El partido, que tuvo lugar en un escenario que había sido inaugurado el 31 de mayo de 1990, el Stadio delle Alpi, de Turín, contó con una asistencia de 61.381 espectadores y habida cuenta de su desarrollo puede ser considerado uno de los de desenlace más insólito en la historia de los mundiales.
A pesar de que Argentina defendía el título que había conseguido en México 86, mucha agua había pasado bajo los puentes y hasta aquella tarde había dejado una imagen descolorida, sin contar que una lesión en un tobillo mermaba de forma considerable la influencia de Maradona.
Brasil, en cambio, marchaba a buen ritmo y aun sin un nivel comparable con el fabuloso equipo de México 70 ni tampoco con el del frustrado pero de todos modos luminoso de España 82, perfilaba una soltura y un potencial capaz de constituirlo en el inapelable favorito del duelo entre dos de las potencias sudamericanas.
En efecto, así se dio el partido de aquel 24 de junio, y más también: Brasil ejerció un dominio nítido, sostenido y abrumador, que sin embargo no redundó en varios goles por lo defectuoso de los remates dentro del área chica, por providenciales atajadas de Sergio Goycochea o porque la pelota daba en los palos.
A diez minutos del final, lo inesperado: Maradona elaboró una fabulosa jugada de regate entre tres jugadores brasileños y una milimétrica asistencia con el botín diestro que dejó a Caniggia mano a mano con Taffarel y que el rubio pelilargo nacido en Henderson rubricó con un rápido movimiento que desairó al arquero y un certero zurdazo a la red.
En el fragmento culminante de un emocionado relato, Víctor Hugo Morales exclamó: “¡Maradona mostró que roto y todo igual es Gardel; a 55 años de la muerte de Carlitos vos sos Gardel, Diego, no se puede creer lo que has inventado!”.
Conducida por Carlos Salvador Bilardo, la Selección Argentina alistó a Goycochea; Monzón, Simón, Ruggeri; Troglio, Giusti, Basualdo, Olarticoechea; Burruchaga, Maradona; y Caniggia. En el segundo tiempo ingresó Calderón.
Brasil, cuyo director técnico era Sebastiao Lazaroni, alistó a Taffarel; Jorginho, Ricardo Gomes, Ricardo Rocha, Branco; Mauro Galvao, Dunga (actual DT de Brasil), Alemao; Valdo, Careca y Muller. En la segunda etapa entraron Paulo Silas y Renato Gaucho.
Otras dos curiosidades: en el banco suplente del equipo argentino estaba Edgardo Bauza, el Patón, actual entrenador de San Lorenzo de Almagro; en tanto en el de Brasil constaban los todavía muy jovencitos Bebeto y Romario.
El partido, que tuvo lugar en un escenario que había sido inaugurado el 31 de mayo de 1990, el Stadio delle Alpi, de Turín, contó con una asistencia de 61.381 espectadores y habida cuenta de su desarrollo puede ser considerado uno de los de desenlace más insólito en la historia de los mundiales.
A pesar de que Argentina defendía el título que había conseguido en México 86, mucha agua había pasado bajo los puentes y hasta aquella tarde había dejado una imagen descolorida, sin contar que una lesión en un tobillo mermaba de forma considerable la influencia de Maradona.
Brasil, en cambio, marchaba a buen ritmo y aun sin un nivel comparable con el fabuloso equipo de México 70 ni tampoco con el del frustrado pero de todos modos luminoso de España 82, perfilaba una soltura y un potencial capaz de constituirlo en el inapelable favorito del duelo entre dos de las potencias sudamericanas.
En efecto, así se dio el partido de aquel 24 de junio, y más también: Brasil ejerció un dominio nítido, sostenido y abrumador, que sin embargo no redundó en varios goles por lo defectuoso de los remates dentro del área chica, por providenciales atajadas de Sergio Goycochea o porque la pelota daba en los palos.
A diez minutos del final, lo inesperado: Maradona elaboró una fabulosa jugada de regate entre tres jugadores brasileños y una milimétrica asistencia con el botín diestro que dejó a Caniggia mano a mano con Taffarel y que el rubio pelilargo nacido en Henderson rubricó con un rápido movimiento que desairó al arquero y un certero zurdazo a la red.
En el fragmento culminante de un emocionado relato, Víctor Hugo Morales exclamó: “¡Maradona mostró que roto y todo igual es Gardel; a 55 años de la muerte de Carlitos vos sos Gardel, Diego, no se puede creer lo que has inventado!”.
Conducida por Carlos Salvador Bilardo, la Selección Argentina alistó a Goycochea; Monzón, Simón, Ruggeri; Troglio, Giusti, Basualdo, Olarticoechea; Burruchaga, Maradona; y Caniggia. En el segundo tiempo ingresó Calderón.
Brasil, cuyo director técnico era Sebastiao Lazaroni, alistó a Taffarel; Jorginho, Ricardo Gomes, Ricardo Rocha, Branco; Mauro Galvao, Dunga (actual DT de Brasil), Alemao; Valdo, Careca y Muller. En la segunda etapa entraron Paulo Silas y Renato Gaucho.
Otras dos curiosidades: en el banco suplente del equipo argentino estaba Edgardo Bauza, el Patón, actual entrenador de San Lorenzo de Almagro; en tanto en el de Brasil constaban los todavía muy jovencitos Bebeto y Romario.