Historias Mínimas / San Martín, el Villarino y los siete granaderos

17 MAR 2018 - 21:43 | Actualizado

Por Dario Roberts / @darioroberts

El Regimiento de Granaderos a Caballo que formó José de San Martín para contener la avanzada realista sobre el Virreinato del Río de la Plata y que luego fue parte del Ejército de los Andes fue disuelto en 1826, poco tiempo después de su regreso a Buenos Aires.

A las órdenes del Coronel Félix Bogado regresaron a la urbe porteña 78 integrantes del ejército libertador pero solo 7, entre quienes estaba incluido el propio Bogado, eran parte de la dotación original del cuerpo de Granaderos a Caballo.

El por entonces presidente Bernardino Rivadavia decidió disolver el cuerpo creado por San Martín y todos los integrantes de las fuerzas de la independencia fueron distribuidos en distintas reparticiones militares de la época.

Pasaron 54 años hasta que Buenos Aires volvió a ver a los Granaderos. Fue el 28 de mayo de 1880 cuando arribaron a Argentina  los restos del general San Martín, fallecido en su exilio europeo.

La repatriación del féretro con los restos del Padre de la Patria se hizo en el vapor “Villarino”, el mismo  buque que el 16 de marzo de 1899 y mientras  cumplía con su viaje 101 como paquete de la carrera desde Buenos Aires hacia el extremo sur del continente, fue arrojado por un violento temporal  sobre las restingas de las Islas Blancas, en Bahía Camarones.

El golpe fue letal para la embarcación, que quedó totalmente destruida, pero sus tripulantes lograron sobrevivir al naufragio y fueron rescatados por el Crucero “9 de Julio”. Se terminaba allí una larga secuencia de viajes de uno de los buques más significativos de la historia de nuestro país.

El “Villarino”, que sirvió como transporte en la Armada Argentina, fue el primer buque de guerra de esa armada trasladado con mandos y tripulación argentina desde Europa  a nuestro país, y fue justamente en su viaje inaugural que transportó los restos del General José de San Martín desde Francia hasta nuestro país.

El gobierno de Nicolás Avellaneda impulsó la adquisición de un buque con la capacidad para transportar  un batallón de infantería en armamento completo. Y desde un principio la intención era contar con una embarcación que permitiera hacer efectiva la soberanía argentina en la Patagonia, y de allí que el nombre del barco remitiera a Basilio Villarino, el piloto español que encabezó la exploración del Río Negro, y participó activamente en las campañas de Francisco de Viedma y Juan de la Piedra en esa cuenca y el sur bonaerense.

La embarcación fue realizada en los astilleros Cammell, de Cammell Laird, de Birkenhead (Inglaterra) y costó para el gobierno nacional unas 18.000 libras. Tenía casco de hierro y 8 velas, con una eslora máxima de 56,37 m. Sus bodegas estaban preparadas para transportar 500 hombres con armamento completo y su velocidad de crucero se estimaba en 11 nudos.

El barco fue botado el 24 de febrero de 1880 en Liverpool y con una dotación de 53 hombres, incluido el capitán y los oficiales, partió rumbo a Le Havre (Francia) para recibir en ese puerto los restos mortales del general José de San Martín.

El 21 de abril de ese año y tras cumplir con todos las pasos diplomáticos, el buque zarpó de Francia rumbo a Argentina con el féretro del General y también cajones que contenían las piezas del monumento construido por el escultor parisino Louis-Robert Carrier-Belleuse en homenaje al Padre de la Patria y que estaban destinadas a  la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.

Aquel fue el primero de una larga serie de viajes que el vapor “Villarino” realizó, especialmente hacia el sur del país. En su historial se anotan hechos destacados pero también algunos pocos felices, como su intervención en la Revolución de 1880, cuando sus proyectiles cayeron sobre Retiro causando varios muertos entre la población civil ribereña o fue el transporte del Cacique Orkeke y su tribu desde Puerto Deseado a Buenos Aires, donde fueron mostrados a la sociedad porteña por los funcionarios del gobierno del general Julio Argentino Roca, antes de que las enfermedades citadinas diezmaran a los tehuelches.

Por aquellos años el buque fuedesignado paquete de la carrera desde Buenos Aires a la Patagonia. Su primer destino fue Bahía Blanca y Carmen de Patagones, pero luego fue extendiendo el itinerario. Así fue como trasladó tropas a distintos puertos y fondeaderos de Chubut y Santa Cruz, transportó colonos galeses hasta nuestras costas y también el equipamiento y personal para montar el Faro San Juan de Salvamento, en Isla de los Estados.

Realizó innumerables viajes a Ushuaia y en más de una oportunidad rescató náufragos de barcos extranjeros en proximidades de Tierra del Fuego, pero también se unió al a flota naval remontando los ríos del litoral hasta Formosa.

Hace 119 años, en su último viaje, se estrelló frente a las costas chubutenses  pero lejos de quedar en el olvido, una parte de sus restos fueron recuperados por un grupo de buzos chubutenses que integraban la “Hermandad del Escrófalo”. La hélice y el ancla fueron llevados a Puerto Madryn, mientras que otros objetivos se destinaron a distintos museos del país. Años después se realizó una segunda misión, que fue filmada y sirvió para concretar un documental sobre la recuperación de nuevos elementos.

Una historia ampliamente difundida en internet asegura que tras su primer viaje al país, al llegar al puerto de Buenos Aires y en medio de la ceremonia oficial para recibir los restos de San Martín, aparecieron siete viejos hombres, sobrevivientes de la guerra de la Independencia,  quienes ataviados con los viejos uniformes de Granaderos y montados en sus corceles marcharon a recibir al prócer.

Aquel día, sin que nadie los obligase, los siete Granaderos lo acompañaron hasta su morada final y allí se quedaron de guardia, toda la noche y luego se despidieron sin que nadie supiera sus nombres.

Aquellos hombres anónimos que custodiaron los restos de San Martín habrían inspirado la organización actual de la guardia de honor en la Catedral de Buenos Aires, efectuada justamente por siete integrantes del Regimiento de Granaderos “General San Martín”, cuerpo del ejército reconstituido en 1903 durante la presidencia de Julio Argentino Roca y al cual otro presidente, Figueroa Alcorta, nombró oficialmente como escolta presidencial.

A diferencia de los anónimos granaderos cuyo recuerdo solo perdura en la ceremonia de guardia del mausoleo dispuesto en la catedral porteña, en Puerto Madryn sí existe una placa que recuerda al pie del busto del General San Martín y de la hélice del Villarino, a los hombres que formaron parte del operativo de rescate de los restos del vapor.  Ellos son son Oscar “Cacho” Comes, Mariano “Malevo” Medina, Néstor Alcides Moré, José “Pino” Nicoletti, Juan Curti, Carlos Redondo, Aldo Comes, Víctor “Pocho” Comes, Santos Solís, Luis Curti, Narciso Misraji, Nelson Dames, Antonio Torrejón, Héctor Mangini, Alcides Nerone, Roberto Astiz, José D’ adam, Roberto Bensimón, Carlos Beloso, Luis Isola, Guillermo Sar, Ángel Rafael “Lito” Biondi, Pablo “El Colorado” Badioli, Gino Morassi, Enrique Dames, Juan Ángel Allieri, Antonio Pappalardo, Ricardo González Richter, Cabo Lupo, Daniel Planchado y Carlos Wir.#

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17 MAR 2018 - 21:43

Por Dario Roberts / @darioroberts

El Regimiento de Granaderos a Caballo que formó José de San Martín para contener la avanzada realista sobre el Virreinato del Río de la Plata y que luego fue parte del Ejército de los Andes fue disuelto en 1826, poco tiempo después de su regreso a Buenos Aires.

A las órdenes del Coronel Félix Bogado regresaron a la urbe porteña 78 integrantes del ejército libertador pero solo 7, entre quienes estaba incluido el propio Bogado, eran parte de la dotación original del cuerpo de Granaderos a Caballo.

El por entonces presidente Bernardino Rivadavia decidió disolver el cuerpo creado por San Martín y todos los integrantes de las fuerzas de la independencia fueron distribuidos en distintas reparticiones militares de la época.

Pasaron 54 años hasta que Buenos Aires volvió a ver a los Granaderos. Fue el 28 de mayo de 1880 cuando arribaron a Argentina  los restos del general San Martín, fallecido en su exilio europeo.

La repatriación del féretro con los restos del Padre de la Patria se hizo en el vapor “Villarino”, el mismo  buque que el 16 de marzo de 1899 y mientras  cumplía con su viaje 101 como paquete de la carrera desde Buenos Aires hacia el extremo sur del continente, fue arrojado por un violento temporal  sobre las restingas de las Islas Blancas, en Bahía Camarones.

El golpe fue letal para la embarcación, que quedó totalmente destruida, pero sus tripulantes lograron sobrevivir al naufragio y fueron rescatados por el Crucero “9 de Julio”. Se terminaba allí una larga secuencia de viajes de uno de los buques más significativos de la historia de nuestro país.

El “Villarino”, que sirvió como transporte en la Armada Argentina, fue el primer buque de guerra de esa armada trasladado con mandos y tripulación argentina desde Europa  a nuestro país, y fue justamente en su viaje inaugural que transportó los restos del General José de San Martín desde Francia hasta nuestro país.

El gobierno de Nicolás Avellaneda impulsó la adquisición de un buque con la capacidad para transportar  un batallón de infantería en armamento completo. Y desde un principio la intención era contar con una embarcación que permitiera hacer efectiva la soberanía argentina en la Patagonia, y de allí que el nombre del barco remitiera a Basilio Villarino, el piloto español que encabezó la exploración del Río Negro, y participó activamente en las campañas de Francisco de Viedma y Juan de la Piedra en esa cuenca y el sur bonaerense.

La embarcación fue realizada en los astilleros Cammell, de Cammell Laird, de Birkenhead (Inglaterra) y costó para el gobierno nacional unas 18.000 libras. Tenía casco de hierro y 8 velas, con una eslora máxima de 56,37 m. Sus bodegas estaban preparadas para transportar 500 hombres con armamento completo y su velocidad de crucero se estimaba en 11 nudos.

El barco fue botado el 24 de febrero de 1880 en Liverpool y con una dotación de 53 hombres, incluido el capitán y los oficiales, partió rumbo a Le Havre (Francia) para recibir en ese puerto los restos mortales del general José de San Martín.

El 21 de abril de ese año y tras cumplir con todos las pasos diplomáticos, el buque zarpó de Francia rumbo a Argentina con el féretro del General y también cajones que contenían las piezas del monumento construido por el escultor parisino Louis-Robert Carrier-Belleuse en homenaje al Padre de la Patria y que estaban destinadas a  la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.

Aquel fue el primero de una larga serie de viajes que el vapor “Villarino” realizó, especialmente hacia el sur del país. En su historial se anotan hechos destacados pero también algunos pocos felices, como su intervención en la Revolución de 1880, cuando sus proyectiles cayeron sobre Retiro causando varios muertos entre la población civil ribereña o fue el transporte del Cacique Orkeke y su tribu desde Puerto Deseado a Buenos Aires, donde fueron mostrados a la sociedad porteña por los funcionarios del gobierno del general Julio Argentino Roca, antes de que las enfermedades citadinas diezmaran a los tehuelches.

Por aquellos años el buque fuedesignado paquete de la carrera desde Buenos Aires a la Patagonia. Su primer destino fue Bahía Blanca y Carmen de Patagones, pero luego fue extendiendo el itinerario. Así fue como trasladó tropas a distintos puertos y fondeaderos de Chubut y Santa Cruz, transportó colonos galeses hasta nuestras costas y también el equipamiento y personal para montar el Faro San Juan de Salvamento, en Isla de los Estados.

Realizó innumerables viajes a Ushuaia y en más de una oportunidad rescató náufragos de barcos extranjeros en proximidades de Tierra del Fuego, pero también se unió al a flota naval remontando los ríos del litoral hasta Formosa.

Hace 119 años, en su último viaje, se estrelló frente a las costas chubutenses  pero lejos de quedar en el olvido, una parte de sus restos fueron recuperados por un grupo de buzos chubutenses que integraban la “Hermandad del Escrófalo”. La hélice y el ancla fueron llevados a Puerto Madryn, mientras que otros objetivos se destinaron a distintos museos del país. Años después se realizó una segunda misión, que fue filmada y sirvió para concretar un documental sobre la recuperación de nuevos elementos.

Una historia ampliamente difundida en internet asegura que tras su primer viaje al país, al llegar al puerto de Buenos Aires y en medio de la ceremonia oficial para recibir los restos de San Martín, aparecieron siete viejos hombres, sobrevivientes de la guerra de la Independencia,  quienes ataviados con los viejos uniformes de Granaderos y montados en sus corceles marcharon a recibir al prócer.

Aquel día, sin que nadie los obligase, los siete Granaderos lo acompañaron hasta su morada final y allí se quedaron de guardia, toda la noche y luego se despidieron sin que nadie supiera sus nombres.

Aquellos hombres anónimos que custodiaron los restos de San Martín habrían inspirado la organización actual de la guardia de honor en la Catedral de Buenos Aires, efectuada justamente por siete integrantes del Regimiento de Granaderos “General San Martín”, cuerpo del ejército reconstituido en 1903 durante la presidencia de Julio Argentino Roca y al cual otro presidente, Figueroa Alcorta, nombró oficialmente como escolta presidencial.

A diferencia de los anónimos granaderos cuyo recuerdo solo perdura en la ceremonia de guardia del mausoleo dispuesto en la catedral porteña, en Puerto Madryn sí existe una placa que recuerda al pie del busto del General San Martín y de la hélice del Villarino, a los hombres que formaron parte del operativo de rescate de los restos del vapor.  Ellos son son Oscar “Cacho” Comes, Mariano “Malevo” Medina, Néstor Alcides Moré, José “Pino” Nicoletti, Juan Curti, Carlos Redondo, Aldo Comes, Víctor “Pocho” Comes, Santos Solís, Luis Curti, Narciso Misraji, Nelson Dames, Antonio Torrejón, Héctor Mangini, Alcides Nerone, Roberto Astiz, José D’ adam, Roberto Bensimón, Carlos Beloso, Luis Isola, Guillermo Sar, Ángel Rafael “Lito” Biondi, Pablo “El Colorado” Badioli, Gino Morassi, Enrique Dames, Juan Ángel Allieri, Antonio Pappalardo, Ricardo González Richter, Cabo Lupo, Daniel Planchado y Carlos Wir.#


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