Chubut: descubren siete naufragios históricos

Un huracán ocurrido en 1846 arrasó 80 kilómetros de costa desde la Bahía Camarones. Uno corresponde al velero más grande y más veloz de su época, y otro, al barco que repatrió los restos de San Martín. Un informe especial del diario La Nación cuenta los detalles de una investigación inédita.

Tesoro submarino. Científicos hallaron barcos hundidos en Chubut.
10 FEB 2016 - 21:58 | Actualizado

En la mañana del 3 de enero de 1846, un fenómeno climático que fuentes de la época describirían como un “huracán” arrasó unos 80 kilómetros de la costa patagónica desde la Bahía de Camarones.

Una carta datada el 24 de ese mes ofrece detalles del desastre naval que provocó y revela que en ese momento debía haber “no menos de 300 barcos de diferentes puertos de Inglaterra, Escocia e Irlanda, así como de Francia y otros puertos extranjeros” que llegaban a la zona en busca de guano y materias primas.

Se sabe que el evento provocó cuantiosas pérdidas materiales y humanas. Tal vez, algunos de los barcos hundidos sean parte del tesoro submarino que ahora, 170 años más tarde, acaba de localizar en la cabecera norte del Golfo San Jorge el equipo de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Arqueología y Pensamiento Latinoamericano (Inapl).

“Durante 2015 hicimos dos campañas, en marzo y en noviembre, en el nuevo Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral -cuenta Cristian Murray, director, junto con Mónica Grosso, de este proyecto de investigación-. Es el primero que abarca una porción de mar, una franja de un kilómetro o un kilómetro y medio de costa, y una serie de islas”.

Los resultados fueron excelentes: los científicos detectaron siete lugares de naufragio, tanto bajo el agua como en el espacio intermareal. “Encontramos restos de veleros de diferente tamaño -agrega Murray-, algunos medianos y otros muy grandes, como una fragata de bandera chilena pero de construcción alemana, de cinco palos y 110 metros de eslora que se hundió en 1925. Ese barco, el Potosí, en su momento fue el velero más grande del mundo. El constructor confiaba en la vela aunque ya se contaba con motores a vapor. Y lograba velocidades muy grandes: ostentó el récord del cruce del Atlántico a vela en dos oportunidades”.

El Potosí llevaba nitrato del norte de Chile, que se utilizaba como fertilizante y para fabricar pólvora, y traía de vuelta carbón. En una de las travesías se prendió fuego. Lo localizaron a 18 metros de profundidad en un lugar bastante alejado, una hora mar adentro. “Había sido avistado ya hace treinta años por un buzo muy amigo nuestro, que fue nuestro instructor, “Pancho” Requelme”, recuerda.

Murray integra el equipo de arqueología subacuática desde 1995, después de su paso por la Facultad de arquitectura, donde un profesor lo entusiasmó con la historia marítima.

Intenso tránsito comercial

Junto con Mónica Grosso, que había hecho sus primeras incursiones en el buceo cuando supo de las investigaciones en naufragios y se incorporó, siendo todavía estudiante, en el grupo que dirige Dolores Elkin para hacer su doctorado sobre la corbeta Swift, otro hallazgo del equipo, obtuvieron financiamiento de la Unesco para explorar la zona que en el siglo XIX tenía un intenso tránsito marítimo comercial.

“Hubo más de 300 años de navegación en la zona”, destaca Soledad Caracotche, arqueóloga de la oficina regional Patagonia de Parques Nacionales que asesora el programa de patrimonio cultural, que trabajó con el grupo para hacer la “línea de base” que permite gestionar de manera adecuada el área. Parques Nacionales los apoyó con embarcaciones, traslados con vehículos y asistencia permanente de los guardaparques, sin cuyo sostén logístico hubiese sido imposible llevar adelante el proyecto.

“Las rutas de navegación pasaban cerca de la cabecera norte del golfo y seguían hacia Cabo Blanco (el extremo sur) -explica Murray-. El área atrajo a muchos navegantes que buscaban fauna para explotar, como los lobos marinos (sobre todo los «de dos pelos»), de los que usaban el cuero y la grasa. Otras dos especies tenían un particular interés económico: los pingüinos, que hervían para extraer el aceite para iluminación, y las ballenas, cuya caza fue una industria que movía millones de dólares cuando sus «barbas» se usaban para corsetería, a la manera del plástico actual. El guano de los cormoranes, que se acumulaba en gruesas capas sobre las rocas, se recolectaba y se utilizaba como fertilizante”.

Antes de la fundación

La historia de esos días en que la Patagonia era patrimonio de los indígenas y prácticamente carecía de poblaciones está muy poco explorada.

Guiados por datos dispersos y testimonio de habitantes de la zona, los científicos decidieron explorar siguiendo las directivas de la convención de la Unesco de 2010, que protege los restos culturales sumergidos temporaria o permanentemente en el agua durante más de 100 años.

“Nos propusimos hacer una primera etapa de prospección e identificar sitios de interés -agrega Murray-. Los seleccionamos a lo largo de 180 km de costa a partir de información histórica de los lugares donde se había desarrollado mayor actividad o hundimientos, aunque los registros son bastante pocos detallados.”

Así, en zambullidas de unos cincuenta minutos por vez, los arqueólogos también encontraron el Villarino, un barco a vapor y a vela. Como dato curioso, el Villarino es el que repatrió los restos de San Martín en su viaje inaugural, pero también hizo más de cien viajes a la Patagonia. Era el transporte de la Armada, llevaba víveres y traía fardos de lana.

Otros de los restos corresponden a barcos de madera todavía no identificados y a cuatro botes.

“Muchos de estos restos se sabía que existían, pero en forma aislada -destaca Grosso-. Nuestro trabajo es darles sentido, armar el rompecabezas, conocer qué pasaba en la zona, recostruir la historia de estos pequeños pueblos”.#

Fuente: Nora Bär/La Nación.

Tesoro submarino. Científicos hallaron barcos hundidos en Chubut.
10 FEB 2016 - 21:58

En la mañana del 3 de enero de 1846, un fenómeno climático que fuentes de la época describirían como un “huracán” arrasó unos 80 kilómetros de la costa patagónica desde la Bahía de Camarones.

Una carta datada el 24 de ese mes ofrece detalles del desastre naval que provocó y revela que en ese momento debía haber “no menos de 300 barcos de diferentes puertos de Inglaterra, Escocia e Irlanda, así como de Francia y otros puertos extranjeros” que llegaban a la zona en busca de guano y materias primas.

Se sabe que el evento provocó cuantiosas pérdidas materiales y humanas. Tal vez, algunos de los barcos hundidos sean parte del tesoro submarino que ahora, 170 años más tarde, acaba de localizar en la cabecera norte del Golfo San Jorge el equipo de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Arqueología y Pensamiento Latinoamericano (Inapl).

“Durante 2015 hicimos dos campañas, en marzo y en noviembre, en el nuevo Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral -cuenta Cristian Murray, director, junto con Mónica Grosso, de este proyecto de investigación-. Es el primero que abarca una porción de mar, una franja de un kilómetro o un kilómetro y medio de costa, y una serie de islas”.

Los resultados fueron excelentes: los científicos detectaron siete lugares de naufragio, tanto bajo el agua como en el espacio intermareal. “Encontramos restos de veleros de diferente tamaño -agrega Murray-, algunos medianos y otros muy grandes, como una fragata de bandera chilena pero de construcción alemana, de cinco palos y 110 metros de eslora que se hundió en 1925. Ese barco, el Potosí, en su momento fue el velero más grande del mundo. El constructor confiaba en la vela aunque ya se contaba con motores a vapor. Y lograba velocidades muy grandes: ostentó el récord del cruce del Atlántico a vela en dos oportunidades”.

El Potosí llevaba nitrato del norte de Chile, que se utilizaba como fertilizante y para fabricar pólvora, y traía de vuelta carbón. En una de las travesías se prendió fuego. Lo localizaron a 18 metros de profundidad en un lugar bastante alejado, una hora mar adentro. “Había sido avistado ya hace treinta años por un buzo muy amigo nuestro, que fue nuestro instructor, “Pancho” Requelme”, recuerda.

Murray integra el equipo de arqueología subacuática desde 1995, después de su paso por la Facultad de arquitectura, donde un profesor lo entusiasmó con la historia marítima.

Intenso tránsito comercial

Junto con Mónica Grosso, que había hecho sus primeras incursiones en el buceo cuando supo de las investigaciones en naufragios y se incorporó, siendo todavía estudiante, en el grupo que dirige Dolores Elkin para hacer su doctorado sobre la corbeta Swift, otro hallazgo del equipo, obtuvieron financiamiento de la Unesco para explorar la zona que en el siglo XIX tenía un intenso tránsito marítimo comercial.

“Hubo más de 300 años de navegación en la zona”, destaca Soledad Caracotche, arqueóloga de la oficina regional Patagonia de Parques Nacionales que asesora el programa de patrimonio cultural, que trabajó con el grupo para hacer la “línea de base” que permite gestionar de manera adecuada el área. Parques Nacionales los apoyó con embarcaciones, traslados con vehículos y asistencia permanente de los guardaparques, sin cuyo sostén logístico hubiese sido imposible llevar adelante el proyecto.

“Las rutas de navegación pasaban cerca de la cabecera norte del golfo y seguían hacia Cabo Blanco (el extremo sur) -explica Murray-. El área atrajo a muchos navegantes que buscaban fauna para explotar, como los lobos marinos (sobre todo los «de dos pelos»), de los que usaban el cuero y la grasa. Otras dos especies tenían un particular interés económico: los pingüinos, que hervían para extraer el aceite para iluminación, y las ballenas, cuya caza fue una industria que movía millones de dólares cuando sus «barbas» se usaban para corsetería, a la manera del plástico actual. El guano de los cormoranes, que se acumulaba en gruesas capas sobre las rocas, se recolectaba y se utilizaba como fertilizante”.

Antes de la fundación

La historia de esos días en que la Patagonia era patrimonio de los indígenas y prácticamente carecía de poblaciones está muy poco explorada.

Guiados por datos dispersos y testimonio de habitantes de la zona, los científicos decidieron explorar siguiendo las directivas de la convención de la Unesco de 2010, que protege los restos culturales sumergidos temporaria o permanentemente en el agua durante más de 100 años.

“Nos propusimos hacer una primera etapa de prospección e identificar sitios de interés -agrega Murray-. Los seleccionamos a lo largo de 180 km de costa a partir de información histórica de los lugares donde se había desarrollado mayor actividad o hundimientos, aunque los registros son bastante pocos detallados.”

Así, en zambullidas de unos cincuenta minutos por vez, los arqueólogos también encontraron el Villarino, un barco a vapor y a vela. Como dato curioso, el Villarino es el que repatrió los restos de San Martín en su viaje inaugural, pero también hizo más de cien viajes a la Patagonia. Era el transporte de la Armada, llevaba víveres y traía fardos de lana.

Otros de los restos corresponden a barcos de madera todavía no identificados y a cuatro botes.

“Muchos de estos restos se sabía que existían, pero en forma aislada -destaca Grosso-. Nuestro trabajo es darles sentido, armar el rompecabezas, conocer qué pasaba en la zona, recostruir la historia de estos pequeños pueblos”.#

Fuente: Nora Bär/La Nación.