Historia de una masacre: la semana en que Trelew conmocionó al país

El 22 de agosto de 1972, 19 militantes del ERP, FAR y Montoneros fueron asesinados a balazos en la Base Almirante Zar de Trelew. A 40 años de ese triste episodio, comienza este lunes uno de los juicios emblemas contra el terrorismo de Estado.

06 MAY 2012 - 0:08 | Actualizado

El 15 de agosto de 1972, 25 presos políticos militantes del ERP, la FAR y Montoneros se fugaron de la Unidad 6 de Rawson. Sólo seis de ellos, los líderes, lograron el objetivo de salir del país. Los restantes tomaron el viejo aeropuerto de Trelew, se entregaron y fueron trasladados a la Base Almirante Zar. Allí, hace 40 años, fueron fusilados, en un hecho que pasó a la inmortalidad como la Masacre de Trelew.

La idea de la fuga estuvo siempre viva en los pabellones que los presos políticos ocupaban en el penal de Rawson. Luego de descartar que un avión contratado fuera obligado a aterrizar en las adyacencias de la cárcel, como les sugerían sus compañeros desde el exterior, Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán y Marcos Osatinsky, integrantes del comité encargado de la planificación y ejecución de la huida, se inclinaron por un diseño que parecía más sencillo: tras el copamiento de la cárcel, en camiones y camionetas, 110 guerrilleros se trasladarían hasta el aeropuerto. Allí abordarían aviones de línea para cruzar la cordillera. Si lo conseguían, podrían afirmar que habían protagonizado la fuga más grande de la historia argentina. Contaban con que el gobierno del socialista chileno Salvador Allende, por principios o por condicionamientos, no podría devolverlos a la dictadura. Fueron meses de trabajo intenso y sigiloso. Fabricaron uniformes, gorras, bordaron las insignias del servicio penitenciario, levantaron planos, acumularon información minuciosa de la rutina de los guardias, estudiaron horarios de aviones, frecuencias de vuelos. Habían logrado ingresar unas pocas armas cortas que servirían para reducir a los primeros efectivos; el resto del armamento lo proveerían los propios carceleros. Los militares iban a sospechar siempre que las pistolas habían sido introducidas en el penal durante las visitas por el abogado radical Mario Abel Amaya. Se tomaron un tiempo, pero no lo olvidaron: Amaya fue detenido y asesinado a golpes en la cárcel cuatro años después, en octubre de 1976.

Sweter y escape

A las 18.30 del 15 de agosto de 1972, con unos minutos de retraso, Santucho se quitó el sweater que llevaba puesto y lo agitó. Era la señal de comienzo de la operación gestada por el acuerdo del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Los militantes Montoneros no quisieron quedar al margen del intento. Su representante en el Comité de Fuga era Fernando Vaca Narvaja e integraba el contingente destinado a salir en el primero de los vehículos junto a Santucho, Gorriarán, Domingo Mena (todos dirigentes del PRT), Marcos Osatinsky y Roberto Quieto (jefes de las FAR).Durante la fuga, los guerrilleros abrieron fuego una sola vez. Marcos Osatinsky disparó contra el guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, el único que atinó a resistirse y lo mató. Según estaba estipulado, una vez tomados los pasillos, los pabellones, la dirección y los puestos de guardia, buscaron los camiones. Pero los transportes no estaban allí. Sólo se había hecho presente un coche en el que estaba como chofer el militante de las FAR Carlos Goldemberg. A él ascendieron los seis máximos dirigentes. Convencidos de que la fuga masiva había fracasado, los restantes detenidos llamaron taxis y remises. Así, otros 19 prisioneros alcanzaron el aeropuerto. Era demasiado tarde. El BAC 111 de Austral ya había levantado vuelo. Entre el pasaje estaban Víctor "el gallego" Fernández Palmeiro y Alejandro Ferreyra, ambos del PRT, y Ana Wiesen, de las FAR, quienes tenían como misión ingresar en la cabina y controlar a los pilotos.

Bonet y Pujadas

Los guerrilleros que habían quedado en tierra pactaron su entrega: pidieron la presencia de un juez y de un médico que constatara su estado físico. Actuaban como voceros Rubén Pedro "el Indio" Bonet y Mariano Pujadas. Exigieron ser devueltos a Rawson y no a dependencias militares. El capitán de corbeta Luis Emilio Sosa les dio su palabra de que así se haría. Sin embargo, el ómnibus que los trasladaba tuvo una larga parada a mitad de camino y al reanudar la marcha el destino había cambiado: se dirigían a la base naval Almirante Zar. Una semana después, más precisamente a las 3.30 del 22, el capitán Sosa, seguido por el capitán Herrera y los tenientes Roberto Bravo y Del Real, sacó a los rehenes de sus celdas y comenzó a disparar. Murieron Mario Delfino, Rubén Bonet, Ana María Villarreal de Santucho, Eduardo Capello, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, José Ricardo Mena, Miguel Angel Polti, Humberto Suárez, Humberto Toschi y José Alejandro Ulla, todos del PRT; Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, María Angélica Sabelli, de las FAR y Mariano Pujadas y Adriana Lesgart de Yofre de Montoneros. Sobrevivieron, malamente heridos, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar, de Montoneros, y Alberto Miguel Camps, de las FAR. La versión oficial habló de un intento de fuga de los detenidos y un enfrentamiento, un episodio luego desmentido por propios integrantes del gobierno de facto y por los tres prisioneros malheridos. #

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06 MAY 2012 - 0:08

El 15 de agosto de 1972, 25 presos políticos militantes del ERP, la FAR y Montoneros se fugaron de la Unidad 6 de Rawson. Sólo seis de ellos, los líderes, lograron el objetivo de salir del país. Los restantes tomaron el viejo aeropuerto de Trelew, se entregaron y fueron trasladados a la Base Almirante Zar. Allí, hace 40 años, fueron fusilados, en un hecho que pasó a la inmortalidad como la Masacre de Trelew.

La idea de la fuga estuvo siempre viva en los pabellones que los presos políticos ocupaban en el penal de Rawson. Luego de descartar que un avión contratado fuera obligado a aterrizar en las adyacencias de la cárcel, como les sugerían sus compañeros desde el exterior, Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán y Marcos Osatinsky, integrantes del comité encargado de la planificación y ejecución de la huida, se inclinaron por un diseño que parecía más sencillo: tras el copamiento de la cárcel, en camiones y camionetas, 110 guerrilleros se trasladarían hasta el aeropuerto. Allí abordarían aviones de línea para cruzar la cordillera. Si lo conseguían, podrían afirmar que habían protagonizado la fuga más grande de la historia argentina. Contaban con que el gobierno del socialista chileno Salvador Allende, por principios o por condicionamientos, no podría devolverlos a la dictadura. Fueron meses de trabajo intenso y sigiloso. Fabricaron uniformes, gorras, bordaron las insignias del servicio penitenciario, levantaron planos, acumularon información minuciosa de la rutina de los guardias, estudiaron horarios de aviones, frecuencias de vuelos. Habían logrado ingresar unas pocas armas cortas que servirían para reducir a los primeros efectivos; el resto del armamento lo proveerían los propios carceleros. Los militares iban a sospechar siempre que las pistolas habían sido introducidas en el penal durante las visitas por el abogado radical Mario Abel Amaya. Se tomaron un tiempo, pero no lo olvidaron: Amaya fue detenido y asesinado a golpes en la cárcel cuatro años después, en octubre de 1976.

Sweter y escape

A las 18.30 del 15 de agosto de 1972, con unos minutos de retraso, Santucho se quitó el sweater que llevaba puesto y lo agitó. Era la señal de comienzo de la operación gestada por el acuerdo del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Los militantes Montoneros no quisieron quedar al margen del intento. Su representante en el Comité de Fuga era Fernando Vaca Narvaja e integraba el contingente destinado a salir en el primero de los vehículos junto a Santucho, Gorriarán, Domingo Mena (todos dirigentes del PRT), Marcos Osatinsky y Roberto Quieto (jefes de las FAR).Durante la fuga, los guerrilleros abrieron fuego una sola vez. Marcos Osatinsky disparó contra el guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, el único que atinó a resistirse y lo mató. Según estaba estipulado, una vez tomados los pasillos, los pabellones, la dirección y los puestos de guardia, buscaron los camiones. Pero los transportes no estaban allí. Sólo se había hecho presente un coche en el que estaba como chofer el militante de las FAR Carlos Goldemberg. A él ascendieron los seis máximos dirigentes. Convencidos de que la fuga masiva había fracasado, los restantes detenidos llamaron taxis y remises. Así, otros 19 prisioneros alcanzaron el aeropuerto. Era demasiado tarde. El BAC 111 de Austral ya había levantado vuelo. Entre el pasaje estaban Víctor "el gallego" Fernández Palmeiro y Alejandro Ferreyra, ambos del PRT, y Ana Wiesen, de las FAR, quienes tenían como misión ingresar en la cabina y controlar a los pilotos.

Bonet y Pujadas

Los guerrilleros que habían quedado en tierra pactaron su entrega: pidieron la presencia de un juez y de un médico que constatara su estado físico. Actuaban como voceros Rubén Pedro "el Indio" Bonet y Mariano Pujadas. Exigieron ser devueltos a Rawson y no a dependencias militares. El capitán de corbeta Luis Emilio Sosa les dio su palabra de que así se haría. Sin embargo, el ómnibus que los trasladaba tuvo una larga parada a mitad de camino y al reanudar la marcha el destino había cambiado: se dirigían a la base naval Almirante Zar. Una semana después, más precisamente a las 3.30 del 22, el capitán Sosa, seguido por el capitán Herrera y los tenientes Roberto Bravo y Del Real, sacó a los rehenes de sus celdas y comenzó a disparar. Murieron Mario Delfino, Rubén Bonet, Ana María Villarreal de Santucho, Eduardo Capello, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, José Ricardo Mena, Miguel Angel Polti, Humberto Suárez, Humberto Toschi y José Alejandro Ulla, todos del PRT; Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, María Angélica Sabelli, de las FAR y Mariano Pujadas y Adriana Lesgart de Yofre de Montoneros. Sobrevivieron, malamente heridos, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar, de Montoneros, y Alberto Miguel Camps, de las FAR. La versión oficial habló de un intento de fuga de los detenidos y un enfrentamiento, un episodio luego desmentido por propios integrantes del gobierno de facto y por los tres prisioneros malheridos. #


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