Las Malvinas, según Orestes

Orestes Jara, campeón nacional de atletismo y ex preparador físico del Dolavon ganador de 1999, combatió hace 32 años en las islas Malvinas. Dialogó con Jornada y narró por primera vez esos días de temor, muerte, coraje y desolación.

01 ABR 2014 - 21:09 | Actualizado

Por Francisco Caputo

Hace 32 años, se producía la reconquista argentina de las Islas Malvinas. En medio de la euforia popular, se alistaban en todos los puntos del país los soldados y los conscriptos que iban a defender el suelo patrio recuperado. El hiriente desenlace es conocido. La Argentina, presidida por el dictador y genocida Leopoldo Fortunato Galtieri, se rinde ante la abrumadora superioridad del ejército británico.

Algunos sobrevivientes de la guerra contaron sus vivencias. Otros, prefieren guardar silencio. Otros, están empezando ahora a relatar su experiencia en el conflicto del Atlántico Sur. Uno de ellos es Orestes Jara, nacido en Trelew, campeón nacional juvenil de 200 metros en Mar del Plata y preparador físico del Dolavon campeón de la Liga en 1999, dirigido por Horacio Griffiths. “El deporte ayudó a sobrellevar lo vivido en la guerra. Yo desde muy chico hice deporte. Era loco por el fútbol y atletismo. El deporte ayuda mucho y más un deporte individual. Al participar en 100 metros, 200, 400, 800, peleás con uno mismo, se gana uno mismo. Es la lucha constante de bajar décimas y centésimas y eso fortalece mucho”, le relató Jara a Jornada a 32 años de la reconquista.

“La verdad, el 2 de abril no lo espero. Es una recordación no es un festejo. Es un día más que me trae recuerdos lindos y recuerdos bastante feos”, relató. “Siento que fui a una guerra y que tuve la suerte de volver. No soy un héroe”, agregó.

La hora señalada

La vida, con sus giros, logra que algunos hechos que parecen imposibles, se consumen. Orestes Jara había sido sorteado para realizar el servicio militar obligatorio en 1978. Lo postergó por cuatro años, por licencias de estudios y fue convocado en 1982 en el Regimiento de Infantería 8 en Comodoro Rivadavia, sin saber lo que le aguardaba. “Me incorporé el 1º de febrero. Después de una o dos semanas, estaba con la Compañía comando y luego nos dieron una semana de licencia y nos vamos a Trelew. Nos dan licencia del 23 de marzo al 30”, relató Jara, que al momento de partir al archipiélago, contaba con 21 años. “Cuando llegamos estaba todo alistado. No sabíamos adónde nos iban a llevar”, añadió.

Esa interrogante iba a develarse hace exactamente 32 años, en la plaza de armas del Regimiento. “A las seis de la mañana, nos dicen que se habían recuperado las Malvinas y que en cualquier momento nos llevaban. El miércoles siguiente nos llevaron a las islas”, comentó.

Al momento de conocer su destino, lo primero en lo que pensó, no fue en él ni en la Patria ni en la soberanía nacional. “Pensé en mis padres, no por mí, por el sufrimiento que les podía causar a ellos, porque uno está jugado. Te tocaba y tenías que ir. Tengo a mi madre viva, en el 82 tenía 58 años, y mi padre tenía 68. Eran personas grandes creo que les causaba dolor de ir yo a la guerra”, recuerda con los ojos empañados.

Los “bailes”

“Llegamos al aeropuerto argentino, nos dejan todo el día. A la noche, nos llevaron al puerto y dormimos en unos galpones. Después nos llevaron a buscar posición para esperar el barco que nos iba a llevar a Bahía Zorro. Antes del 10 de abril nos llevaron a esa bahía y ahí nos quedamos hasta la rendición”, señaló.

Allí en Bahía Zorro, Jara, que hoy tiene 53 años de edad y es empleado de la Cooperativa de Trelew, presenció el horror de la guerra. Y padeció las limitaciones de las Fuerzas Armadas para enfrentar una guerra ante una potencia. “Vi tres muertos. El primero, estaba en un tractor, pisa una bomba anti tanque y como no había elementos le cortaron la pierna con un serrucho y falleció. Un pibe de veintipico de años. Luego, a un cordobés que hizo la instrucción conmigo, se le quemó la casa donde se habían quedado. Una noche, prendieron mucho fuego y se prendió fuego la ropa. Las casas eran todas de madera. Todos salieron, él estaba arriba, no se animó a largarse”, espetó. “Y hubo otro chico que murió, comió carne podrida de capón, porque se pasó de hambre”, relató con dolor. “Es muy difícil, cuando vez que uno se muere quemado, otro en el tractor y otro por carne podrida, decís: “Nos estamos matando entre nosotros, era muy precario”, resaltó.

Y allí es el momento donde Jara recordó una crueldad inaudita. “Estaba la mentalidad del militar de bailar al soldadito. Pero el subteniente nos cuidaba a nosotros, estábamos bajo el mando de él. Hubo estaqueados donde estaba yo, se bailaba a los soldados, cuando se podía los bailaban ahí nomas”, comenta con tristeza.

“Gracias a Dios no sufrí eso. Tuve al subteniente Jorge Antonio Bustos, nunca más lo vi, era una excelente persona. Dos soldados cordobeses y yo estábamos bajo su protección. Pero ver compañeros estaqueados en guerra no es lindo, te das cuenta que nos estábamos maltratando entre nosotros”, puntualizó con bronca.

Chorlitos

Por la función y la ubicación en las islas, Jara tuvo una función particular. “Yo tuve suerte. Estuvimos en la Gran Malvina. Estaba en la Compañía Comando, la adelantada en fijar las posiciones, en espiar al enemigo. Integré la compañía de servicio, estuve con los dos soldados cordobeses que te dije-Gervasoni y Miretti- y con el subteniente Bustos. Estábamos, a cargo de la ropa, la comida. Éramos los encargados de repartir la mercadería”, destacó.

“Teníamos hostigamiento británico, con bombardeos. A lo último ya no le dabas importancia, te ponías canchero. Pero los ingleses si hubiesen querido, con las armas que tenían y toda la logística nos habrían matado como chorlitos”, resumió. “No estábamos preparados para pelear. Habíamos tenido una instrucción de 20 días. Y esos fusileros fueron los mismos que llevaron a la guerra. Los británicos tenían infrarrojos y helicópteros. Un día salí para formar una guardia y pasó un helicóptero a diez metros de nosotros. No nos mataron porque no quisieron”, indicó. “La primera vez que tiramos fue el primero de mayo, ahí nos dimos cuenta que estábamos en guerra. A las dos de la mañana, empezaron con el alerta roja, cada vez que había alerta roja, teníamos que ir al pozo de zorro. Estábamos en una casa pero cada vez que había alerta roja, al pozo de zorro”, relató Jara. “Al mediodía de ese día, nos dijeron que había un avión argentino que iba a pasar, que estaba recorriendo la zona y teníamos que gritar “Viva la Patria”. Pasa un avión y tira unas bombas y ahí dos dimos cuenta que era un avión inglés. Ahí te das cuenta de lo indefensos que estábamos”, mencionó. “Después de eso a las 2, pasan de nuevo y bombardearon el barco que nos había llevado de Puerto Argentino, éramos cinco en el pozo. Todos disparamos, es una sensación que te aturde, tiramos todos juntos, esa fue la vez que nosotros realmente le tiramos al enemigo. Yo no maté a nadie. Porque no hubo combate. Gracias a Dios”, citó.

La rendición

El 14 de junio, después de tanto espanto, la Argentina firma la rendición. Y Jara tuvo una sensación ambivalente. “Estábamos en una casa de los kelpers, y cerca del teniente coronel, cuando destaparon todas las ventanas, ahí nos dimos cuenta que la rendición era un hecho”, comentó. “A nadie le gusta perder. Pero tampoco queríamos morir. Uno tiene miedo, el que dice que no tiene miedo, es mentira. Juramos la bandera el 25 de mayo en Malvinas, jurás hasta por perder la vida y eso te llega hasta la médula, la estás jurando en la guerra. Pero sabíamos que estábamos allá y podíamos volver o no volver”, relató Jara, que en ese entonces era un prisionero de guerra. “Nos trataron bastante bien. Nos dieron muy bien de comer, me acuerdo siempre de los estofados de ellos, muy muy ricos. Yo decía dentro de todo no había pasado mucha hambre, pero veía a los otros soldados cómo comían y con las ganas que comían. No nos trataron mal. En algunos casos, nos trataron mejor que los superiores argentinos”, comentó. “Después, nos trasladan al Entrerprise y llegamos el 21 de junio a Puerto Madryn. Tuve una sensación cuando nos largan en los lanchones de un barco a otro. Pensé: “Mirá si nos entierran en el mar, son cosas que uno piensa en ese momento”, remarcó.?

Tras las balas, el Enterprise y la rendición, había que volver a empezar. Y empezó. “Volví a los 15 días de haber llegado. Me dieron licencia hasta la baja, pero era todo nuevo. Me dormía y me despertaba pensando que estaba en Malvinas, la sensación que te queda por mucho tiempo”, dijo Jara, padre de Diego y Nicolás, dos prominentes futbolistas locales. “Me costó reconocerme como ex combatiente. Estuve diez años sin cobrar una pensión. A los actos no iba, ahora estoy yendo a los actos, me cuesta menos hablar. El certificado de ex combatiente lo conseguí en el 1992. Nunca tuve nada, no tengo nada del Senado. Ni diploma ni medalla ni nada. He tenido unos reconocimientos en el trabajo, una medallita que las tiene mi hijo más chico”, dijo. “Quizás en principio fue como una autodefensa hacia mi persona, no quería revolver las cosas que habían pasado, que no fueron ni tan buenas ni tan malas”, dijo. “No se si me gustaría volver a las Malvinas a recordar. No lo tengo como ambición. Sí me gustaría viajar a Córdoba, para reencontrarme con quien compartí la guerra”, relató.#

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01 ABR 2014 - 21:09

Por Francisco Caputo

Hace 32 años, se producía la reconquista argentina de las Islas Malvinas. En medio de la euforia popular, se alistaban en todos los puntos del país los soldados y los conscriptos que iban a defender el suelo patrio recuperado. El hiriente desenlace es conocido. La Argentina, presidida por el dictador y genocida Leopoldo Fortunato Galtieri, se rinde ante la abrumadora superioridad del ejército británico.

Algunos sobrevivientes de la guerra contaron sus vivencias. Otros, prefieren guardar silencio. Otros, están empezando ahora a relatar su experiencia en el conflicto del Atlántico Sur. Uno de ellos es Orestes Jara, nacido en Trelew, campeón nacional juvenil de 200 metros en Mar del Plata y preparador físico del Dolavon campeón de la Liga en 1999, dirigido por Horacio Griffiths. “El deporte ayudó a sobrellevar lo vivido en la guerra. Yo desde muy chico hice deporte. Era loco por el fútbol y atletismo. El deporte ayuda mucho y más un deporte individual. Al participar en 100 metros, 200, 400, 800, peleás con uno mismo, se gana uno mismo. Es la lucha constante de bajar décimas y centésimas y eso fortalece mucho”, le relató Jara a Jornada a 32 años de la reconquista.

“La verdad, el 2 de abril no lo espero. Es una recordación no es un festejo. Es un día más que me trae recuerdos lindos y recuerdos bastante feos”, relató. “Siento que fui a una guerra y que tuve la suerte de volver. No soy un héroe”, agregó.

La hora señalada

La vida, con sus giros, logra que algunos hechos que parecen imposibles, se consumen. Orestes Jara había sido sorteado para realizar el servicio militar obligatorio en 1978. Lo postergó por cuatro años, por licencias de estudios y fue convocado en 1982 en el Regimiento de Infantería 8 en Comodoro Rivadavia, sin saber lo que le aguardaba. “Me incorporé el 1º de febrero. Después de una o dos semanas, estaba con la Compañía comando y luego nos dieron una semana de licencia y nos vamos a Trelew. Nos dan licencia del 23 de marzo al 30”, relató Jara, que al momento de partir al archipiélago, contaba con 21 años. “Cuando llegamos estaba todo alistado. No sabíamos adónde nos iban a llevar”, añadió.

Esa interrogante iba a develarse hace exactamente 32 años, en la plaza de armas del Regimiento. “A las seis de la mañana, nos dicen que se habían recuperado las Malvinas y que en cualquier momento nos llevaban. El miércoles siguiente nos llevaron a las islas”, comentó.

Al momento de conocer su destino, lo primero en lo que pensó, no fue en él ni en la Patria ni en la soberanía nacional. “Pensé en mis padres, no por mí, por el sufrimiento que les podía causar a ellos, porque uno está jugado. Te tocaba y tenías que ir. Tengo a mi madre viva, en el 82 tenía 58 años, y mi padre tenía 68. Eran personas grandes creo que les causaba dolor de ir yo a la guerra”, recuerda con los ojos empañados.

Los “bailes”

“Llegamos al aeropuerto argentino, nos dejan todo el día. A la noche, nos llevaron al puerto y dormimos en unos galpones. Después nos llevaron a buscar posición para esperar el barco que nos iba a llevar a Bahía Zorro. Antes del 10 de abril nos llevaron a esa bahía y ahí nos quedamos hasta la rendición”, señaló.

Allí en Bahía Zorro, Jara, que hoy tiene 53 años de edad y es empleado de la Cooperativa de Trelew, presenció el horror de la guerra. Y padeció las limitaciones de las Fuerzas Armadas para enfrentar una guerra ante una potencia. “Vi tres muertos. El primero, estaba en un tractor, pisa una bomba anti tanque y como no había elementos le cortaron la pierna con un serrucho y falleció. Un pibe de veintipico de años. Luego, a un cordobés que hizo la instrucción conmigo, se le quemó la casa donde se habían quedado. Una noche, prendieron mucho fuego y se prendió fuego la ropa. Las casas eran todas de madera. Todos salieron, él estaba arriba, no se animó a largarse”, espetó. “Y hubo otro chico que murió, comió carne podrida de capón, porque se pasó de hambre”, relató con dolor. “Es muy difícil, cuando vez que uno se muere quemado, otro en el tractor y otro por carne podrida, decís: “Nos estamos matando entre nosotros, era muy precario”, resaltó.

Y allí es el momento donde Jara recordó una crueldad inaudita. “Estaba la mentalidad del militar de bailar al soldadito. Pero el subteniente nos cuidaba a nosotros, estábamos bajo el mando de él. Hubo estaqueados donde estaba yo, se bailaba a los soldados, cuando se podía los bailaban ahí nomas”, comenta con tristeza.

“Gracias a Dios no sufrí eso. Tuve al subteniente Jorge Antonio Bustos, nunca más lo vi, era una excelente persona. Dos soldados cordobeses y yo estábamos bajo su protección. Pero ver compañeros estaqueados en guerra no es lindo, te das cuenta que nos estábamos maltratando entre nosotros”, puntualizó con bronca.

Chorlitos

Por la función y la ubicación en las islas, Jara tuvo una función particular. “Yo tuve suerte. Estuvimos en la Gran Malvina. Estaba en la Compañía Comando, la adelantada en fijar las posiciones, en espiar al enemigo. Integré la compañía de servicio, estuve con los dos soldados cordobeses que te dije-Gervasoni y Miretti- y con el subteniente Bustos. Estábamos, a cargo de la ropa, la comida. Éramos los encargados de repartir la mercadería”, destacó.

“Teníamos hostigamiento británico, con bombardeos. A lo último ya no le dabas importancia, te ponías canchero. Pero los ingleses si hubiesen querido, con las armas que tenían y toda la logística nos habrían matado como chorlitos”, resumió. “No estábamos preparados para pelear. Habíamos tenido una instrucción de 20 días. Y esos fusileros fueron los mismos que llevaron a la guerra. Los británicos tenían infrarrojos y helicópteros. Un día salí para formar una guardia y pasó un helicóptero a diez metros de nosotros. No nos mataron porque no quisieron”, indicó. “La primera vez que tiramos fue el primero de mayo, ahí nos dimos cuenta que estábamos en guerra. A las dos de la mañana, empezaron con el alerta roja, cada vez que había alerta roja, teníamos que ir al pozo de zorro. Estábamos en una casa pero cada vez que había alerta roja, al pozo de zorro”, relató Jara. “Al mediodía de ese día, nos dijeron que había un avión argentino que iba a pasar, que estaba recorriendo la zona y teníamos que gritar “Viva la Patria”. Pasa un avión y tira unas bombas y ahí dos dimos cuenta que era un avión inglés. Ahí te das cuenta de lo indefensos que estábamos”, mencionó. “Después de eso a las 2, pasan de nuevo y bombardearon el barco que nos había llevado de Puerto Argentino, éramos cinco en el pozo. Todos disparamos, es una sensación que te aturde, tiramos todos juntos, esa fue la vez que nosotros realmente le tiramos al enemigo. Yo no maté a nadie. Porque no hubo combate. Gracias a Dios”, citó.

La rendición

El 14 de junio, después de tanto espanto, la Argentina firma la rendición. Y Jara tuvo una sensación ambivalente. “Estábamos en una casa de los kelpers, y cerca del teniente coronel, cuando destaparon todas las ventanas, ahí nos dimos cuenta que la rendición era un hecho”, comentó. “A nadie le gusta perder. Pero tampoco queríamos morir. Uno tiene miedo, el que dice que no tiene miedo, es mentira. Juramos la bandera el 25 de mayo en Malvinas, jurás hasta por perder la vida y eso te llega hasta la médula, la estás jurando en la guerra. Pero sabíamos que estábamos allá y podíamos volver o no volver”, relató Jara, que en ese entonces era un prisionero de guerra. “Nos trataron bastante bien. Nos dieron muy bien de comer, me acuerdo siempre de los estofados de ellos, muy muy ricos. Yo decía dentro de todo no había pasado mucha hambre, pero veía a los otros soldados cómo comían y con las ganas que comían. No nos trataron mal. En algunos casos, nos trataron mejor que los superiores argentinos”, comentó. “Después, nos trasladan al Entrerprise y llegamos el 21 de junio a Puerto Madryn. Tuve una sensación cuando nos largan en los lanchones de un barco a otro. Pensé: “Mirá si nos entierran en el mar, son cosas que uno piensa en ese momento”, remarcó.?

Tras las balas, el Enterprise y la rendición, había que volver a empezar. Y empezó. “Volví a los 15 días de haber llegado. Me dieron licencia hasta la baja, pero era todo nuevo. Me dormía y me despertaba pensando que estaba en Malvinas, la sensación que te queda por mucho tiempo”, dijo Jara, padre de Diego y Nicolás, dos prominentes futbolistas locales. “Me costó reconocerme como ex combatiente. Estuve diez años sin cobrar una pensión. A los actos no iba, ahora estoy yendo a los actos, me cuesta menos hablar. El certificado de ex combatiente lo conseguí en el 1992. Nunca tuve nada, no tengo nada del Senado. Ni diploma ni medalla ni nada. He tenido unos reconocimientos en el trabajo, una medallita que las tiene mi hijo más chico”, dijo. “Quizás en principio fue como una autodefensa hacia mi persona, no quería revolver las cosas que habían pasado, que no fueron ni tan buenas ni tan malas”, dijo. “No se si me gustaría volver a las Malvinas a recordar. No lo tengo como ambición. Sí me gustaría viajar a Córdoba, para reencontrarme con quien compartí la guerra”, relató.#


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