Un histórico y masivo recital del Indio Solari en Gualeguaychú

Convocó más de 170.000 personas en el Hipódromo de la ciudad entrerriana, que presenciaron la experiencia del reencuentro sobre tablas de algunos de los músicos históricos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, disuelta en 2001.

13 ABR 2014 - 15:36 | Actualizado

Durante una noche fría, en la cual el barro cubría el piso del predio, un repertorio de remotas canciones comenzó con los acordes de “Nike”, que sonaron distantes en el medio de una velada signada por el viento, cuyo prólogo fue la intensa misa -la previa en las calles y en las plazas- capaz de transformar la espera en carnaval con los bailes, los cantos y los asados al paso de seguidores que peregrinaron desde Tierra del Fuego hasta Salta, sin olvidar los fieles del conurbano bonaerense.

Las demoras y los cansadores rodeos para lograr ingresar al lugar de 102 hectáreas consiguieron que muchos fanáticos se perdieran el arranque del show, con fuegos artificiales y pantallas de video -muchas, pero ubicadas a una altura baja para ser vistas a la distancia- con la proyección de imágenes psicodélicas.

Los recientes temas del último trabajo solista de Solari junto a su banda, los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, “Pajaritos bravos muchachitos”, sonaron ayer, sin tanta resonancia entre los asistentes, como sucedió sobre los inicios del show con “A los pájaros”.

La presencia de familias con hijos pequeños y devotos de más de 60 años, conviviendo en un ambiente de tranquilidad festiva, fueron otra de las improntas del recital, donde el frío y la espera -comenzó cerca de las 22.30- hubieran necesitado paliarse con “una que sepamos todos”.

De todos modos, cuando los acordes de otro tema nuevo, “La Pajarita pechiblanca”, desafiaron al clima y los históricos secuaces del Indio en la banda Los Redondos subieron al escenario, se desató el carnaval que sorprendió a los más jóvenes que nunca habían podido darse el lujo de escucharlos en vivo.

El saxofonista Sergio Dawi, el baterista Walter Sidotti y el bajista Daniel “Semilla” Bucarelli entregaron -también- junto al cantante, la querida “Ya nadie va a escuchar tu remera” y la emoción ganó el predio.

Aunque “no se podía saltar mucho, el barro te tapaba”, según refirió a Télam un adolescente de 16 años, el aficionado admitió haber llegado "hasta adelante de todo porque sabía que volvían los Redondos por un rato. No me lo olvido más, crecí mientras mi vieja los escuchaba”.

Muchos asistentes se retiraron antes de que terminara la velada logrando sortear los malos tratos verbales de algunas personas de la seguridad, con algunos efectivos de la policía montada rodeando -durante un rato- una de las salidas del predio, mientras el viento soplaba inclemente.

La oscura belleza de “Todos a los botes”, la nostalgia de “Nene-nena” se fundieron anoche como en una suerte de collage, con las palabras firmes de Solari, “la memoria sigue viva”, en relación a la permanencia de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, nombrando a los 21 desaparecidos de Gualeguaychú.

Algunas palabras del líder musical alertaron sobre el HIV y la temprana detección a través del análisis, para dar paso a un “agradecido siempre” a la fidelidad de los devotos que permanecían parados como podían sobre un suelo barroso, algunos con sus muletas, otros sentados a la distancia mientras sus hijos correteaban, entre los perros y las canciones de amores amargos.

La emoción ganó las almas al calor de los himnos de los tiempos ricoteros, “Unos pocos peligros sensatos” y su coreado -gritado- estribillo “Golpe de suerte”, sumado a la posibilidad de disfrutar de la postal de la reunión con sus secuaces ricoteros sobre el imponente escenario.

Bien entrada la medianoche, dos himnos sacudieron las certezas, “Todo un palo” y “Ji ji ji”, con su pogo interminable, “único en el mundo”, como lo nombran quienes comulgan con esta celebración rockera, culminando una velada musical y anunciando el momento de regresar a casa, después de una larga peregrinación.

13 ABR 2014 - 15:36

Durante una noche fría, en la cual el barro cubría el piso del predio, un repertorio de remotas canciones comenzó con los acordes de “Nike”, que sonaron distantes en el medio de una velada signada por el viento, cuyo prólogo fue la intensa misa -la previa en las calles y en las plazas- capaz de transformar la espera en carnaval con los bailes, los cantos y los asados al paso de seguidores que peregrinaron desde Tierra del Fuego hasta Salta, sin olvidar los fieles del conurbano bonaerense.

Las demoras y los cansadores rodeos para lograr ingresar al lugar de 102 hectáreas consiguieron que muchos fanáticos se perdieran el arranque del show, con fuegos artificiales y pantallas de video -muchas, pero ubicadas a una altura baja para ser vistas a la distancia- con la proyección de imágenes psicodélicas.

Los recientes temas del último trabajo solista de Solari junto a su banda, los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, “Pajaritos bravos muchachitos”, sonaron ayer, sin tanta resonancia entre los asistentes, como sucedió sobre los inicios del show con “A los pájaros”.

La presencia de familias con hijos pequeños y devotos de más de 60 años, conviviendo en un ambiente de tranquilidad festiva, fueron otra de las improntas del recital, donde el frío y la espera -comenzó cerca de las 22.30- hubieran necesitado paliarse con “una que sepamos todos”.

De todos modos, cuando los acordes de otro tema nuevo, “La Pajarita pechiblanca”, desafiaron al clima y los históricos secuaces del Indio en la banda Los Redondos subieron al escenario, se desató el carnaval que sorprendió a los más jóvenes que nunca habían podido darse el lujo de escucharlos en vivo.

El saxofonista Sergio Dawi, el baterista Walter Sidotti y el bajista Daniel “Semilla” Bucarelli entregaron -también- junto al cantante, la querida “Ya nadie va a escuchar tu remera” y la emoción ganó el predio.

Aunque “no se podía saltar mucho, el barro te tapaba”, según refirió a Télam un adolescente de 16 años, el aficionado admitió haber llegado "hasta adelante de todo porque sabía que volvían los Redondos por un rato. No me lo olvido más, crecí mientras mi vieja los escuchaba”.

Muchos asistentes se retiraron antes de que terminara la velada logrando sortear los malos tratos verbales de algunas personas de la seguridad, con algunos efectivos de la policía montada rodeando -durante un rato- una de las salidas del predio, mientras el viento soplaba inclemente.

La oscura belleza de “Todos a los botes”, la nostalgia de “Nene-nena” se fundieron anoche como en una suerte de collage, con las palabras firmes de Solari, “la memoria sigue viva”, en relación a la permanencia de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, nombrando a los 21 desaparecidos de Gualeguaychú.

Algunas palabras del líder musical alertaron sobre el HIV y la temprana detección a través del análisis, para dar paso a un “agradecido siempre” a la fidelidad de los devotos que permanecían parados como podían sobre un suelo barroso, algunos con sus muletas, otros sentados a la distancia mientras sus hijos correteaban, entre los perros y las canciones de amores amargos.

La emoción ganó las almas al calor de los himnos de los tiempos ricoteros, “Unos pocos peligros sensatos” y su coreado -gritado- estribillo “Golpe de suerte”, sumado a la posibilidad de disfrutar de la postal de la reunión con sus secuaces ricoteros sobre el imponente escenario.

Bien entrada la medianoche, dos himnos sacudieron las certezas, “Todo un palo” y “Ji ji ji”, con su pogo interminable, “único en el mundo”, como lo nombran quienes comulgan con esta celebración rockera, culminando una velada musical y anunciando el momento de regresar a casa, después de una larga peregrinación.


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