Los robots, entre la inteligencia artificial y la adquirida

La inteligencia artificial, de enorme potencial en áreas como medicina -donde se usa para predecir un mejor tratamiento- o para automatizar tareas sucias, aburridas o peligrosas, no sustituye a la creatividad y la ética humana, ya que “la conciencia artificial no existe”, afirmó la especialista en robótica humanoide Marcela Riccillo.

01 JUL 2016 - 14:41 | Actualizado

“La conciencia artificial no existe, lo que sería la súper inteligencia artificial (IA) no existe“, aseguró en diálogo con Télam la doctora en Ciencias de la Computación egresada de la Universidad de Buenos Aires, especialista en robótica humanoide e inteligencia artificial.

La condición de conciencia implica que el sistema crea que está vivo y, si no quiere hacer algo, no lo haga.

¿Podría el humanoide hacer algo creativo que no estuviera predicho?, preguntó Télam: “No debería poder hacer la máquina algo que le surge“, afirmó la especialista.

“Hace poco dijeron que habían hecho un corto a través de una red neuronal (un sistema de interconexión artificial de IA), pero en la práctica, esa red neuronal fue entrenada por un humano que decidió cuáles eran las mejores imágenes“, contó Riccillo.

Con lo cual, la máquina “no decidió la mejor película sino la que había aprendido a través de la experiencia, y esa experiencia se la da el humano. El objetivo de la red o del sistema de aprendizaje es el que da el humano: hoy por hoy es así”, sentenció.

Riccillo fascinó a los asistentes a la primera jornada del congreso Revolución Móvil organizada por el Grupo Convergencia, a donde llegó con varias miniaturas de robots construidas idénticas a las originales y un pequeño dron que pese a su gran potencia cabía en el cuenco de una mano.

Convertida en la mayor coleccionista de réplicas de robots reales en Argentina y Latinoamérica -”porque es la mejor manera de aprender“-, Riccillo reúne la condición de apasionada en su materia con la de rigurosidad al momento de exponer conocimientos, cuestionando enfoques que califica de “amarillistas”.

“La conciencia artificial no existe: puede haber distintas tecnologías para hacer un sistema de inteligencia artificial, y yo trabajé en muchas“, enfatiza.

Por ejemplo, “en el Hospital Italiano trabajé con redes neuronales para enfermedades; o ahora estoy trabajando para IBM Watson (compañía vendedora de IA a empresas), que tiene parte de redes neuronales y parte de sistema experto”.

El campo “tiene un potencial muy grande" incluyendo impresiones 3D con células vivas viables para ser transplantadas imprimiendo un brazo con las células propias; o para experimentación de medicamentos, como ocurrió con una suerte de proto hígado, que vivió 41 días y sirvió para ensayos.

Los sistemas expertos son los que acumulan información. Uno puede enseñarles, como se hizo con el IBM Watson para oncología -que acumula el conocimiento humano en esta temática-, lo que requiere que el humano no enseñe cualquier cosa sino información validada científicamente y de fuentes fidedignas.

Además de los sistemas expertos, el otro gran paradigma de la inteligencia artificial es el de las redes neuronales (e-Earning o learning machine), que da a la máquina ejemplos validados para que logre deducir a partir de esos ejemplos.

“Las redes neuronales se supone que simulan el aprendizaje del cerebro humano a través de neuronas: el cerebro humano es como el universo de infinito y la red neuronal resulta microscópica en comparación al lado de la potencia cerebral, pero simula ese tipo de aprendizaje”, explicó Riccillo.

A la red neuronal se le da ejemplos que tienen que estar predeterminados correctamente y, según ellos, la máquina va a deducir después de un entrenamiento, aprendiendo con fórmulas de aprendizaje que son estructuras matemáticas una matriz de "pesos sinápticos" que detecta patrones.

Funciona cuando se le dice a la máquina “a todas estas personas les doy una nueva droga y se mueren; a todas estas les doy y no se mueren: determine si le doy o no, a esta persona en particular", graficó.

Estos sistemas son asistentes del médico, no reemplazantes del especialista, y la máquina funciona con datos, detectando patrones que caracterizan a ciertos tipos de grupos.

“El humano toma la decisión, la máquina complementa el conocimiento", sostuvo, y señaló que si el médico empezara a delegar, “tiene que tener en cuenta que estos sistemas están hechos por personas; no tienen conciencia, ni ganas ni intención“.

Las máquinas “no pueden resolver dilemas éticos“ porque fueron concebidos para hacer “tareas automatizables, peligrosas, aburridas o sucias”, que conllevan riesgos para las personas, continuó Riccillo, y puntualizó que “la riqueza de la experiencia del cerebro humano no es automatizable: hay que rescatar la creatividad, el sentido común, las emociones”.

Riccillo mostró una publicidad japonesa que vende “robots para las familias” -en Japón se comercializan 100 humanoides al mes, construidos por China-, para “compañía” de adultos mayores y chicos, con una tablet que permite formular texto y conversación, que baja aplicaciones constantemente renovadas por un ejército laboral de programadores.

En Argentina hay cinco “robots inteligentes”: dos son el sistema de asistencia quirúrgica Da Vinci del Hospital Italiano; otros dos en el Hospital Abete de la localidad bonaerense Malvinas Argentinas; y uno más en la localidad misionera de Madariaga.

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01 JUL 2016 - 14:41

“La conciencia artificial no existe, lo que sería la súper inteligencia artificial (IA) no existe“, aseguró en diálogo con Télam la doctora en Ciencias de la Computación egresada de la Universidad de Buenos Aires, especialista en robótica humanoide e inteligencia artificial.

La condición de conciencia implica que el sistema crea que está vivo y, si no quiere hacer algo, no lo haga.

¿Podría el humanoide hacer algo creativo que no estuviera predicho?, preguntó Télam: “No debería poder hacer la máquina algo que le surge“, afirmó la especialista.

“Hace poco dijeron que habían hecho un corto a través de una red neuronal (un sistema de interconexión artificial de IA), pero en la práctica, esa red neuronal fue entrenada por un humano que decidió cuáles eran las mejores imágenes“, contó Riccillo.

Con lo cual, la máquina “no decidió la mejor película sino la que había aprendido a través de la experiencia, y esa experiencia se la da el humano. El objetivo de la red o del sistema de aprendizaje es el que da el humano: hoy por hoy es así”, sentenció.

Riccillo fascinó a los asistentes a la primera jornada del congreso Revolución Móvil organizada por el Grupo Convergencia, a donde llegó con varias miniaturas de robots construidas idénticas a las originales y un pequeño dron que pese a su gran potencia cabía en el cuenco de una mano.

Convertida en la mayor coleccionista de réplicas de robots reales en Argentina y Latinoamérica -”porque es la mejor manera de aprender“-, Riccillo reúne la condición de apasionada en su materia con la de rigurosidad al momento de exponer conocimientos, cuestionando enfoques que califica de “amarillistas”.

“La conciencia artificial no existe: puede haber distintas tecnologías para hacer un sistema de inteligencia artificial, y yo trabajé en muchas“, enfatiza.

Por ejemplo, “en el Hospital Italiano trabajé con redes neuronales para enfermedades; o ahora estoy trabajando para IBM Watson (compañía vendedora de IA a empresas), que tiene parte de redes neuronales y parte de sistema experto”.

El campo “tiene un potencial muy grande" incluyendo impresiones 3D con células vivas viables para ser transplantadas imprimiendo un brazo con las células propias; o para experimentación de medicamentos, como ocurrió con una suerte de proto hígado, que vivió 41 días y sirvió para ensayos.

Los sistemas expertos son los que acumulan información. Uno puede enseñarles, como se hizo con el IBM Watson para oncología -que acumula el conocimiento humano en esta temática-, lo que requiere que el humano no enseñe cualquier cosa sino información validada científicamente y de fuentes fidedignas.

Además de los sistemas expertos, el otro gran paradigma de la inteligencia artificial es el de las redes neuronales (e-Earning o learning machine), que da a la máquina ejemplos validados para que logre deducir a partir de esos ejemplos.

“Las redes neuronales se supone que simulan el aprendizaje del cerebro humano a través de neuronas: el cerebro humano es como el universo de infinito y la red neuronal resulta microscópica en comparación al lado de la potencia cerebral, pero simula ese tipo de aprendizaje”, explicó Riccillo.

A la red neuronal se le da ejemplos que tienen que estar predeterminados correctamente y, según ellos, la máquina va a deducir después de un entrenamiento, aprendiendo con fórmulas de aprendizaje que son estructuras matemáticas una matriz de "pesos sinápticos" que detecta patrones.

Funciona cuando se le dice a la máquina “a todas estas personas les doy una nueva droga y se mueren; a todas estas les doy y no se mueren: determine si le doy o no, a esta persona en particular", graficó.

Estos sistemas son asistentes del médico, no reemplazantes del especialista, y la máquina funciona con datos, detectando patrones que caracterizan a ciertos tipos de grupos.

“El humano toma la decisión, la máquina complementa el conocimiento", sostuvo, y señaló que si el médico empezara a delegar, “tiene que tener en cuenta que estos sistemas están hechos por personas; no tienen conciencia, ni ganas ni intención“.

Las máquinas “no pueden resolver dilemas éticos“ porque fueron concebidos para hacer “tareas automatizables, peligrosas, aburridas o sucias”, que conllevan riesgos para las personas, continuó Riccillo, y puntualizó que “la riqueza de la experiencia del cerebro humano no es automatizable: hay que rescatar la creatividad, el sentido común, las emociones”.

Riccillo mostró una publicidad japonesa que vende “robots para las familias” -en Japón se comercializan 100 humanoides al mes, construidos por China-, para “compañía” de adultos mayores y chicos, con una tablet que permite formular texto y conversación, que baja aplicaciones constantemente renovadas por un ejército laboral de programadores.

En Argentina hay cinco “robots inteligentes”: dos son el sistema de asistencia quirúrgica Da Vinci del Hospital Italiano; otros dos en el Hospital Abete de la localidad bonaerense Malvinas Argentinas; y uno más en la localidad misionera de Madariaga.


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