Entrevista a Woody Allen, que estrena su nuevo film

Woody llega con una nueva comedia romántica –Magia a la luz de la luna–, con el brillo del jazz y el glamour de la Costa Azul. Esta vez eligió el sur de Francia como escenario en el que Emma Stone interpreta a una psíquica, y Colin Firth a un mago de renombre mundial.

03 OCT 2014 - 17:20 | Actualizado

–La película estrenó de forma mundial en el famoso Teatro París de Nueva York. ¿Puede recordar cuántas veces estrenó allí?

–No recuerdo el número, pero lo he hecho en varias ocasiones. Mis películas se han proyectado en ese teatro varias veces, y es uno de los pocos lugares donde se puede ver cine arte en Nueva York. Me remonto a muchos años atrás, cuando era un estudiante de secundaria y solía llevar a mis citas al Teatro de París, para ver maravillosas películas francesas de la década del cincuenta.

–¿Aún se emociona cuando ve sus películas nuevas en el teatro, o se ha acostumbrado?

–No, no, me gusta. Todavía es como tener un pie en donde empecé. El París fue uno de esos teatros de un grupo, que en su mayoría ya no existe, que proyectaba a los cineastas que me encantan. Truffaut y Godard: los franceses. Pero también pasaban películas de los cineastas italianos. El París fue uno de los lugares que fui a menudo cuando era joven, un adolescente y luego un joven en Nueva York. Cuando la gente habla del embrutecimiento de Estados Unidos, creo que es una tontería que una generación sea más tonta que otra. La generación actual es mucho más inteligente que mi generación, de muchas maneras. Me sorprende, que solíamos ir a todos esos espacios culturales junto a mis amigos y no éramos intelectuales. Quiero decir que yo era un tipo que fue a los juegos de béisbol y los juegos de baloncesto, y jugaba a la pelota en la calle y no pasé un año de universidad. Todos nos quedamos encantados con Bergman, Fellini, Antonioni y Godard, Truffaut y, por supuesto, Resnais. Esta generación no parece tener mucha paciencia para la clase de películas que nos emocionaban a nosotros cuando éramos jóvenes.

–17 de los mejores cineastas del mundo tienen más de 75 años, ¿por qué cree que pasa esto?

–No sé y tampoco sé por qué no hay un cine arte floreciente ahora. Los jóvenes universitarios de hoy no ven con gran interés estas películas que menciono, todas las películas de Bergman, todas las películas de Fellini, las películas de Truffaut. No sé por qué no las ven o por qué no hay un equivalente en la actualidad.

–Cuando trabaja con actores jóvenes como Emma Stone, ¿qué intenta inculcar en ellos?

–Cuando hablo con Emma –y Emma es alguien que está interesada en el cine y es una actriz seria – y le digo que tiene que ver Un tranvía llamado Deseo o Gritos y susurros, ella me escucha y lo hace porque ese es su pan de cada día y es muy profesional. Pero más allá de eso, he enviado a chicos que van a escuelas muy buenas –Yale y Harvard– a ver las películas de Bergman. Una vez hice una proyección para ellos, y no les significó nada, no les importó.

–¿Cuándo se dio cuenta plenamente de que Emma Stone tenía que protagonizar su película?

–Ella estaba en varias películas que no he visto; no es que fueran malas, pero estaban dirigidas a un mercado completamente diferente: adultos jóvenes o niños de la universidad. No me interesan para nada. Y entonces estaba en mi cinta de correr, y navego para tratar de matar la media hora de aburrimiento que me genera eso. Una vez la vi en una de esas películas y pensé: “Dios mío, es tan hermosa y de una manera interesante”. No es sólo que es hermosa, es hermosa e interesante. Y entonces ahí me di cuenta de que ella es una buena actriz.

–Emma es famosa en todo el mundo, pero todavía es joven. Usted, sin duda, debe hacer que los jóvenes intérpretes se pongan nerviosos la primera vez. ¿Cómo trabaja para calmarlos?

–Mi sensación es que cuando me conocen ven rápidamente que estoy más nervioso que ellos. Soy muy tranquilo y agradable, y nunca levanto la voz. Les doy mucha libertad para trabajar, para cambiar mis palabras, y me conocen y ven en cinco minutos que no soy una amenaza, que no van a tener que preocuparse. No se trata de una especie de genio de culto o de algún tipo de persona formidable.

–¿Su acercamiento con los actores ha cambiado con los años?

–Sí. Me di cuenta de que a lo largo de los años aprendí a tener más y más confianza en el instinto de los actores y dejo que los actores realmente saquen parlamentos que no les gustan, los cambien, los adapten para que se sientan cómodos. O agreguen cosas. Doy mucha libertad a los actores y eso les gusta. Se sienten relajados y no que tienen que repetir palabras escritas. Pueden hablar con los modismos que son cómodos para ellos. Y eso ayuda.

–Magia a la luz de la luna no es el primer proyecto con un mago. ¿Qué hay de ese mundo mágico que le fascina como artista?

–Era un mago aficionado de niño. Me encantaba todo lo que tenía que ver con la magia y sabía que dentro de la historia de la magia, Houdini había sido alguien que había desacreditado a médiums espirituales que se aprovechaban de la gente y tomaban su dinero. Entonces pensé que podría ser una historia interesante tomar un médium y un mago científico más sofisticado, y que él se enamorara de este fraude. Eso daría lugar a una buena situación. Contraté a dos muy, muy buenos actores. Colin Firth, que es brillante, y Emma, que es fabulosa. Me salí del camino y dejé que ellos hagan lo suyo.

–¿Qué lo mantiene tan inspirado para seguir creando a este ritmo?

–Es sólo que me gusta mi trabajo. Me gusta escribir. Me gusta hacer las películas. Me gusta pasar los días con gente como Emma Stone y Colin Firth, o Scarlett Johansson o Naomi Watts, o Penélope Cruz. Es una buena manera de ganarse la vida y espero seguir haciéndolo.

–Tiene una dirección artística espectacular, esos trajes. Está perfectamente ambientada.

–La mayoría de ellos eran en realidad los originales de la época, que se encontraron a través de una búsqueda en todo el mundo que abarca París, Londres, Madrid, Roma, Toronto y Los Ángeles por la diseñadora de vestuario Sonia Grande y su equipo. Siempre tratamos de utilizar los originales.

Fuente: revista Veintitrés.

03 OCT 2014 - 17:20

–La película estrenó de forma mundial en el famoso Teatro París de Nueva York. ¿Puede recordar cuántas veces estrenó allí?

–No recuerdo el número, pero lo he hecho en varias ocasiones. Mis películas se han proyectado en ese teatro varias veces, y es uno de los pocos lugares donde se puede ver cine arte en Nueva York. Me remonto a muchos años atrás, cuando era un estudiante de secundaria y solía llevar a mis citas al Teatro de París, para ver maravillosas películas francesas de la década del cincuenta.

–¿Aún se emociona cuando ve sus películas nuevas en el teatro, o se ha acostumbrado?

–No, no, me gusta. Todavía es como tener un pie en donde empecé. El París fue uno de esos teatros de un grupo, que en su mayoría ya no existe, que proyectaba a los cineastas que me encantan. Truffaut y Godard: los franceses. Pero también pasaban películas de los cineastas italianos. El París fue uno de los lugares que fui a menudo cuando era joven, un adolescente y luego un joven en Nueva York. Cuando la gente habla del embrutecimiento de Estados Unidos, creo que es una tontería que una generación sea más tonta que otra. La generación actual es mucho más inteligente que mi generación, de muchas maneras. Me sorprende, que solíamos ir a todos esos espacios culturales junto a mis amigos y no éramos intelectuales. Quiero decir que yo era un tipo que fue a los juegos de béisbol y los juegos de baloncesto, y jugaba a la pelota en la calle y no pasé un año de universidad. Todos nos quedamos encantados con Bergman, Fellini, Antonioni y Godard, Truffaut y, por supuesto, Resnais. Esta generación no parece tener mucha paciencia para la clase de películas que nos emocionaban a nosotros cuando éramos jóvenes.

–17 de los mejores cineastas del mundo tienen más de 75 años, ¿por qué cree que pasa esto?

–No sé y tampoco sé por qué no hay un cine arte floreciente ahora. Los jóvenes universitarios de hoy no ven con gran interés estas películas que menciono, todas las películas de Bergman, todas las películas de Fellini, las películas de Truffaut. No sé por qué no las ven o por qué no hay un equivalente en la actualidad.

–Cuando trabaja con actores jóvenes como Emma Stone, ¿qué intenta inculcar en ellos?

–Cuando hablo con Emma –y Emma es alguien que está interesada en el cine y es una actriz seria – y le digo que tiene que ver Un tranvía llamado Deseo o Gritos y susurros, ella me escucha y lo hace porque ese es su pan de cada día y es muy profesional. Pero más allá de eso, he enviado a chicos que van a escuelas muy buenas –Yale y Harvard– a ver las películas de Bergman. Una vez hice una proyección para ellos, y no les significó nada, no les importó.

–¿Cuándo se dio cuenta plenamente de que Emma Stone tenía que protagonizar su película?

–Ella estaba en varias películas que no he visto; no es que fueran malas, pero estaban dirigidas a un mercado completamente diferente: adultos jóvenes o niños de la universidad. No me interesan para nada. Y entonces estaba en mi cinta de correr, y navego para tratar de matar la media hora de aburrimiento que me genera eso. Una vez la vi en una de esas películas y pensé: “Dios mío, es tan hermosa y de una manera interesante”. No es sólo que es hermosa, es hermosa e interesante. Y entonces ahí me di cuenta de que ella es una buena actriz.

–Emma es famosa en todo el mundo, pero todavía es joven. Usted, sin duda, debe hacer que los jóvenes intérpretes se pongan nerviosos la primera vez. ¿Cómo trabaja para calmarlos?

–Mi sensación es que cuando me conocen ven rápidamente que estoy más nervioso que ellos. Soy muy tranquilo y agradable, y nunca levanto la voz. Les doy mucha libertad para trabajar, para cambiar mis palabras, y me conocen y ven en cinco minutos que no soy una amenaza, que no van a tener que preocuparse. No se trata de una especie de genio de culto o de algún tipo de persona formidable.

–¿Su acercamiento con los actores ha cambiado con los años?

–Sí. Me di cuenta de que a lo largo de los años aprendí a tener más y más confianza en el instinto de los actores y dejo que los actores realmente saquen parlamentos que no les gustan, los cambien, los adapten para que se sientan cómodos. O agreguen cosas. Doy mucha libertad a los actores y eso les gusta. Se sienten relajados y no que tienen que repetir palabras escritas. Pueden hablar con los modismos que son cómodos para ellos. Y eso ayuda.

–Magia a la luz de la luna no es el primer proyecto con un mago. ¿Qué hay de ese mundo mágico que le fascina como artista?

–Era un mago aficionado de niño. Me encantaba todo lo que tenía que ver con la magia y sabía que dentro de la historia de la magia, Houdini había sido alguien que había desacreditado a médiums espirituales que se aprovechaban de la gente y tomaban su dinero. Entonces pensé que podría ser una historia interesante tomar un médium y un mago científico más sofisticado, y que él se enamorara de este fraude. Eso daría lugar a una buena situación. Contraté a dos muy, muy buenos actores. Colin Firth, que es brillante, y Emma, que es fabulosa. Me salí del camino y dejé que ellos hagan lo suyo.

–¿Qué lo mantiene tan inspirado para seguir creando a este ritmo?

–Es sólo que me gusta mi trabajo. Me gusta escribir. Me gusta hacer las películas. Me gusta pasar los días con gente como Emma Stone y Colin Firth, o Scarlett Johansson o Naomi Watts, o Penélope Cruz. Es una buena manera de ganarse la vida y espero seguir haciéndolo.

–Tiene una dirección artística espectacular, esos trajes. Está perfectamente ambientada.

–La mayoría de ellos eran en realidad los originales de la época, que se encontraron a través de una búsqueda en todo el mundo que abarca París, Londres, Madrid, Roma, Toronto y Los Ángeles por la diseñadora de vestuario Sonia Grande y su equipo. Siempre tratamos de utilizar los originales.

Fuente: revista Veintitrés.


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