“No es casualidad que el COSE, la cárcel y el basurero estén depositados en el mismo lugar”

Tras presentar su renuncia, el ya extitular de la Defensoría Pública, Arnaldo Hugo Barone, deslizó que si los pibes que delinquen y la basura van a parar al mismo predio, “eso habla de nosotros como sociedad”. Dijo que para lograr una Policía diferente hacen falta años y que las cárceles en Chubut “son fábricas de delincuentes violentos”.

08 ABR 2013 - 22:23 | Actualizado

Por Rolando Tobarez

-¿Qué se cambió en la Defensoría?

-El gran trabajo fue innovar en las formas de atención en el reclamo de derechos. Y una forma distinta de entender la superintendencia: en el Poder Judicial era revisar y castigar. En vez de eso hubo capacitaciones. Si algo no andaba como uno quería, se redoblaba la capacitación en el área. Y lo previo era la sensibilización: si el funcionario no está sensibilizado en el tema, el sólo manejo del Derecho no mejora mucho la cosa. Si se sensibiliza es más fácil aprender la norma.

-La imagen siempre fue de defensores públicos trabajando de taquito…

-No queda otro remedio que capacitarse. La punta del ovillo fue la primera capacitación que dimos: atención en mesa de entrada. El tipo que recién entraba, como no sabía nada, iba a parar ahí total no se pueden muchos desastres internos. Pero los desastres los sufre el público, que encuentra alguien con gran voluntad pero sin capacitar, que no sabe la mayoría de las cosas que le preguntan y que debe recurrir a un compañero. Hubo un lema que tratamos de imponer: en realidad los pobres no nos molestan sino que nos justifican, sin ellos no tendríamos razón de ser y nos pudimos hacer una vida detrás de esto porque existen.

-¿Qué evaluación sacaron?

-No nos fue mal porque en 12 años no puse una sola sanción a ningún funcionario y las sanciones a empleados fueron levísimas. El problema era que no estaban sensibilizados ni capacitados, y la gente se defiende atendiendo mal al público. Uno atiende tranquilo cuando sabe bien qué tiene que hacer; si no, se tensa, enseguida entra en fricción con el público que le molesta.

-¿Qué Policía tenemos hoy?

-Lamentablemente parte es juzgada en Trelew; parte fue absuelta por los hechos aberrantes de Corcovado; otra parte absuelta por el caso Antillanca y otra parte condenada por un caso idéntico, el de Aballay. Son hechos muy lamentables pero que no hay que tomar como aislados porque no lo son. Cuando se repite en Comodoro Rivadavia, en Trelew, en el interior, en Puerto Madryn, donde es casi epidémico, hay algo que pasa. Es inocultable la responsabilidad del poder político porque formó esta Policía.

-¿Qué visión tiene de la intervención en la Policía?

-No le molestó a nadie salvo a quienes tenían intereses concretos en esas 4 direcciones. Exgobernadores, diputados de la oposición y del oficialismo, un exjefe actual diputado se cruzaban por la intervención. Alguno dijo que era un cachetazo a la fuerza. Pero durante gobiernos enteros estuvieron intervenidos CORFO, el Banco Chubut, el IAC, Vialidad, Petrominera y ningún diputado se quiso cortar las venas. Se intervienen 4 direcciones de Policía y parecía que el mundo se venía abajo. No pasó nada, los policías no pidieron masivamente el retiro porque al agente que vemos en la calle todos los días, esto no le importaba un ápice.

-¿Cuánto tiempo lleva una reforma?

-Puede aparecer un tipo que diga que porque cambia tres artículos del Código Penal y aumenta la pena en dos delitos, mejorará la seguridad. Hay gente todavía tan ilusa o esperanzada como para creer en un discurso así. En ninguna política fundamental del Estado ni un decreto ni ley ni el mejor funcionario cambian las cosas de un día para el otro. Los cambios son muy paulatinos y hay que examinarlos en una década. Esto es lo que nadie le quiere decir a la población. Este es el problema. Bendito favor le haría a un gobierno si soy la autoridad del área y le digo a la gente “Ustedes están así y van a seguir así un tiempo importante y dentro de diez años veremos qué tenemos”. No, le dicen “Ya confeccionamos el mapa del delito” y la gente ni sabe qué es ni si lo hacen bien. Pone alguna esperanza en eso y después resulta que viene el próximo crimen horrendo. Hace un tiempo vinieron a la Defensoría funcionarios para hablar sobre la reforma de los artículos con lo cual prevén resolver el tema de las excarcelaciones. Restringir la excarcelación es inconstitucional pero estamos plagados de inconstitucionalidades y una más no parece grave, siempre y cuando uno tenga un plan de cómo y para qué lo hace.

-¿Qué pasó?

-Si uno va a dejar más gente presa debe prever dónde la va a poner y cómo hará para que no se mueran en el hacinamiento. No tenían ni idea de lo que iban a hacer y en un acto de inocencia extraordinario nos replicaron “¿Qué tiene que ver el presupuesto con esto?”. Uno escucha soluciones de algunos diputados y son todas acciones dislocadas porque en realidad no hay un plan y tomadas de a una no sirven para nada. Quieren prohibir la excarcelación de los tipos que roban kioscos con menores, uno pregunta cuántos casos hubo el último año y no saben pero llegan a Legislatura diciéndolo. Esto desalienta realmente a la gente que quiere trabajar.

-¿Cómo están las cárceles?

-El solo hacinamiento de presos no sirve nada más que para sacar gente más violenta de la cárcel. Ese tiempo hay que usarlo para que sea mejor persona de lo que era cuando entró. Sin esto, lo único que es la cárcel es una fábrica ya no de delincuentes, porque ya entran así, sino de delincuentes violentos. La mayoría de los hechos de gran violencia son cometidos por gente que ya conoció la cárcel.

-¿Esto pasa en Chubut?

-Sí, no tiene ningún sistema carcelario. Tiene alcaidías mal entrazadas, sin personal especializado para tratar presos y se utiliza a los que no andaban en comisarías para mandarlos a la Alcaidía. ¿Pero qué pasa? La cara es la del mismo tipo que lo perseguía por la calle, que después lo cuida y ni hablar los que están en comisarías, que no son para albergar presos sino para tener delincuentes en el momento de su aprehensión. Guste o no, un condenado con expectativa de pena muy larga debe tener su lugar donde debe empezar a resignarse y pensar en su nueva condición.

-¿Qué significa?

-Es como hacer el duelo: en algún momento a uno se le va la bronca, los llantos, el enojo con Dios y todo lo que pasa cuando muere alguien muy querido. Cuando el que delinque es condenado, en un momento debe olvidarse de todo lo que pasó antes y ocuparse de cómo purgar la pena. El Estado debe hacer lo mismo: ya nos olvidamos quién era este tipo cuando estaba en la calle, ahora es un detenido más al que hay que tratar de resocializar. A los golpes a veces se doma pero sin dudas no se resocializa a nadie. El estado de las alcaidías hace que no se pueda hacer otra cosa. La Provincia paga por dar educación primaria y secundaria en las dos unidades penales federales. Y no podemos reproducir estos mismos programas en las cárceles locales por falta de comodidad. Uno tampoco puede pedir a un profesor que entre a un pabellón y se haga cargo de dar clases ahí adentro. El personal debe estar entrenado en educación en situación de encierro, no es lo mismo dar clase a chicos de secundaria que vienen de la casa que a presos.

-¿Cómo está la Alcaidía?

-Sigue existiendo porque no se hizo mucho para que no exista. Hay una cosa simbólica que es terrible porque en el mismo predio depositaron el Centro de Orientación Socioeducativo, donde van niños en conflicto con la ley, el basurero y la cárcel. No sé a qué mente brillante se le habrá ocurrido poner las tres cosas en el mismo lugar. Eso nunca es casualidad, algún mecanismo interno debe haber intervenido. No combatí la decisión de que se ponga la cárcel ahí pero sí fui la única voz que se alzó contra el COSE, porque pensar que un centro socioeducativo se puede hacer en un páramo es burlarse de los programas. El COSE debe estar integrado a la sociedad que produjo a esos chicos, que no son sólo de su familia, son de toda la sociedad y debe hacerse cargo de ellos. Hay cosas contra las que no se puede luchar, está localizado ahí y ya no lo va a cambiar nadie. Habla de nosotros como sociedad.

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08 ABR 2013 - 22:23

Por Rolando Tobarez

-¿Qué se cambió en la Defensoría?

-El gran trabajo fue innovar en las formas de atención en el reclamo de derechos. Y una forma distinta de entender la superintendencia: en el Poder Judicial era revisar y castigar. En vez de eso hubo capacitaciones. Si algo no andaba como uno quería, se redoblaba la capacitación en el área. Y lo previo era la sensibilización: si el funcionario no está sensibilizado en el tema, el sólo manejo del Derecho no mejora mucho la cosa. Si se sensibiliza es más fácil aprender la norma.

-La imagen siempre fue de defensores públicos trabajando de taquito…

-No queda otro remedio que capacitarse. La punta del ovillo fue la primera capacitación que dimos: atención en mesa de entrada. El tipo que recién entraba, como no sabía nada, iba a parar ahí total no se pueden muchos desastres internos. Pero los desastres los sufre el público, que encuentra alguien con gran voluntad pero sin capacitar, que no sabe la mayoría de las cosas que le preguntan y que debe recurrir a un compañero. Hubo un lema que tratamos de imponer: en realidad los pobres no nos molestan sino que nos justifican, sin ellos no tendríamos razón de ser y nos pudimos hacer una vida detrás de esto porque existen.

-¿Qué evaluación sacaron?

-No nos fue mal porque en 12 años no puse una sola sanción a ningún funcionario y las sanciones a empleados fueron levísimas. El problema era que no estaban sensibilizados ni capacitados, y la gente se defiende atendiendo mal al público. Uno atiende tranquilo cuando sabe bien qué tiene que hacer; si no, se tensa, enseguida entra en fricción con el público que le molesta.

-¿Qué Policía tenemos hoy?

-Lamentablemente parte es juzgada en Trelew; parte fue absuelta por los hechos aberrantes de Corcovado; otra parte absuelta por el caso Antillanca y otra parte condenada por un caso idéntico, el de Aballay. Son hechos muy lamentables pero que no hay que tomar como aislados porque no lo son. Cuando se repite en Comodoro Rivadavia, en Trelew, en el interior, en Puerto Madryn, donde es casi epidémico, hay algo que pasa. Es inocultable la responsabilidad del poder político porque formó esta Policía.

-¿Qué visión tiene de la intervención en la Policía?

-No le molestó a nadie salvo a quienes tenían intereses concretos en esas 4 direcciones. Exgobernadores, diputados de la oposición y del oficialismo, un exjefe actual diputado se cruzaban por la intervención. Alguno dijo que era un cachetazo a la fuerza. Pero durante gobiernos enteros estuvieron intervenidos CORFO, el Banco Chubut, el IAC, Vialidad, Petrominera y ningún diputado se quiso cortar las venas. Se intervienen 4 direcciones de Policía y parecía que el mundo se venía abajo. No pasó nada, los policías no pidieron masivamente el retiro porque al agente que vemos en la calle todos los días, esto no le importaba un ápice.

-¿Cuánto tiempo lleva una reforma?

-Puede aparecer un tipo que diga que porque cambia tres artículos del Código Penal y aumenta la pena en dos delitos, mejorará la seguridad. Hay gente todavía tan ilusa o esperanzada como para creer en un discurso así. En ninguna política fundamental del Estado ni un decreto ni ley ni el mejor funcionario cambian las cosas de un día para el otro. Los cambios son muy paulatinos y hay que examinarlos en una década. Esto es lo que nadie le quiere decir a la población. Este es el problema. Bendito favor le haría a un gobierno si soy la autoridad del área y le digo a la gente “Ustedes están así y van a seguir así un tiempo importante y dentro de diez años veremos qué tenemos”. No, le dicen “Ya confeccionamos el mapa del delito” y la gente ni sabe qué es ni si lo hacen bien. Pone alguna esperanza en eso y después resulta que viene el próximo crimen horrendo. Hace un tiempo vinieron a la Defensoría funcionarios para hablar sobre la reforma de los artículos con lo cual prevén resolver el tema de las excarcelaciones. Restringir la excarcelación es inconstitucional pero estamos plagados de inconstitucionalidades y una más no parece grave, siempre y cuando uno tenga un plan de cómo y para qué lo hace.

-¿Qué pasó?

-Si uno va a dejar más gente presa debe prever dónde la va a poner y cómo hará para que no se mueran en el hacinamiento. No tenían ni idea de lo que iban a hacer y en un acto de inocencia extraordinario nos replicaron “¿Qué tiene que ver el presupuesto con esto?”. Uno escucha soluciones de algunos diputados y son todas acciones dislocadas porque en realidad no hay un plan y tomadas de a una no sirven para nada. Quieren prohibir la excarcelación de los tipos que roban kioscos con menores, uno pregunta cuántos casos hubo el último año y no saben pero llegan a Legislatura diciéndolo. Esto desalienta realmente a la gente que quiere trabajar.

-¿Cómo están las cárceles?

-El solo hacinamiento de presos no sirve nada más que para sacar gente más violenta de la cárcel. Ese tiempo hay que usarlo para que sea mejor persona de lo que era cuando entró. Sin esto, lo único que es la cárcel es una fábrica ya no de delincuentes, porque ya entran así, sino de delincuentes violentos. La mayoría de los hechos de gran violencia son cometidos por gente que ya conoció la cárcel.

-¿Esto pasa en Chubut?

-Sí, no tiene ningún sistema carcelario. Tiene alcaidías mal entrazadas, sin personal especializado para tratar presos y se utiliza a los que no andaban en comisarías para mandarlos a la Alcaidía. ¿Pero qué pasa? La cara es la del mismo tipo que lo perseguía por la calle, que después lo cuida y ni hablar los que están en comisarías, que no son para albergar presos sino para tener delincuentes en el momento de su aprehensión. Guste o no, un condenado con expectativa de pena muy larga debe tener su lugar donde debe empezar a resignarse y pensar en su nueva condición.

-¿Qué significa?

-Es como hacer el duelo: en algún momento a uno se le va la bronca, los llantos, el enojo con Dios y todo lo que pasa cuando muere alguien muy querido. Cuando el que delinque es condenado, en un momento debe olvidarse de todo lo que pasó antes y ocuparse de cómo purgar la pena. El Estado debe hacer lo mismo: ya nos olvidamos quién era este tipo cuando estaba en la calle, ahora es un detenido más al que hay que tratar de resocializar. A los golpes a veces se doma pero sin dudas no se resocializa a nadie. El estado de las alcaidías hace que no se pueda hacer otra cosa. La Provincia paga por dar educación primaria y secundaria en las dos unidades penales federales. Y no podemos reproducir estos mismos programas en las cárceles locales por falta de comodidad. Uno tampoco puede pedir a un profesor que entre a un pabellón y se haga cargo de dar clases ahí adentro. El personal debe estar entrenado en educación en situación de encierro, no es lo mismo dar clase a chicos de secundaria que vienen de la casa que a presos.

-¿Cómo está la Alcaidía?

-Sigue existiendo porque no se hizo mucho para que no exista. Hay una cosa simbólica que es terrible porque en el mismo predio depositaron el Centro de Orientación Socioeducativo, donde van niños en conflicto con la ley, el basurero y la cárcel. No sé a qué mente brillante se le habrá ocurrido poner las tres cosas en el mismo lugar. Eso nunca es casualidad, algún mecanismo interno debe haber intervenido. No combatí la decisión de que se ponga la cárcel ahí pero sí fui la única voz que se alzó contra el COSE, porque pensar que un centro socioeducativo se puede hacer en un páramo es burlarse de los programas. El COSE debe estar integrado a la sociedad que produjo a esos chicos, que no son sólo de su familia, son de toda la sociedad y debe hacerse cargo de ellos. Hay cosas contra las que no se puede luchar, está localizado ahí y ya no lo va a cambiar nadie. Habla de nosotros como sociedad.


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