
abogada-mediadora

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26 AGO 2017 - 20:31

Por Daniela Patricia Almirón

Mi madre siempre contaba que lo peor fue el ruido. Ese ruido tremendo que se escuchó antes de que viniese el cimbronazo que parecía no acabar nunca. Porque fue largo, muy largo el terremoto de San Juan en el año 1944. Un 15 de enero a la nochecita, del calor abrasador sanjuanino. Y cuando digo largo, es porque imaginen la significación de un minuto de la tierra temblado. Es considerado el “evento natural más destructivo en la historia del país”. Mi mamá tenía en ese momento diez años, próximos a cumplir los once. Y no todo terminó ahí, en familias arrasadas y destruidas por las muertes bajo los adobes. Día tras día continuaban los remesones. Porque además el epicentro fue ahí en La Laja, en Albardón, en la tierra de mis raíces. Será por eso que la recuerdo desesperada ante el primer movimiento que se percibía y salía disparada al medio del patio de tierra, arrastrándonos a todos entre ademanes y gritos. Y sí, temía que se repitiera la historia. Una ciudad destruida. Innegable es que a partir de este evento se produjeron avances de naturaleza edilicia y tecnológica notable. No obstante, irreparables fueron muchas cosas. Espacios vacíos que antes tenían construcciones, ahora otras. Vidas perdidas. Historias infinitas para contar en la memoria colectiva transmitidas de generación en generación. Me tocó a mí, y así lo recuerdo, que mi padrino me sacara de la cama en brazos para salir fuera de la casa a finales de la primavera de 1977, con los primeros calorcitos intensos sanjuaninos. Esta vez la cordillera, reacomodándose, le cobró desastres a la ciudad de Caucete. Cerca tenemos lo que ha sucedido en la ciudad de Comodoro Rivadavia. El agua arrasando. La naturaleza es incontenible. Lo que el hombre puede hacer es sin duda ir previniendo y previendo. Aunque es como un caballo indomable y embravecido.
Esto es la naturaleza, sus movimientos, sus efectos. El hombre está ahí para hacer algo con ello.
En el lugar donde se encontraba la Embajada de Israel en Buenos Aires, hoy a 25 años del atentado, se ha preservado como un sitio para la memoria. El edificio de la AMIA se reconstruyó.
Conocí la Rambla hace años con Rubén y Juanita, ellos me la mostraron junto con el mercado de la Boquería. No había regresado ni había vuelto a caminarla.
La Rambla de Barcelona ya no será la misma. Estoy a diez minutos caminando, por Sant Pau que desemboca exactamente donde culminó su frenético recorrido el vehículo embistente y arrollador.
Ahí está, llena de flores, velas, objetos de lo más variados dejados por las personas que visitan y caminan hoy por allí. En diversos lugares de la Rambla se han montado espontáneamente espacios de memoria. Hay una caja contenedora de besos para los que quieran dejarlos. En otro punto se ofrecen abrazos multiculturales. Es impactante o me impacta. Conmueve. La Rambla siempre atestada de turistas. La Rambla esquivada por los barceloneses, hoy se mezclan.
Ya no será la misma. Innumerables imágenes han invadido las redes y los medios. Sólo sé que yo tengo mi propia foto. Se quedará ahí, en mis retinas.#

Daniela Patricia Almirón es
abogada-mediadora


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