Catalepsia: el terror de la gente a ser enterrada viva

Esta extraña enfermedad deja a una persona sin signos vitales y hace pensar a los demás que ha fallecido aunque en realidad sigue viva.

24 SEP 2011 - 22:01 | Actualizado

<strong>Por Jorge Aquino</strong><br /><br />Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”. Esta angustiosa frase del estadista inglés Lord Chesterfield, refleja claramente que existe algo mayor que el miedo a la muerte, y es la preocupación de que un mal día nos encontremos dentro de un ataúd, solos, sin poder movernos, en una oscuridad completa, casi sin oxígeno y conociendo plenamente que hemos sido ¡enterrados vivos!<br /><br />La catalepsia es un estado fisiológico en el cual una persona se encuentra inmóvil, en una aparente muerte y sin signos vitales.<br /><br />Pero, en realidad se halla en un estado consciente, el cual puede variar, ya sea en un estado de consciencia leve, mientras que en otros pueden ver y oír perfectamente todo lo que pasa a su alrededor. <br /><br />La catalepsia puede ser producida por el mal de Parkinson, epilepsia, por efectos de la cocaína, esquizofrenia, entre otras enfermedades. Muchas veces se desconoce por completo su origen. <br /><br />Aunque el individuo puede presentar signos vitales, es incapaz de controlar sus extremidades. En la Edad Media, esta rara enfermedad dio origen a la creencia en los vampiros, pues los relatos de los sepultureros que hablaban de gritos entre las tumbas, cadáveres con rasguños en cara y brazos, ataúdes arañados y sujetos saliendo del sepulcro, no podía ser otra cosa que un espectro chupasangre. El pobre infeliz que tenía la suerte de liberarse de su encierro, finalmente era muerto a garrotazos o atravesado por una estaca al creérsele un vampiro.<br /><br />Los síntomas <br /><br />Los síntomas pueden ser: rigidez corporal, el sujeto no responde a estímulos; la respiración y el pulso se vuelven muy lentos, la piel se pone pálida. La suma de todos los síntomas produce la impresión de encontrarse frente a un cadáver verdadero. Es por el último síntoma que se cree que la persona ha muerto. Ha pasado muchas veces, que han enterrado con vida a personas que no habían fallecido, al pensar que estaban muertas justamente porque presentaban estos síntomas. Para prevenir esto, en China, hoy en día, cuando una persona fallece se coloca un timbre en el cajón por las dudas de que la persona haya sufrido un ataque de catalepsia y no se lo haya descubierto. Se han conocido casos en los cuales, estando el “cadáver” dentro del cajón e incluso en el mismo momento del velatorio, los individuos se levantaban y “volvían a vivir”.<br /><br />Etapas de la muerte<br /><br />La muerte en si, posee dos etapas: la clínica y la cerebral. La clínica es aquella que es diagnosticada por un médico, a través de diferentes síntomas sencillos, como lo son la reacción de la pupila del ojo, la pinchadura de las encías, el vapor en las fosas nasales y el uso del estetoscopio para detectar el pulso cardiaco.<br /><br />La muerte cerebral, en cambio, es cuando no solo el corazón deja de funcionar, sino también el cerebro. Es aquí cuando se diagnostica que una persona se halla totalmente muerta, ya que basarse en los signos externos no es siempre ciento por ciento seguro. La muerte cerebral se basa principalmente en diagnósticos neurológicos, ya que es la finalización tanto de la actividad cerebral como encefálica.<br /><br />A través de estas dos etapas, un médico puede diagnosticar por error que una persona se encuentra muerta, cuando en realidad ha sufrido un ataque de catalepsia. Generalmente sucede esto cuando el individuo se encuentra en la primera etapa, es decir, en la muerte clínica. <br /><br />Casos reales <br /><br />Se conocen varios casos de catalepsia en la historia Argentina. Algunos son Héctor Coire, y Alfredo Gath, entre otros. <br /><br />El más escalofriante es el caso de Rufina Cambaceres, una chica de 19 años que en el mismo día de su cumpleaños tuvo un ataque de catalepsia, pero todos (inclusive el médico) creyeron que había muerto. Fue sepultada en la bóveda familiar la misma noche. Y unos días después descubrieron que el ataúd se había caído de donde había sido colocado. Por temor a un robo, los familiares trasladaron el ataúd de Rufina para enterrarlo, pero cuando lo abrieron, vieron que el ataúd estaba rasguñado y la cara de Rufina también. Y luego de un ataque de pánico por parte de Rufina, ésta murió asfixiada.<br /><br />Hoy en día no se dan muchos casos de catalepsia, justamente porque se conocen los casos que han sucedido años atrás y se saben los síntomas. Por esto, como una forma de prevenir el problema y antes de diagnosticar que una persona ha fallecido, como procedimiento más normal, se efectúa el velatorio de 24 horas. <br /><br />El profesor que no murió<br /><br />A Estebana López aún le martillan en su memoria los gritos despavoridos que salían del Cementerio General de Tegucigalpa en Honduras, aquella noche del 20 de octubre de 1967 y por más que quiera no puede evitar que la piel se le ponga de gallina.<br /><br />Aunque de esto hace ya 44 años, los gritos literalmente salidos de ultratumba la fueron invadiendo de espanto hasta hacerla sudar cada vez que cuenta su historia.<br /><br />En ese entonces, Estebana, residente del barrio El Pastel, contaba con 25 años de edad y jura que casi se vuelve loca, pues los gritos que se convirtieron en un lamento eran reales y no estaba soñando, venían del Camposanto.<br /><br />“Es lo más espantoso que yo he oído en toda mi vida, ese ayayay me estaba volviendo loca y me parecía que solo yo lo oía, me acuerdo que salí de la casa para ver, y los gritos venían del cementerio”, confesó la mujer.<br /><br />Pocos días después del incidente, Estebana pudo comprobar con unos vecinos que los gritos desesperados que venían del cementerio eran reales y que se trataba de un señor que habían enterrado vivo. <br /><br />“Una vecina que vivía por aquí cerca me dijo ‘No ve que dicen que a un señor, sin saberlo, lo enterraron vivo hace un par de días, dicen que la familia lo fue a ver y al sacar el cajón debajo de la tierra lo encontraron todo arañado en la cara y el cuerpo’. Pobrecito el finado”, expresó López al momento que se santiguaba. No pasó mucho tiempo cuando en la capital se advirtió de este acontecimiento marcado por el asombro, pues se trataba de nada más y nada menos que del profesor Jesús Milla Selva, un reconocido maestro local.<br /><br />Al parecer Milla Selva sufrió una crisis de catalepsia, por lo que fue declarado muerto, y en medio del dolor, desconsuelo y tristeza de sus familiares se le dio cristiana sepultura en el Cementerio General un día después. <br /><br />Pero según informes de quienes conocieron al insigne maestro, a quien la historia premió al crear un instituto en la capital que lleva su nombre, tuvo una agonía bajo tierra que duró aproximadamente 15 horas. Tras lo cual el desdichado murió definitivamente de miedo.<br /><br />Agonía en la oscuridad <br /><br />Aunque si todo fuera tan sencillo como realizar un velatorio, no habría personas que todavía temen ser enterrados vivos. ¿Por qué será esto? Simplemente por que la muerte en sí es un misterio. Y surgen las preguntas: ¿Cuándo nos vamos a morir? ¿De qué forma? ¿En qué circunstancias? ¿Por qué? <br /><br />Es obvio que nunca las vamos a poder responder nosotros mismos. Pero… si estás encerrado en un ataúd… aterradoramente despierto… hay dos preguntas que lamentablemente sí tendrán respuesta, aunque no podrás compartirlas con nadie. ¿Cómo vas a morir? allí encerrado; y ¿cuándo vas a morir? cuando te quedes sin oxígeno. Y lentamente, se vaya apagando tu luz.#<br /><br />

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24 SEP 2011 - 22:01

<strong>Por Jorge Aquino</strong><br /><br />Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”. Esta angustiosa frase del estadista inglés Lord Chesterfield, refleja claramente que existe algo mayor que el miedo a la muerte, y es la preocupación de que un mal día nos encontremos dentro de un ataúd, solos, sin poder movernos, en una oscuridad completa, casi sin oxígeno y conociendo plenamente que hemos sido ¡enterrados vivos!<br /><br />La catalepsia es un estado fisiológico en el cual una persona se encuentra inmóvil, en una aparente muerte y sin signos vitales.<br /><br />Pero, en realidad se halla en un estado consciente, el cual puede variar, ya sea en un estado de consciencia leve, mientras que en otros pueden ver y oír perfectamente todo lo que pasa a su alrededor. <br /><br />La catalepsia puede ser producida por el mal de Parkinson, epilepsia, por efectos de la cocaína, esquizofrenia, entre otras enfermedades. Muchas veces se desconoce por completo su origen. <br /><br />Aunque el individuo puede presentar signos vitales, es incapaz de controlar sus extremidades. En la Edad Media, esta rara enfermedad dio origen a la creencia en los vampiros, pues los relatos de los sepultureros que hablaban de gritos entre las tumbas, cadáveres con rasguños en cara y brazos, ataúdes arañados y sujetos saliendo del sepulcro, no podía ser otra cosa que un espectro chupasangre. El pobre infeliz que tenía la suerte de liberarse de su encierro, finalmente era muerto a garrotazos o atravesado por una estaca al creérsele un vampiro.<br /><br />Los síntomas <br /><br />Los síntomas pueden ser: rigidez corporal, el sujeto no responde a estímulos; la respiración y el pulso se vuelven muy lentos, la piel se pone pálida. La suma de todos los síntomas produce la impresión de encontrarse frente a un cadáver verdadero. Es por el último síntoma que se cree que la persona ha muerto. Ha pasado muchas veces, que han enterrado con vida a personas que no habían fallecido, al pensar que estaban muertas justamente porque presentaban estos síntomas. Para prevenir esto, en China, hoy en día, cuando una persona fallece se coloca un timbre en el cajón por las dudas de que la persona haya sufrido un ataque de catalepsia y no se lo haya descubierto. Se han conocido casos en los cuales, estando el “cadáver” dentro del cajón e incluso en el mismo momento del velatorio, los individuos se levantaban y “volvían a vivir”.<br /><br />Etapas de la muerte<br /><br />La muerte en si, posee dos etapas: la clínica y la cerebral. La clínica es aquella que es diagnosticada por un médico, a través de diferentes síntomas sencillos, como lo son la reacción de la pupila del ojo, la pinchadura de las encías, el vapor en las fosas nasales y el uso del estetoscopio para detectar el pulso cardiaco.<br /><br />La muerte cerebral, en cambio, es cuando no solo el corazón deja de funcionar, sino también el cerebro. Es aquí cuando se diagnostica que una persona se halla totalmente muerta, ya que basarse en los signos externos no es siempre ciento por ciento seguro. La muerte cerebral se basa principalmente en diagnósticos neurológicos, ya que es la finalización tanto de la actividad cerebral como encefálica.<br /><br />A través de estas dos etapas, un médico puede diagnosticar por error que una persona se encuentra muerta, cuando en realidad ha sufrido un ataque de catalepsia. Generalmente sucede esto cuando el individuo se encuentra en la primera etapa, es decir, en la muerte clínica. <br /><br />Casos reales <br /><br />Se conocen varios casos de catalepsia en la historia Argentina. Algunos son Héctor Coire, y Alfredo Gath, entre otros. <br /><br />El más escalofriante es el caso de Rufina Cambaceres, una chica de 19 años que en el mismo día de su cumpleaños tuvo un ataque de catalepsia, pero todos (inclusive el médico) creyeron que había muerto. Fue sepultada en la bóveda familiar la misma noche. Y unos días después descubrieron que el ataúd se había caído de donde había sido colocado. Por temor a un robo, los familiares trasladaron el ataúd de Rufina para enterrarlo, pero cuando lo abrieron, vieron que el ataúd estaba rasguñado y la cara de Rufina también. Y luego de un ataque de pánico por parte de Rufina, ésta murió asfixiada.<br /><br />Hoy en día no se dan muchos casos de catalepsia, justamente porque se conocen los casos que han sucedido años atrás y se saben los síntomas. Por esto, como una forma de prevenir el problema y antes de diagnosticar que una persona ha fallecido, como procedimiento más normal, se efectúa el velatorio de 24 horas. <br /><br />El profesor que no murió<br /><br />A Estebana López aún le martillan en su memoria los gritos despavoridos que salían del Cementerio General de Tegucigalpa en Honduras, aquella noche del 20 de octubre de 1967 y por más que quiera no puede evitar que la piel se le ponga de gallina.<br /><br />Aunque de esto hace ya 44 años, los gritos literalmente salidos de ultratumba la fueron invadiendo de espanto hasta hacerla sudar cada vez que cuenta su historia.<br /><br />En ese entonces, Estebana, residente del barrio El Pastel, contaba con 25 años de edad y jura que casi se vuelve loca, pues los gritos que se convirtieron en un lamento eran reales y no estaba soñando, venían del Camposanto.<br /><br />“Es lo más espantoso que yo he oído en toda mi vida, ese ayayay me estaba volviendo loca y me parecía que solo yo lo oía, me acuerdo que salí de la casa para ver, y los gritos venían del cementerio”, confesó la mujer.<br /><br />Pocos días después del incidente, Estebana pudo comprobar con unos vecinos que los gritos desesperados que venían del cementerio eran reales y que se trataba de un señor que habían enterrado vivo. <br /><br />“Una vecina que vivía por aquí cerca me dijo ‘No ve que dicen que a un señor, sin saberlo, lo enterraron vivo hace un par de días, dicen que la familia lo fue a ver y al sacar el cajón debajo de la tierra lo encontraron todo arañado en la cara y el cuerpo’. Pobrecito el finado”, expresó López al momento que se santiguaba. No pasó mucho tiempo cuando en la capital se advirtió de este acontecimiento marcado por el asombro, pues se trataba de nada más y nada menos que del profesor Jesús Milla Selva, un reconocido maestro local.<br /><br />Al parecer Milla Selva sufrió una crisis de catalepsia, por lo que fue declarado muerto, y en medio del dolor, desconsuelo y tristeza de sus familiares se le dio cristiana sepultura en el Cementerio General un día después. <br /><br />Pero según informes de quienes conocieron al insigne maestro, a quien la historia premió al crear un instituto en la capital que lleva su nombre, tuvo una agonía bajo tierra que duró aproximadamente 15 horas. Tras lo cual el desdichado murió definitivamente de miedo.<br /><br />Agonía en la oscuridad <br /><br />Aunque si todo fuera tan sencillo como realizar un velatorio, no habría personas que todavía temen ser enterrados vivos. ¿Por qué será esto? Simplemente por que la muerte en sí es un misterio. Y surgen las preguntas: ¿Cuándo nos vamos a morir? ¿De qué forma? ¿En qué circunstancias? ¿Por qué? <br /><br />Es obvio que nunca las vamos a poder responder nosotros mismos. Pero… si estás encerrado en un ataúd… aterradoramente despierto… hay dos preguntas que lamentablemente sí tendrán respuesta, aunque no podrás compartirlas con nadie. ¿Cómo vas a morir? allí encerrado; y ¿cuándo vas a morir? cuando te quedes sin oxígeno. Y lentamente, se vaya apagando tu luz.#<br /><br />


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