Un casco de Malvinas en manos de quien lo portó en la guerra

Emotiva ceremonia en Sarmiento.

02 ABR 2016 - 20:48 | Actualizado

Una guerra, un casco, una historia. Treinta y cuatro años después. José Muñoz, ex soldado y combatiente en Malvinas se encontró con una parte de sus recuerdos en la isla. Recibió una pieza de colección, única para él, un elemento que lo acompañó en aquellos días entre trincheras. Un casco con su nombre y con la descripción del Regimiento de Infantería 25 que utilizó durante el conflicto viajó especialmente desde Inglaterra, cerrando un círculo de emociones.

Matías Piccio es un coleccionista argentino residente en Cambridge que compró el casco y que sin mirar lo invertido, pensó en una idea superadora: entregárselo a su dueño original que lo resignó al momento de la rendición argentina, el final de aquella guerra. José Muñoz, sarmientino y orgulloso soldado de entonces, camina las calles de su localidad. Porta el nombre y la condición de un “Bravo” que se debatió en Malvinas allá por 1982 y que enfundado en un traje, gritó un visceral “Viva la Patria” en uno de los pasajes más conmovedores del festival “Sarmiento canta por Malvinas”, un encuentro que entre música y recuerdos enmarca la previa de cada 2 de Abril.

Sobraron las palabras. Matías entregó el casco en mano, con un abrazo que pareció interminable, movilizador. De un argentino a otro, una muestra de agradecimiento diferente, un canto al honor de ser soldado y darlo todo. “Vengo de emoción en emoción. Cuando se trata de Malvinas, siempre hay una lágrima porque te quebrás”, contó Muñoz quien reconoce no haber dormido en los últimos días y sentirse shockeado desde el primer contacto con Miccia, ocurrido en agosto pasado, vía internet.

No se trata de un simple casco o una pieza bélica de colección sino un símbolo de lo que aún hoy representa la Causa Malvinas. “Es difícil de explicar porque es un elemento que en ese momento te resguardaba en una guerra, que fue muy complicada”. Desde Sarmiento, su lugar en el mundo, José recuerda que las pálidas siguieron para él en la postguerra. Un incendio destruyó su vivienda y en este episodio, perdió los pocos recuerdos que conservaba de sus tiempos de colimba. “Esta es una alegría enorme porque no tengo nada de Malvinas, ni una foto, así que este casco es algo que cierra toda esa parte de mi vida de decir que estuve pero no tengo nada de allí”.

Muñoz conservará el casco pero solamente hasta que los ex combatientes sarmientinos dispongan de un museo propio. Y allí, cumpliendo la palabra encomendada a Miccia, lo entregará para que sea exhibido por las futuras generaciones como un mensaje, un legado. “Por ahora, lo voy a tener en mi poder, pero después ojalá no pase mucho tiempo, nuestra sede va a tener una sala histórica tipo museo y mi compromiso es dejarlo en ese lugar”.

Matías Miccio llegó a la Patagonia desde Inglaterra, otro dato que enriquece la historia, junto a sus padres. Visiblemente emocionado por las horas de homenaje “malvinero” entendió hacer lo correcto. Y puso manos a la obra. “Mi hobby es coleccionar cascos. Tengo de la primera y segunda Guerra Mundial, de Vietnam y del Golfo. Serán alrededor de 40. También tengo otros dos de Malvinas pero no puedo identificar de quienes fueron. En el caso de José fue menos complicado porque su nombre estaba escrito en el fondo. Y también el del Regimiento de Infantería 25 al que perteneció. Entonces empecé a buscarlo por Internet hasta que pude dar con la historia que contó Paola, su sobrina. Y así fue que nos comunicamos. Y bueno, aquí estoy”.

Efectivamente una nota de Mariela, la prima periodista de Muñoz resultó el disparador y a través del Diario del Corredor, se estableció el puente que acercó todas las distancias vía web. Las redes sociales hicieron lo suyo y finalmente en éstos tiempos de comunicación, los protagonistas tuvieron conocerse. Y avanzar en una entrega que como en las películas, se concretó. El casco de Malvinas quedará en las manos de un soldado.

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02 ABR 2016 - 20:48

Una guerra, un casco, una historia. Treinta y cuatro años después. José Muñoz, ex soldado y combatiente en Malvinas se encontró con una parte de sus recuerdos en la isla. Recibió una pieza de colección, única para él, un elemento que lo acompañó en aquellos días entre trincheras. Un casco con su nombre y con la descripción del Regimiento de Infantería 25 que utilizó durante el conflicto viajó especialmente desde Inglaterra, cerrando un círculo de emociones.

Matías Piccio es un coleccionista argentino residente en Cambridge que compró el casco y que sin mirar lo invertido, pensó en una idea superadora: entregárselo a su dueño original que lo resignó al momento de la rendición argentina, el final de aquella guerra. José Muñoz, sarmientino y orgulloso soldado de entonces, camina las calles de su localidad. Porta el nombre y la condición de un “Bravo” que se debatió en Malvinas allá por 1982 y que enfundado en un traje, gritó un visceral “Viva la Patria” en uno de los pasajes más conmovedores del festival “Sarmiento canta por Malvinas”, un encuentro que entre música y recuerdos enmarca la previa de cada 2 de Abril.

Sobraron las palabras. Matías entregó el casco en mano, con un abrazo que pareció interminable, movilizador. De un argentino a otro, una muestra de agradecimiento diferente, un canto al honor de ser soldado y darlo todo. “Vengo de emoción en emoción. Cuando se trata de Malvinas, siempre hay una lágrima porque te quebrás”, contó Muñoz quien reconoce no haber dormido en los últimos días y sentirse shockeado desde el primer contacto con Miccia, ocurrido en agosto pasado, vía internet.

No se trata de un simple casco o una pieza bélica de colección sino un símbolo de lo que aún hoy representa la Causa Malvinas. “Es difícil de explicar porque es un elemento que en ese momento te resguardaba en una guerra, que fue muy complicada”. Desde Sarmiento, su lugar en el mundo, José recuerda que las pálidas siguieron para él en la postguerra. Un incendio destruyó su vivienda y en este episodio, perdió los pocos recuerdos que conservaba de sus tiempos de colimba. “Esta es una alegría enorme porque no tengo nada de Malvinas, ni una foto, así que este casco es algo que cierra toda esa parte de mi vida de decir que estuve pero no tengo nada de allí”.

Muñoz conservará el casco pero solamente hasta que los ex combatientes sarmientinos dispongan de un museo propio. Y allí, cumpliendo la palabra encomendada a Miccia, lo entregará para que sea exhibido por las futuras generaciones como un mensaje, un legado. “Por ahora, lo voy a tener en mi poder, pero después ojalá no pase mucho tiempo, nuestra sede va a tener una sala histórica tipo museo y mi compromiso es dejarlo en ese lugar”.

Matías Miccio llegó a la Patagonia desde Inglaterra, otro dato que enriquece la historia, junto a sus padres. Visiblemente emocionado por las horas de homenaje “malvinero” entendió hacer lo correcto. Y puso manos a la obra. “Mi hobby es coleccionar cascos. Tengo de la primera y segunda Guerra Mundial, de Vietnam y del Golfo. Serán alrededor de 40. También tengo otros dos de Malvinas pero no puedo identificar de quienes fueron. En el caso de José fue menos complicado porque su nombre estaba escrito en el fondo. Y también el del Regimiento de Infantería 25 al que perteneció. Entonces empecé a buscarlo por Internet hasta que pude dar con la historia que contó Paola, su sobrina. Y así fue que nos comunicamos. Y bueno, aquí estoy”.

Efectivamente una nota de Mariela, la prima periodista de Muñoz resultó el disparador y a través del Diario del Corredor, se estableció el puente que acercó todas las distancias vía web. Las redes sociales hicieron lo suyo y finalmente en éstos tiempos de comunicación, los protagonistas tuvieron conocerse. Y avanzar en una entrega que como en las películas, se concretó. El casco de Malvinas quedará en las manos de un soldado.


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