Magalí Charles y el arte de manchar

“El arte es salvador, porque a mí me salvó”, dice la artista trelewense. Magalí cuenta la gloriosa experiencia de su exposición en San Petersburgo, habla sobre su íntima relación con la pintura y explica los significados que se esconden detrás de su particular estilo de expresión: la mancha.

19 AGO 2018 - 20:26 | Actualizado

Magalí Charles tiene 25 años, es artista y atraviesa el momento más esplendoroso de su vida. A fines de 2017, dos de sus obras fueron seleccionadas para la edición del libro “Flamantes” de España junto a artistas de distintos rincones del mundo. En junio de 2018 fue invitada a la exposición del evento “Russian Art Show World Cup 2018 San Petersburg”, a la que asistió junto a su querida amiga Vanesa Correa.

-¿Cuándo empezaste a pintar?

-Arranqué Artes Visuales en el Instituto de Bellas Artes. Decidí hacerlo porque yo no sabía pintar y no sabía dibujar. Me gustaba mucho el arte, pintaba y dibujaba a mi parecer. Empecé con la carrera en 2013 y lo que aprendí fue gracias a los profesores. En los primeros dos años lo único que pinté fue lo académico que me daban en el Instituto. En el tercer año decidimos conformar un colectivo de artistas que se llama “Valle Andante”, que fue lanzado para que nosotros nos animemos a mostrar lo que hacíamos. A partir de ahí empecé a crecer y experimentar en la disciplina que más me gusta: la pintura.

-¿En tus inicios qué pintabas?

-Me gustaba mucho la figura de la mujer, pintaba sus cuerpos desnudos. Eso fue un tiempo, un año o menos. Después tuve un lapso en que no estuve creando nada; estaba cerrada, no me salía, me sentaba y me frustraba porque no me salía ninguna idea. Andaba con mambos y decidí empezar terapia. Después de un tiempo de terapia, agarré un bastidor y empecé a manchar con colores. Me acuerdo que la mamá de una amiga mía me regaló una careta que había hecho y que la iba a tirar, yo le dije “dámela que algo voy a hacer”. La pegué en un bastidor y empecé a manchar y quedó muy buena. Ese fue el inicio de una liberación mía.

-¿Sentís que la terapia te ayudó a expresarte en la pintura?

-Sí, totalmente. Me sentí liberada.

-¿Hay un significado entonces en cada mancha?

-Sí, la mancha es súper expresiva. Yo encontré en la abstracción mucho más significado que en lo figurativo. En la mancha, cada persona puede interpretar lo que sea. Eso es lo que a mí me gusta y lo que me encanta de la percepción de la gente. Me llama la atención que todo el mundo le busca una figuración a la abstracción.

-Son estilos muy diferentes.

-Al estar tantos años estudiando la figuración, modelos vivos, lo inmediato y lo que estás viendo, pasar a la abstracción absoluta con la mancha es muy diferente. No me resultó difícil, y me incentivó a seguir experimentando, porque hay un abanico infinito de posibilidades, con diferentes colores, con diferentes materiales y diferentes soportes.

-¿Cómo fue la primera experiencia de vender un cuadro?

-Yo soy la típica mujer que se autoboicotea en todo. Yo no tenía a la venta los cuadros. En una exposición alguien vino y me dijo que me quería comprar uno. En ese momento no podía ponerle un valor, tuve que pensarlo en la semana. Hasta el día de hoy me pasa que no sé qué precio ponerles.

-¿Duele soltar una obra?

-Cada vez que me compran una obra se llevan una parte de mí. Es difícil el desapego.

-¿Te gusta Jackson Pollock?

-A Jackson Pollock lo he disfrutado mucho, porque tiene un punto de vista extraño y me gusta.

-¿Pintas como él, en el piso y sobre la pintura?

-Sí, la mancha la pinto en el piso. Por eso tengo todo lleno de pintura (ríe). Le meto expresión, le meto cuerpo, porque es necesario. Termino toda pintada, es inevitable. Hace un año, en una exposición en Dolavon, por la Fiesta del Chorizo, a una pareja de Comodoro Rivadavia le gustó mucho un díptico que yo tenía. Me lo compraron y me encargaron un tríptico de la misma técnica, pero con los colores que ellos querían, grises y amarillos. El tríptico era enorme y le tuve que poner todo el cuerpo: subirme arriba, con las manos, con todo.

-¿Suelen hacerte encargos?

-Nunca me habían hecho encargos de algo que a mí me gustase. Siempre me decían: “che, quiero que me pintes esto”. Estuvo bueno, me gustó cómo quedó y a ellos también. Para mí la satisfacción era que a ellos les guste.

-¿Te expresas mejor cuando trabajas a partir de tus inspiraciones?

-Para mí es diferente. No es lo mismo yo una noche pintar dos cuadros o pintar tres cuadros en la semana porque estaba inspirada, que la presión de un encargo. La mancha es incierta. Más cuando la trabajas aguada. Puede quedar bien o puede quedar mal según otros. Es la presión de que a otros no le guste.

-¿Qué expresan tus manchas?

-Emociones que tengo en el momento o en el día. Puedo tener un día espléndido o puedo tener un día turbio. Es difícil dar un significado. A veces es absoluta experimentación. Hace poco tuve un sueño muy flashero. Cada vez que me acuerdo de un sueño lo anoto. Uno de los cuadros que llevé a Rusia tiene que ver con uno de estos sueños. Es una figuración de acá a la China. Fue muy raro para mí estar pintando y dibujando una figuración cuando nunca me siento cómoda. Lo disfruté muchísimo, tal vez porque fue algo personal.

-¿Cómo se dio la oportunidad de exponer en San Petersburgo?

-El año pasado salió una convocatoria abierta a artistas jóvenes de todo el mundo para participar en un libro de artistas de España. Mi amiga y colega Vanesa Correa quedó seleccionada en la primera convocatoria y yo quedé seleccionada en la segunda. El libro (“Flamantes”) no está a la venta, pero sí recorrió museos, galerías y ferias de toda España. Gracias a esta difusión, a nosotras nos contactó la “Galería Crisolart” de Barcelona, y nos invitaron a exponer en Rusia para una exposición en conjunto con una galería “Art Vskladchinu” de San Petersburgo.

-Fue todo muy rápido.

-Muy rápido. Esto fue en octubre, en diciembre salió la edición, en febrero empezó a circular por los museos y en mayo nos invitaron a Rusia. Estar en un libro entre artistas de todo el mundo para nosotras ya era un sueño. ¡Encima nosotras, que somos amigas!

-¿Qué sentiste?

-Al principio sentí que mis obras no eran demasiado buenas para estar en un libro internacional. Teníamos que enviar un catálogo de obras, ellos elegían y enviaban un email de preselección. Si el email no llegaba, significaba que no estaba seleccionada. Esa semana estuve con la ansiedad al palo. A partir de eso vino una avalancha de cosas, una tras otra. Todavía no lo puedo creer.

-¿Y qué pasó en Rusia?

-Al principio no íbamos a viajar. No teníamos cómo pagarlo. Por nosotras mismas no íbamos a poder nunca. De un día para otro, nuestras familias nos dijeron “se van, cumplen su sueño y abren puertas”. Por suerte tenemos mucho apoyo de nuestras familias. Y nos fuimos. El 18 de junio fue la inauguración y nosotras llegamos el 14. Llegamos y nos recibieron súper cálidos, muy interesados en nuestro arte. Querían conocernos como personas y les fascinaba que viviéramos en la Patagonia. Nos entrevistaban, se sacaban fotos con nosotras. Fue un sueño cumplido.

-¿Te dieron ganas de quedarte?

-Nosotras con Vane teníamos una idea muy fija y clara cuando viajamos: hacer contactos. Fuimos, los generamos y volvimos. Ella tiene acá su trabajo y estudia conmigo, las dos nos queremos recibir. Estábamos pensando que en un año y medio o dos, nos vamos a Barcelona a vivir. De hecho, los dueños de la Galería Crisolart estaban muy insistentes en que nos vayamos con ellos. Si Vane me hubiese dado el okey cuando estuvimos allá, yo me quedaba. Nos dimos cuenta que si se quiere, se puede.

-Ahora hay una nueva oportunidad en Barcelona...

-Sí, se ve que fue muy exitosa la exposición en Rusia que ahora van a hacer una en Barcelona en octubre y nos invitaron. Pero no voy a ir. No puedo. Nos alcanza con estar omnipresentes con nuestras obras. Las dos obras que expusimos en San Petersburgo ya están en Barcelona, y nos piden dos obras más.

-¿Es difícil ser artista hoy por hoy?

-Por lo que yo viví en Rusia, creo que acá en la zona está muy parado lo cultural y artístico. Por ende, no hay alas para los artistas locales. Sí para los reconocidos, pero los emergentes no. Con Vane siempre recalcamos que somos el vivo ejemplo de simples estudiantes, y sí se puede llegar a Europa, sí se puede aspirar a más. Se sueña, hay que tener la meta clara. Nuestra frase de cabecera es: “Creer es crear”.

-¿Qué artistas admiras?

-Kandinsky me gusta desde que tengo noción del arte, es un zarpado de la abstracción y quien realizó la teoría del punto y la línea sobre el plano. Me gusta mucho Van Gogh. Me gusta Dalí, un flashero divino. Me gusta Paul Klee.

-¿Vas adoptando cosas de ellos?

-Los grandes artistas siempre se basaron en otros artistas. Cuesta mucho hacer tus propias obras. A mí me llevó mucho tiempo hacer algo propio. Y ahora desarrollar un estilo, que digan “este es el cuadro de Magalí”, eso es muy difícil también.

-¿El arte es tu vida?

-Totalmente. Ojalá pueda vivir del arte. Para mí, el arte es salvador, porque a mí me salvó. Su forma de expresión… El arte es amor. Entregar arte es un cacho de amor y una parte de mi vida.

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19 AGO 2018 - 20:26

Magalí Charles tiene 25 años, es artista y atraviesa el momento más esplendoroso de su vida. A fines de 2017, dos de sus obras fueron seleccionadas para la edición del libro “Flamantes” de España junto a artistas de distintos rincones del mundo. En junio de 2018 fue invitada a la exposición del evento “Russian Art Show World Cup 2018 San Petersburg”, a la que asistió junto a su querida amiga Vanesa Correa.

-¿Cuándo empezaste a pintar?

-Arranqué Artes Visuales en el Instituto de Bellas Artes. Decidí hacerlo porque yo no sabía pintar y no sabía dibujar. Me gustaba mucho el arte, pintaba y dibujaba a mi parecer. Empecé con la carrera en 2013 y lo que aprendí fue gracias a los profesores. En los primeros dos años lo único que pinté fue lo académico que me daban en el Instituto. En el tercer año decidimos conformar un colectivo de artistas que se llama “Valle Andante”, que fue lanzado para que nosotros nos animemos a mostrar lo que hacíamos. A partir de ahí empecé a crecer y experimentar en la disciplina que más me gusta: la pintura.

-¿En tus inicios qué pintabas?

-Me gustaba mucho la figura de la mujer, pintaba sus cuerpos desnudos. Eso fue un tiempo, un año o menos. Después tuve un lapso en que no estuve creando nada; estaba cerrada, no me salía, me sentaba y me frustraba porque no me salía ninguna idea. Andaba con mambos y decidí empezar terapia. Después de un tiempo de terapia, agarré un bastidor y empecé a manchar con colores. Me acuerdo que la mamá de una amiga mía me regaló una careta que había hecho y que la iba a tirar, yo le dije “dámela que algo voy a hacer”. La pegué en un bastidor y empecé a manchar y quedó muy buena. Ese fue el inicio de una liberación mía.

-¿Sentís que la terapia te ayudó a expresarte en la pintura?

-Sí, totalmente. Me sentí liberada.

-¿Hay un significado entonces en cada mancha?

-Sí, la mancha es súper expresiva. Yo encontré en la abstracción mucho más significado que en lo figurativo. En la mancha, cada persona puede interpretar lo que sea. Eso es lo que a mí me gusta y lo que me encanta de la percepción de la gente. Me llama la atención que todo el mundo le busca una figuración a la abstracción.

-Son estilos muy diferentes.

-Al estar tantos años estudiando la figuración, modelos vivos, lo inmediato y lo que estás viendo, pasar a la abstracción absoluta con la mancha es muy diferente. No me resultó difícil, y me incentivó a seguir experimentando, porque hay un abanico infinito de posibilidades, con diferentes colores, con diferentes materiales y diferentes soportes.

-¿Cómo fue la primera experiencia de vender un cuadro?

-Yo soy la típica mujer que se autoboicotea en todo. Yo no tenía a la venta los cuadros. En una exposición alguien vino y me dijo que me quería comprar uno. En ese momento no podía ponerle un valor, tuve que pensarlo en la semana. Hasta el día de hoy me pasa que no sé qué precio ponerles.

-¿Duele soltar una obra?

-Cada vez que me compran una obra se llevan una parte de mí. Es difícil el desapego.

-¿Te gusta Jackson Pollock?

-A Jackson Pollock lo he disfrutado mucho, porque tiene un punto de vista extraño y me gusta.

-¿Pintas como él, en el piso y sobre la pintura?

-Sí, la mancha la pinto en el piso. Por eso tengo todo lleno de pintura (ríe). Le meto expresión, le meto cuerpo, porque es necesario. Termino toda pintada, es inevitable. Hace un año, en una exposición en Dolavon, por la Fiesta del Chorizo, a una pareja de Comodoro Rivadavia le gustó mucho un díptico que yo tenía. Me lo compraron y me encargaron un tríptico de la misma técnica, pero con los colores que ellos querían, grises y amarillos. El tríptico era enorme y le tuve que poner todo el cuerpo: subirme arriba, con las manos, con todo.

-¿Suelen hacerte encargos?

-Nunca me habían hecho encargos de algo que a mí me gustase. Siempre me decían: “che, quiero que me pintes esto”. Estuvo bueno, me gustó cómo quedó y a ellos también. Para mí la satisfacción era que a ellos les guste.

-¿Te expresas mejor cuando trabajas a partir de tus inspiraciones?

-Para mí es diferente. No es lo mismo yo una noche pintar dos cuadros o pintar tres cuadros en la semana porque estaba inspirada, que la presión de un encargo. La mancha es incierta. Más cuando la trabajas aguada. Puede quedar bien o puede quedar mal según otros. Es la presión de que a otros no le guste.

-¿Qué expresan tus manchas?

-Emociones que tengo en el momento o en el día. Puedo tener un día espléndido o puedo tener un día turbio. Es difícil dar un significado. A veces es absoluta experimentación. Hace poco tuve un sueño muy flashero. Cada vez que me acuerdo de un sueño lo anoto. Uno de los cuadros que llevé a Rusia tiene que ver con uno de estos sueños. Es una figuración de acá a la China. Fue muy raro para mí estar pintando y dibujando una figuración cuando nunca me siento cómoda. Lo disfruté muchísimo, tal vez porque fue algo personal.

-¿Cómo se dio la oportunidad de exponer en San Petersburgo?

-El año pasado salió una convocatoria abierta a artistas jóvenes de todo el mundo para participar en un libro de artistas de España. Mi amiga y colega Vanesa Correa quedó seleccionada en la primera convocatoria y yo quedé seleccionada en la segunda. El libro (“Flamantes”) no está a la venta, pero sí recorrió museos, galerías y ferias de toda España. Gracias a esta difusión, a nosotras nos contactó la “Galería Crisolart” de Barcelona, y nos invitaron a exponer en Rusia para una exposición en conjunto con una galería “Art Vskladchinu” de San Petersburgo.

-Fue todo muy rápido.

-Muy rápido. Esto fue en octubre, en diciembre salió la edición, en febrero empezó a circular por los museos y en mayo nos invitaron a Rusia. Estar en un libro entre artistas de todo el mundo para nosotras ya era un sueño. ¡Encima nosotras, que somos amigas!

-¿Qué sentiste?

-Al principio sentí que mis obras no eran demasiado buenas para estar en un libro internacional. Teníamos que enviar un catálogo de obras, ellos elegían y enviaban un email de preselección. Si el email no llegaba, significaba que no estaba seleccionada. Esa semana estuve con la ansiedad al palo. A partir de eso vino una avalancha de cosas, una tras otra. Todavía no lo puedo creer.

-¿Y qué pasó en Rusia?

-Al principio no íbamos a viajar. No teníamos cómo pagarlo. Por nosotras mismas no íbamos a poder nunca. De un día para otro, nuestras familias nos dijeron “se van, cumplen su sueño y abren puertas”. Por suerte tenemos mucho apoyo de nuestras familias. Y nos fuimos. El 18 de junio fue la inauguración y nosotras llegamos el 14. Llegamos y nos recibieron súper cálidos, muy interesados en nuestro arte. Querían conocernos como personas y les fascinaba que viviéramos en la Patagonia. Nos entrevistaban, se sacaban fotos con nosotras. Fue un sueño cumplido.

-¿Te dieron ganas de quedarte?

-Nosotras con Vane teníamos una idea muy fija y clara cuando viajamos: hacer contactos. Fuimos, los generamos y volvimos. Ella tiene acá su trabajo y estudia conmigo, las dos nos queremos recibir. Estábamos pensando que en un año y medio o dos, nos vamos a Barcelona a vivir. De hecho, los dueños de la Galería Crisolart estaban muy insistentes en que nos vayamos con ellos. Si Vane me hubiese dado el okey cuando estuvimos allá, yo me quedaba. Nos dimos cuenta que si se quiere, se puede.

-Ahora hay una nueva oportunidad en Barcelona...

-Sí, se ve que fue muy exitosa la exposición en Rusia que ahora van a hacer una en Barcelona en octubre y nos invitaron. Pero no voy a ir. No puedo. Nos alcanza con estar omnipresentes con nuestras obras. Las dos obras que expusimos en San Petersburgo ya están en Barcelona, y nos piden dos obras más.

-¿Es difícil ser artista hoy por hoy?

-Por lo que yo viví en Rusia, creo que acá en la zona está muy parado lo cultural y artístico. Por ende, no hay alas para los artistas locales. Sí para los reconocidos, pero los emergentes no. Con Vane siempre recalcamos que somos el vivo ejemplo de simples estudiantes, y sí se puede llegar a Europa, sí se puede aspirar a más. Se sueña, hay que tener la meta clara. Nuestra frase de cabecera es: “Creer es crear”.

-¿Qué artistas admiras?

-Kandinsky me gusta desde que tengo noción del arte, es un zarpado de la abstracción y quien realizó la teoría del punto y la línea sobre el plano. Me gusta mucho Van Gogh. Me gusta Dalí, un flashero divino. Me gusta Paul Klee.

-¿Vas adoptando cosas de ellos?

-Los grandes artistas siempre se basaron en otros artistas. Cuesta mucho hacer tus propias obras. A mí me llevó mucho tiempo hacer algo propio. Y ahora desarrollar un estilo, que digan “este es el cuadro de Magalí”, eso es muy difícil también.

-¿El arte es tu vida?

-Totalmente. Ojalá pueda vivir del arte. Para mí, el arte es salvador, porque a mí me salvó. Su forma de expresión… El arte es amor. Entregar arte es un cacho de amor y una parte de mi vida.


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