Contrera dice que no es verdad que trabaje poco

La legisladora nacional envió una “Carta Abierta” por una nota publicada en este diario el lunes pasado. Su versión sobre los datos difundidos.

17 OCT 2014 - 21:55 | Actualizado

Me dirijo a Ud. en relación a la nota publicada el día 16 de octubre de 2014 titulada “Contrera sin proyecto”, a la que además se le dedica espacio en tapa.

Más allá de consideraciones sobre las que abundaré más adelante, por ser atinentes pero periféricas a la cuestión central, cual es la cantidad de inexactitudes que aparecen en ese libero, apelo a la caballerosidad de la que todo periodista debe hacer gala, a fin de que su público lector acceda a la información correcta sobre alguno de los tópicos involucrados.

El primero es el título. “Contrera sin proyectos” no permite dobles interpretaciones ni apelaciones estilísticas ni semióticas. Indica claramente que no he sido autora de iniciativas. Ello es falso desde todo punto de vista, y si fuera objeto de análisis legal, configuraría un claro caso de real malicia por “notoria despreocupación por la búsqueda de la verdad o conocimiento de la falsedad de lo afirmado.”

La razón del planteo es sencilla. La sola búsqueda en la página web del Congreso de la Nación en http://www.diputados.gob.ar/diputados/mcontrera/index.html, da cuenta de la razonabilidad de mi reflexión y solicitud. Tanto en lo que importa mi condición de autora como de cofirmante, lo que da a asumir que he sido consultada por los autores y he propuesto en muchos casos adiciones o cambios a los proyectos originales.

No cabe, dado el título de la nota, excusarse en citas de fuente para justificar desgano, mala fe o reticencia a las obligaciones elementales de Vtra. Profesión. Como ha dicho un célebre periodista inglés que ha hecho escuela entre ustedes, los hechos son sagrados y las opiniones son libres.

Sentada la inexactitud injustificable de los hechos emergentes de la titulación, pasaré a requerirle dé cuenta a sus lectores que los cálculos estadísticos expuestos refieren a votaciones de leyes sin tomar en cuenta la cantidad de días de sesión.

Admitiendo la razonabilidad del esquema de cálculo que ha servido para determinar qué diputados dan el presente al comenzar y se retiran cada vez que han que votar, circunstancia relevante para detectar quienes solo se sientan a dar el presente para que no se les reclamen que no trabajan, lo cierto es que no permite tomar cabal conocimiento del transcurso de los hechos.

En mi caso pedí licencia para ausentarme por razones personales en dos sesiones porque -es público - tuve la inmensa alegría personal de haber tenido un nieto.

Y la cantidad de proyectos de ley tratados en esas dos sesiones dan cuenta de una producción legal proporcionalmente mayor que las de las otras NUEVE más la asamblea legislativa. La información existente en la página web de la Cámara indica que de doce sesiones totales solo tuve ausencia con licencia en dos. El porcentaje es de 18 por ciento.

Tampoco es cierto que me haya ausentado en el 40% de las votaciones. Allí hay un error en la aplicación que levantan como fuente, puesto que las leyes tratadas fueron 61 y no la cantidad que usan como base del cálculo.

Dicho todo ello, sería también importante que se diera cuenta de la cantidad de reuniones de comisiones a las que asistí.

En otras palabras: de doce sesiones estuve en diez. En dos de ellas en que estaba con licencia se trataron más proyectos que en todas las demás. Tres de ellas fueron informativas y una fue asamblea parlamentaria. O sea, ni sin proyectos ni 40 por ciento de inasistencias.

Así las cosas, como trabajadora de los medios de comunicación que he conocido casos de censuras y arbitrariedades quiero invitar a los lectores y a los profesionales del diario a reflexionar sobre la calidad de los contenidos que recibimos como público y nuestro derecho al hecho.

Es cierto que la pregunta difícil es cómo se concilia la libertad editorial con el derecho a recibir información. Lejos de pretender profetizar consignas universales quiero llamar la atención al conjunto sobre la importancia de la honestidad intelectual. No es un problema de honor e imagen. Como dice nuestra Corte, a veces es el precio que tenemos que pagar por estar en la consideración del público y nos toca un escrutinio estricto.

Y es precisamente eso lo que reclamo. Escrutinio estricto y no maltrato al público.

No voy a ponerme en la situación de afectación personal o de cómo mis cercanos viven que yo aparezca en tapa como ñoqui parlamentaria con fueros que no trabaja. Quiero convocarlos a que vuestros lectores no los vean a los periodistas como tinterillos que copian y pegan sin interesarse por averiguar si lo que dicen es cierto. O sea, lo que en la jerga de los medios se llama pescado podrido.

Desde siempre reclamé por los derechos de libertad de expresión de todos, y lo voy a seguir haciendo. Cuando hace años se lanzó una dura campaña contra los periodistas con varios casos de atentados, amenazas y hasta asesinatos, las consignas de que al periodista hay que cuidarlo porque se cuida a la democracia me tuvieron como pública militante. No me desdigo ni un centímetro. Lo que sí me pregunto es cuántas de estas tapas o notas que no se atienen a ningún parámetro profesional serían usadas como ejemplo por los redactores o firmantes para contar como experiencia profesional en una charla abierta con estudiantes de periodismo o comunicación en la universidad a pocas cuadras de la redacción. Porque los jóvenes quieren parecerse a quienes están ya en la profesión. Porque supongo que a los dueños de la Jornada los estimula seguir un paradigma propio de las entidades de propietarios de diarios provenientes de Walter Williams, a quien se suele recordar como insigne hombre de prensa norteamericano: ‘Nadie debe escribir como periodista lo que no pueda decir como caballero’”.

Debo reconocer que me conmueven otros hombres insignes del periodismo argentino, pero asumo que al Sr. Director lo habrá de comprometer más un representante de las letras americanas tradicionales de los grandes diarios que los escritores desaparecidos por la Dictadura. Pero aún así estoy convencida que esta carta no quedará en los cajones de su escritorio.

Si así llegara a ocurrir, nobleza obliga, le aclaro que me tomaré las molestias para que su texto circule en las medidas de mis posibilidades.”

Saludo a Ud. muy atentamente.#

Mónica Contrera

Trabajadora de Televisión y, temporalmente, diputada nacional

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17 OCT 2014 - 21:55

Me dirijo a Ud. en relación a la nota publicada el día 16 de octubre de 2014 titulada “Contrera sin proyecto”, a la que además se le dedica espacio en tapa.

Más allá de consideraciones sobre las que abundaré más adelante, por ser atinentes pero periféricas a la cuestión central, cual es la cantidad de inexactitudes que aparecen en ese libero, apelo a la caballerosidad de la que todo periodista debe hacer gala, a fin de que su público lector acceda a la información correcta sobre alguno de los tópicos involucrados.

El primero es el título. “Contrera sin proyectos” no permite dobles interpretaciones ni apelaciones estilísticas ni semióticas. Indica claramente que no he sido autora de iniciativas. Ello es falso desde todo punto de vista, y si fuera objeto de análisis legal, configuraría un claro caso de real malicia por “notoria despreocupación por la búsqueda de la verdad o conocimiento de la falsedad de lo afirmado.”

La razón del planteo es sencilla. La sola búsqueda en la página web del Congreso de la Nación en http://www.diputados.gob.ar/diputados/mcontrera/index.html, da cuenta de la razonabilidad de mi reflexión y solicitud. Tanto en lo que importa mi condición de autora como de cofirmante, lo que da a asumir que he sido consultada por los autores y he propuesto en muchos casos adiciones o cambios a los proyectos originales.

No cabe, dado el título de la nota, excusarse en citas de fuente para justificar desgano, mala fe o reticencia a las obligaciones elementales de Vtra. Profesión. Como ha dicho un célebre periodista inglés que ha hecho escuela entre ustedes, los hechos son sagrados y las opiniones son libres.

Sentada la inexactitud injustificable de los hechos emergentes de la titulación, pasaré a requerirle dé cuenta a sus lectores que los cálculos estadísticos expuestos refieren a votaciones de leyes sin tomar en cuenta la cantidad de días de sesión.

Admitiendo la razonabilidad del esquema de cálculo que ha servido para determinar qué diputados dan el presente al comenzar y se retiran cada vez que han que votar, circunstancia relevante para detectar quienes solo se sientan a dar el presente para que no se les reclamen que no trabajan, lo cierto es que no permite tomar cabal conocimiento del transcurso de los hechos.

En mi caso pedí licencia para ausentarme por razones personales en dos sesiones porque -es público - tuve la inmensa alegría personal de haber tenido un nieto.

Y la cantidad de proyectos de ley tratados en esas dos sesiones dan cuenta de una producción legal proporcionalmente mayor que las de las otras NUEVE más la asamblea legislativa. La información existente en la página web de la Cámara indica que de doce sesiones totales solo tuve ausencia con licencia en dos. El porcentaje es de 18 por ciento.

Tampoco es cierto que me haya ausentado en el 40% de las votaciones. Allí hay un error en la aplicación que levantan como fuente, puesto que las leyes tratadas fueron 61 y no la cantidad que usan como base del cálculo.

Dicho todo ello, sería también importante que se diera cuenta de la cantidad de reuniones de comisiones a las que asistí.

En otras palabras: de doce sesiones estuve en diez. En dos de ellas en que estaba con licencia se trataron más proyectos que en todas las demás. Tres de ellas fueron informativas y una fue asamblea parlamentaria. O sea, ni sin proyectos ni 40 por ciento de inasistencias.

Así las cosas, como trabajadora de los medios de comunicación que he conocido casos de censuras y arbitrariedades quiero invitar a los lectores y a los profesionales del diario a reflexionar sobre la calidad de los contenidos que recibimos como público y nuestro derecho al hecho.

Es cierto que la pregunta difícil es cómo se concilia la libertad editorial con el derecho a recibir información. Lejos de pretender profetizar consignas universales quiero llamar la atención al conjunto sobre la importancia de la honestidad intelectual. No es un problema de honor e imagen. Como dice nuestra Corte, a veces es el precio que tenemos que pagar por estar en la consideración del público y nos toca un escrutinio estricto.

Y es precisamente eso lo que reclamo. Escrutinio estricto y no maltrato al público.

No voy a ponerme en la situación de afectación personal o de cómo mis cercanos viven que yo aparezca en tapa como ñoqui parlamentaria con fueros que no trabaja. Quiero convocarlos a que vuestros lectores no los vean a los periodistas como tinterillos que copian y pegan sin interesarse por averiguar si lo que dicen es cierto. O sea, lo que en la jerga de los medios se llama pescado podrido.

Desde siempre reclamé por los derechos de libertad de expresión de todos, y lo voy a seguir haciendo. Cuando hace años se lanzó una dura campaña contra los periodistas con varios casos de atentados, amenazas y hasta asesinatos, las consignas de que al periodista hay que cuidarlo porque se cuida a la democracia me tuvieron como pública militante. No me desdigo ni un centímetro. Lo que sí me pregunto es cuántas de estas tapas o notas que no se atienen a ningún parámetro profesional serían usadas como ejemplo por los redactores o firmantes para contar como experiencia profesional en una charla abierta con estudiantes de periodismo o comunicación en la universidad a pocas cuadras de la redacción. Porque los jóvenes quieren parecerse a quienes están ya en la profesión. Porque supongo que a los dueños de la Jornada los estimula seguir un paradigma propio de las entidades de propietarios de diarios provenientes de Walter Williams, a quien se suele recordar como insigne hombre de prensa norteamericano: ‘Nadie debe escribir como periodista lo que no pueda decir como caballero’”.

Debo reconocer que me conmueven otros hombres insignes del periodismo argentino, pero asumo que al Sr. Director lo habrá de comprometer más un representante de las letras americanas tradicionales de los grandes diarios que los escritores desaparecidos por la Dictadura. Pero aún así estoy convencida que esta carta no quedará en los cajones de su escritorio.

Si así llegara a ocurrir, nobleza obliga, le aclaro que me tomaré las molestias para que su texto circule en las medidas de mis posibilidades.”

Saludo a Ud. muy atentamente.#

Mónica Contrera

Trabajadora de Televisión y, temporalmente, diputada nacional


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