La voz del silencio en mediación

Opinión/Los supuestos básicos, por Daniela Patricia Almirón.

23 ABR 2016 - 20:19 | Actualizado

Atrapados como un pez en las redes virtuales, cada segundo de los relojes que el universo no tiene están ocupados con palabras. ¿Le tememos al silencio? ¿Cruje el silencio? Las culturas orientales proponen que en el silencio interior cada individuo puede escucharse a sí mismo, o escuchar a Dios si cree en él, o al universo. Escucharse para saberse. El silencio no es neutro. Tiene efectos. El silencio cuando hay alguien más, cuando no estoy solo, me provoca algo. No somos inmunes a ese momento silencioso. El silencio tiene un contenido. El que yo le pongo. El que usted le asigna. El contenido que acordamos que tenga. Con el silencio se producen movimientos. El silencio comunica, es insoslayable, porque no existe la “no comunicación”.

“Kóblic”, la última película de Sebastián Borensztein, puede que lo deje a uno silencioso. Lejos de aquella Ópera Prima de este gran director argentino, “La suerte está echada”, divertida y sorprendente, ésta es aguda, dramática, filosa. Plagada de silencio y de silencios, ocupados por una música impecable de Jusid. Difícil ser impermeable a este film.

La refiero no sólo por mi manía cinéfila, sino por cómo muestra esto de que un gesto puede contener mil palabras, una mirada mil significados. Ese delicado equilibrio entre el silencio de callar, acallar, silenciar, y el silencio de la reflexión, del análisis, de la elaboración de una respuesta acertada. El silencio de la escucha activa y atenta. Silencios vitales y silencios infinitos, los del fin de vida.

En mediación el elemento principal es el diálogo. Este se da con la comunicación y el lenguaje. Con palabras, con silencios, con lo que se escribe o dibuja en el rotafolio, y que todos ven e interpretan. El mediador que conduce el encuentro trabaja esencialmente con la pregunta, en ese ámbito confidencial e íntimo de quienes participan de esa Reunión de Mediación. La pregunta aguarda respuesta, y tiene una antesala que ha sido el silencio del mediador mientras las personas hablan, cuentan de sí mismas, y de lo que sienten como conflicto.

Esa antesala que es el silencio, constituye la escucha activa y atenta. La escucha, que implica que callo, porque el otro habla. Que no interrumpo porque aprecio la palabra del otro. Aprecio su voz. Incluso su voz cuando también hace silencio.

El momento de la mediación, con el silencio absoluto, es un gran momento. Un mediador avezado ha de manejar y sostener con destreza el silencio. Habrá de respirar, registrar su respiración y respetuosamente mantenerlo. Ese silencio es útil. Genera como digo, movimientos. Nos mueve hacia un lugar. Quizás uno diferente que aquel que teníamos o en el que estábamos antes. Y ese movimiento puede que produzca cambios positivos.

Salir del silencio, es un paso insoslayable. Perseverar en el silencio también puede ser tan dañino como convivir en el ruido constante. Dar por sentado, por obvio o tácito, puede ser tan contraproducente como la explicitación permanente. Salir del silencio para responder, para aclarar, para aliviar, para no atragantarse, para informar, para alegrar, para hacer saber que se está. Para liberarse y liberar.

El poeta Luis García Montero no podría definirlo más sabia y elegantemente “La obviedad es el disfraz de la mentira, la negación de las preguntas deseables.”

Traspasar del callar al decir, suele ser diferente para cada persona en cuanto a la facilidad para concretarlo y cómo hacerlo. A veces se necesita ayuda, o un estímulo. Que nos ayuden y estimulen. Y para que eso suceda, también hay que salir del silencio y pedir. Es solo un paso, el del comienzo de todo.#

Daniela Patricia Almirón es

abogada-mediadora (*)

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23 ABR 2016 - 20:19

Atrapados como un pez en las redes virtuales, cada segundo de los relojes que el universo no tiene están ocupados con palabras. ¿Le tememos al silencio? ¿Cruje el silencio? Las culturas orientales proponen que en el silencio interior cada individuo puede escucharse a sí mismo, o escuchar a Dios si cree en él, o al universo. Escucharse para saberse. El silencio no es neutro. Tiene efectos. El silencio cuando hay alguien más, cuando no estoy solo, me provoca algo. No somos inmunes a ese momento silencioso. El silencio tiene un contenido. El que yo le pongo. El que usted le asigna. El contenido que acordamos que tenga. Con el silencio se producen movimientos. El silencio comunica, es insoslayable, porque no existe la “no comunicación”.

“Kóblic”, la última película de Sebastián Borensztein, puede que lo deje a uno silencioso. Lejos de aquella Ópera Prima de este gran director argentino, “La suerte está echada”, divertida y sorprendente, ésta es aguda, dramática, filosa. Plagada de silencio y de silencios, ocupados por una música impecable de Jusid. Difícil ser impermeable a este film.

La refiero no sólo por mi manía cinéfila, sino por cómo muestra esto de que un gesto puede contener mil palabras, una mirada mil significados. Ese delicado equilibrio entre el silencio de callar, acallar, silenciar, y el silencio de la reflexión, del análisis, de la elaboración de una respuesta acertada. El silencio de la escucha activa y atenta. Silencios vitales y silencios infinitos, los del fin de vida.

En mediación el elemento principal es el diálogo. Este se da con la comunicación y el lenguaje. Con palabras, con silencios, con lo que se escribe o dibuja en el rotafolio, y que todos ven e interpretan. El mediador que conduce el encuentro trabaja esencialmente con la pregunta, en ese ámbito confidencial e íntimo de quienes participan de esa Reunión de Mediación. La pregunta aguarda respuesta, y tiene una antesala que ha sido el silencio del mediador mientras las personas hablan, cuentan de sí mismas, y de lo que sienten como conflicto.

Esa antesala que es el silencio, constituye la escucha activa y atenta. La escucha, que implica que callo, porque el otro habla. Que no interrumpo porque aprecio la palabra del otro. Aprecio su voz. Incluso su voz cuando también hace silencio.

El momento de la mediación, con el silencio absoluto, es un gran momento. Un mediador avezado ha de manejar y sostener con destreza el silencio. Habrá de respirar, registrar su respiración y respetuosamente mantenerlo. Ese silencio es útil. Genera como digo, movimientos. Nos mueve hacia un lugar. Quizás uno diferente que aquel que teníamos o en el que estábamos antes. Y ese movimiento puede que produzca cambios positivos.

Salir del silencio, es un paso insoslayable. Perseverar en el silencio también puede ser tan dañino como convivir en el ruido constante. Dar por sentado, por obvio o tácito, puede ser tan contraproducente como la explicitación permanente. Salir del silencio para responder, para aclarar, para aliviar, para no atragantarse, para informar, para alegrar, para hacer saber que se está. Para liberarse y liberar.

El poeta Luis García Montero no podría definirlo más sabia y elegantemente “La obviedad es el disfraz de la mentira, la negación de las preguntas deseables.”

Traspasar del callar al decir, suele ser diferente para cada persona en cuanto a la facilidad para concretarlo y cómo hacerlo. A veces se necesita ayuda, o un estímulo. Que nos ayuden y estimulen. Y para que eso suceda, también hay que salir del silencio y pedir. Es solo un paso, el del comienzo de todo.#

Daniela Patricia Almirón es

abogada-mediadora (*)


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