Moscú, entre Stalin y el Mundial

Con la Plaza Roja cerrada debido a festejos oficiales por el comienzo del Mundial que incluyó la presencia del presidente Vladimir Putin y delegaciones diplomáticas extranjeras, el centro de la agitación mundialista se trasladó a la Plaza Del Picadero, donde un reloj señala las horas que faltan hasta que empiece a rodar la pelota y que estaba mayoritariamente habitada por latinoamericanos.

13 JUN 2018 - 22:45 | Actualizado

Un nutrido y bullangero contingente de peruanos, con cánticos y consignas en favor de su seleccionado, gente de Colombia y México, algunos japoneses y tunecinos se agrupaban en el parque situado frente al Hotel Nacional, que fuera residencia de Lenin en los primeros tiempos de la revolución y antes de que se trasladara al Kremlin, una antigua ciudad medieval amarullada, que se transformó en el centro del poder cuando la revolución bolchevique mudó la capital rusa de San Petersburgo a Moscú, donde aún permanece.

También hubo argentinos, por supuesto, con bandera, gorro y matraca, llamando la atención y gritando por la Selección Nacional y un grupo de españoles con casacas de su selección, entonados por el alcohol, a pesar de -o a causa- la noticia de la renuncia de su entrenador, Julién Lopetegui, menos de 48 horas antes del inicio de la competencia.

La mala noticia para los visitantes con intenciones políticas es que el Mausoleo de Lenin, aquí el padre de la patria y símbolo de la ciudad como puede serlo Fernando Pessoa en Lisboa o James Joyce en Dublín, se encontrará cerrado en la primera semana del Mundial -y quizás durante todo su transcurso-, y será imposible visitarlo en la Plaza Roja y observar el rostro del líder de la primera revolución socialista del planeta, íntegro y en perfecto estado de conservación desde su fallecimiento en 1924, asistido por un riguroso ejército de especialistas que lo controlan 24 horas al día.

Las simpatías políticas en la Federación Rusa, autónoma desde la extinción de la Unión Soviética en 1991, se dividen en la actualidad, principalmente, por edades.

Los mayores de 60 años aún veneran y en la actualidad añoran los tiempos de Joseph Stalin -que dirigió la URSS entre 1922 y 1953 con mano de hierro-, mientras que los jóvenes menores de 30 lo detestan por las purgas internas que generó, los miles de asesinatos políticos organizados desde el Estado bajo su mando y la imposibilidad absoluta de disidencia.

De hecho se comenta aquí, que de los líderes originarios de la revolución ninguno sobrevivió al estalinismo, porque Stalin en su construcción de poder asesinó no sólo a sus enemigos políticos sino también a los antiguos aliados.

"La gente añora de Stalin la seguridad, el orden y el progreso que se vivió entre fines de los 40 y de los 50, todos tenían sus casas, todos iban a la escuela, todos tenían trabajo y había un espíritu épico", cuenta Mikhail Khaminsky a Télam, traductor literario y especialista en literatura latinoamericana.

Por su parte, Anastasia Lulyanova, de 23 años, que asiste al grupo de periodistas de TNT Sports que se encuentra transmitiendo desde Moscú y fue la productora de Iván de Pineda en "Privet Rusia" -que viajó por las 11 ciudades que son sede de la Copa Mundial- aclara que una cosa fue la URSS y otra es Rusia.

"La Unión Soviética -dice- es un país donde vivieron nuestros padres y abuelos, para nosotros (por los jóvenes sub 30) Rusia es otra cosa y estamos encantados del encuentro con el mundo que propone esta copa de fútbol".

Otro desencanto para los amantes de la izquierda será saber que el nombre Plaza Roja no corresponde a ninguna identificación ideológica, sino que le viene al lugar desde la época medieval y el mismo surgimiento de Moscú (convertida en principado en 1327), y que en realidad significa "Plaza hermosa", ya que en ruso antiguo "hermoso" y "rojo" son la misma palabra , o se escriben igual si uno lo prefiere.

El malentendido se hizo universal y todos asocian el nombre de la plaza con el color y con la revolución socialista de Lenin.

Luego de Stalin, el orden de preferencias antiguas sitúa en segundo lugar a Leonid Brehnev , secretario general del Partido Comunista y presidente de la URSS entre 1964 y 1982, mientras que el rechazo es unánime, sin distinción de grupo etario, para dos personajes: Mijail Gorvachov, el creador de Glasnot y la Perestroika y último presidente de la Unión Soviética; Boris Yeltsin, su sucesor y primer presidente de la Federación Rusa, tachado de borracho.

La pervivencia de la arquitectura y la simbología comunistas es evidente hoy en Moscú, capital de un país de más de 17 millones cuadrados de extensión (el más grande del mundo) y que aloja 196 nacionalidades y más de 200 lenguas en su interior, aunque bajo la supremacía del ruso, derivado del eslavo y con alfabeto cirílico, que lo vuelve ilegible para un occidental que no cultiva esas grafías.

Hay dos lugares emblemáticos de esta pervivencia: uno es la Duna, o Cámara Baja de la Federación, cuya fachada ostenta en lo más alto una flameante bandera de Rusia e, inmediatamente más bajo, luego del último capitel del edificio, una escultura inmensa con el martillo y la hoz comunistas, una ideología de la cual hoy, en este país, nadie se hace cargo, y si alguien se hiciera cargo ningún extranjero podría develar qué significado tiene esa adherencia.

El segundo es la extensísima red de subterráneos, una de las más largas del mundo, con 212 kilómetros de vías, 19 líneas y más de 200 estaciones y que transporta más de ocho millones de viajantes diarios.

Stalin, que inauguró la primera línea en 1935, uniendo las estaciones de Sokolniki y Park Kultury, la llamó el Palacio del Pueblo, y tuvo la visión de que fuera un lugar que reflejara la grandeza y la ilusión del socialismo para los miles y millones de trabajadores que la utilizaban todos los días.

El intento fue que el metro fuera "el reflejo de la grandeza de la vida socialista" y es uno de los orgullos moscovitas, imposible de no visitar para el extranjero.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue refugio de los bombardeos nazis sobre Moscú, y bajo tierra la gente dormía, funcionaban bibliotecas, tiendas y barberías, incluso se sabe que allí nacieron 217 niños en ese período.

La estación Mayakovskaya, por ejemplo, en honor al gran poeta ruso Vladimir Mayakovski, construida en 1938 ofrece una arquitectura que combina la austeridad estalinista con la delicadeza de líneas del art decó con unas bellísimas luces, columnas y piso de mármol y granito y techo con mosaicos, además de unos arcos maravilloso y barandillas de acero.

La estación Ploshschad Revolutssi, cerca de la Plaza Roja y en honor a la Revolución de Octubre , incluye 74 estatuas en bronce; Parque de la Victoria, situada 84 metros bajo tierra, tiene la escalera mecánica más larga del mundo: 126 metros.

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13 JUN 2018 - 22:45

Un nutrido y bullangero contingente de peruanos, con cánticos y consignas en favor de su seleccionado, gente de Colombia y México, algunos japoneses y tunecinos se agrupaban en el parque situado frente al Hotel Nacional, que fuera residencia de Lenin en los primeros tiempos de la revolución y antes de que se trasladara al Kremlin, una antigua ciudad medieval amarullada, que se transformó en el centro del poder cuando la revolución bolchevique mudó la capital rusa de San Petersburgo a Moscú, donde aún permanece.

También hubo argentinos, por supuesto, con bandera, gorro y matraca, llamando la atención y gritando por la Selección Nacional y un grupo de españoles con casacas de su selección, entonados por el alcohol, a pesar de -o a causa- la noticia de la renuncia de su entrenador, Julién Lopetegui, menos de 48 horas antes del inicio de la competencia.

La mala noticia para los visitantes con intenciones políticas es que el Mausoleo de Lenin, aquí el padre de la patria y símbolo de la ciudad como puede serlo Fernando Pessoa en Lisboa o James Joyce en Dublín, se encontrará cerrado en la primera semana del Mundial -y quizás durante todo su transcurso-, y será imposible visitarlo en la Plaza Roja y observar el rostro del líder de la primera revolución socialista del planeta, íntegro y en perfecto estado de conservación desde su fallecimiento en 1924, asistido por un riguroso ejército de especialistas que lo controlan 24 horas al día.

Las simpatías políticas en la Federación Rusa, autónoma desde la extinción de la Unión Soviética en 1991, se dividen en la actualidad, principalmente, por edades.

Los mayores de 60 años aún veneran y en la actualidad añoran los tiempos de Joseph Stalin -que dirigió la URSS entre 1922 y 1953 con mano de hierro-, mientras que los jóvenes menores de 30 lo detestan por las purgas internas que generó, los miles de asesinatos políticos organizados desde el Estado bajo su mando y la imposibilidad absoluta de disidencia.

De hecho se comenta aquí, que de los líderes originarios de la revolución ninguno sobrevivió al estalinismo, porque Stalin en su construcción de poder asesinó no sólo a sus enemigos políticos sino también a los antiguos aliados.

"La gente añora de Stalin la seguridad, el orden y el progreso que se vivió entre fines de los 40 y de los 50, todos tenían sus casas, todos iban a la escuela, todos tenían trabajo y había un espíritu épico", cuenta Mikhail Khaminsky a Télam, traductor literario y especialista en literatura latinoamericana.

Por su parte, Anastasia Lulyanova, de 23 años, que asiste al grupo de periodistas de TNT Sports que se encuentra transmitiendo desde Moscú y fue la productora de Iván de Pineda en "Privet Rusia" -que viajó por las 11 ciudades que son sede de la Copa Mundial- aclara que una cosa fue la URSS y otra es Rusia.

"La Unión Soviética -dice- es un país donde vivieron nuestros padres y abuelos, para nosotros (por los jóvenes sub 30) Rusia es otra cosa y estamos encantados del encuentro con el mundo que propone esta copa de fútbol".

Otro desencanto para los amantes de la izquierda será saber que el nombre Plaza Roja no corresponde a ninguna identificación ideológica, sino que le viene al lugar desde la época medieval y el mismo surgimiento de Moscú (convertida en principado en 1327), y que en realidad significa "Plaza hermosa", ya que en ruso antiguo "hermoso" y "rojo" son la misma palabra , o se escriben igual si uno lo prefiere.

El malentendido se hizo universal y todos asocian el nombre de la plaza con el color y con la revolución socialista de Lenin.

Luego de Stalin, el orden de preferencias antiguas sitúa en segundo lugar a Leonid Brehnev , secretario general del Partido Comunista y presidente de la URSS entre 1964 y 1982, mientras que el rechazo es unánime, sin distinción de grupo etario, para dos personajes: Mijail Gorvachov, el creador de Glasnot y la Perestroika y último presidente de la Unión Soviética; Boris Yeltsin, su sucesor y primer presidente de la Federación Rusa, tachado de borracho.

La pervivencia de la arquitectura y la simbología comunistas es evidente hoy en Moscú, capital de un país de más de 17 millones cuadrados de extensión (el más grande del mundo) y que aloja 196 nacionalidades y más de 200 lenguas en su interior, aunque bajo la supremacía del ruso, derivado del eslavo y con alfabeto cirílico, que lo vuelve ilegible para un occidental que no cultiva esas grafías.

Hay dos lugares emblemáticos de esta pervivencia: uno es la Duna, o Cámara Baja de la Federación, cuya fachada ostenta en lo más alto una flameante bandera de Rusia e, inmediatamente más bajo, luego del último capitel del edificio, una escultura inmensa con el martillo y la hoz comunistas, una ideología de la cual hoy, en este país, nadie se hace cargo, y si alguien se hiciera cargo ningún extranjero podría develar qué significado tiene esa adherencia.

El segundo es la extensísima red de subterráneos, una de las más largas del mundo, con 212 kilómetros de vías, 19 líneas y más de 200 estaciones y que transporta más de ocho millones de viajantes diarios.

Stalin, que inauguró la primera línea en 1935, uniendo las estaciones de Sokolniki y Park Kultury, la llamó el Palacio del Pueblo, y tuvo la visión de que fuera un lugar que reflejara la grandeza y la ilusión del socialismo para los miles y millones de trabajadores que la utilizaban todos los días.

El intento fue que el metro fuera "el reflejo de la grandeza de la vida socialista" y es uno de los orgullos moscovitas, imposible de no visitar para el extranjero.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue refugio de los bombardeos nazis sobre Moscú, y bajo tierra la gente dormía, funcionaban bibliotecas, tiendas y barberías, incluso se sabe que allí nacieron 217 niños en ese período.

La estación Mayakovskaya, por ejemplo, en honor al gran poeta ruso Vladimir Mayakovski, construida en 1938 ofrece una arquitectura que combina la austeridad estalinista con la delicadeza de líneas del art decó con unas bellísimas luces, columnas y piso de mármol y granito y techo con mosaicos, además de unos arcos maravilloso y barandillas de acero.

La estación Ploshschad Revolutssi, cerca de la Plaza Roja y en honor a la Revolución de Octubre , incluye 74 estatuas en bronce; Parque de la Victoria, situada 84 metros bajo tierra, tiene la escalera mecánica más larga del mundo: 126 metros.


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