Los riesgos del shock

Leé La Columna del Domingo, el editorial de la edición dominical de Jornada.

La profundidad de algunas medidas dejaron a Macri parado en medio de un malestar que empieza a sentirse.
02 ABR 2016 - 21:29 | Actualizado 30 SEP 2022 - 10:41

Si no hay arreglo con los holdouts se viene un ajuste o la hiperinflación, no hay alternativa”, sentenció el presidente Mauricio Macri en una entrevista con el periodista Luis Majul el 13 de abril pasado.

Primero los diputados y esta semana que pasó el Senado le dieron su apoyo al acuerdo con los fondos buitre pero el Presidente quedó parado en los últimos días en medio de un feroz ajuste de tarifas, con la canilla de los despidos en el sector público abierta y con un panorama laboral para el sector privado en lo que resta del año que hiela la sangre.

La política de shock que impuso el ala dura del Gobierno nacional, con el presidente Macri a la cabeza, arrolló el “gradualismo” que habían sugerido otros referentes del Poder Ejecutivo –por ejemplo, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio-, que criticaban con enjundia las políticas del kirchnerismo pero que entendían que no había que indigestarse con el discurso que llevó a la alianza Cambiemos a la Rosada y que lo ideal era salir gradualmente de algunas trampas que le dejó el kirchnerismo y sostener lo que estaba bien hecho o tenía aceptación en buena parte de la sociedad.

El gradualismo fue a parar al tacho de la basura y el “cambio” a cualquier precio dejó al Gobierno parado en medio de una gran avenida en la que cada vez hay más autos que vienen de frente, con ciudadanos que no votaron el cambio y cada vez más que votaron un cambio distinto al que están haciendo.

Nadie tenía dudas de que la economía postkirchnerista iba echar mano a algunos ajustes tarifarios, eliminación de subsidios sin impacto social y reenfoques del gasto público.

Lo que deja mal parado al Gobierno nacional son las formas y la profundidad, a todas luces inadecuadas y exageradas. Ni el antikircherista más recalcitrante podría defender con argumentos la presunta “crisis económica” que justifique semejante ajuste. Sencillamente, porque no había una crisis.

Ninguno de los problemas que dejó el kirchnerismo era tan grave como para que la única solución sea un ajuste feroz. El nuevo INDEC macrista, que vino a enterrar al viejo “IndeK” que todo el arco opositor cuestionó a coro en los últimos años, divulgó esta semana un dato revelador que va en contra de lo que sostiene el ala más dura del Gobierno: la economía argentina creció el año pasado 2,1%.

Empleos en riesgo

El problema del Gobierno nacional ya dejó de ser la parte (importante) de la sociedad que no lo votó sino algunos de los sectores sociales y empresarios que lo apoyaron para ganarle al kirchnerismo en segunda vuelta.

La cuestión es que ya no sólo hay resquemores e incertidumbre por el futuro laboral y económico del ciudadano de a pie, sino resistencias cada vez menos ocultas de los sectores empresarios que hasta ahora no se han beneficiado con el “shock”, como sí lo hizo el campo, la agroindustria y los sectores financieros con la fenomenal transferencia de recursos que significaron la eliminación de retenciones, la devaluación y el dólar a 16 pesos.

Esta semana, el diario BAE reveló el descontento de sectores empresarios fuertes agrupados en la UIA. En un almuerzo con el ministro de la Producción, Francisco “Pancho” Cabrera, estos popes de la industria se despachar a gusto contra el “ministro del Petróleo”, como llaman con ironía al exCEO de Shell y actual titular de la cartera de Energía y Minería, Juan José Aranguren.

“Si el tarifazo no se atenúa, corren peligro 39 mil empleos directos fabriles y 95 mil si se incluyen los de empresas de servicios asociados”, de dijeron los referentes de la UIA a Cabrera.

Las estimaciones privadas aportan un dato preocupante: ya se destruyeron unos 100 mil empleos sólo en el primer trimestre del año. Por eso no sorprende que más allá de la lentitud de líder cegetista Hugo Moyano para expresar alguna crítica al nuevo Gobierno, esta semana se haya empezado a mostrar un poco más ácido en sus análisis y le haya puesto fecha -22 de agosto- a la reunificación de la CGT.

El shock macrista no les dejó otro camino que ponerse en alerta e, inclusive, mostrarse en la misma vereda junto a sectores políticos “opositores” que coquetearon y tuvieron hasta una “luna de miel” en los primeros meses de Macri y que ahora empiezan a tomar distancia porque nadie quiere quedar del lado de la sombra.

Sergio Massa, uno de los primeros “aliados críticos” de Macri salió esta semana del “off-side” que significa esa posición política con una frase lapidaria sobre los tarifazos del Gobierno: “Entraron a un quirófano con una motosierra.”

Efectos locales

Los efectos locales del ajuste ya comenzaron a sentirse con fuerza. Aunque por ahora con menos dramatismo en términos de empleo, tanto público como privado, la sensación de inestabilidad laboral preocupa a la gente.

Sumado a los tarifazos de la luz, el aumento de los combustibles, de la canasta alimenticia y la preocupante caída de los ingresos de la Provincia en concepto de regalías debido al desplome del precio internacional del petróleo, el panorama que espera a los chubutenses en lo que resta del año no menos desolador que el del país en general.

La aprobación del acuerdo con los fondos buitre que se cerró esta semana en el Senado fue la única “buena noticia” que el Gobierno provincial tuvo de cara a lo que viene.

Se supone que el cierre con los “holdouts” bajará las tasas para el Gobierno nacional y las provincias que saldrán de manera decidida a buscar fondos en los mercados. El Gobierno provincial ya tiene aprobado un endeudamiento de algo más de 10 mil millones de pesos, y al menos un tramo de ese dinero comenzará a ingresar a las arcas en los próximos meses.

Esa inyección de dinero, no sólo para pagar gastos corrientes, es la que el gobernador Mario Das Neves quiere utilizar para recrear la economía interna: reactivar obras paradas, lanzar nuevas y de a poco empezar a tapar los agujeros que le dejó Martín Buzzi.

Esta semana, el ministro Coordinador, Víctor Cisterna, tuvo un sinceramiento tan honesto como brutal: “Estamos gobernando sin plata”.

Por eso el endeudamiento, además de inevitable, es imprescindible.

Economía hogareña

Las expectativas de los chubutenses, o al menos de buena parte de ellos, se reflejan en algunos estudios económicos que no son masivos pero ayudan a entender lo que está pasando.

Esta semana, un informe de la consultora NOAnomics reveló el bajo nivel de endeudamiento de las familias argentinas: unos 35.111 pesos por hogar, entre pagos en cuotas con tarjeta de crédito, préstamos personales y prendarios.

La deuda de 35 mil pesos equivale apenas a dos salarios brutos “medios”, algo que los especialistas estiman razonable, sobre todo comparado con lo que ocurría en la crisis incipiente del año 2000, cuando ese nivel de endeudamiento hogareño equivalía a cuatro sueldos brutos.

El bajo endeudamiento no tiene que ver con un control del gasto sino con las dificultades que la inflación y el aumento de las tasas representan para acceder al crédito a una familia de trabajadores.

Con algo más de 41 mil pesos, Chubut se ubica entre las cuatro provincias con mayor nivel de endeudamiento, detrás de la de Ciudad de Buenos Aires ($ 53.836); Tierra del Fuego ($ 48.900); y La Pampa ($ 43.217).

Deber poco es una buena señal desde una mirada macroeconómica. En términos de economía familiar es un muy mal síntoma. En épocas de mayor estabilidad macroeconómica e inflación baja, el acceso a plazos de financiación más extensos es más sencillo y la gente se endeuda porque confía en la economía y tiene capacidad de pago.

Hoy, la financiación es cara y la confianza se está escabullendo como arena entre las manos.

Macri sigue prometiendo que el costo que se está pagando es inevitable y que a finales de año comenzará la recuperación con la llegada de inversiones.

Por ahora tiene el crédito abierto. Pero si no cumple, el año próximo se le hará muy cuesta arriba enfrentar las elecciones de medio término, esas que siempre son claves para los políticos que aspiran a quedarse ocho años en la Casa Rosada.

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La profundidad de algunas medidas dejaron a Macri parado en medio de un malestar que empieza a sentirse.
02 ABR 2016 - 21:29

Si no hay arreglo con los holdouts se viene un ajuste o la hiperinflación, no hay alternativa”, sentenció el presidente Mauricio Macri en una entrevista con el periodista Luis Majul el 13 de abril pasado.

Primero los diputados y esta semana que pasó el Senado le dieron su apoyo al acuerdo con los fondos buitre pero el Presidente quedó parado en los últimos días en medio de un feroz ajuste de tarifas, con la canilla de los despidos en el sector público abierta y con un panorama laboral para el sector privado en lo que resta del año que hiela la sangre.

La política de shock que impuso el ala dura del Gobierno nacional, con el presidente Macri a la cabeza, arrolló el “gradualismo” que habían sugerido otros referentes del Poder Ejecutivo –por ejemplo, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio-, que criticaban con enjundia las políticas del kirchnerismo pero que entendían que no había que indigestarse con el discurso que llevó a la alianza Cambiemos a la Rosada y que lo ideal era salir gradualmente de algunas trampas que le dejó el kirchnerismo y sostener lo que estaba bien hecho o tenía aceptación en buena parte de la sociedad.

El gradualismo fue a parar al tacho de la basura y el “cambio” a cualquier precio dejó al Gobierno parado en medio de una gran avenida en la que cada vez hay más autos que vienen de frente, con ciudadanos que no votaron el cambio y cada vez más que votaron un cambio distinto al que están haciendo.

Nadie tenía dudas de que la economía postkirchnerista iba echar mano a algunos ajustes tarifarios, eliminación de subsidios sin impacto social y reenfoques del gasto público.

Lo que deja mal parado al Gobierno nacional son las formas y la profundidad, a todas luces inadecuadas y exageradas. Ni el antikircherista más recalcitrante podría defender con argumentos la presunta “crisis económica” que justifique semejante ajuste. Sencillamente, porque no había una crisis.

Ninguno de los problemas que dejó el kirchnerismo era tan grave como para que la única solución sea un ajuste feroz. El nuevo INDEC macrista, que vino a enterrar al viejo “IndeK” que todo el arco opositor cuestionó a coro en los últimos años, divulgó esta semana un dato revelador que va en contra de lo que sostiene el ala más dura del Gobierno: la economía argentina creció el año pasado 2,1%.

Empleos en riesgo

El problema del Gobierno nacional ya dejó de ser la parte (importante) de la sociedad que no lo votó sino algunos de los sectores sociales y empresarios que lo apoyaron para ganarle al kirchnerismo en segunda vuelta.

La cuestión es que ya no sólo hay resquemores e incertidumbre por el futuro laboral y económico del ciudadano de a pie, sino resistencias cada vez menos ocultas de los sectores empresarios que hasta ahora no se han beneficiado con el “shock”, como sí lo hizo el campo, la agroindustria y los sectores financieros con la fenomenal transferencia de recursos que significaron la eliminación de retenciones, la devaluación y el dólar a 16 pesos.

Esta semana, el diario BAE reveló el descontento de sectores empresarios fuertes agrupados en la UIA. En un almuerzo con el ministro de la Producción, Francisco “Pancho” Cabrera, estos popes de la industria se despachar a gusto contra el “ministro del Petróleo”, como llaman con ironía al exCEO de Shell y actual titular de la cartera de Energía y Minería, Juan José Aranguren.

“Si el tarifazo no se atenúa, corren peligro 39 mil empleos directos fabriles y 95 mil si se incluyen los de empresas de servicios asociados”, de dijeron los referentes de la UIA a Cabrera.

Las estimaciones privadas aportan un dato preocupante: ya se destruyeron unos 100 mil empleos sólo en el primer trimestre del año. Por eso no sorprende que más allá de la lentitud de líder cegetista Hugo Moyano para expresar alguna crítica al nuevo Gobierno, esta semana se haya empezado a mostrar un poco más ácido en sus análisis y le haya puesto fecha -22 de agosto- a la reunificación de la CGT.

El shock macrista no les dejó otro camino que ponerse en alerta e, inclusive, mostrarse en la misma vereda junto a sectores políticos “opositores” que coquetearon y tuvieron hasta una “luna de miel” en los primeros meses de Macri y que ahora empiezan a tomar distancia porque nadie quiere quedar del lado de la sombra.

Sergio Massa, uno de los primeros “aliados críticos” de Macri salió esta semana del “off-side” que significa esa posición política con una frase lapidaria sobre los tarifazos del Gobierno: “Entraron a un quirófano con una motosierra.”

Efectos locales

Los efectos locales del ajuste ya comenzaron a sentirse con fuerza. Aunque por ahora con menos dramatismo en términos de empleo, tanto público como privado, la sensación de inestabilidad laboral preocupa a la gente.

Sumado a los tarifazos de la luz, el aumento de los combustibles, de la canasta alimenticia y la preocupante caída de los ingresos de la Provincia en concepto de regalías debido al desplome del precio internacional del petróleo, el panorama que espera a los chubutenses en lo que resta del año no menos desolador que el del país en general.

La aprobación del acuerdo con los fondos buitre que se cerró esta semana en el Senado fue la única “buena noticia” que el Gobierno provincial tuvo de cara a lo que viene.

Se supone que el cierre con los “holdouts” bajará las tasas para el Gobierno nacional y las provincias que saldrán de manera decidida a buscar fondos en los mercados. El Gobierno provincial ya tiene aprobado un endeudamiento de algo más de 10 mil millones de pesos, y al menos un tramo de ese dinero comenzará a ingresar a las arcas en los próximos meses.

Esa inyección de dinero, no sólo para pagar gastos corrientes, es la que el gobernador Mario Das Neves quiere utilizar para recrear la economía interna: reactivar obras paradas, lanzar nuevas y de a poco empezar a tapar los agujeros que le dejó Martín Buzzi.

Esta semana, el ministro Coordinador, Víctor Cisterna, tuvo un sinceramiento tan honesto como brutal: “Estamos gobernando sin plata”.

Por eso el endeudamiento, además de inevitable, es imprescindible.

Economía hogareña

Las expectativas de los chubutenses, o al menos de buena parte de ellos, se reflejan en algunos estudios económicos que no son masivos pero ayudan a entender lo que está pasando.

Esta semana, un informe de la consultora NOAnomics reveló el bajo nivel de endeudamiento de las familias argentinas: unos 35.111 pesos por hogar, entre pagos en cuotas con tarjeta de crédito, préstamos personales y prendarios.

La deuda de 35 mil pesos equivale apenas a dos salarios brutos “medios”, algo que los especialistas estiman razonable, sobre todo comparado con lo que ocurría en la crisis incipiente del año 2000, cuando ese nivel de endeudamiento hogareño equivalía a cuatro sueldos brutos.

El bajo endeudamiento no tiene que ver con un control del gasto sino con las dificultades que la inflación y el aumento de las tasas representan para acceder al crédito a una familia de trabajadores.

Con algo más de 41 mil pesos, Chubut se ubica entre las cuatro provincias con mayor nivel de endeudamiento, detrás de la de Ciudad de Buenos Aires ($ 53.836); Tierra del Fuego ($ 48.900); y La Pampa ($ 43.217).

Deber poco es una buena señal desde una mirada macroeconómica. En términos de economía familiar es un muy mal síntoma. En épocas de mayor estabilidad macroeconómica e inflación baja, el acceso a plazos de financiación más extensos es más sencillo y la gente se endeuda porque confía en la economía y tiene capacidad de pago.

Hoy, la financiación es cara y la confianza se está escabullendo como arena entre las manos.

Macri sigue prometiendo que el costo que se está pagando es inevitable y que a finales de año comenzará la recuperación con la llegada de inversiones.

Por ahora tiene el crédito abierto. Pero si no cumple, el año próximo se le hará muy cuesta arriba enfrentar las elecciones de medio término, esas que siempre son claves para los políticos que aspiran a quedarse ocho años en la Casa Rosada.


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