Zumara cumpliría hoy dos años y a seis meses de su muerte todo es un misterio

El caso que conmueve a Trelew.

La incertidumbre de los padres de la nena. Aún esperan un guiño de la investigación para saber qué pasó.
06 JUN 2015 - 21:26 | Actualizado

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

No va a estar. Zumara no podrá hoy apagar su segunda velita. Pero al dolor por esta ausencia irreparable sus padres le suman otros dolores: no poder sepultarla, no saber cómo murió y no saben siquiera, dónde está. “Necesito despedirme de mi hija. Saber dónde puedo llevarle una flor. Dónde derramar una lágrima más por ella. Esto es un martirio dentro de otro martirio. No puedo más”.

Alejandra Valenzuela llora por fuera pero sufre aún más por dentro. Le arrancaron a su hijita de las manos un día de fiesta que en pocos segundos se convirtió en tragedia. Ella y su marido Maciel Orias dicen saber desde un principio quiénes y por qué se la arrebataron. Una venganza familiar que venía pergeñándose desde tiempo es la hipótesis que sostienen.

Igual no hay consuelo en esa humilde vivienda de la zona de chacras de Trelew, donde además de los pisos de cemento, de los escombros que lo rodean, de las ventanas donde el sol pega sin piedad, vive el dolor. El de no tener hoy, en el día de su segundo año, a la pequeña Zumara transitando la vida.

¿Quién?. ¿Por qué?. ¿Cómo?. Las mismas preguntas todo el día. Lo cierto es que hoy, a seis meses de su muerte, el cuerpo de Zumara está en algún lugar de la morgue esperando poder tener cristiana sepultura. Lo cierto es que hoy a seis meses de su muerte nadie sabe cómo la mataron, ni dónde. Demasiado tiempo que además agranda ese inmenso dolor que significa la pérdida de un hijo, inesperada, inexplicable.

El 30 de noviembre Zumara y su familia fueron a pasar el día a la chacra de unos amigos, al sudeste de la ciudad de Trelew. De pronto y sin que nadie lo percibiera, la beba por entonces de un año y medio, desapareció. Todo pareció indicar que había caído a un canal de riego. Y durante un mes la policía, bomberos y personal de Defensa Civil la buscaron tanto en el canal como también en los alrededores de la chacra. Pero no la encontraron.

En enero de este año y a casi un mes de su desaparición, pudieron hallar su cuerpo enterrado después de ver a un perro con un trozo de su cuerpo en la boca. Las pericias realizadas indicaron que la nena había sido asesinada. El cadáver de Zumara estaba desmembrado y le faltaban algunas partes. Las autoridades dijeron enseguida que se trataba de un homicidio pero la investigación no resultó del todo clara.

Maciel es peluquero canino. Alejandra, ama de casa para atender a sus dos hijos Demián de 7 años y Joaquín de 4. Tienen 39 y 26 años. Demasiado jóvenes para tanto dolor.

“Yo estoy muerta en vida. Nunca lo voy a superar. Zumara era la alegría de esta casa. Me la arrancaron. Se quién lo pensó. No se bien quién lo hizo. Y también sabemos quién sabe la verdad porque se quebró y lo dijo”, asegura Alejandra. Hace algún tiempo ella se quedó temporariamente con dos hijos de su hermana que después fueron dados en adopción. Los chicos eran sometidos a malos tratos. La investigación, para los padres de la nena muerta, debe pasar por ahí.

Pero ninguno de los dos quiere asegurar nada. Quieren que sea la justicia la que se ponga al hombro el caso de una vez y también critican con dureza al fiscal Fabián Moyano de cuya indoneidad en la investigación dudan. Por eso, ahora decidirán si sigue o no en el caso.

Con Jornada, los padres se muestran desconsolados. Podría decirse que como el primer día en que la nena desapareció de sus ojos. Ya se sabe que fueron sólo unos segundos. Que se la llevaron mientras las familias preparaban la mesa para el almuerzo de un domingo. Ya se sabe que la buscaron por todos lados. Y también se sabe que apareció muerta, a 300 metros del lugar tapada de hojas. Maciel cuenta algo increíble: “Yo fui el que reconoció el cuerpo. ¿Y saben qué?. Lo reconocí por fotos, nunca me lo mostraron. Otra de las tantas dudas que tengo. ¿Por qué no me dejaron ver el cuerpito de mi hija? Es algo normal en los reconocimientos aunque duela. A mí me la mostraron en fotografías y eso no es algo normal. Sin embargo nadie dijo nada. Acá hay muchas dudas, muchas irregularidades. Un fiscal que para nosotros tapa la verdad. Sabe todo y no lo dice. No sabemos por qué. Nosotros no tenemos problemas con nadie. Pero es evidente que hay quienes quieren que nunca se sepa qué pasó con la nena”.

Hubo más palabras. Mucha más angustia. Muchas lágrimas durante la charla con Jornada. Pero Alejandra y Maciel no se resignan. No bajan los brazos. Hoy no tendrán a la nena. No estarán sus pasos trastabillantes, su sonrisa de bebé feliz, ni sus travesuras de nena. Con seguridad, no olvidarán ni perdonarán este asesinato inexplicable, esta muerte impensada. Y pedirán perdón a quienes en las marchas del dolor lloran otras muertes porque esta muerte es de ellos y jamás podrán vivir igual y tampoco podrán perdonarla. No lo olvidarán ni la perdonarán nunca. Nunca.#

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La incertidumbre de los padres de la nena. Aún esperan un guiño de la investigación para saber qué pasó.
06 JUN 2015 - 21:26

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

No va a estar. Zumara no podrá hoy apagar su segunda velita. Pero al dolor por esta ausencia irreparable sus padres le suman otros dolores: no poder sepultarla, no saber cómo murió y no saben siquiera, dónde está. “Necesito despedirme de mi hija. Saber dónde puedo llevarle una flor. Dónde derramar una lágrima más por ella. Esto es un martirio dentro de otro martirio. No puedo más”.

Alejandra Valenzuela llora por fuera pero sufre aún más por dentro. Le arrancaron a su hijita de las manos un día de fiesta que en pocos segundos se convirtió en tragedia. Ella y su marido Maciel Orias dicen saber desde un principio quiénes y por qué se la arrebataron. Una venganza familiar que venía pergeñándose desde tiempo es la hipótesis que sostienen.

Igual no hay consuelo en esa humilde vivienda de la zona de chacras de Trelew, donde además de los pisos de cemento, de los escombros que lo rodean, de las ventanas donde el sol pega sin piedad, vive el dolor. El de no tener hoy, en el día de su segundo año, a la pequeña Zumara transitando la vida.

¿Quién?. ¿Por qué?. ¿Cómo?. Las mismas preguntas todo el día. Lo cierto es que hoy, a seis meses de su muerte, el cuerpo de Zumara está en algún lugar de la morgue esperando poder tener cristiana sepultura. Lo cierto es que hoy a seis meses de su muerte nadie sabe cómo la mataron, ni dónde. Demasiado tiempo que además agranda ese inmenso dolor que significa la pérdida de un hijo, inesperada, inexplicable.

El 30 de noviembre Zumara y su familia fueron a pasar el día a la chacra de unos amigos, al sudeste de la ciudad de Trelew. De pronto y sin que nadie lo percibiera, la beba por entonces de un año y medio, desapareció. Todo pareció indicar que había caído a un canal de riego. Y durante un mes la policía, bomberos y personal de Defensa Civil la buscaron tanto en el canal como también en los alrededores de la chacra. Pero no la encontraron.

En enero de este año y a casi un mes de su desaparición, pudieron hallar su cuerpo enterrado después de ver a un perro con un trozo de su cuerpo en la boca. Las pericias realizadas indicaron que la nena había sido asesinada. El cadáver de Zumara estaba desmembrado y le faltaban algunas partes. Las autoridades dijeron enseguida que se trataba de un homicidio pero la investigación no resultó del todo clara.

Maciel es peluquero canino. Alejandra, ama de casa para atender a sus dos hijos Demián de 7 años y Joaquín de 4. Tienen 39 y 26 años. Demasiado jóvenes para tanto dolor.

“Yo estoy muerta en vida. Nunca lo voy a superar. Zumara era la alegría de esta casa. Me la arrancaron. Se quién lo pensó. No se bien quién lo hizo. Y también sabemos quién sabe la verdad porque se quebró y lo dijo”, asegura Alejandra. Hace algún tiempo ella se quedó temporariamente con dos hijos de su hermana que después fueron dados en adopción. Los chicos eran sometidos a malos tratos. La investigación, para los padres de la nena muerta, debe pasar por ahí.

Pero ninguno de los dos quiere asegurar nada. Quieren que sea la justicia la que se ponga al hombro el caso de una vez y también critican con dureza al fiscal Fabián Moyano de cuya indoneidad en la investigación dudan. Por eso, ahora decidirán si sigue o no en el caso.

Con Jornada, los padres se muestran desconsolados. Podría decirse que como el primer día en que la nena desapareció de sus ojos. Ya se sabe que fueron sólo unos segundos. Que se la llevaron mientras las familias preparaban la mesa para el almuerzo de un domingo. Ya se sabe que la buscaron por todos lados. Y también se sabe que apareció muerta, a 300 metros del lugar tapada de hojas. Maciel cuenta algo increíble: “Yo fui el que reconoció el cuerpo. ¿Y saben qué?. Lo reconocí por fotos, nunca me lo mostraron. Otra de las tantas dudas que tengo. ¿Por qué no me dejaron ver el cuerpito de mi hija? Es algo normal en los reconocimientos aunque duela. A mí me la mostraron en fotografías y eso no es algo normal. Sin embargo nadie dijo nada. Acá hay muchas dudas, muchas irregularidades. Un fiscal que para nosotros tapa la verdad. Sabe todo y no lo dice. No sabemos por qué. Nosotros no tenemos problemas con nadie. Pero es evidente que hay quienes quieren que nunca se sepa qué pasó con la nena”.

Hubo más palabras. Mucha más angustia. Muchas lágrimas durante la charla con Jornada. Pero Alejandra y Maciel no se resignan. No bajan los brazos. Hoy no tendrán a la nena. No estarán sus pasos trastabillantes, su sonrisa de bebé feliz, ni sus travesuras de nena. Con seguridad, no olvidarán ni perdonarán este asesinato inexplicable, esta muerte impensada. Y pedirán perdón a quienes en las marchas del dolor lloran otras muertes porque esta muerte es de ellos y jamás podrán vivir igual y tampoco podrán perdonarla. No lo olvidarán ni la perdonarán nunca. Nunca.#


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