Inédito: cinco policías federales procesados por torturas a militantes del Valle

Es la primera vez que miembros de esa fuerza de la delegación Rawson quedan comprometidos por hechos de 1975. Entre las víctimas está Silvia Asaro, actual subsecretaria de Derechos Humanos de Chubut.

23 NOV 2014 - 22:38 | Actualizado

Por Rolando Tobarez

Dos altos miembros retirados de la Policía Federal, José Antonio Pereyra y Pedro Pascual Cáceres, fueron procesados acusados de torturar a nueve militantes políticos entre noviembre y diciembre de 1975 en la Delegación Rawson de esa fuerza. Ambos aún viven en la capital chubutense y en ese momento eran sargentos.

Por el mismo cargo, el juez federal subrogante Mariano Miquelarena también procesó a Juan Carlos Azcui, Luis Horacio Coria y Jorge Norberto Lagunas. Eran subinspectores en esa Delegación. Los cinco fueron embargados en 800 mil pesos. Además de torturas, se les imputa privación ilegítima de la libertad e incomunicación indebida.

Tras la pesquisa del fiscal federal Fernando Gélvez, el juez los consideró delitos de lesa humanidad ya que se produjeron en el marco de una política de aquel Gobierno Nacional para perseguir a personas con ideología política contraria a la oficial. Se trata de los primeros policías federales procesados en Chubut por esta causa.

Las víctimas fueron Diana Pizá, Tito Mario Barone, Eduardo Pedro Manchado, Beatriz Norma Santos, Patricio Emilio Torné, Estela Aída Cereseto, Víctor Tomaselli, Luis Eduardo Franganillo y Silvia Asaro, actual subsecretaria de Derechos Humanos. Todos describieron los mismos procedimientos de tormentos físicos y psíquicos.

Este grupo habría sufrido tormentos como el “submarino seco”: una bolsa de nylon en la cabeza, esposas con las manos hacia atrás, sentados en sillas. Así los mantenían hasta el borde del desmayo. Otros habrían sido picaneados o sometidos a simulacros de fusilamiento.

En cuanto a Diana Pizá, en noviembre de1975 viajó con su padre Pablo y su suegro Víctor Manuel Tomaselli de Bahía Blanca a Trelew. Al llegar a la casa de Soberanía Nacional donde alquilaba con su esposo Víctor Enrique Tomaselli, los detuvo la Policía provincial. Llevados los 4 a una Comisaría de Trelew, pasaron una noche en los calabozos por separado.

A la mañana fueron trasladados a Rawson a la Policía Federal. Allí comenzaron los interrogatorios, con golpes y repetido “submarino seco”. “Hasta hoy en día me quedó la sensación de ahogo cuando me pongo ropa que me ajusta al pasar por la cabeza”, le contó a la justicia.

Eran nueve hombres, aparentemente policías, de civil. Uno la amenazó diciendo que todos eran hombres y ella la única chica, dándole a entender que la podían violar. Le preguntaban sobre su actitud como integrante del Centro de Estudiantes de la escuela donde iba y de su militancia política en la Juventud Peronista, en la Escuela Normal de Bahía Blanca anexa a la Universidad Nacional del Sur. Ese año había terminado el colegio secundario.

Estuvo dos o tres días. Fue golpeada en la espalda, sentada en una silla, esposada con las manos hacia atrás, y le daban patadas en las piernas. Luego fue llevada a la Comisaría de Rawson.

Diana pidió hacer una denuncia por apremios ilegales ante el juez federal Omar Garzonio. “Me estaba tomando los datos y me pregunta si puedo describir físicamente a las personas que me habían torturado y le dije que sí”. En ese momento lo llaman al juez porque alguien lo buscaba fuera de su despacho. “Se abre la puerta, se asoma una de las personas que me había torturado, me saluda y le dijo a Garzonio si podía hablar con él un momento; salió y al regresar ya le aclaro que la persona que se asomó era una de las que me había torturado. Él me dijo que tenía que estar segura de lo que decía”.

A la mayoría del personal lo describió como joven: “Uno era castaño, bigotes, ojos marrones, estaban vestidos con jean; otro era pelado, rubio, con bigotes; otro con cara de niño y que casi lloraba con la muerte de Franco en España ya que decía que lo tenía muy mal la muerte del Generalísimo, había otro hombre morocho con pelo corto y el comisario era de pelo castaño claro ondulado”.

El 10 de enero de 1976 la sacaron, esposada y vendada, la subieron a un celular, diciéndole que estaban en la Base Zar de Trelew. En avión la trasladaron a Villa Devoto, Capital Federal. “Me recibe un jefe de Turno que después de preguntarme los datos, me golpea con sopapos y me pone en un calabozo una o dos horas y después me llevaron a un pabellón de mujeres”.

Su esposo Víctor Enrique contó que los ingresaron de a uno en una sala, le pegaron, le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y un sujeto le controlaba el pulso con un estetoscopio. Lo interrogaron por actividades políticas en Trelew. Y lo amenazaron con violar a su mujer si no hablaba.

Explosivos

En diciembre de 1975 cinco personas de civil allanaron la Chacra 86 de Trelew, de Tito Barone. Lo acusaban de tener explosivos y por su militancia. En la Federal fue interrogado y torturado con “submarino seco” hasta casi quedar sin aire. Lo ataban encapuchado desnudo a la silla y le pegaban con golpes de puño; lo amenazaban con aplicarle la picana y violarlo, le ponían la pistola en la cabeza y gatillaban, amenazándolo con matarlo. Luego seguían golpeándolo.

Primero las torturas duraron todo el día. Luego sólo le pegaban cuando lo sacaban de noche a la Federal desde la Alcaidía. Era una habitación al fondo de la casa, sólo con sillas. Para llegar cruzaban un pasillo y un patio angosto, de donde se veían varias puertas. En una de las sesiones lo hicieron esperar en un pasillo y vio pasar a Tomaselli. Así estuvo cerca de diez días. El juez federal firmó su traslado a la Unidad Seis de Rawson los últimos días de diciembre de 1975.

“No volví a ver a estas personas que nos trasladaban y nos torturaban nunca más, pienso que eran grupos de tareas que venían de afuera del país porque yo conocía a los agentes en la Policía Federal de Rawson en esa época”.

Barone contó que eran cuatro jóvenes: “Uno era rubio, de aspecto bien de militar, estatura media, bien atlético; otro era morocho, petiso, le decían ´Carmencito´ y era el que más pegaba, el especialista; otro era petiso, pelado, joven y se encargaba de la parte diplomática, se hacía el bueno”. Este grupo de tareas se movía en un Fiat 1.500 rojo.

Enterate de las noticias de PROVINCIA a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.

Las más leídas

23 NOV 2014 - 22:38

Por Rolando Tobarez

Dos altos miembros retirados de la Policía Federal, José Antonio Pereyra y Pedro Pascual Cáceres, fueron procesados acusados de torturar a nueve militantes políticos entre noviembre y diciembre de 1975 en la Delegación Rawson de esa fuerza. Ambos aún viven en la capital chubutense y en ese momento eran sargentos.

Por el mismo cargo, el juez federal subrogante Mariano Miquelarena también procesó a Juan Carlos Azcui, Luis Horacio Coria y Jorge Norberto Lagunas. Eran subinspectores en esa Delegación. Los cinco fueron embargados en 800 mil pesos. Además de torturas, se les imputa privación ilegítima de la libertad e incomunicación indebida.

Tras la pesquisa del fiscal federal Fernando Gélvez, el juez los consideró delitos de lesa humanidad ya que se produjeron en el marco de una política de aquel Gobierno Nacional para perseguir a personas con ideología política contraria a la oficial. Se trata de los primeros policías federales procesados en Chubut por esta causa.

Las víctimas fueron Diana Pizá, Tito Mario Barone, Eduardo Pedro Manchado, Beatriz Norma Santos, Patricio Emilio Torné, Estela Aída Cereseto, Víctor Tomaselli, Luis Eduardo Franganillo y Silvia Asaro, actual subsecretaria de Derechos Humanos. Todos describieron los mismos procedimientos de tormentos físicos y psíquicos.

Este grupo habría sufrido tormentos como el “submarino seco”: una bolsa de nylon en la cabeza, esposas con las manos hacia atrás, sentados en sillas. Así los mantenían hasta el borde del desmayo. Otros habrían sido picaneados o sometidos a simulacros de fusilamiento.

En cuanto a Diana Pizá, en noviembre de1975 viajó con su padre Pablo y su suegro Víctor Manuel Tomaselli de Bahía Blanca a Trelew. Al llegar a la casa de Soberanía Nacional donde alquilaba con su esposo Víctor Enrique Tomaselli, los detuvo la Policía provincial. Llevados los 4 a una Comisaría de Trelew, pasaron una noche en los calabozos por separado.

A la mañana fueron trasladados a Rawson a la Policía Federal. Allí comenzaron los interrogatorios, con golpes y repetido “submarino seco”. “Hasta hoy en día me quedó la sensación de ahogo cuando me pongo ropa que me ajusta al pasar por la cabeza”, le contó a la justicia.

Eran nueve hombres, aparentemente policías, de civil. Uno la amenazó diciendo que todos eran hombres y ella la única chica, dándole a entender que la podían violar. Le preguntaban sobre su actitud como integrante del Centro de Estudiantes de la escuela donde iba y de su militancia política en la Juventud Peronista, en la Escuela Normal de Bahía Blanca anexa a la Universidad Nacional del Sur. Ese año había terminado el colegio secundario.

Estuvo dos o tres días. Fue golpeada en la espalda, sentada en una silla, esposada con las manos hacia atrás, y le daban patadas en las piernas. Luego fue llevada a la Comisaría de Rawson.

Diana pidió hacer una denuncia por apremios ilegales ante el juez federal Omar Garzonio. “Me estaba tomando los datos y me pregunta si puedo describir físicamente a las personas que me habían torturado y le dije que sí”. En ese momento lo llaman al juez porque alguien lo buscaba fuera de su despacho. “Se abre la puerta, se asoma una de las personas que me había torturado, me saluda y le dijo a Garzonio si podía hablar con él un momento; salió y al regresar ya le aclaro que la persona que se asomó era una de las que me había torturado. Él me dijo que tenía que estar segura de lo que decía”.

A la mayoría del personal lo describió como joven: “Uno era castaño, bigotes, ojos marrones, estaban vestidos con jean; otro era pelado, rubio, con bigotes; otro con cara de niño y que casi lloraba con la muerte de Franco en España ya que decía que lo tenía muy mal la muerte del Generalísimo, había otro hombre morocho con pelo corto y el comisario era de pelo castaño claro ondulado”.

El 10 de enero de 1976 la sacaron, esposada y vendada, la subieron a un celular, diciéndole que estaban en la Base Zar de Trelew. En avión la trasladaron a Villa Devoto, Capital Federal. “Me recibe un jefe de Turno que después de preguntarme los datos, me golpea con sopapos y me pone en un calabozo una o dos horas y después me llevaron a un pabellón de mujeres”.

Su esposo Víctor Enrique contó que los ingresaron de a uno en una sala, le pegaron, le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y un sujeto le controlaba el pulso con un estetoscopio. Lo interrogaron por actividades políticas en Trelew. Y lo amenazaron con violar a su mujer si no hablaba.

Explosivos

En diciembre de 1975 cinco personas de civil allanaron la Chacra 86 de Trelew, de Tito Barone. Lo acusaban de tener explosivos y por su militancia. En la Federal fue interrogado y torturado con “submarino seco” hasta casi quedar sin aire. Lo ataban encapuchado desnudo a la silla y le pegaban con golpes de puño; lo amenazaban con aplicarle la picana y violarlo, le ponían la pistola en la cabeza y gatillaban, amenazándolo con matarlo. Luego seguían golpeándolo.

Primero las torturas duraron todo el día. Luego sólo le pegaban cuando lo sacaban de noche a la Federal desde la Alcaidía. Era una habitación al fondo de la casa, sólo con sillas. Para llegar cruzaban un pasillo y un patio angosto, de donde se veían varias puertas. En una de las sesiones lo hicieron esperar en un pasillo y vio pasar a Tomaselli. Así estuvo cerca de diez días. El juez federal firmó su traslado a la Unidad Seis de Rawson los últimos días de diciembre de 1975.

“No volví a ver a estas personas que nos trasladaban y nos torturaban nunca más, pienso que eran grupos de tareas que venían de afuera del país porque yo conocía a los agentes en la Policía Federal de Rawson en esa época”.

Barone contó que eran cuatro jóvenes: “Uno era rubio, de aspecto bien de militar, estatura media, bien atlético; otro era morocho, petiso, le decían ´Carmencito´ y era el que más pegaba, el especialista; otro era petiso, pelado, joven y se encargaba de la parte diplomática, se hacía el bueno”. Este grupo de tareas se movía en un Fiat 1.500 rojo.


NOTICIAS RELACIONADAS