Lüters: “Ningún funcionario se atrevía a decirle que no”

La palabra de Correa era como la palabra del gobernador. No había ningún funcionario que se atreviera a decirle que no”. Así definió Diego Lüters a su exjefe de la Unidad Gobernador.

31 AGO 2018 - 22:00 | Actualizado

“No es accesible ni intercambia opiniones. Por eso varias veces pensé en apartarme y volver al Banco Chubut. El maltrato que recibía no tenía sentido”. El día que falleció Mario Das Neves redactó su renuncia en una de las computadoras luego secuestradas de la Privada. “Tenía temor porque si Correa levantaba el teléfono podían despedirme o trasladarme, iba a pensar que lo estaba traicionando”.
Antes de todo, Lüters era cajero de la sucursal del Banco Chubut de Yrigoyen y Muzio de Trelew. Había llegado a Chubut en 2007 sin trabajo. Estuvo en una veterinaria y en la farmacia del Shopping.
Correa lo conoció en esa sucursal, haciendo trámites para la campaña electoral. Se encontraron en algunos asados en Playa Unión. El secretario privado de Das Neves bromeaba con la plata que manejaba su nuevo amigo en el trabajo. Lüters reponía cajeros automáticos y estaba acostumbrado a los fajos grandes. Le hizo favores particulares a Correa a su casa de Velero Vesta. Hasta que lo invitó a la campaña electoral de un Das Neves que buscaba su tercer mandato con reuniones en el quincho de Chubut Somos Todos. Lüters conseguía carne y bebidas. O hacía de chofer. Pero no tenía diálogo con Das Neves. “No opinaba ni preguntaba porque la relación era de él con Diego”.
El 10 de diciembre de 2015, adscripto a pedido de Correa, Lüters llega a la Secretaría Privada de Fontana 50. “Estaba a disposición todo el día todos los días y tenía prohibido apagar el celular”.
Seguía con su sueldo de $ 30 mil del Banco pero con más trabajo. “Discutimos porque él me proponía renunciar porque me iba a ir mejor en Provincia. Yo no estaba dispuesto. Al mes me dice ´Te tiro unos mangos por mes para equiparar el horario´”. Primero 10 mil, luego 20 mil y en los últimos meses 30 mil extra y en cash, sin recibo alguno.
Lüters dijo que le “llamó la atención” la circular de Fontana 50 que centralizó toda decisión de contratación y de obra pública en Correa. “Él decidía quién sí o quién no”.  
“En Casa de Gobierno conocí a otro Correa, no al del Banco. Tenía un grado de obsesión importante con el control y el manejo sobre todas las cosas. Si por alguna razón le dábamos un expediente para firmar a Gonzalo Carpintero, después el problema era nuestro porque nos recriminaba que todo lo quería firmar y ver él; no le importaba si era un amigo, un favor o algo que había que sacar. Ahí empezaron los primeros maltratos y agresiones, cuando no se le hacía caso a lo que pedía”. Para mover los aviones sanitarios también se necesitaba permiso de Correa. Decía que sí u ordenaba que esperen si es que Das Neves necesitaba moverse para un acto. “Era su decisión exclusiva”.
En otro tramo, Lüters describió que el exministro de Economía, Pablo Oca, “era inmanejable y generaba inconvenientes porque se le daba una orden pero igual le pagaba al que quería. Los gritos e insultos de Oca no tenían nombre. Oca decía a todo que sí y hacía lo que quería”.
A los empresarios los recibía entre el baño de discapacitados y la cocina del gobernador. Si alguno llegaba a Casa de Gobierno para un pago y estaba todo en orden, Correa por WhatsApp se lo pedía a Oca.  No pagarles a las empresas era una forma de presionarlas por el retorno. “Sí o sí debían ir con él”, describió Lüters. Hubo empresarios que no acordaron o no querían reunirse. “Insultaba y me decía ´Ahora vas a ver cómo va a volver cuando le cierre el grifo´. Y nunca se le pagaba todo, solo un poco”.
Al final del día Correa chequeaba si su pedido estaba pagado por Economía. Esos reportes diarios están ordenados en dos biblioratos que según Lüters no se secuestraron. “Le avisaba al empresario ´Mañana se acredita lo que me pediste´. De eso había que interpretar: ´En los próximos días pasá por la oficina a entregar la plata que corresponde”. Solían entrar por la Peatonal Fontana, para que no quedara registro de la visita.#

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31 AGO 2018 - 22:00

“No es accesible ni intercambia opiniones. Por eso varias veces pensé en apartarme y volver al Banco Chubut. El maltrato que recibía no tenía sentido”. El día que falleció Mario Das Neves redactó su renuncia en una de las computadoras luego secuestradas de la Privada. “Tenía temor porque si Correa levantaba el teléfono podían despedirme o trasladarme, iba a pensar que lo estaba traicionando”.
Antes de todo, Lüters era cajero de la sucursal del Banco Chubut de Yrigoyen y Muzio de Trelew. Había llegado a Chubut en 2007 sin trabajo. Estuvo en una veterinaria y en la farmacia del Shopping.
Correa lo conoció en esa sucursal, haciendo trámites para la campaña electoral. Se encontraron en algunos asados en Playa Unión. El secretario privado de Das Neves bromeaba con la plata que manejaba su nuevo amigo en el trabajo. Lüters reponía cajeros automáticos y estaba acostumbrado a los fajos grandes. Le hizo favores particulares a Correa a su casa de Velero Vesta. Hasta que lo invitó a la campaña electoral de un Das Neves que buscaba su tercer mandato con reuniones en el quincho de Chubut Somos Todos. Lüters conseguía carne y bebidas. O hacía de chofer. Pero no tenía diálogo con Das Neves. “No opinaba ni preguntaba porque la relación era de él con Diego”.
El 10 de diciembre de 2015, adscripto a pedido de Correa, Lüters llega a la Secretaría Privada de Fontana 50. “Estaba a disposición todo el día todos los días y tenía prohibido apagar el celular”.
Seguía con su sueldo de $ 30 mil del Banco pero con más trabajo. “Discutimos porque él me proponía renunciar porque me iba a ir mejor en Provincia. Yo no estaba dispuesto. Al mes me dice ´Te tiro unos mangos por mes para equiparar el horario´”. Primero 10 mil, luego 20 mil y en los últimos meses 30 mil extra y en cash, sin recibo alguno.
Lüters dijo que le “llamó la atención” la circular de Fontana 50 que centralizó toda decisión de contratación y de obra pública en Correa. “Él decidía quién sí o quién no”.  
“En Casa de Gobierno conocí a otro Correa, no al del Banco. Tenía un grado de obsesión importante con el control y el manejo sobre todas las cosas. Si por alguna razón le dábamos un expediente para firmar a Gonzalo Carpintero, después el problema era nuestro porque nos recriminaba que todo lo quería firmar y ver él; no le importaba si era un amigo, un favor o algo que había que sacar. Ahí empezaron los primeros maltratos y agresiones, cuando no se le hacía caso a lo que pedía”. Para mover los aviones sanitarios también se necesitaba permiso de Correa. Decía que sí u ordenaba que esperen si es que Das Neves necesitaba moverse para un acto. “Era su decisión exclusiva”.
En otro tramo, Lüters describió que el exministro de Economía, Pablo Oca, “era inmanejable y generaba inconvenientes porque se le daba una orden pero igual le pagaba al que quería. Los gritos e insultos de Oca no tenían nombre. Oca decía a todo que sí y hacía lo que quería”.
A los empresarios los recibía entre el baño de discapacitados y la cocina del gobernador. Si alguno llegaba a Casa de Gobierno para un pago y estaba todo en orden, Correa por WhatsApp se lo pedía a Oca.  No pagarles a las empresas era una forma de presionarlas por el retorno. “Sí o sí debían ir con él”, describió Lüters. Hubo empresarios que no acordaron o no querían reunirse. “Insultaba y me decía ´Ahora vas a ver cómo va a volver cuando le cierre el grifo´. Y nunca se le pagaba todo, solo un poco”.
Al final del día Correa chequeaba si su pedido estaba pagado por Economía. Esos reportes diarios están ordenados en dos biblioratos que según Lüters no se secuestraron. “Le avisaba al empresario ´Mañana se acredita lo que me pediste´. De eso había que interpretar: ´En los próximos días pasá por la oficina a entregar la plata que corresponde”. Solían entrar por la Peatonal Fontana, para que no quedara registro de la visita.#


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