Editorial / Despedida entre la gente

01 NOV 2017 - 21:42 | Actualizado

Los sentimientos no tienen explicación. Ni la necesitan.
La despedida final de Mario Das Neves estuvo marcada por el protocolo, es cierto, pero sobre todo por el acompañamiento de miles de personas, de todo tipo de clase social, que se reunió en las calles, cerca de su casa en Trelew, a las puertas del club Huracán o en el cementerio Jardín del Cielo, muchos flanqueando la distancia a pie, como una necesidad de ofrecerle un último adiós.

Das Neves fue, a lo largo de su extensa y exitosa carrera política, un constructor: de realidades, de consensos, de espacios políticos. Pero, sobre todo, de relación con la gente, sin importar el lugar, la edad, la posición, la riqueza o la ausencia de ella. Tenía, más allá de su experiencia y de su sabiduría para manejar la cosa pública, empatía con la gente. Y en eso fue incomparable.

Gente de edad avanzada, adolescentes, hombres maduros, curtidos, amas de casa. De todo. No hubo diferencias a la hora de pararse frente por última vez frente al cortejo, o en su última morada, pues a casi todos les tembló el pulso, se les arrugó la frente y se les escapó más de una lágrima.

No hay allí política de por medio, ni medidas acertadas, ni militancia furiosa. O si lo hay, está mucho más allá. Es bastante más ramplón el tema. Es el cariño de la gente que tuvo necesidad ayer de salir a la calle a expresarlo, a decirle gracias, a marcarle que ese esfuerzo titánico de los últimos años por disimular sus problemas de salud mientras timoneaba la provincia, a veces en tiempos tormentosos, valió la pena, se sintió entre los vecinos, lo valoraron inconmensurablemente.

No hay forma de hacer un Das Neves. No se estudia y no se enseña. No hay un manual que enseñe los pasos a seguir para llegar a ser eso que fue el tres veces gobernador. Se nace, se tiene ese carisma, ese don, y después sí se le agregan conocimientos, experiencias, recorrido. Pero antes hay que tener ese ángel especial.#

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01 NOV 2017 - 21:42

Los sentimientos no tienen explicación. Ni la necesitan.
La despedida final de Mario Das Neves estuvo marcada por el protocolo, es cierto, pero sobre todo por el acompañamiento de miles de personas, de todo tipo de clase social, que se reunió en las calles, cerca de su casa en Trelew, a las puertas del club Huracán o en el cementerio Jardín del Cielo, muchos flanqueando la distancia a pie, como una necesidad de ofrecerle un último adiós.

Das Neves fue, a lo largo de su extensa y exitosa carrera política, un constructor: de realidades, de consensos, de espacios políticos. Pero, sobre todo, de relación con la gente, sin importar el lugar, la edad, la posición, la riqueza o la ausencia de ella. Tenía, más allá de su experiencia y de su sabiduría para manejar la cosa pública, empatía con la gente. Y en eso fue incomparable.

Gente de edad avanzada, adolescentes, hombres maduros, curtidos, amas de casa. De todo. No hubo diferencias a la hora de pararse frente por última vez frente al cortejo, o en su última morada, pues a casi todos les tembló el pulso, se les arrugó la frente y se les escapó más de una lágrima.

No hay allí política de por medio, ni medidas acertadas, ni militancia furiosa. O si lo hay, está mucho más allá. Es bastante más ramplón el tema. Es el cariño de la gente que tuvo necesidad ayer de salir a la calle a expresarlo, a decirle gracias, a marcarle que ese esfuerzo titánico de los últimos años por disimular sus problemas de salud mientras timoneaba la provincia, a veces en tiempos tormentosos, valió la pena, se sintió entre los vecinos, lo valoraron inconmensurablemente.

No hay forma de hacer un Das Neves. No se estudia y no se enseña. No hay un manual que enseñe los pasos a seguir para llegar a ser eso que fue el tres veces gobernador. Se nace, se tiene ese carisma, ese don, y después sí se le agregan conocimientos, experiencias, recorrido. Pero antes hay que tener ese ángel especial.#


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