Matrimonio condenado por engañar a nena de 12 años para explotarla y abusar de ella

Son un albañil y una ama de casa bolivianos, residentes en Comodoro Rivadavia. Le prometieron estudios y un trabajo como niñera. Pasó la frontera con documentos falsos. Terminó muy maltratada, analfabeta y reducida a la servidumbre. “Fue una versión moderna de la esclavitud”, dice el fallo del Tribunal Oral Federal de la ciudad petrolera.

Trío. De Diego, Guanziroli y Monella, los miembros del TOF y otra historia terrible de sectores excluidos.
07 AGO 2015 - 21:45 | Actualizado

Un matrimonio fue condenado por trata de personas en perjuicio de una nena de 12 años que llevaron engañada desde Bolivia a Comodoro Rivadavia. Le habían prometido un trabajo de niñera y mandarla a la escuela. Terminó maltratada, analfabeta y abusada. Ocurrió del 20 de enero al 30 de mayo de 2011.

El albañil Fermín Torrico Claros fue sentenciado a 11 años de prisión y su pareja, Cinthia Vargas Ricaldez, a 10 años. El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia también envío un oficio a la Dirección Nacional de Migraciones para advertirle la facilidad con que la niña cruzó la frontera con papeles falsos.

El caso comenzó cuando Cinthia captó a N.B.C. en una calle de Punata, Bolivia, con la promesa de una vida mejor en Argentina. Tendría casa y comida. Sólo debía cuidar de Iván y Fernando, de 1 y 5 años, hijos de la pareja, en una piecita alquilada del barrio Moure.

N. tenía seis hermanos y su vida era difícil. Por no poder mantenerla, su madre le permitió viajar. A cambio la pareja le enviaría un sueldo de 50 dólares mensuales.

La llevaron ilegalmente, sin documentación. Cinthia la hizo pasar como su hija en los controles de Puente Internacional Salvador Mazza, en el paso La Quiaca –Villazón. Mostró la Cédula de Identidad Boliviana de una tal Maribel, otra menor.

N. fue explotada laboralmente y reducida a la servidumbre. Jamás fue a la escuela y la obligaron a tareas de hogar, entre cintazos, tironeos de pelo y sin pagarle. Llevaba a los chicos a estudiar, lavaba la ropa a mano y limpiaba. Debía decir que era hija de Cinthia.

Dormían todos en la misma cama, incluso Fermín. La víctima relató sus días: “Se despierta, baña a los dos chicos, les hace el té, tiende las camas, barre el piso, cocina, los hace jugar, los hace dormir, lava la ropa, lleva al más grande al jardín a las 8 y lo buscaba a las 12”.

Infierno

Cada tanto Cinthia hablaba con la madre de la nena, en quechua. La mujer consiguió trabajo en una verdulería. Cuando N. se quedaba sola “Fermín le hacía doler”. La amenazaba con echarla si decía algo. “De noche hacía dormir a los chicos. Le dice que prenda el televisor, la lleva a la cama y le quiere dar besos, le tapa la boca para que no grite, la mete debajo de la colcha y le hace cosas, la manosea. Le agarra las manos fuerte y no la deja ir; le sacaba la ropa y se le subía arriba cuando los chiquitos dormían”.

Asustada por el abuso, la nena le contó su infierno a una vecina, que denunció el caso en la Comisaría de la Mujer. N. fue rescatada.

En su defensa, Cinthia aclaró que fue idea de la madre traer a la chica para cuidar de sus hijos. “Me dijo que la lleve nomás, que consiguiera un documento de alguien más”. La madre cobró un adelanto de 50 dólares y 200 pesos bolivianos, a cuenta de más dinero por el trabajo de su hija. Para pasar la frontera consiguieron el documento de la prima de N., que sirvió en Migraciones.

Cinthia no consiguió trabajo enseguida en Comodoro. Estuvo dos meses desocupada. “Su marido hacía changas y ella se quedaba con sus chicos, los cuidaba, limpiaba, cocinaba”. Al fin pudo trabajar en una verdulería, sólo por 4 horas, y no todos los días. No le pagaba ni a la nena ni a la madre. Tampoco la mandó a la escuela porque no tenía mucha plata.

Vanesa Luca, de “La Casa”, institución municipal que contiene a víctimas de violencia, declaró que en su trato con ella tras el rescate, N. necesitó tiempo para aflojarse.

“Las tareas domésticas no le parecían mal, en su casa también las hacía pero no le gustaba que el patrón la tocara”, dijo. El caso era típico de la trata: sin comunicación con su familia, sin escuela ni amigos, analfabeta y sin documentos. No conocía el dinero.

“Le costaba comunicarse, la abrazaba todo el tiempo (a Vanesa). La nena pensaba que estaba mal que la tocara Fermín. Cuando veía hombres se asustaba y lloraba”.

El fallo dijo que el caso muestra un cuadro de “vulnerabilidad grave y evidente” ya que la nena “con mucha dificultad sólo logra escribir su nombre y se destaca un abandono emocional de figuras paternas”.

Su documento falso para pasar la frontera correspondía a Maribel Oropeza, nacida el 31 de mayo de 1991, siete años antes que N. “Es cuestionable la seriedad del control migratorio que se realiza, de lo que se pondrá en conocimiento a la Dirección Nacional de Migraciones”, advirtió el fallo.

N. no tenía tiempo libre ni acceso a la salud en Comodoro. Lo más lejos que salía era para comprar o llevar al jardín a los hijos de la pareja. Tan desprotegida estuvo que aunque tuvo un celular a su alcance, no sabía usarlo.

En su sentencia, los jueces federales Pedro de Diego, Enrique Guanziroli y Nora Cabrera de Monella explicaron que la oferta de hospedar y proteger a la nena es “una versión moderna y disimulada de la esclavitud”.

“Muchas veces ni las víctimas ni la sociedad tienen cabal conciencia de la gravedad del delito -escribieron los magistrados- que comienza con el reclutamiento y sigue con la extirpación de la persona de su familia o lugar de origen, nutriéndose de la pobreza, la falta de trabajo, el subdesarrollo, la ignorancia,la discriminación de la mujer, la indefensión de los niños, la violencia familiar, las restricciones de todo tipo, que, sometido al dominio de las leyes de la demanda, permite observar una traslación de víctimas, generalmente de las zonas pobres a las más ricas”.

Trío. De Diego, Guanziroli y Monella, los miembros del TOF y otra historia terrible de sectores excluidos.
07 AGO 2015 - 21:45

Un matrimonio fue condenado por trata de personas en perjuicio de una nena de 12 años que llevaron engañada desde Bolivia a Comodoro Rivadavia. Le habían prometido un trabajo de niñera y mandarla a la escuela. Terminó maltratada, analfabeta y abusada. Ocurrió del 20 de enero al 30 de mayo de 2011.

El albañil Fermín Torrico Claros fue sentenciado a 11 años de prisión y su pareja, Cinthia Vargas Ricaldez, a 10 años. El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia también envío un oficio a la Dirección Nacional de Migraciones para advertirle la facilidad con que la niña cruzó la frontera con papeles falsos.

El caso comenzó cuando Cinthia captó a N.B.C. en una calle de Punata, Bolivia, con la promesa de una vida mejor en Argentina. Tendría casa y comida. Sólo debía cuidar de Iván y Fernando, de 1 y 5 años, hijos de la pareja, en una piecita alquilada del barrio Moure.

N. tenía seis hermanos y su vida era difícil. Por no poder mantenerla, su madre le permitió viajar. A cambio la pareja le enviaría un sueldo de 50 dólares mensuales.

La llevaron ilegalmente, sin documentación. Cinthia la hizo pasar como su hija en los controles de Puente Internacional Salvador Mazza, en el paso La Quiaca –Villazón. Mostró la Cédula de Identidad Boliviana de una tal Maribel, otra menor.

N. fue explotada laboralmente y reducida a la servidumbre. Jamás fue a la escuela y la obligaron a tareas de hogar, entre cintazos, tironeos de pelo y sin pagarle. Llevaba a los chicos a estudiar, lavaba la ropa a mano y limpiaba. Debía decir que era hija de Cinthia.

Dormían todos en la misma cama, incluso Fermín. La víctima relató sus días: “Se despierta, baña a los dos chicos, les hace el té, tiende las camas, barre el piso, cocina, los hace jugar, los hace dormir, lava la ropa, lleva al más grande al jardín a las 8 y lo buscaba a las 12”.

Infierno

Cada tanto Cinthia hablaba con la madre de la nena, en quechua. La mujer consiguió trabajo en una verdulería. Cuando N. se quedaba sola “Fermín le hacía doler”. La amenazaba con echarla si decía algo. “De noche hacía dormir a los chicos. Le dice que prenda el televisor, la lleva a la cama y le quiere dar besos, le tapa la boca para que no grite, la mete debajo de la colcha y le hace cosas, la manosea. Le agarra las manos fuerte y no la deja ir; le sacaba la ropa y se le subía arriba cuando los chiquitos dormían”.

Asustada por el abuso, la nena le contó su infierno a una vecina, que denunció el caso en la Comisaría de la Mujer. N. fue rescatada.

En su defensa, Cinthia aclaró que fue idea de la madre traer a la chica para cuidar de sus hijos. “Me dijo que la lleve nomás, que consiguiera un documento de alguien más”. La madre cobró un adelanto de 50 dólares y 200 pesos bolivianos, a cuenta de más dinero por el trabajo de su hija. Para pasar la frontera consiguieron el documento de la prima de N., que sirvió en Migraciones.

Cinthia no consiguió trabajo enseguida en Comodoro. Estuvo dos meses desocupada. “Su marido hacía changas y ella se quedaba con sus chicos, los cuidaba, limpiaba, cocinaba”. Al fin pudo trabajar en una verdulería, sólo por 4 horas, y no todos los días. No le pagaba ni a la nena ni a la madre. Tampoco la mandó a la escuela porque no tenía mucha plata.

Vanesa Luca, de “La Casa”, institución municipal que contiene a víctimas de violencia, declaró que en su trato con ella tras el rescate, N. necesitó tiempo para aflojarse.

“Las tareas domésticas no le parecían mal, en su casa también las hacía pero no le gustaba que el patrón la tocara”, dijo. El caso era típico de la trata: sin comunicación con su familia, sin escuela ni amigos, analfabeta y sin documentos. No conocía el dinero.

“Le costaba comunicarse, la abrazaba todo el tiempo (a Vanesa). La nena pensaba que estaba mal que la tocara Fermín. Cuando veía hombres se asustaba y lloraba”.

El fallo dijo que el caso muestra un cuadro de “vulnerabilidad grave y evidente” ya que la nena “con mucha dificultad sólo logra escribir su nombre y se destaca un abandono emocional de figuras paternas”.

Su documento falso para pasar la frontera correspondía a Maribel Oropeza, nacida el 31 de mayo de 1991, siete años antes que N. “Es cuestionable la seriedad del control migratorio que se realiza, de lo que se pondrá en conocimiento a la Dirección Nacional de Migraciones”, advirtió el fallo.

N. no tenía tiempo libre ni acceso a la salud en Comodoro. Lo más lejos que salía era para comprar o llevar al jardín a los hijos de la pareja. Tan desprotegida estuvo que aunque tuvo un celular a su alcance, no sabía usarlo.

En su sentencia, los jueces federales Pedro de Diego, Enrique Guanziroli y Nora Cabrera de Monella explicaron que la oferta de hospedar y proteger a la nena es “una versión moderna y disimulada de la esclavitud”.

“Muchas veces ni las víctimas ni la sociedad tienen cabal conciencia de la gravedad del delito -escribieron los magistrados- que comienza con el reclutamiento y sigue con la extirpación de la persona de su familia o lugar de origen, nutriéndose de la pobreza, la falta de trabajo, el subdesarrollo, la ignorancia,la discriminación de la mujer, la indefensión de los niños, la violencia familiar, las restricciones de todo tipo, que, sometido al dominio de las leyes de la demanda, permite observar una traslación de víctimas, generalmente de las zonas pobres a las más ricas”.


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