Piden juicio a presunta banda que traía droga de Buenos Aires para vender en Trelew

Se trata de 11 sujetos que habrían operado entre 2014 y 2017. Un hombre, su hijo y su hermana habrían adquirido cocaína y marihuana para redistribuirla entre varios punteros en el Valle Inferior del Río Chubut. Hubo narcomenudeo cerca de escuelas, iglesias y centros de salud, lo cual agravaría el delito.

15 JUL 2018 - 20:41 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez

La Fiscalía Federal de Rawson pidió elevar a juicio oral y público el caso de una presunta banda narco que adquiría cocaína y marihuana en provincia de Buenos Aires y la redistribuía en Trelew. Les imputó comercio agravado por la intervención organizada de más de tres personas y muy cerca de centros culturales, asistenciales, educativos, de reunión y recreación. Habrían operado entre mediados de febrero de 2014 hasta el 22 de abril de 2017.

Los acusados son Ricardo Alí, instructor de gimnasia; su hijo Leonardo; Judith Alí, hermana de Ricardo; Guillermo Varela, un sujeto del partido de Avellaneda; Daniel Tomich, soldador; Mauricio “Choper” Mendieta; Maximiliano Villar, dueño de un gimnasio y profesor de educación física; Isaac Gastón Martín Pávez, tapicero; Elvio Evans, mecánico; Walter Arteaga, mecánico; y Nelson Pérez, marinero y albañil, alias “Cay” o “El Cuña”.

Los hermanos Alí tienen prisión preventiva aunque ella está detenida en domiciliaria. También están presos Varela, Arteaga y Pérez. El resto fue excarcelado.

Según la acusación del fiscal Fernando Gélvez, Ricardo Alí habría comprado los estupefacientes de diferentes proveedores, especialmente de Varela, que vivía en provincia de Buenos Aires. Ya en Trelew, Alí, su hermana y su hijo la revenderían a Pávez, Tomich, Mendieta y Villar.

Evans, Pérez y su cuñado Arteaga, a su vez, habrían obtenido la sustancia prohibida de Tomich y Mendieta, para luego venderla a otros consumidores.

La venta era en domicilios particulares. Se detectaron varios “pasamanos” y clientes ingresando a las casas por escaso tiempo, suficiente para abonar la droga preparada para su consumo.

En los allanamientos en las casas de los acusados se hallaron pesos, dólares, cocaína en varios formatos, recipientes plásticos, plantas y semillas de cannabis sativa, marihuana, envoltorios, bolsas y recortes de nylon, platos con restos de droga, tarjetas de débito, balanzas digitales de precisión, ampollas de noradrenalina, cuadernos, porros, un picachu, recipientes de vidrio, una tuquera, papeles con anotaciones, elementos de corte, celulares, chips, notebooks y armas.

La causa se inició por un llamado anónimo a la División Drogas Peligrosas y Leyes Especiales de Trelew, denunciando que en una casa de Río Negro al 3.000 del barrio Menfa se vendía droga. Por temor, el hombre que llamó no se identificó. La pesquisa guió hacia el grupo imputado.

En esa casa se lo vio a Evans. Llamó la atención pues tiempo antes, en un control vehicular, este sujeto iba con Railef, Pérez y Arteaga manejando un Renault Megan del que se incautó cocaína y marihuana. De Evans se pudo constatar, en distintos horarios, movimientos típicos del narcotráfico: mucha gente ajena a su domicilio a pie, en bicicleta, motos y otros vehículos, quedándose por poco tiempo. “Incluso se documentó la presencia de un sujeto que, al igual que muchos que arribaron, aguardaron ser atendidos por el causante y al momento de su partida se logró ver con claridad que extrajo un pequeño elemento que abrió e inhaló”. Esta vigilancia domiciliaria vio la visita de Arteaga, otro imputado.

Las escuchas telefónicas llevaron a Pérez y a Tomich. “No sólo se estableció la relación con Evans sino con Mendieta, de cuyos diálogos, nada codificados, la compra y venta de estupefacientes era elocuente. Es más, no había diálogos entre ellos que no obedeciera a eso”. De este vínculo se descubrió el presunto proveedor mayor: Ricardo Alí, alias “El Tío” o “El Turco”, a cuya casa iban.

La acusación del fiscal de Rawson destaca los seguimientos policiales y especialmente las intervenciones telefónicas. “Conocían lo que hacían y querían realizarlo en la realidad. De la prueba se desprende que actuaron con dolo directo al ejercer el comercio de estupefacientes en forma habitual y con fines de lucro”, escribió Gélvez.

“En este quehacer delictivo surge la relación existente entre ellos, abasteciéndose mutuamente de la droga, que tiene una fuente común: Ricardo, Judith y Leonardo Alí. No la exclusividad, pero proveedores y referentes insoslayables para adquirirla”.

Los puntos de venta estaban cerca del natatorio municipal, de las Escuelas Nº 55, 85, 207, 216, 431, 792, 405,40 y 451; del Centro de Promoción Social INTA, del Ministerio Evangélico “Monte Horeb”, de la Capilla Vírgen Peregrina, de la Iglesia Evangélica Unión Pentecostal; del Centro de Salud “Ramón Carrillo”, de la Plaza de los Troncos, del Centro Juvenil San Juan Bosco, del Centro de Salud y de Promoción Social del barrio San Martín, de la Plaza Francisco; de la Iglesia Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la Iglesia Unión Pentecostal y de una escuelita de danzas.

De las múltiples escuchas teléfonicas cabe destacar una charla de Ricardo Alí con un celular de característica 011, concertando una compra.

-NN: Todo tranqui acá haciendo algunas cositas. Viendo si podemos trabajar. ¿Vos qué decís? Arreglemos que sirva el número a los dos. Yo no quiero matarte con el precio pero acá está todo caro.

- Alí: ¿Tenés la petisa (cocaína)?

Su interlocutor le responde que tiene de lo “otro” y que le puede conseguir de la “petisa”. Alí le pregunta precio. “Ramón 4 peso. Vos sabes los números que se están manejando acá. Con las ganancias cubro los gastos nomás amigo. Me acordé de un amigo que tiene las Peti. Mañana sin falta te mando un texto y por lo de Ramón pensalo y lo charlamos mañana”.

Al día siguiente Alí le pregunta cuándo le traería la mercancía. N.N. le responde: “20 pares y con suerte la “peti”. Ahí hablamos tranquilo personalmente qué podemos hacer y arreglaríamos los números; quiero que vivas y que me dejes vivir, compa, ¿qué opinás?”.

Las charlas telefónicas disfrazaron la compra de droga con varios palabras: “caramelos”, “la malvada”, “la bonita”, “milonga”, “bolsas de cemento”, “bulones”, “tornillos”, “alita”. Siempre el lenguaje es “entrecortado, sugestivo e insinuante”.

Según el fiscal Gélvez, Alí distribuiría la sustancia desde “El turquito”, un comercio suyo. Sería la pantalla: entraba gente que no se llevaba compra alguna. “Es propio y característico del tráfico de estupefacientes. La cuestión es adquirir la droga a un precio conveniente para que se pueda obtener un margen de ganancia”.#

Enterate de las noticias de POLICIALES a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
15 JUL 2018 - 20:41

Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez

La Fiscalía Federal de Rawson pidió elevar a juicio oral y público el caso de una presunta banda narco que adquiría cocaína y marihuana en provincia de Buenos Aires y la redistribuía en Trelew. Les imputó comercio agravado por la intervención organizada de más de tres personas y muy cerca de centros culturales, asistenciales, educativos, de reunión y recreación. Habrían operado entre mediados de febrero de 2014 hasta el 22 de abril de 2017.

Los acusados son Ricardo Alí, instructor de gimnasia; su hijo Leonardo; Judith Alí, hermana de Ricardo; Guillermo Varela, un sujeto del partido de Avellaneda; Daniel Tomich, soldador; Mauricio “Choper” Mendieta; Maximiliano Villar, dueño de un gimnasio y profesor de educación física; Isaac Gastón Martín Pávez, tapicero; Elvio Evans, mecánico; Walter Arteaga, mecánico; y Nelson Pérez, marinero y albañil, alias “Cay” o “El Cuña”.

Los hermanos Alí tienen prisión preventiva aunque ella está detenida en domiciliaria. También están presos Varela, Arteaga y Pérez. El resto fue excarcelado.

Según la acusación del fiscal Fernando Gélvez, Ricardo Alí habría comprado los estupefacientes de diferentes proveedores, especialmente de Varela, que vivía en provincia de Buenos Aires. Ya en Trelew, Alí, su hermana y su hijo la revenderían a Pávez, Tomich, Mendieta y Villar.

Evans, Pérez y su cuñado Arteaga, a su vez, habrían obtenido la sustancia prohibida de Tomich y Mendieta, para luego venderla a otros consumidores.

La venta era en domicilios particulares. Se detectaron varios “pasamanos” y clientes ingresando a las casas por escaso tiempo, suficiente para abonar la droga preparada para su consumo.

En los allanamientos en las casas de los acusados se hallaron pesos, dólares, cocaína en varios formatos, recipientes plásticos, plantas y semillas de cannabis sativa, marihuana, envoltorios, bolsas y recortes de nylon, platos con restos de droga, tarjetas de débito, balanzas digitales de precisión, ampollas de noradrenalina, cuadernos, porros, un picachu, recipientes de vidrio, una tuquera, papeles con anotaciones, elementos de corte, celulares, chips, notebooks y armas.

La causa se inició por un llamado anónimo a la División Drogas Peligrosas y Leyes Especiales de Trelew, denunciando que en una casa de Río Negro al 3.000 del barrio Menfa se vendía droga. Por temor, el hombre que llamó no se identificó. La pesquisa guió hacia el grupo imputado.

En esa casa se lo vio a Evans. Llamó la atención pues tiempo antes, en un control vehicular, este sujeto iba con Railef, Pérez y Arteaga manejando un Renault Megan del que se incautó cocaína y marihuana. De Evans se pudo constatar, en distintos horarios, movimientos típicos del narcotráfico: mucha gente ajena a su domicilio a pie, en bicicleta, motos y otros vehículos, quedándose por poco tiempo. “Incluso se documentó la presencia de un sujeto que, al igual que muchos que arribaron, aguardaron ser atendidos por el causante y al momento de su partida se logró ver con claridad que extrajo un pequeño elemento que abrió e inhaló”. Esta vigilancia domiciliaria vio la visita de Arteaga, otro imputado.

Las escuchas telefónicas llevaron a Pérez y a Tomich. “No sólo se estableció la relación con Evans sino con Mendieta, de cuyos diálogos, nada codificados, la compra y venta de estupefacientes era elocuente. Es más, no había diálogos entre ellos que no obedeciera a eso”. De este vínculo se descubrió el presunto proveedor mayor: Ricardo Alí, alias “El Tío” o “El Turco”, a cuya casa iban.

La acusación del fiscal de Rawson destaca los seguimientos policiales y especialmente las intervenciones telefónicas. “Conocían lo que hacían y querían realizarlo en la realidad. De la prueba se desprende que actuaron con dolo directo al ejercer el comercio de estupefacientes en forma habitual y con fines de lucro”, escribió Gélvez.

“En este quehacer delictivo surge la relación existente entre ellos, abasteciéndose mutuamente de la droga, que tiene una fuente común: Ricardo, Judith y Leonardo Alí. No la exclusividad, pero proveedores y referentes insoslayables para adquirirla”.

Los puntos de venta estaban cerca del natatorio municipal, de las Escuelas Nº 55, 85, 207, 216, 431, 792, 405,40 y 451; del Centro de Promoción Social INTA, del Ministerio Evangélico “Monte Horeb”, de la Capilla Vírgen Peregrina, de la Iglesia Evangélica Unión Pentecostal; del Centro de Salud “Ramón Carrillo”, de la Plaza de los Troncos, del Centro Juvenil San Juan Bosco, del Centro de Salud y de Promoción Social del barrio San Martín, de la Plaza Francisco; de la Iglesia Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la Iglesia Unión Pentecostal y de una escuelita de danzas.

De las múltiples escuchas teléfonicas cabe destacar una charla de Ricardo Alí con un celular de característica 011, concertando una compra.

-NN: Todo tranqui acá haciendo algunas cositas. Viendo si podemos trabajar. ¿Vos qué decís? Arreglemos que sirva el número a los dos. Yo no quiero matarte con el precio pero acá está todo caro.

- Alí: ¿Tenés la petisa (cocaína)?

Su interlocutor le responde que tiene de lo “otro” y que le puede conseguir de la “petisa”. Alí le pregunta precio. “Ramón 4 peso. Vos sabes los números que se están manejando acá. Con las ganancias cubro los gastos nomás amigo. Me acordé de un amigo que tiene las Peti. Mañana sin falta te mando un texto y por lo de Ramón pensalo y lo charlamos mañana”.

Al día siguiente Alí le pregunta cuándo le traería la mercancía. N.N. le responde: “20 pares y con suerte la “peti”. Ahí hablamos tranquilo personalmente qué podemos hacer y arreglaríamos los números; quiero que vivas y que me dejes vivir, compa, ¿qué opinás?”.

Las charlas telefónicas disfrazaron la compra de droga con varios palabras: “caramelos”, “la malvada”, “la bonita”, “milonga”, “bolsas de cemento”, “bulones”, “tornillos”, “alita”. Siempre el lenguaje es “entrecortado, sugestivo e insinuante”.

Según el fiscal Gélvez, Alí distribuiría la sustancia desde “El turquito”, un comercio suyo. Sería la pantalla: entraba gente que no se llevaba compra alguna. “Es propio y característico del tráfico de estupefacientes. La cuestión es adquirir la droga a un precio conveniente para que se pueda obtener un margen de ganancia”.#


NOTICIAS RELACIONADAS