Masche, como aquel pibe de 16

La Columna de Elio Rossi.

04 JUN 2018 - 21:13 | Actualizado

A muchos les ha llamado la atención que Javier Mascherano se entrene solo cuando todos los demás disfrutan del día libre en “la casa de Messi en Barcelona”.

En rigor, Masche se entrenó con Tagliafico.

Hay más de un centenar de partidos de diferencias entre el que quiere volver a River después del mundial y el que supo romperla en el Rojo de Avellaneda y en Banfield.

Pero tienen algo muy fuerte en común de cara al Mundial: ambos saben que hay algo que no pueden negociar y es la ventaja física que no podrán permitirse dar en los mano a mano que se vienen en Rusia.

Serán 7 finales.

Aún con los gigantes de Islandia, por torpes y debutantes que sean.

Nada que perder tiene Islandia. Al contrario, todo por ganar. Hasta un empate con la Argentina puede provocar una revolución.

De modo que habrá que tomarlo como una primera final.

Si ocurre como en Tucumán y al estilo “santo” le hace 5 al contrario tanto mejor.

Soy de los que se conforman con un 1 a cero.

Y a esta altura de la “soirée”, me aburren soberanamente las discusiones sobre estética en el juego.

Sepan disculpar.

Mascherano comenzaba a entrenar 1 hora antes que todos los demás cuando tenía 13 años y se quedaba dos horas después.

Rito que siguió repitiendo después de ser multi campeón en el profesionalismo. Es, en su posición, un equivalente a José Luis Félix Chilavert, el inmenso paraguayo, que solía tomar por el cuello a los compañeros jóvenes so pena de pasarlos a degüello “si se metían con su plata” y llegaban tarde –y complicaban- la preparación.

Tagliafico sabe que tiene que estar al 110 % para marcar a Neymar si se tira por su sector.

Y al 130% si tiene que ir a una pelota dividida con el “asesino” Ramos. Masche es el primer consciente de todo lo perdido en su viaje a China. Es como competir en el Ascenso de Argentina sin la adrenalina de visitar a Almirante Brown o dar la cara en Sacachispas.

Es mil veces menos duro el fútbol chino que el Ascenso en la Argentina.

Masche lo sabe. Por eso se va a exigir al mango. Aún así, será clave que juegue “de 5” sin darle bola a cualquier invento de Sampaoli y su 5/6% de capacidad de decisión.

El otro 94/95%, se sabe, se lo reparten Lionel con Masche y la mesa chica.

En buena hora. Se lo han ganado a caballo de mucho sufrimiento.

Si alguien tiene dudas respecto del “método Sampaoli” y su aplicación frente a la Argentina en la Copa América, pues, que vea en frío el partido.

Decidieron los jugadores.

Nada de uno contra uno en toda la cancha. Cero golpe por golpe o ataque por ataque. Aguantaron con dientes apretados, pegaron al límite del reglamento y dieron la vuelta después de los penales cuando sicológicamente estaban mucho menos desgastados que sus pares argentinos.

O sea, esa suerte de “bielsismo irresponsable” que declama Sampaoli no es, precisamente, lo que lo catapultó a ganar la final contra la Argentina dirigiendo Chile.

Cabe esperar que ocurra lo mismo en Rusia.

Messi y Cía, ruego, morirán con las botas puestas para ser campeones o pasarán a la historia como perdedores seriales.

Ni Nostradamus y sus predicciones (que parecen ir en contra de la Argentina), podrán atenuar otra caída.

Argentina jugará su último partido en Israel.

Muchos consideran con justa razón, que el poder político y económico vuelve a imponerse a los intereses deportivos-futbolísticos.

Avala con su presencia Argentina al estado criminal israelí en su práctica de Apartheid de los tiempos modernos. Pero ni Messi ni la AFA pueden decidir. Son en esto, actores secundarios.

Nueve millones de dólares invertirá Israel en esta propaganda que significa la presencia de Messi y los muchachos.

Pasó en el Mundial del 78: el fútbol funcional a la horrorosa política. Así funcionó, así funciona y así funcionará.

Va, junto con mi firma, mi más absoluto repudio.

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04 JUN 2018 - 21:13

A muchos les ha llamado la atención que Javier Mascherano se entrene solo cuando todos los demás disfrutan del día libre en “la casa de Messi en Barcelona”.

En rigor, Masche se entrenó con Tagliafico.

Hay más de un centenar de partidos de diferencias entre el que quiere volver a River después del mundial y el que supo romperla en el Rojo de Avellaneda y en Banfield.

Pero tienen algo muy fuerte en común de cara al Mundial: ambos saben que hay algo que no pueden negociar y es la ventaja física que no podrán permitirse dar en los mano a mano que se vienen en Rusia.

Serán 7 finales.

Aún con los gigantes de Islandia, por torpes y debutantes que sean.

Nada que perder tiene Islandia. Al contrario, todo por ganar. Hasta un empate con la Argentina puede provocar una revolución.

De modo que habrá que tomarlo como una primera final.

Si ocurre como en Tucumán y al estilo “santo” le hace 5 al contrario tanto mejor.

Soy de los que se conforman con un 1 a cero.

Y a esta altura de la “soirée”, me aburren soberanamente las discusiones sobre estética en el juego.

Sepan disculpar.

Mascherano comenzaba a entrenar 1 hora antes que todos los demás cuando tenía 13 años y se quedaba dos horas después.

Rito que siguió repitiendo después de ser multi campeón en el profesionalismo. Es, en su posición, un equivalente a José Luis Félix Chilavert, el inmenso paraguayo, que solía tomar por el cuello a los compañeros jóvenes so pena de pasarlos a degüello “si se metían con su plata” y llegaban tarde –y complicaban- la preparación.

Tagliafico sabe que tiene que estar al 110 % para marcar a Neymar si se tira por su sector.

Y al 130% si tiene que ir a una pelota dividida con el “asesino” Ramos. Masche es el primer consciente de todo lo perdido en su viaje a China. Es como competir en el Ascenso de Argentina sin la adrenalina de visitar a Almirante Brown o dar la cara en Sacachispas.

Es mil veces menos duro el fútbol chino que el Ascenso en la Argentina.

Masche lo sabe. Por eso se va a exigir al mango. Aún así, será clave que juegue “de 5” sin darle bola a cualquier invento de Sampaoli y su 5/6% de capacidad de decisión.

El otro 94/95%, se sabe, se lo reparten Lionel con Masche y la mesa chica.

En buena hora. Se lo han ganado a caballo de mucho sufrimiento.

Si alguien tiene dudas respecto del “método Sampaoli” y su aplicación frente a la Argentina en la Copa América, pues, que vea en frío el partido.

Decidieron los jugadores.

Nada de uno contra uno en toda la cancha. Cero golpe por golpe o ataque por ataque. Aguantaron con dientes apretados, pegaron al límite del reglamento y dieron la vuelta después de los penales cuando sicológicamente estaban mucho menos desgastados que sus pares argentinos.

O sea, esa suerte de “bielsismo irresponsable” que declama Sampaoli no es, precisamente, lo que lo catapultó a ganar la final contra la Argentina dirigiendo Chile.

Cabe esperar que ocurra lo mismo en Rusia.

Messi y Cía, ruego, morirán con las botas puestas para ser campeones o pasarán a la historia como perdedores seriales.

Ni Nostradamus y sus predicciones (que parecen ir en contra de la Argentina), podrán atenuar otra caída.

Argentina jugará su último partido en Israel.

Muchos consideran con justa razón, que el poder político y económico vuelve a imponerse a los intereses deportivos-futbolísticos.

Avala con su presencia Argentina al estado criminal israelí en su práctica de Apartheid de los tiempos modernos. Pero ni Messi ni la AFA pueden decidir. Son en esto, actores secundarios.

Nueve millones de dólares invertirá Israel en esta propaganda que significa la presencia de Messi y los muchachos.

Pasó en el Mundial del 78: el fútbol funcional a la horrorosa política. Así funcionó, así funciona y así funcionará.

Va, junto con mi firma, mi más absoluto repudio.


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