Editorial: conciencia

21 AGO 2018 - 21:39 | Actualizado

Parece que no hay caso. En Trelew, la mitológica historia helénica relatada en la Odisea, en la que el rey de Éfira, Sísifo, soportaba un castigo frustrante una y otra vez en el inframundo, parece que es real. Cuenta Homero que Sísifo fue obligado a cumplir su castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.

Ayer, los juegos inclusivos inaugurados horas antes en la Plaza Centenario de Trelew ya fueron dañados. No se sabe si por ignorancia, por maldad o sencillamente por falta de conciencia.

No de los chicos, que los utilizaron para divertimento propio, sino por sus padres, que debieron velar para que ello no pasara. Pero hay algo concreto: los juegos están dañados y se deberá requerir su reparación para, probablemente, volverse a dañar y comenzar a hacerlo de nuevo. Es un cuento de nunca acabar. Como la historia de Sísifo, quedando muy claro, que, después de los griegos, ya está todo inventado.

La adaptación de ese espacio público con juegos para chicos con discapacidad forma parte de los ejes de gestión para hacer de Trelew una ciudad inclusiva, decisión que se ha visto reflejada en otras obras como la construcción de rampas tanto en el centro como en el semicentro.

Pero la decisión del Estado –en este caso presente- no va acompañada por la actitud de parte de la ciudadanía, que mira, sin atinar a nada, cómo el futuro es insensible a sus pares que poseen capacidades diferentes y que invariablemente deben adaptarse a un mundo cada vez más complejo.

Se pretende que la sociedad evolucione hacia un lugar más inclusivo y con igualdad de oportunidades para todos. Estos hechos, de inconciencia, hacen temer todo lo contrario.

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21 AGO 2018 - 21:39

Parece que no hay caso. En Trelew, la mitológica historia helénica relatada en la Odisea, en la que el rey de Éfira, Sísifo, soportaba un castigo frustrante una y otra vez en el inframundo, parece que es real. Cuenta Homero que Sísifo fue obligado a cumplir su castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.

Ayer, los juegos inclusivos inaugurados horas antes en la Plaza Centenario de Trelew ya fueron dañados. No se sabe si por ignorancia, por maldad o sencillamente por falta de conciencia.

No de los chicos, que los utilizaron para divertimento propio, sino por sus padres, que debieron velar para que ello no pasara. Pero hay algo concreto: los juegos están dañados y se deberá requerir su reparación para, probablemente, volverse a dañar y comenzar a hacerlo de nuevo. Es un cuento de nunca acabar. Como la historia de Sísifo, quedando muy claro, que, después de los griegos, ya está todo inventado.

La adaptación de ese espacio público con juegos para chicos con discapacidad forma parte de los ejes de gestión para hacer de Trelew una ciudad inclusiva, decisión que se ha visto reflejada en otras obras como la construcción de rampas tanto en el centro como en el semicentro.

Pero la decisión del Estado –en este caso presente- no va acompañada por la actitud de parte de la ciudadanía, que mira, sin atinar a nada, cómo el futuro es insensible a sus pares que poseen capacidades diferentes y que invariablemente deben adaptarse a un mundo cada vez más complejo.

Se pretende que la sociedad evolucione hacia un lugar más inclusivo y con igualdad de oportunidades para todos. Estos hechos, de inconciencia, hacen temer todo lo contrario.


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