“Esto para mí no es un viaje, esto es mi vida”

Guadalupe Araoz habló con Jornada hace ya tres años, cuando recién iniciaba un viaje en moto por América. Tras cumplir la primera parte del itinerario viajó a África, donde recorrió pueblos, conoció culturas y se rompió las manos en un accidente. En un mes vuelve a las rutas, pero esta vez en bicicleta.

Guadalupe y la moto 250cc en Mali. La travesía por África le permitió conocer otras culturas y ahora planea volver pero en bicicleta. (foto blog Hasta Pronto Catalina)
25 AGO 2018 - 20:54 | Actualizado

Yo soy movimiento” dice Guadalupe, quien asegura que tener un plan de viaje “es una limitación muy grande”. De contextura frágil y voz aniñada, esta argentina ha recorrido miles de kilómetros en moto entre dos continentes y se apresta a una nueva empresa.

Hace más de tres años, a principios de 2015, iniciaba un viaje en solitario, sobre una moto de 125cc a la que había apodado cariñosamente “Samy” y se disponía a recorrer gran parte del continente americano en dos ruedas.

En aquella oportunidad, al pasar por Puerto Madryn le contó a Jornada su idea de viajar sin más, volcando sus vivencias en una bitácora digital llamada “Hasta pronto Catalina”. Allí pensaba postear fotos, videos y anécdotas de ruta sobre una Honda XR125N al tiempo que sus estudios de economía le facilitaban planificar uno de los aspectos más complejos del viaje: los ingresos y los gastos.

Guadalupe aprendió a andar en moto en 2013 durante un viaje por Asia, pero un accidente truncó aquella primera travesía. La última vez que charló con este medio viajaba hacia Ushuaia por ruta 3 y no sólo llegó a la ciudad más austral del mundo sino que transitó toda la ruta 40 hasta Jujuy y luego de regresar a la pampa húmeda cruzó a Uruguay, desde donde puso rumbo a una travesía que le permitió recorrer todos los países continentales de Sudamérica, América Central y Norteamérica, para finalizar en la parte sur de Alaska.

Tras su cumplir su etapa americana, volvió a Argentina vía México “para hacer documentos, porque por desgracia las embajadas en el exterior están muy limitadas, y apenas pueden dar un pasaporte de emergencia, lo cual me pone en aprietos porque me obliga a tener siempre plata para pasajes si necesito volver a Buenos Aires”.

Europa y África

La segunda parte de su viaje empezó en el País Vasco y Barcelona, donde compró y patentó una moto Honda Dominator NX250. Nuevamente sobre dos ruedas, se largó a recorrer el continente africano.

“Empecé por Marruecos, luego fui hasta Mauritania y ahí Senegal, donde empieza el África negra. Gambia lo crucé en un día, no me quedé y entré en Mali” cuenta Guadalupe, a quien parecen aflorarle los recuerdos de kilómetros de ruta, entre paisajes increíbles y la incertidumbre que genera estar en países donde los atentados y los secuestros están a la orden del día.

"En Mali fui hasta país Dogón, que no es un país sino una región de Mali, pero para eso tuve que dejar la moto en Bamako –capital de ese país- porque es un lugar que hay conflictos, hay secuestros, está heavy el tema ahí, así que me tuve que ir en bus, y después tuve que caminar casi 70 kilómetros”.

Si bien la travesía pedestre le dejó los pies ampollados, no olvida las imágenes de la tierra de los dogones. “Es espectacular, es lo que uno se imagina cuando piensa en África, es muy distinto porque el resto de África está muy occidentalizado, muy mezclado todo, pero ahí es muy auténtico, muy diferente”.

La travesía, que en una parte compartió con su amiga brasilera Kimie, la llevó hasta Guinea Bisau y Guinea Conakri, donde permaneció por algunos días. Allí empezaron los problemas reales debido la rotura de la suspensión posterior de su moto.

“La moto que yo tenía para ellos es una moto grande, en esos países no se consiguen repuestos. Por ejemplo un día se rompieron 12 rayos y los rayos que me pusieron eran más largos, entonces todo el tiempo se rompía la rueda. No solo no hay repuestos sino tampoco tienen herramientas para hacer un trabajo fino”.

En esas condiciones tenía por delante una travesía muy grande para cruzar Sierra Leona, Liberia y llegar hasta Costa de Marfil, “que es un país más rico y donde quizás tenían partes para poder cambiar la suspensión”.

“Decidimos ir por el este, por la zona costera porque como las motos estaban mal tratábamos de evitar el off road”, pero las condiciones del camino no fueron mejores.

En ese tránsito durmieron en puestos policiales y de inmigraciones, conocieron culturas centenarias y danzaron con mujeres africanas mientras esperaban que las autoridades consiguieran tinta para sellarles los documentos.

Accidente y vuelta a casa

Fue en esa travesía, cruzando Liberia, que Guadalupe sufrió un grave accidente en el que se rompió ambas manos. “Me estrellé sin mucho motivo, la moto hizo un shimmy y volé. Me rompí las dos manos y me trasladaron hasta Monrovia en una ambulancia. Fueron diez horas hasta llegar”.

De aquellos momentos recuerda el sufrimiento tras la caída, la atención que si bien fue profesional, llegó a un hospital rural con pocos recursos para el tipo de lesiones que tenía. “El hospital tenía para hacer rayos, y para estabilizar pero no tienen quirófano, de ahí llevan a la gente a Senegal o Ghana para operar” explica la joven, quien sin embargo no quería ninguna de las dos alternativas.

A través del seguro médico y después de varios días, logró que la trasladaran a Johannesburgo, en Sudáfrica, donde finalmente la operaron aunque “cuando llegué a Buenos Aires me tuvieron que operar de nuevo, acá me tuvieron que limpiar porque todavía había astillas de hueso y no tenía movilidad en una mano. Ahora de a poco volví a recuperar la movilidad”.

El próximo paso

Los meses en Buenos Aires no han sido un simple descanso. Volvió a escribir en su blog y también terminó la edición de un libro con sus vivencias, el cual será publicado en formato ebook para su venta a través de tiendas electrónicas.

Con los gastos controlados, y escribiendo para revistas especializadas en moto durante el tiempo que duró la travesía, su próximo proyecto la obligará no solo a redefinir su viaje sino también a buscar otros ingresos.

A fines de septiembre tiene previsto volver a viajar. “En principio me voy a ir a España, donde voy a intentar conseguir una bicicleta para cicloturismo y la idea es hacer África en dos ruedas” pero esta vez no habrá que dar gas, sino pedalear.

“Tiene un mensaje muy ambientalista, de cuidado hacia el otro” asegura Guadalupe, quien proyecta en una primera etapa ir desde Liberia hasta Sudáfrica, ingresando en distintos países pero sin alejarse la ruta prevista y en el camino “ir ayudando a organismos o reservas o refugios animales con lo que sea. Sacando fotos, haciendo videos, o difusión, dar una mano con el tema creación de contenidos hacia ese tipo de lugares”.

El viaje no tiene un término previsto, “a menos que después de un año necesite un parate, o algo por el estilo, pero no sigo ningún plan, el plan es que no hay plan; la verdad que es una limitación muy grande tener un plan”.

Una vez que llegue a Sudáfrica decidirá sus próximos pasos. Por ahora las alternativas que surgen son, o bien, viajar al norte hacia Egipto o “irme hacia la India o Nepal para seguir aprendiendo del budismo; mi camino espiritual es muy importante, pero veremos una vez llegada a Sudáfrica que motivaciones tengo”, dice la joven aventurera.

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Guadalupe y la moto 250cc en Mali. La travesía por África le permitió conocer otras culturas y ahora planea volver pero en bicicleta. (foto blog Hasta Pronto Catalina)
25 AGO 2018 - 20:54

Yo soy movimiento” dice Guadalupe, quien asegura que tener un plan de viaje “es una limitación muy grande”. De contextura frágil y voz aniñada, esta argentina ha recorrido miles de kilómetros en moto entre dos continentes y se apresta a una nueva empresa.

Hace más de tres años, a principios de 2015, iniciaba un viaje en solitario, sobre una moto de 125cc a la que había apodado cariñosamente “Samy” y se disponía a recorrer gran parte del continente americano en dos ruedas.

En aquella oportunidad, al pasar por Puerto Madryn le contó a Jornada su idea de viajar sin más, volcando sus vivencias en una bitácora digital llamada “Hasta pronto Catalina”. Allí pensaba postear fotos, videos y anécdotas de ruta sobre una Honda XR125N al tiempo que sus estudios de economía le facilitaban planificar uno de los aspectos más complejos del viaje: los ingresos y los gastos.

Guadalupe aprendió a andar en moto en 2013 durante un viaje por Asia, pero un accidente truncó aquella primera travesía. La última vez que charló con este medio viajaba hacia Ushuaia por ruta 3 y no sólo llegó a la ciudad más austral del mundo sino que transitó toda la ruta 40 hasta Jujuy y luego de regresar a la pampa húmeda cruzó a Uruguay, desde donde puso rumbo a una travesía que le permitió recorrer todos los países continentales de Sudamérica, América Central y Norteamérica, para finalizar en la parte sur de Alaska.

Tras su cumplir su etapa americana, volvió a Argentina vía México “para hacer documentos, porque por desgracia las embajadas en el exterior están muy limitadas, y apenas pueden dar un pasaporte de emergencia, lo cual me pone en aprietos porque me obliga a tener siempre plata para pasajes si necesito volver a Buenos Aires”.

Europa y África

La segunda parte de su viaje empezó en el País Vasco y Barcelona, donde compró y patentó una moto Honda Dominator NX250. Nuevamente sobre dos ruedas, se largó a recorrer el continente africano.

“Empecé por Marruecos, luego fui hasta Mauritania y ahí Senegal, donde empieza el África negra. Gambia lo crucé en un día, no me quedé y entré en Mali” cuenta Guadalupe, a quien parecen aflorarle los recuerdos de kilómetros de ruta, entre paisajes increíbles y la incertidumbre que genera estar en países donde los atentados y los secuestros están a la orden del día.

"En Mali fui hasta país Dogón, que no es un país sino una región de Mali, pero para eso tuve que dejar la moto en Bamako –capital de ese país- porque es un lugar que hay conflictos, hay secuestros, está heavy el tema ahí, así que me tuve que ir en bus, y después tuve que caminar casi 70 kilómetros”.

Si bien la travesía pedestre le dejó los pies ampollados, no olvida las imágenes de la tierra de los dogones. “Es espectacular, es lo que uno se imagina cuando piensa en África, es muy distinto porque el resto de África está muy occidentalizado, muy mezclado todo, pero ahí es muy auténtico, muy diferente”.

La travesía, que en una parte compartió con su amiga brasilera Kimie, la llevó hasta Guinea Bisau y Guinea Conakri, donde permaneció por algunos días. Allí empezaron los problemas reales debido la rotura de la suspensión posterior de su moto.

“La moto que yo tenía para ellos es una moto grande, en esos países no se consiguen repuestos. Por ejemplo un día se rompieron 12 rayos y los rayos que me pusieron eran más largos, entonces todo el tiempo se rompía la rueda. No solo no hay repuestos sino tampoco tienen herramientas para hacer un trabajo fino”.

En esas condiciones tenía por delante una travesía muy grande para cruzar Sierra Leona, Liberia y llegar hasta Costa de Marfil, “que es un país más rico y donde quizás tenían partes para poder cambiar la suspensión”.

“Decidimos ir por el este, por la zona costera porque como las motos estaban mal tratábamos de evitar el off road”, pero las condiciones del camino no fueron mejores.

En ese tránsito durmieron en puestos policiales y de inmigraciones, conocieron culturas centenarias y danzaron con mujeres africanas mientras esperaban que las autoridades consiguieran tinta para sellarles los documentos.

Accidente y vuelta a casa

Fue en esa travesía, cruzando Liberia, que Guadalupe sufrió un grave accidente en el que se rompió ambas manos. “Me estrellé sin mucho motivo, la moto hizo un shimmy y volé. Me rompí las dos manos y me trasladaron hasta Monrovia en una ambulancia. Fueron diez horas hasta llegar”.

De aquellos momentos recuerda el sufrimiento tras la caída, la atención que si bien fue profesional, llegó a un hospital rural con pocos recursos para el tipo de lesiones que tenía. “El hospital tenía para hacer rayos, y para estabilizar pero no tienen quirófano, de ahí llevan a la gente a Senegal o Ghana para operar” explica la joven, quien sin embargo no quería ninguna de las dos alternativas.

A través del seguro médico y después de varios días, logró que la trasladaran a Johannesburgo, en Sudáfrica, donde finalmente la operaron aunque “cuando llegué a Buenos Aires me tuvieron que operar de nuevo, acá me tuvieron que limpiar porque todavía había astillas de hueso y no tenía movilidad en una mano. Ahora de a poco volví a recuperar la movilidad”.

El próximo paso

Los meses en Buenos Aires no han sido un simple descanso. Volvió a escribir en su blog y también terminó la edición de un libro con sus vivencias, el cual será publicado en formato ebook para su venta a través de tiendas electrónicas.

Con los gastos controlados, y escribiendo para revistas especializadas en moto durante el tiempo que duró la travesía, su próximo proyecto la obligará no solo a redefinir su viaje sino también a buscar otros ingresos.

A fines de septiembre tiene previsto volver a viajar. “En principio me voy a ir a España, donde voy a intentar conseguir una bicicleta para cicloturismo y la idea es hacer África en dos ruedas” pero esta vez no habrá que dar gas, sino pedalear.

“Tiene un mensaje muy ambientalista, de cuidado hacia el otro” asegura Guadalupe, quien proyecta en una primera etapa ir desde Liberia hasta Sudáfrica, ingresando en distintos países pero sin alejarse la ruta prevista y en el camino “ir ayudando a organismos o reservas o refugios animales con lo que sea. Sacando fotos, haciendo videos, o difusión, dar una mano con el tema creación de contenidos hacia ese tipo de lugares”.

El viaje no tiene un término previsto, “a menos que después de un año necesite un parate, o algo por el estilo, pero no sigo ningún plan, el plan es que no hay plan; la verdad que es una limitación muy grande tener un plan”.

Una vez que llegue a Sudáfrica decidirá sus próximos pasos. Por ahora las alternativas que surgen son, o bien, viajar al norte hacia Egipto o “irme hacia la India o Nepal para seguir aprendiendo del budismo; mi camino espiritual es muy importante, pero veremos una vez llegada a Sudáfrica que motivaciones tengo”, dice la joven aventurera.


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