Entre la mecánica, la estética y la igualdad laboral

Opinión/Los supuestos básicos.

28 OCT 2017 - 20:59 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón*  /  Twitter: @almirond

Recuerdo el último Ford que tuvo mi papá, de color rojo. Mi padre era un ser paciente, escuchador y cordial. Aunque el coche era el coche y siempre lo tenía limpito y así había que mantenerlo. Uno de esos barcos con volante, que eran como una cuatro por cuatro para el momento. Como niña, poco podía conocer la significación de esa marca automotriz en el mundo, ni mucho menos acerca de los hermanitos locos que fabricaron el primer vehículo de cuatro ruedas llamado “automóvil”.
¿Qué pensarían los hermanos Ford acerca de la Cooperativa de autos eléctricos en la que se encuentra asociado mi amigo catalán David y que lo usaron con Óscar para hacer un viaje? Un emprendimiento asociativo que se expande a partir de los socios que usan un vehículo “energía verde” y así colaboran con el proyecto.
¿Qué habrían dicho esas mujeres, 187 mujeres en Dagenham, en el Reino Unido, que las vengo a conocer en este salón grande? ¿O lo veré así por los contados aficionados al cine debate jurídico que se ha promovido como un Seminario voluntario? Me anoté, como siempre, por el fanatismo cinéfilo que me habita, sin tener la menor idea de qué película se proyectaría. Eso me es un pelín adrenalínico, para dejarme sorprender.
Convivimos en ese espacio diferentes y disímiles generaciones, todos del mundillo jurídico. Ha venido un crítico desde la Universidad de Valencia, especialista en derecho laboral y economía.
Las primeras imágenes con fondo musical sesentoso me impactan, el logo de la Ford en Dagenham, un taller y máquinas de coser y 187 mujeres que confeccionan los tapizados de los vehículos que la sede lanza al mercado diariamente. Un calor insoportable y ellas dándole a los pedales con su ropa interior al aire.
Estas mujeres condujeron y sostuvieron una huelga de tres semanas reclamando por la igualdad de derechos laborales, en la que ellas mismas nunca se habrían imaginado embarcarse. Huelga que puso patas arriba a la empresa.
Su trabajo remunerado de manera inequitativa en relación a otras labores desarrolladas por hombres en la misma empresa.
Por esos años el Primer Ministro del Reino Unido era Harold Wilson y la Ministra de Trabajo y Productividad, a la que llamaban “Reina Roja”, Bárbara Castle. En un juego de palabras con su apellido que significa castillo, el color de su pelo, su carácter y quizás lindando su ideología.
Un grupo de mujeres devenidas en huelguistas, una de ellas devenida en líder y confrontando un sindicato conducido por hombres tomando decisiones al margen del género, la especialidad en la actividad y la igualdad de derechos.
El film, aún con décadas de distancia al hoy, muestra a los patrones de la comunidad asentados sobre las diferencias de lo masculino y lo femenino, en desmedro de las mujeres.
En situaciones de riesgo, de crisis, existen serias posibilidades de que afloren aquellas fortalezas ocultas y adormecidas que renacen para la defensa, para el cuidado, para el cambio.
Un niño maltratado por un docente, una esposa con galardones académicos sin valoración por su esposo. Otro marido bueno y abnegado, aunque intenta lucir ello como estandarte, ante una esposa que lo mira y le dice “así es cómo debe ser, no es una proeza”.
Las costureras cocían a más no poder esos bonitos y resistentes tapizados de los esplendorosos vehículos. Estaban categorizadas laboralmente como “Habilidades mínimas”. ¿Mínimas en relación a qué y a quién? Su lugar de trabajo en el calor y el encierro, me llevó por un momento a “La isla desierta” de Arlt, y hasta creo que sentí cierto ahogo.
Aunque, como todo conflicto es una oportunidad, llegaron a la Reina Roja, en la expectativa de sentirse escuchadas. Entre mujeres hay varias posibilidades, aunque cuando una mujer es lo mejor para otra mujer, pueden suceder cosas insospechadas. Con ella y juntas negociaron mejores condiciones salariales. Esto fue el comienzo de un proceso que arribó en la Ley de igualdad salarial en 1970. A orillas del Támesis y con fondo de muchas sonrisas femeninas ingresando en bicis en la fábrica emblemática, se oye aún la voz de Rita O´Grady diciendo “Son derechos, no privilegios”. #

Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

 

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28 OCT 2017 - 20:59

Por Daniela Patricia Almirón*  /  Twitter: @almirond

Recuerdo el último Ford que tuvo mi papá, de color rojo. Mi padre era un ser paciente, escuchador y cordial. Aunque el coche era el coche y siempre lo tenía limpito y así había que mantenerlo. Uno de esos barcos con volante, que eran como una cuatro por cuatro para el momento. Como niña, poco podía conocer la significación de esa marca automotriz en el mundo, ni mucho menos acerca de los hermanitos locos que fabricaron el primer vehículo de cuatro ruedas llamado “automóvil”.
¿Qué pensarían los hermanos Ford acerca de la Cooperativa de autos eléctricos en la que se encuentra asociado mi amigo catalán David y que lo usaron con Óscar para hacer un viaje? Un emprendimiento asociativo que se expande a partir de los socios que usan un vehículo “energía verde” y así colaboran con el proyecto.
¿Qué habrían dicho esas mujeres, 187 mujeres en Dagenham, en el Reino Unido, que las vengo a conocer en este salón grande? ¿O lo veré así por los contados aficionados al cine debate jurídico que se ha promovido como un Seminario voluntario? Me anoté, como siempre, por el fanatismo cinéfilo que me habita, sin tener la menor idea de qué película se proyectaría. Eso me es un pelín adrenalínico, para dejarme sorprender.
Convivimos en ese espacio diferentes y disímiles generaciones, todos del mundillo jurídico. Ha venido un crítico desde la Universidad de Valencia, especialista en derecho laboral y economía.
Las primeras imágenes con fondo musical sesentoso me impactan, el logo de la Ford en Dagenham, un taller y máquinas de coser y 187 mujeres que confeccionan los tapizados de los vehículos que la sede lanza al mercado diariamente. Un calor insoportable y ellas dándole a los pedales con su ropa interior al aire.
Estas mujeres condujeron y sostuvieron una huelga de tres semanas reclamando por la igualdad de derechos laborales, en la que ellas mismas nunca se habrían imaginado embarcarse. Huelga que puso patas arriba a la empresa.
Su trabajo remunerado de manera inequitativa en relación a otras labores desarrolladas por hombres en la misma empresa.
Por esos años el Primer Ministro del Reino Unido era Harold Wilson y la Ministra de Trabajo y Productividad, a la que llamaban “Reina Roja”, Bárbara Castle. En un juego de palabras con su apellido que significa castillo, el color de su pelo, su carácter y quizás lindando su ideología.
Un grupo de mujeres devenidas en huelguistas, una de ellas devenida en líder y confrontando un sindicato conducido por hombres tomando decisiones al margen del género, la especialidad en la actividad y la igualdad de derechos.
El film, aún con décadas de distancia al hoy, muestra a los patrones de la comunidad asentados sobre las diferencias de lo masculino y lo femenino, en desmedro de las mujeres.
En situaciones de riesgo, de crisis, existen serias posibilidades de que afloren aquellas fortalezas ocultas y adormecidas que renacen para la defensa, para el cuidado, para el cambio.
Un niño maltratado por un docente, una esposa con galardones académicos sin valoración por su esposo. Otro marido bueno y abnegado, aunque intenta lucir ello como estandarte, ante una esposa que lo mira y le dice “así es cómo debe ser, no es una proeza”.
Las costureras cocían a más no poder esos bonitos y resistentes tapizados de los esplendorosos vehículos. Estaban categorizadas laboralmente como “Habilidades mínimas”. ¿Mínimas en relación a qué y a quién? Su lugar de trabajo en el calor y el encierro, me llevó por un momento a “La isla desierta” de Arlt, y hasta creo que sentí cierto ahogo.
Aunque, como todo conflicto es una oportunidad, llegaron a la Reina Roja, en la expectativa de sentirse escuchadas. Entre mujeres hay varias posibilidades, aunque cuando una mujer es lo mejor para otra mujer, pueden suceder cosas insospechadas. Con ella y juntas negociaron mejores condiciones salariales. Esto fue el comienzo de un proceso que arribó en la Ley de igualdad salarial en 1970. A orillas del Támesis y con fondo de muchas sonrisas femeninas ingresando en bicis en la fábrica emblemática, se oye aún la voz de Rita O´Grady diciendo “Son derechos, no privilegios”. #

Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

 


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