El dirigente federal más unitario de todos

Julio Humberto Grondona fue el dirigente futbolístico más influyente de todos los tiempos. Si bien pareció darle cabiba al interior, en los hechos el poder central de Buenos Aires fue el más beneficiado en toda su gestión. La bisagra de la victoria unitaria se produjo en la final del Nacional ´77 entre Talleres (C) e Independiente.

01 AGO 2014 - 20:57 | Actualizado

Por Juan Miguel Bigrevich

Nuccetelli aspiraba a llegar a la presidencia de AFA desde el interior y Grondona desde la Capital Federal, así que en ese partido se dirimía mucho más que el título de un torneo”. Por eso Julio me decía siempre que gracias a mi gol, él había llegado a la presidencia de la AFA y que ese campeonato había resultado fundamental para su trayectoria dirigencial, más allá de la capacidad que demostró tener después”. La frase le pertenece a uno de los íconos futbolísticos de Independiente de Avellaneda, Ricardo Enrique Bochini, uno de los 10 que fueron clave (el otro fue Maradona) para la carrera de Julio Humberto Grondona en la AFA y en la FIFA y no es un dato menor el análisis sintético que hizo el talentoso “Bocha”.

El encuentro en cuestión fue el que se disputó en Córdoba el 25 de enero de 1978, por la segunda final del Nacional de 1977 entre Talleres de esa provincia y el “Rey de Copas”. Y en esa jornada, el “Rojo” logró la igualdad en dos tantos a pocos minutos del final, cuando contaba solamente con ocho hombres en el campo de juego, por las expulsiones de tres de sus hombres. Ese resultado consagró al equipo de Avellaneda por haber empatado 1 a 1 en la ida y fue un duro golpe para la entidad cordobesa y, sobre todo, para su presidente, Amadeo Nuccetelli, quien lideraba a los dirigentes del fútbol del interior del país que aspiraban a llegar al sillón presidencial de la AFA.

Esa definición, la que Buenos Aires derrotó al interior. Embanderado entre los colores rojo y azul y blanco; es toda una radiografía del pensamiento puro de Julio Humberto Grondona, el último unitario de un país, que aún no consigue resolver ese concepto de geopolítica iniciado desde los albores de la Revolución de Mayo y que, lamentablemente, continúa hasta nuestros días.

Se sabe que la vejez y la muerte honorabilizan a la gente. A muchos ancianos y mucho más a quienes ya están inhertes, se los menciona con respeto y cariño y se rescata todas sus bondades. Y eso sucede con Grondona. Un dirigente emblemático del fútbol nacional que despreció al interior profundo como el que más. “Que en la Patagonia jueguen al fútbol de salón” y que “el Torneo del Interior es un torneo de potrero organizado”, marca a las claras el concepto que tenía Don Julio de los certámenes de ascenso de los clubes indirectamente afiliados. Los despreciaba. Por eso, no se entienden los elogios de aquellos dirigentes que fueron constantemente ignorados por aquel que tuvo la manija de la pelota por 35 años, no sólo con palabras, sino con hechos.

El 6 de abril de 1979, cuando se sentó por primera vez en el sillón de la casa de calle Viamonte, Julio Grondona acababa de ganarles la pulseada a otros dirigentes que también pisaban fuerte en el ámbito futbolístico de la época: Rafael Aragón Cabrera, presidente de River, Amadeo Nuccetelli, titular de Talleres, el general Antonio Luis Merlo, postulado por Alberto J. Armando, el mandamás de Boca y el presidente de Estudiantes de La Plata, Ignacio Ércoli, luego del ok de Alberto Lacoste, hombre fuerte del Proceso de Reorganización Nacional dentro del fútbol.

Avalado por el venturoso presente del club que presidía desde 1976, Independiente, Grondona sucedió a Alfredo Cantilo en un contexto en el que se discutía con dureza la federalización del fútbol y que, un par de años antes, había amagado con producir un cisma en el fútbol argentino.

Eran los días en que las instituciones del interior se habían alineado para combatir el histórico centralismo del fútbol en un movimiento encabezado por Nuccetelli, quien en enero de 1977 presidió la Liga del Interior, un núcleo al que adhirieron las tradicionales entidades de “tierra adentro”. Este grupo cuestionaba el reparto con el que debían conformarse los clubes “del patio del fondo” en la estructura organizativa de los Nacionales iniciados en 1967 con Valentín Suárez. Incluso hasta el Prode.

Lo que hizo Grondona fue muy simple. Dividió para gobernar. En noviembre de 1979 sancionó la 1.309, una resolución que detrás de su tinte federal perseguía principalmente la inclusión de Talleres, un fenómeno de recaudación y resultados. Con artículos redactados a medida del club de barrio Jardín, pero dejando entreabierta la puerta a otros equipos del interior, Grondona logró llevar de su lado a la “T” y a los principales clubes de provincia que apoyaron la normativa, como Belgrano e Instituto, San Martín y Atlético Tucumán, Gimnasia y Esgrima de Jujuy, Independiente Rivadavia de Mendoza, Central Norte de Salta y Central Córdoba de Santiago.

Así, la lucha se desequilibró. Nuccetelli, con un plantel de jerarquía internacional que le demandaba un presupuesto anual de tres millones de dólares (tenía a los campeones mundiales Luis Galván, Daniel Valencia, Alberto Tarantini y Miguel Oviedo), quedó atrapado entre continuar encabezando la batalla ideológica en bloque –que seguramente lo obligaría a desprenderse de sus figuras– o aceptar el convite. Y concedió.

En los años siguientes, Instituto y Racing de Nueva Italia también lograron beneficiarse de los alcances de la polémica resolución. Pero el movimiento del interior ya había perdido fuerza. A pesar de ello, la discusión sobre una reestructuración de la organización del fútbol quedó en la mesa.

La necesidad de tener un solo torneo anual y no dos como hasta entonces (Metropolitano y Nacional) desató una nueva puja entre “federales” y “unitarios”.

El panorama deficitario de los torneos impulsó en 1985 a la Secretaría de Deportes de la Nación del gobierno de Raúl Alfonsín a ofrecer una revisión completa del sistema vigente y avalar económicamente la disputa de un certamen de 20 equipos: dos de Córdoba y Santa Fe, uno de Mendoza, Salta, Tucumán y Chaco, dos de la Primera B y 10 de Buenos Aires surgidos de un metropolitano.

La AFA contraofertó un certamen de 24 equipos con 18 de los que jugaban en AFA (incluidos Talleres, Instituto, Racing), más seis del interior. Las ligas del interior se reunieron en Tucumán y rechazaron el proyecto, lo que dejó al descubierto la “vocación de diálogo” de Don Julio: “Las ligas pueden hacer lo que les plazca. Serán dejados de lado porque ellas mismas decidieron no adherir a la propuesta”.

Con más oficio y cintura que los dirigentes del interior, Grondona fogoneó el enfrentamiento de los clubes con sus propias ligas. Así fue como el 30 de abril se reunieron en Tucumán 22 de los clubes más importantes del interior y manifestaron su apoyo a AFA.El tiempo les demostraría que no fue una buena idea: hoy, 21 de ellos están fuera del círculo superior y sólo Belgrano, Rafaela, Olimpo y Godoy Cruz tienen lugar en Primera.

Pero hasta su definitiva aprobación, el proyecto sufrió ajustes que terminaron por sepultar los ideales federales. La reestructuración no afectó a los clubes porteños, que mantuvieron su lugar en Primera, y sólo se creó un Nacional B donde los indirectamente afiliados quedaron en desventaja económica y deportiva. Igual sucedió con el Argentino A y su paridad con la B Metropolitana y el B con la C Metro. Hoy después de 35 años de “sígrondonismo”, los dirigentes de las diferentes Ligas del Interior tienen una nueva oportunidad de volver a discutir por un fútbol nacional. Y no contentarse con una palmadita de lomo de manera “campechana” como hacía Don Julio, quien creó la Copa Argentina para parchar el profundo daño que le hizo al fútbol del interior. Algo que no pudo, pero que aún se puede subsanar.#

Enterate de las noticias de DEPORTES a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
01 AGO 2014 - 20:57

Por Juan Miguel Bigrevich

Nuccetelli aspiraba a llegar a la presidencia de AFA desde el interior y Grondona desde la Capital Federal, así que en ese partido se dirimía mucho más que el título de un torneo”. Por eso Julio me decía siempre que gracias a mi gol, él había llegado a la presidencia de la AFA y que ese campeonato había resultado fundamental para su trayectoria dirigencial, más allá de la capacidad que demostró tener después”. La frase le pertenece a uno de los íconos futbolísticos de Independiente de Avellaneda, Ricardo Enrique Bochini, uno de los 10 que fueron clave (el otro fue Maradona) para la carrera de Julio Humberto Grondona en la AFA y en la FIFA y no es un dato menor el análisis sintético que hizo el talentoso “Bocha”.

El encuentro en cuestión fue el que se disputó en Córdoba el 25 de enero de 1978, por la segunda final del Nacional de 1977 entre Talleres de esa provincia y el “Rey de Copas”. Y en esa jornada, el “Rojo” logró la igualdad en dos tantos a pocos minutos del final, cuando contaba solamente con ocho hombres en el campo de juego, por las expulsiones de tres de sus hombres. Ese resultado consagró al equipo de Avellaneda por haber empatado 1 a 1 en la ida y fue un duro golpe para la entidad cordobesa y, sobre todo, para su presidente, Amadeo Nuccetelli, quien lideraba a los dirigentes del fútbol del interior del país que aspiraban a llegar al sillón presidencial de la AFA.

Esa definición, la que Buenos Aires derrotó al interior. Embanderado entre los colores rojo y azul y blanco; es toda una radiografía del pensamiento puro de Julio Humberto Grondona, el último unitario de un país, que aún no consigue resolver ese concepto de geopolítica iniciado desde los albores de la Revolución de Mayo y que, lamentablemente, continúa hasta nuestros días.

Se sabe que la vejez y la muerte honorabilizan a la gente. A muchos ancianos y mucho más a quienes ya están inhertes, se los menciona con respeto y cariño y se rescata todas sus bondades. Y eso sucede con Grondona. Un dirigente emblemático del fútbol nacional que despreció al interior profundo como el que más. “Que en la Patagonia jueguen al fútbol de salón” y que “el Torneo del Interior es un torneo de potrero organizado”, marca a las claras el concepto que tenía Don Julio de los certámenes de ascenso de los clubes indirectamente afiliados. Los despreciaba. Por eso, no se entienden los elogios de aquellos dirigentes que fueron constantemente ignorados por aquel que tuvo la manija de la pelota por 35 años, no sólo con palabras, sino con hechos.

El 6 de abril de 1979, cuando se sentó por primera vez en el sillón de la casa de calle Viamonte, Julio Grondona acababa de ganarles la pulseada a otros dirigentes que también pisaban fuerte en el ámbito futbolístico de la época: Rafael Aragón Cabrera, presidente de River, Amadeo Nuccetelli, titular de Talleres, el general Antonio Luis Merlo, postulado por Alberto J. Armando, el mandamás de Boca y el presidente de Estudiantes de La Plata, Ignacio Ércoli, luego del ok de Alberto Lacoste, hombre fuerte del Proceso de Reorganización Nacional dentro del fútbol.

Avalado por el venturoso presente del club que presidía desde 1976, Independiente, Grondona sucedió a Alfredo Cantilo en un contexto en el que se discutía con dureza la federalización del fútbol y que, un par de años antes, había amagado con producir un cisma en el fútbol argentino.

Eran los días en que las instituciones del interior se habían alineado para combatir el histórico centralismo del fútbol en un movimiento encabezado por Nuccetelli, quien en enero de 1977 presidió la Liga del Interior, un núcleo al que adhirieron las tradicionales entidades de “tierra adentro”. Este grupo cuestionaba el reparto con el que debían conformarse los clubes “del patio del fondo” en la estructura organizativa de los Nacionales iniciados en 1967 con Valentín Suárez. Incluso hasta el Prode.

Lo que hizo Grondona fue muy simple. Dividió para gobernar. En noviembre de 1979 sancionó la 1.309, una resolución que detrás de su tinte federal perseguía principalmente la inclusión de Talleres, un fenómeno de recaudación y resultados. Con artículos redactados a medida del club de barrio Jardín, pero dejando entreabierta la puerta a otros equipos del interior, Grondona logró llevar de su lado a la “T” y a los principales clubes de provincia que apoyaron la normativa, como Belgrano e Instituto, San Martín y Atlético Tucumán, Gimnasia y Esgrima de Jujuy, Independiente Rivadavia de Mendoza, Central Norte de Salta y Central Córdoba de Santiago.

Así, la lucha se desequilibró. Nuccetelli, con un plantel de jerarquía internacional que le demandaba un presupuesto anual de tres millones de dólares (tenía a los campeones mundiales Luis Galván, Daniel Valencia, Alberto Tarantini y Miguel Oviedo), quedó atrapado entre continuar encabezando la batalla ideológica en bloque –que seguramente lo obligaría a desprenderse de sus figuras– o aceptar el convite. Y concedió.

En los años siguientes, Instituto y Racing de Nueva Italia también lograron beneficiarse de los alcances de la polémica resolución. Pero el movimiento del interior ya había perdido fuerza. A pesar de ello, la discusión sobre una reestructuración de la organización del fútbol quedó en la mesa.

La necesidad de tener un solo torneo anual y no dos como hasta entonces (Metropolitano y Nacional) desató una nueva puja entre “federales” y “unitarios”.

El panorama deficitario de los torneos impulsó en 1985 a la Secretaría de Deportes de la Nación del gobierno de Raúl Alfonsín a ofrecer una revisión completa del sistema vigente y avalar económicamente la disputa de un certamen de 20 equipos: dos de Córdoba y Santa Fe, uno de Mendoza, Salta, Tucumán y Chaco, dos de la Primera B y 10 de Buenos Aires surgidos de un metropolitano.

La AFA contraofertó un certamen de 24 equipos con 18 de los que jugaban en AFA (incluidos Talleres, Instituto, Racing), más seis del interior. Las ligas del interior se reunieron en Tucumán y rechazaron el proyecto, lo que dejó al descubierto la “vocación de diálogo” de Don Julio: “Las ligas pueden hacer lo que les plazca. Serán dejados de lado porque ellas mismas decidieron no adherir a la propuesta”.

Con más oficio y cintura que los dirigentes del interior, Grondona fogoneó el enfrentamiento de los clubes con sus propias ligas. Así fue como el 30 de abril se reunieron en Tucumán 22 de los clubes más importantes del interior y manifestaron su apoyo a AFA.El tiempo les demostraría que no fue una buena idea: hoy, 21 de ellos están fuera del círculo superior y sólo Belgrano, Rafaela, Olimpo y Godoy Cruz tienen lugar en Primera.

Pero hasta su definitiva aprobación, el proyecto sufrió ajustes que terminaron por sepultar los ideales federales. La reestructuración no afectó a los clubes porteños, que mantuvieron su lugar en Primera, y sólo se creó un Nacional B donde los indirectamente afiliados quedaron en desventaja económica y deportiva. Igual sucedió con el Argentino A y su paridad con la B Metropolitana y el B con la C Metro. Hoy después de 35 años de “sígrondonismo”, los dirigentes de las diferentes Ligas del Interior tienen una nueva oportunidad de volver a discutir por un fútbol nacional. Y no contentarse con una palmadita de lomo de manera “campechana” como hacía Don Julio, quien creó la Copa Argentina para parchar el profundo daño que le hizo al fútbol del interior. Algo que no pudo, pero que aún se puede subsanar.#


NOTICIAS RELACIONADAS